La Oficina Pro Cautivos de Alfonso XIII se gana, sin esfuerzo, un puesto de honor en la historia olvidada del siglo XX. Situada en esa frontera difusa donde la diplomacia humanitaria se da la mano con el papeleo más castizo y desesperante, esta institución funcionó como una especie de servicio de atención al cliente para prisioneros de guerra, desaparecidos y familias al borde del colapso. Todo ello, por supuesto, bajo el amparo de un monarca que, contra el tópico del rey ocioso y cazador, mostró una sorprendente habilidad para la mediación internacional, moviéndose con soltura entre embajadas, telegramas y súplicas desesperadas. En una España acostumbrada al drama y a la improvisación, la Oficina Pro Cautivos fue una rareza: una mezcla de compasión real, burocracia patria y diplomacia de trinchera.
El rey Alfonso XIII: ¿Monarca o atención al cliente internacional?
A comienzos del siglo XX, cuando el calendario apenas se sacudía el polvo del XIX y España se lamía todavía las heridas del desastre del 98, el planeta entero se preparaba para una orgía de metralla y barro. Europa, en un arranque de entusiasmo autodestructivo, se lanzó de cabeza a la Primera Guerra Mundial (1914-1918), esa sinfonía de trincheras, gases y desolación que prometía gloria y sólo repartió miseria. Y allí estaba España, neutral por accidente, mirando el conflicto desde la barrera, como quien observa una tormenta ajena con paraguas prestado.
Pero, ¿qué hacer con tanta neutralidad? Alfonso XIII, que no era precisamente de los que se quedan mirando cómo pasa la historia, decidió convertir su despacho en algo parecido a un “call center” de la desesperación humana. En 1915 puso en marcha la famosa Oficina Pro Cautivos, una mezcla de filantropía, diplomacia y paciencia infinita.
El monarca —de reputación elegante, gusto por los secretos y cierta inclinación por el espionaje de salón— se propuso algo insólito: localizar a prisioneros, desaparecidos y almas extraviadas en medio del caos bélico. Bastaba con escribirle una carta al rey de España para que, con su red de contactos y buena voluntad regia, intentase desentrañar el paradero del ser querido. Un servicio casi de atención personalizada, pero en versión 1915: con telegramas, tinta, papel cebolla y algún mensajero que todavía montaba a caballo.
¿Cómo funcionaba la Oficina Pro Cautivos?
Si hoy ya es una odisea llamar a cualquier servicio de atención al cliente sin acabar hablando con un contestador que te odia, imaginemos lo que suponía gestionar algo parecido en plena Primera Guerra Mundial. La Oficina Pro Cautivos era, literalmente, un milagro logístico en una época sin internet, sin teléfonos fiables y con medio continente ardiendo. Miles de personas, desde las trincheras del Somme hasta los campos de maíz de Argentina, enviaban cartas al rey de España con la misma súplica universal:
“¿Dónde está mi hijo, mi hermano, mi marido, mi padre… el que se fue a la guerra y no ha vuelto?”
Y aunque el procedimiento sonaba a epopeya administrativa, funcionaba con una eficacia sorprendente para su tiempo:
Un funcionamiento asombrosamente eficaz
1. Recepción de la solicitud.
Las cartas llegaban en avalancha desde Francia, Alemania, Rusia, el Reino Unido… y hasta de rincones tan lejanos del conflicto como México. Un grupo de secretarios, traductores y diplomáticos —auténticos héroes del papeleo— recopilaban cada dato, anotaban nombres, batallas y unidades, y abrían un expediente a mano, con pluma, tintero y toneladas de paciencia. Nada de formularios online ni Excel: solo escritura artesanal y fe en el archivo.
2. Consulta con los beligerantes.
Una vez reunida la información, la oficina escribía directamente a las cancillerías de los países en guerra, preguntando por el paradero del soldado o prisionero. Y aquí viene lo insólito: las potencias respondían. A pesar de las bombas y los odios patrióticos, los gobiernos atendían las solicitudes españolas con un respeto casi conmovedor. La neutralidad de España actuaba como pasaporte diplomático y abría puertas en ambos bandos, del Marne al Danubio.
