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Qué es el Flogsta scream, el extraño ritual de los estudiantes suecos en Uppsala

Hay lugares en el mundo donde la rutina se adereza con un toque de excentricidad colectiva. Uno esperaría que, en Suecia, ese país de IKEA, orden, silencio sepulcral en el transporte público y cafés a 5 €, todo transcurriera bajo una capa de contención emocional casi zen. Y, sin embargo, ahí está Flogsta, el barrio universitario de las afueras de Uppsala, a unos 67 kilómetros al norte de Estocolmo, donde cada noche ocurre algo tan inesperado como poéticamente desquiciado: a las 22:00 en punto, los estudiantes abren las ventanas y gritan. Así, sin anestesia. A pulmón batiente. Y no es un grito tipo «me niego a seguir aceptando este sistema», no: es un grito literal, gutural, desesperado o festivo, depende del día, pero siempre… sonoro.

Un barrio diseñado para la desesperación (estudiantil)

Flogsta no es un barrio que despierte pasiones a primera vista. Edificios de hormigón funcional, estética brutalista sin arrepentimiento alguno, escaleras que huelen a coliflor recalentada y lavanderías que parecen sets de cine soviético. El urbanismo aquí no engaña a nadie: se viene a vivir barato, cerca de la universidad, y a sobrevivir a los exámenes, las depresiones invernales y al síndrome del Erasmus sin gluten.

El barrio alberga principalmente a estudiantes de la Universidad de Uppsala, una de las más antiguas y reputadas de Europa, que da nombre a una ciudad conocida por su Catedral gótica, su legado académico y sus inviernos tan oscuros que hacen que el optimismo sea considerado una forma de alucinación temporal.

La llamada de la angustia: ¿qué es el Flogsta Scream?

Cada noche, como si un reloj invisible regido por Thor y el estrés colectivo marcara la hora, se produce el ya legendario Flogsta Scream. A las diez de la noche —ni un minuto antes ni después, que aquí hasta el gritar se hace con rigor escandinavo— se escucha un primer aullido, solitario, en alguna parte. Como un lamento existencial salido del alma de Kierkegaard tras una mala calificación en estadística. Y luego, sin que nadie se lo proponga de forma oficial, otros se suman. Ventanas que se abren, cabezas despeinadas que se asoman, y un estallido coral de desesperación compartida que dura unos segundos.

En cuestión de un par de minutos, el cielo se llena de gritos que rebotan entre los edificios. Algunos alaridos son profundos, como si el alma pidiera socorro. Otros son más teatrales, incluyendo ocasionalmente imitaciones de cabras, citas de películas o alguna que otra declaración de amor a la lejía perfumada. Todo vale, mientras se grite.

¿De dónde viene semejante ritual?

El origen del Grito de Flogsta no está del todo claro, como ocurre con los mejores mitos. Circulan al menos tres teorías principales, y probablemente todas tengan algo de cierto y mucho de inventado.

  1. La versión trágica: Se dice que en los años 70, un estudiante se suicidó arrojándose desde uno de los edificios. En su memoria, sus compañeros comenzaron a gritar por las noches, como una forma de expulsar el dolor y recordar que, aunque todo parezca cuesta arriba, la desesperación compartida alivia más que el silencio individual. Es la versión que más pone los pelos de punta y la que más se cita cuando alguien quiere añadir profundidad emocional a la tradición.
  2. La versión académica: Otras voces más pragmáticas aseguran que la cosa comenzó como un desahogo durante los periodos de exámenes. Suecia, recordemos, es el país donde los estudiantes se enfrentan a asignaturas con nombres impronunciables y bibliografía que parece diseñada por el enemigo. ¿Cómo no acabar gritando al vacío?
  3. La versión del estudiante extranjero confundido: Hay quien afirma, con cierta ironía, que todo comenzó con un estudiante de intercambio al que le advirtieron que en Suecia está prohibido hacer ruido después de las 10. El chaval, con la puntualidad del que teme ser deportado, decidió lanzar su grito justo antes de que el reloj marcase las 22:01. La cosa hizo gracia, otros lo imitaron, y el resto es historia oral (y vocal).
Flogsta scream

Un fenómeno más allá de Flogsta

Aunque el grito es propio de Flogsta, la práctica ha contagiado a otros enclaves universitarios de Suecia. En Lund o Göteborg, por ejemplo, también se han registrado episodios similares, aunque no con la misma fuerza mítica. Algunos vídeos en YouTube muestran incluso a turistas que se acercan a Flogsta a grabar el grito, como quien va a ver un eclipse solar o a escuchar a las ballenas. Sí, amigos, el sufrimiento estudiantil ha generado su propio atractivo turístico.

Además, hay quienes han intentado exportar la idea a otras partes del mundo. En épocas de confinamiento por la pandemia, el grito de Flogsta fue replicado en pisos compartidos de Barcelona, Milán o Buenos Aires, como una forma de decir: «estamos encerrados, estamos hartos, pero al menos no estamos solos».

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El Flogsta scream como acto político involuntario

Aunque a simple vista parezca sólo una tontería estudiantil más, lo cierto es que el grito de Flogsta también puede leerse como un pequeño acto de rebeldía. En una sociedad que valora el autocontrol, la eficiencia y el silencio, salir por la ventana como un ciervo en celo en plena berrea es, en sí mismo, un gesto de subversión.

Y lo mejor de todo: nadie llama a la policía. Nadie baja a quejarse. Nadie lo denuncia en el grupo de vecinos. Porque en Suecia, cuando una tradición se institucionaliza, ni el grito se discute.

El día después del grito

La vida en Flogsta sigue, claro. A la mañana siguiente, los mismos que la noche anterior estaban gritando como almas en pena bajan al supermercado a por pan integral y hummus, se conectan a sus clases online o se pegan su caminata entre la nieve hacia el aula magna. Algunos no recuerdan haber gritado. Otros tienen vídeos. Hay quien ha recopilado los mejores alaridos en forma de playlists, como si se tratara de una banda sonora de la resistencia universitaria.

Lo cierto es que, entre tanta rutina académica, horas de biblioteca, mates imposibles y soledad emocional, el grito es un paréntesis. Un acto de humanidad. Una válvula de escape. Un instante de comunión salvaje. Una especie de misa pagana para creyentes del agobio.

Y, aunque pueda parecer una excentricidad, lo cierto es que en Flogsta, gracias a ese grito, el silencio tiene más sentido. Porque cuando se permite gritar, el silencio no se impone: se elige.

Flogsta scream en video


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