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La Cripta de la Civilización: el Tupperware eterno del siglo XX

Enterrada como un secreto a voces bajo el Phoebe Hearst Hall de la Universidad de Oglethorpe, en Atlanta , la Cripta de la Civilización representa la culminación de un sueño peculiar: encapsular el espíritu humano en una piscina vacía para que alguien —quizá un descendiente con más paciencia que ambición— lo descubra dentro de más de seis milenios. Porque, si algo tiene la humanidad, aparte de guerras, selfies y reality shows, es fe en que el futuro sabrá descifrar lo que hoy ni nosotros mismos entendemos del todo.

La idea fue concebida con toda la seriedad posible por Thornwell Jacobs, un rector con más fe en la longevidad del granito que en la del sistema educativo. Jacobs, con un entusiasmo digno de Julio Verne pasado por Harvard, se propuso guardar todo lo que definía a su época. ¿Objetos valiosos? No. ¿Tecnología punta? Relativamente. ¿Una figurita del Llanero Solitario? Por supuesto. Porque si algo necesitan los arqueólogos del año 8113 es saber quién demonios era ese hombre enmascarado con sombrero blanco.

Un sótano con ínfulas faraónicas

La Cripta no es una sala cualquiera. Se construyó dentro de una antigua piscina (como las buenas ideas, surgida de una falta de uso evidente), sellada herméticamente en un bloque de granito que haría llorar de envidia a cualquier tumba egipcia. A diferencia de las pirámides, esta no fue diseñada para honrar a dioses ni acoger cadáveres, sino para conservar hilo dental, un bolso de señora y un par de grabaciones de Hitler. Cosas de la civilización, claro.

El responsable de llenar ese espacio con tesoros de dudosa utilidad futura fue Thomas Kimmwood Peters, un productor de cine e inventor que debía de tener una mente tan desordenada como brillante. Su cometido era, ni más ni menos, encapsular la totalidad del conocimiento humano (o al menos, lo que cabía en una piscina) y una buena dosis de cultura pop de los años 30. Así, la Cripta alberga desde máquinas de escribir y discos de vinilo hasta un teléfono, una televisión, preservativos, una Biblia y microfilmes con más de 600.000 páginas de literatura. .

Inglés para marcianos (o para nietos con otro acento)

Consciente de que el inglés de 1940 podría sonar tan arcaico en el año 8113 como el latín vulgar leído por Alexa, Peters diseñó el “Integrador de Lenguas”. Este ingenioso artilugio incluía 1.500 palabras del inglés común, ilustradas y grabadas con su pronunciación. Una especie de Duolingo prehistórico con ambiciones faraónicas, que haría las delicias de cualquier lingüista de otra civilización.

Las paredes de la cripta también fueron adornadas con ilustraciones creadas por George L. Carlson, mostrando la historia de la inteligencia humana, que, según se mire, es bastante optimista. Porque entre guerras, genocidios, regímenes totalitarios y modas como los pantalones campana, hay que tener fe para considerar que la inteligencia ha sido el hilo conductor de nuestra evolución.

Objetos del pasado para un futuro sin enchufes

Como cabe la posibilidad de que dentro de seis milenios no haya electricidad, Peters también dejó un generador eólico. Un gesto previsor, por si los arqueólogos del futuro tienen más viento que pilas. No se sabe si también dejó instrucciones en papel reciclado o una nota que diga “sopla aquí”.

En cuanto al contenido de la cripta, es tan variopinto como un mercadillo de domingo: grabaciones de voces ilustres (Stalin, Roosevelt, Hitler… como para montar un podcast apocalíptico), películas, recortes de periódico, objetos de higiene personal y hasta un mensaje manuscrito del propio Jacobs advirtiendo de que estaban enterrando la cultura antes de que lo hiciera la guerra.

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Las entradas doradas de la esperanza

Jacobs, con un entusiasmo que rozaba el delirio utópico, hizo imprimir un Libro de Registro y lo envió a 3.600 instituciones en todo el mundo. Para asegurarse de que nadie se olvidara de la cripta, repartió también 3.000 entradas de metal con la fecha de reapertura: 28 de mayo de 8113, a mediodía. Ni antes ni después. El poseedor de dicha entrada, según indicaba el texto grabado, tendría derecho a asistir a la apertura, siempre que perteneciera a la 187.ª generación del benefactor original. Y que aún tuviera manos, ojos y un calendario compatible.

¿Museo, cápsula o trastero con ínfulas?

Aunque el Guinness la considera la primera cápsula del tiempo moderna, la idea de preservar objetos para el futuro es más vieja que el anhelo de inmortalidad. La Epopeya de Gilgamesh ya hablaba de una caja de cobre enterrada con relatos, y Darío el Grande dejó talladas sus victorias en piedra en Behistún, Irán, pensando en que alguien, algún día, tuviera algo con lo que rellenar sus clases de Historia Antigua.

La cripta de la civilizacion

No obstante, la diferencia estriba en la intención: mientras las tumbas egipcias no esperaban visitas, la Cripta de la Civilización es un mensaje embotellado en acero, un susurro al porvenir, un “esto éramos nosotros, con nuestras manías, modas y fonógrafos”.

Críticas con fundamento (y con mala leche)

Por supuesto, los aguafiestas no tardaron en aparecer. William Jarvis, autor de Time Capsules: A Cultural History, considera que la mayoría de cápsulas del tiempo contienen “basura inútil” y que representan más los gustos de sus creadores que la sociedad real. Vamos, que si por él fuera, abrir una cápsula del tiempo sería como leer los comentarios de un foro de tecnología de los 90: nostalgia, pero con bochorno.

Nick Yablon, por su parte, afirma que estas cápsulas no son reflejo fiel del pueblo, sino de las élites intelectuales que las construyen. O dicho de otro modo: si un arqueólogo del futuro se encuentra solo cápsulas del tiempo, pensará que todo el mundo en 1940 tenía gramófonos, leía a Dante y vivía con hilo dental a mano. Ni rastro del sudor del obrero ni de la borrachera del sábado noche. El lado feo, como siempre, se quedó fuera.

Pero siguen enterrándose sueños

Así pues, la Cripta de la Civilización sigue ahí, sepultada y muda, esperando su momento de gloria. Como un tupper olvidado en el fondo del congelador del tiempo. Quizá, cuando el ser humano del año 8113 logre abrirla sin estropearse la manicura postbiológica, descubra que sus bisabuelos tenían sentido del humor, muchas preocupaciones… y una extraña obsesión con dejarlo todo registrado. Por si acaso.


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  • ★ anticorrosión: 304 acero inoxidable, que resiste pueden condicionar la mayor parte exterior y una duración de 200…
  • ★ impermeable: juntas de silicona en ambos extremos hace que los sellos de cápsulas Muy bien, que mantendrán todos hacia…

Fuente: Wikipedia

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