3. Respuesta a la familia.
Cuando el milagro ocurría y se encontraba al desaparecido, la Oficina notificaba a la familia con todos los detalles posibles. A veces incluso se lograba mejorar las condiciones del cautivo o gestionar su liberación, una pequeña victoria humanitaria en medio del desastre. Otras veces, lamentablemente, la noticia era trágica. Pero incluso entonces, la oficina ofrecía la certeza del final frente a la tortura de la duda.

En resumen, aquel improvisado “departamento de atención al público de Alfonso XIII” no solo gestionó papeles: puso orden y humanidad donde sólo había guerra y silencios.
El Impacto de la Oficina Pro Cautivos
La Oficina Pro Cautivos acabó convirtiéndose en un auténtico fenómeno internacional, una especie de centro neurálgico de la esperanza en medio del caos de la Gran Guerra. En apenas unos años, recibió más de 200.000 peticiones de información y resolvió con éxito más de 60.000 casos. Para la época, aquello era una hazaña casi sobrehumana, una proeza administrativa digna de figurar en los anales de la burocracia con mayúsculas.
En un mundo sin internet, sin teléfonos fiables y sin más base de datos que una montaña de papeles y telegramas, el mero hecho de que un mensaje firmado por el rey de España lograra abrir puertas en prisiones, hospitales de campaña y campos de prisioneros de media Europa resulta poco menos que milagroso. Los gobiernos en guerra —que no se soportaban ni entre sí— respetaban la neutralidad española como si fuera palabra sagrada, y, por increíble que parezca, colaboraban con diligencia.
Pero la oficina no se limitó a rastrear nombres y enviar telegramas: Alfonso XIII también intercedió por los soldados enfermos y los prisioneros que languidecían en campos de trabajo, consiguiendo que se les hicieran llegar medicinas, ropa, víveres y hasta dinero a través de la Cruz Roja Internacional. En la práctica, aquello era una ONG avant la lettre, pero con un toque inconfundiblemente regio: menos chalecos reflectantes y más protocolo palaciego, aunque con el mismo propósito de aliviar, en lo posible, el sufrimiento ajeno.
Curiosidades de la Oficina Pro Cautivos
- Un monarca con alma de influencer. Hoy los líderes mundiales tuitean condolencias y hacen diplomacia con emojis; Alfonso XIII, en cambio, lo hacía a golpe de carta y sello real. En una época sin redes ni trending topics, el rey practicaba una especie de “diplomacia analógica”: cuando un caso era especialmente urgente, escribía él mismo a los altos mandos europeos, de su puño y letra, con esa mezcla de cortesía aristocrática y tenacidad diplomática que abría más puertas que cualquier embajador.
- Historias que parecen de novela. Los archivos de la Oficina Pro Cautivos están llenos de episodios que rozan lo inverosímil. En uno de los más célebres, un soldado francés dado por muerto en un campo de prisioneros alemán fue localizado con vida gracias a la mediación española. Su familia, que ya había celebrado misa por su alma, recibió la noticia de su regreso como un auténtico milagro burocrático. Hubo también intercambios de prisioneros, reencuentros inesperados y hasta rescates que hoy sonarían a guion de película, todo gestionado desde un despacho madrileño con más plumas estilográficas que teléfonos.
- Reconocimiento internacional. Aunque en España el episodio ha quedado sepultado bajo capas de olvido histórico, en el extranjero Alfonso XIII fue elogiado como un mediador humanitario ejemplar. Francia y Reino Unido, por ejemplo, publicaron artículos y editoriales alabando su labor en plena guerra, destacando el insólito papel de un monarca que, en lugar de alardear de poder, lo empleó para aliviar el sufrimiento ajeno.
Un legado que sobrevivió a la contienda
Cuando las armas callaron en 1918, la oficina no cerró sus puertas. Continuó activa —con menor eco— durante la Guerra Civil Española (1936-1939), prestando ayuda en la medida de lo posible. Y aunque con el tiempo desapareció entre el polvo de los archivos, su espíritu pervivió: la idea de que la diplomacia podía tener rostro humano inspiró a la Cruz Roja y a otras organizaciones humanitarias modernas. En cierto modo, Alfonso XIII fue un pionero de la ayuda internacional… un influencer con corona y sin wifi.
