El público suele recordar supercalifragilisticoespialidoso como ese trabalenguas musical que Mary Poppins soltaba con desparpajo mientras pequeños y mayores se enredaban con las sílabas. La película de 1964 convirtió aquel vocablo en una especie de mascota sonora que se incrustó en la memoria colectiva sin pedir permiso.
Lo que no suele recordarse con tanto entusiasmo es que, detrás de ese término aparentemente inocente, hubo una demanda por derechos de autor, acusaciones cruzadas, recuerdos de campamento más oportunos que fiables y una investigación lingüística que terminó revelando que nadie podía atribuirse la paternidad absoluta de semejante invento.
Como ocurre con los casos extravagantes, el asunto mezclaba derecho, lenguaje, orgullo creativo y un humor involuntario que ni los guionistas de la propia película habrían imaginado.
De canción pegadiza a objeto lingüístico de devoción
En inglés, la palabra original es Supercalifragilisticexpialidocious. En España, se consolidó como supercalifragilisticoespialidoso, igual de serpenteante para la lengua. La canción, obra de los hermanos Richard y Robert Sherman e interpretada por Julie Andrews y Dick Van Dyke, se convirtió pronto en uno de esos números que se identifican con una película incluso sin haberla visto.
La escena es de sobra conocida: Mary Poppins, tras ganar una carrera de caballos, es acribillada por los periodistas en busca de la frase solemne que pueda encajar en un titular. Ella, en lugar de darles una sentencia memorable, les regala un vocablo imposible y le pone música. Todos quedan satisfechos.
Desde un punto de vista lingüístico, el término es una palabra compuesta llevada al extremo. Algunos estudiosos han propuesto que mezcla raíces que evocan belleza, delicadeza, una pizca de expiación y un final que sugiere cierta educabilidad. Una definición tan rebuscada que casi parece una broma privada entre filólogos.

Sin embargo, su uso real ha sido el de sinónimo de “maravilloso, sorprendente, extraordinario” o, dicho con menos solemnidad, la mejor manera de salir del paso cuando no hay adjetivo que encaje y se opta por un alarde verbal que distraiga al oyente.
Antes de Mary Poppins: la canción de 1949 que reclamaba el trono
Cuando la película se convirtió en un fenómeno, aparecieron unos compositores que aseguraban que la palabra no era en absoluto inédita.
En 1949 se había registrado una canción titulada Supercalafajalistickespeealadojus, atribuida a Gloria Parker y Barney Young. La pieza llegó a grabarse en varias ocasiones y defendía, sin rubor, que el palabro era suyo, que lo habían empleado mucho antes que Disney y que la versión de Mary Poppins no era más que un plagio maquillado.
Aseguraban incluso que Young había inventado la palabra en 1921, aunque no la puso sobre una partitura hasta casi treinta años después.

La comparación entre ambos términos deja claras semejanzas: ritmo parecido, estructura muy similar, idéntica voluntad de sonar exagerado. A cualquiera le habría parecido un caso razonable de influencia evidente.
Pero una cosa es lo razonable en una sobremesa y otra lo que aguanta en un juzgado.
El juicio de 1965: un duelo de palabros
El caso llegó a los tribunales en 1965, donde los demandantes acusaron a Disney y a los Sherman de vulnerar los derechos de autor de la canción previa. Su argumento era sencillo: si alguien había tenido la idea de componer una pieza alrededor de una palabra kilométrica y absurda, habían sido ellos.
La defensa de los compositores de Mary Poppins fue doble.
Por un lado, ofrecieron una explicación creativa que sonaba a anécdota de camerino. Afirmaban que habían jugado con palabras como “atroz” y “precoz”, que la rima los llevó hacia un comienzo con “super” y que remataron con un final inventado que no significaba nada. Una ocurrencia espontánea, según ellos.
Por otro lado, la defensa aportó documentos que demostraban que aquella clase de palabros existían desde hacía décadas en distintas variantes. Dicho de otro modo: ni los Sherman habían inventado el concepto desde cero, ni los demandantes podían presumir de haber sido los primeros.
El juez acabó dando la razón a Disney, no porque la explicación de los Sherman deslumbrase, sino porque la idea de que la canción de 1949 fuera absolutamente original se vino abajo como un castillo de naipes.
Lo que prometía ser un caso de plagio de manual se convirtió en una competición por ver quién había tropezado primero con un chiste lingüístico que ya circulaba alegremente.
Helen Herman y la sorprendente pista de 1931
La investigación retrocedió aún más en el tiempo. Y así, emergió una joven universitaria de 1931: Helen Herman.
En el periódico de la Universidad de Siracusa apareció, ese año, un artículo en el que Herman utilizaba una variante muy cercana al término en cuestión para referirse a algo espléndido. Comentaba que aquella palabra contenía todos los adjetivos posibles para expresar maravilla y que, aunque era larga como un día sin pan, una vez pronunciada dejaba la sensación de haber resumido en un soplo lo que exigiría varios párrafos.
Aquel hallazgo resultó decisivo: demostraba que el palabro no nacía ni en 1949 ni en 1964, sino que llevaba tiempo circulando entre estudiantes con evidente gusto por los juegos lingüísticos.
De pronto, el pleito perdió el aura de cruzada creativa para transformarse en una disputa por ver quién registraba antes algo que ya formaba parte de un folclore informal.
Los recuerdos montañeros de los hermanos Sherman
La historia adquiere aún más sabor cuando se escuchan los testimonios de los propios Sherman. En varias entrevistas, recordaban que, siendo niños, en un campamento de montaña escucharon una palabra larguísima, transmitida de boca en boca entre generaciones de chavales. Era, según ellos, un antecedente lejano de lo que años después transformarían en canción.
En otras ocasiones insistían en que lo habían creado todo desde cero a base de rimas y juegos fonéticos. Ambas explicaciones, aunque no coinciden del todo, sí confirman un punto clave: antes de que la melodía existiera, ya habían oído variaciones de esa palabra.
La versión de los lingüistas encaja bien con esta idea. Diversos estudios sostienen que existía en Estados Unidos una tradición lúdica basada en estirar palabras, combinar sílabas y generar palabros extravagantes que se compartían casi como rituales entre escolares y campistas.
En ese caldo de cultivo, supercalifragilisticoespialidoso no aparece como una revelación, sino como el punto culminante de un juego verbal que llevaba años madurando.
Del cine a los titulares: la conquista de la prensa
Tras el estreno de Mary Poppins, la palabra dejó de ser una extravagancia simpática para convertirse en un recurso que los periodistas empleaban con un guiño. Sirvió para describir negociaciones políticas, destinos turísticos especialmente vistosos o, directamente, para reírse un poco de la propia exageración del lenguaje.
El término saltó incluso al ámbito deportivo, donde un titular célebre utilizó la estructura del palabro para describir una sonada derrota del Celtic escocés. En España, también ha tenido su momento de gloria, incluido el día en que un entrenador del Girona definió a su equipo con el que decía ser el vocablo más largo que conocía.
Con el tiempo, el palabro acabó en diccionarios y recopilaciones de palabras llamativas, consolidado como una etiqueta reconocible más allá del cine.
Parecer el primero… sin serlo
El caso demuestra lo complicado que resulta reclamar exclusividad sobre algo que ya se ha filtrado al lenguaje común. Los demandantes defendían una idea creativa: hacer de una palabra imposible el eje de una canción. Pero el tribunal consideró que, cuando un vocablo o un concepto circulan de forma informal durante años, nadie puede adueñarse totalmente de ellos.
La existencia del texto de Helen Herman o las versiones orales en campamentos infantiles mostraban un origen difuso, compartido, casi comunitario. Por eso el tribunal distinguió entre la canción —que sí estaba protegida— y la palabra, cuyo uso no podía pertenecer a una sola persona.
Cuando un palabro sale triunfante del juzgado
El recorrido del término es peculiar: surgió entre juegos estudiantiles, pasó a canción de mediados del siglo XX, acabó implicado en un pleito y terminó convertido en una palabra conocida en medio planeta.
Disney ganó el juicio, pero el auténtico vencedor fue el palabro, que salió reforzado, más famoso que nunca y con una biografía que ni la propia Mary Poppins habría podido imaginar.
Hoy, cuando alguien pronuncia supercalifragilisticoespialidoso, lo hace sin pensar en sentencias ni derechos de autor. Evoca la película, la infancia, la música, la exageración y ese punto de humor que hace falta cuando algo es tan bueno que ninguna palabra ordinaria parece suficiente.
Vídeo: ““Supercalifragilisticexpialidocious” is far older than you think…”
Fuentes consultadas
- Wikipedia. (s.f.). Supercalifragilisticexpialidocious. En Wikipedia, la enciclopedia libre. https://es.wikipedia.org/wiki/Supercalifragilisticexpialidocious
- Merriam-Webster. (s.f.). The real origin of “Supercalifragilisticexpialidocious”. En Merriam-Webster: Wordplay. https://www.merriam-webster.com/wordplay/origin-supercalifragilisticexpialidocious
- Syracuse University News. (2016, 20 diciembre). First known use of Mary Poppins’ best-known word? Not in London but in DO. Syracuse University Today. https://news.syr.edu/2016/12/20/first-known-use-of-mary-poppins-best-known-word-not-in-london-but-in-do/
- Muñiz, F. (2025, 31 octubre). Jenaro Gajardo Vera: El chileno que se convirtió en dueño de la Luna. El Café de la Historia. https://www.elcafedelahistoria.com/dueno-de-la-luna/
- Fernández de Lis, D. (2018, 8 mayo). «Supercalifragilisticoespialidoso»: demandada por vulnerar el derecho de propiedad intelectual. Curiosidades de la Historia. https://curiosidadesdelahistoriablog.com/2018/05/08/supercalifragilisticoespialidoso-demandada-por-vulnerar-el-derecho-de-propiedad-intelectual/ (
- Cronin, C. (s.f.). Life Music, Inc. v. Broadcast Music, Inc. En Music Copyright Infringement Resource (MCIR), George Washington University Law School. https://blogs.law.gwu.edu/mcir/case/life-music-inc-v-broadcast-music-inc/
Escritor, profesor, traductor, divulgador, conferenciante, corrector, periodista, editor.