¿Fue un éxito o una anécdota más?
Aunque la Oficina Pro Cautivos no cambió el rumbo de la Primera Guerra Mundial, sí logró algo mucho más humano y duradero: aliviar la angustia de miles de familias que solo pedían una noticia, una pista, una carta con nombre propio. Alfonso XIII, tan discutido por sus decisiones políticas y sus devaneos de monarca inquieto, dejó en este episodio una huella inesperada: la de un rey que, durante un tiempo, fue el mediador más eficaz de Europa. Una anomalía luminosa dentro de esa tradición española donde la burocracia suele especializarse más en la desesperación que en la resolución.
Un rey que contestaba cartas de desconocidos, que movía cielo y tierra por el destino de un soldado sin rango, que convertía su escritorio en puente entre enemigos irreconciliables. Suena a leyenda improbable, pero ocurrió. Y quizá por eso, en ese vasto catálogo de extravagancias que es la historia de España, la Oficina Pro Cautivos destaca como una de las más singulares y hermosas: la vez que un monarca dejó de lado el boato para ejercer, simplemente, de ser humano.
Productos recomendados para profundizar y ampliar información sobre el artículo
La España humanitaria de Alfonso XIII en la Gran Guerra: Estudio centrado en las iniciativas humanitarias españolas durante la Primera Guerra Mundial, con atención a la Oficina Pro Cautivos y la colaboración con organizaciones como la Cruz Roja. Aporta documentación y ejemplos de casos, útil para quien busca la vertiente solidaria y diplomática del reinado.
Cartas a Palacio: Recopilación que incluye correspondencia y episodios vinculados a la actividad palaciega de la época, con referencias a la intervención regia en asuntos humanitarios. Permite asomarse a la comunicación entre ciudadanos y la Corona, mostrando el impacto personal de las gestiones por prisioneros y desaparecidos.
España en la Gran Guerra: Espías, diplomáticos y negocios: Investigación sobre la participación indirecta de España en la Primera Guerra Mundial, su neutralidad ambigua y las redes diplomáticas y económicas que tejieron el país. Incluye capítulos sobre la influencia española en el alivio de prisioneros y la actividad de mediación internacional.
- García Sanz, Fernando(Autor)
Vídeo:
Fuentes consultadas
- Pérez de Arcos, M. (2022). The European War Office: transnational humanitarianism and King Alfonso XIII’s Pro-Captives Office [PDF]. London School of Economics ePrints. https://eprints.lse.ac.uk/114350/1/07075332.2021.pdf
- Vidales, D. G. (2022). España ante la Gran Guerra: La Oficina Pro-cautivos de Alfonso XIII (Trabajo de Fin de Grado). Universidad de Valladolid. https://uvadoc.uva.es/bitstream/handle/10324/58591/TFG_F_2022_163.pdf
- El País. (2024, 10 de diciembre). “Un padre desconsolado”: por qué miles de europeos escribieron a Alfonso XIII para encontrar soldados desaparecidos en la I Guerra Mundial. https://elpais.com/cultura/2024-12-10/un-padre-desconsolado-por-que-miles-de-europeos-escribieron-a-alfonso-xiii-para-encontrar-soldados-desaparecidos-en-la-i-guerra-mundial.html
- Ministerio de Cultura y Deporte. (2025). Archivos de la Oficina de la Guerra Europea (1915-1921). https://www.cultura.gob.es/cultura/archivos/difusion/registro-memoria-unesco/2025/oficina-guerra.html
- Universidad Autónoma de Madrid. (s. f.). La labor humanitaria de España durante la Gran Guerra (Trabajo Fin de Máster). https://libros.uam.es/tfm/catalog/download/292/549/796?inline=1
Escritor, profesor, traductor, divulgador, conferenciante, corrector, periodista, editor.
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