De adorno entrañable a cuestión administrativa (autonómica, local y hasta vecinal)
La imagen es familiar para cualquiera: figuras de barro algo astilladas, musgo que ha visto tiempos mejores, un río improvisado con papel de plata y el enigma anual de dónde ha ido a parar el pastor cojo. Durante generaciones, los belenes han sido un ritual íntimo, propio del salón de casa y del espíritu navideño más doméstico.
Pero desde hace unas décadas, el pesebre ha cruzado la puerta del hogar para instalarse en plazas, fachadas institucionales y rotondas. Y en cuanto pisa suelo público, deja de ser un detalle entrañable para transformarse en un objeto político, jurídico y, a ratos, una comedia municipal digna de guionistas en pleno auge creativo.
Una costumbre doméstica que conquistó ayuntamientos
Los belenes europeos, tal como se entienden hoy, se popularizaron entre los siglos XVIII y XIX. Primero fueron un capricho aristocrático, luego un entretenimiento burgués y finalmente una tradición extendida entre todas las clases. En España, el belén casero se consolidó en el siglo XIX, mientras conventos y parroquias competían por exhibir pesebres monumentales.
Todo cambió en el siglo XX, cuando los ayuntamientos descubrieron que el belén servía como símbolo múltiple: religioso, por supuesto; pero también cultural, identitario y, no menos importante, rentable en términos de imagen pública. Un elemento ideal para ilustrar felicitaciones institucionales y discursos de fin de año.
Ese desplazamiento del ámbito privado al espacio común es el germen de casi todas las discusiones actuales: dónde colocarlo, quién asume el gasto, qué estética se considera adecuada y si un ayuntamiento puede exhibir un símbolo religioso sin comprometer la neutralidad que, en teoría, debe mantener.
Cuando el pesebre se convierte en expediente político
En ciudades como Madrid, el belén municipal se ha transformado en un indicador político tan sensible como los presupuestos o los semáforos en las grandes avenidas. Su instalación, retirada o reinterpretación aviva tertulias, llena columnas de opinión y alimenta debates ciudadanos tan encendidos como improbables.
En la capital, la ubicación del belén ha variado según el signo político del gobierno de turno. El tradicional montaje exterior ha pasado a interiores municipales con el argumento de que así se preserva la neutralidad institucional. Grupos laicistas recuerdan, siempre que pueden, que los edificios públicos representan también a quienes no comparten la tradición.
Las preguntas son conocidas:
- ¿Es el belén un símbolo estrictamente religioso o también histórico y cultural?
- ¿Debe un ayuntamiento financiar un símbolo cristiano sin arriesgarse a romper la neutralidad del Estado?
- ¿Hasta qué punto la tradición justifica la excepción?
Las respuestas oscilan año tras año: desde quienes lo consideran un patrimonio cultural intocable hasta quienes prefieren árboles de Navidad, luces y mercados, relegando el belén a exposiciones interiores y discretas.
Barcelona y el belén conceptual: arte contemporáneo y cabreo popular
Mientras en Madrid la polémica gira en torno a la ubicación, en Barcelona el debate se centra en la estética. El belén de la plaza de Sant Jaume se convirtió durante años en un laboratorio de arte contemporáneo. Hubo estructuras minimalistas, instalaciones abstractas y propuestas simbólicas que despertaron fascinación en unos y un cabreo monumental en otros.

En 2020, ni siquiera hubo un belén “como tal”. Y aquella ausencia abrió un insólito debate: no se discutía ya si el belén era feo o atrevido, sino si debía haber belén. Para algunos, aquello fue casi una forma de iconoclasia discreta; para otros, una decisión respetuosa con la pluralidad de sensibilidades.
Años después, la recuperación de un belén más reconocible devolvió la escena tradicional al espacio público. Lo hizo impulsada por grupos ciudadanos que defendían el belén como parte del patrimonio compartido, incluso para quienes no se consideran creyentes.
Laicidad y figuritas: el fondo real de la disputa
Detrás de cada polémica municipal hay un debate más profundo sobre cómo se interpreta la laicidad en un país con una herencia cultural marcadamente cristiana. Organizaciones laicistas consideran que los belenes en edificios públicos vulneran la neutralidad institucional y envían un mensaje excluyente a quienes no se identifiquen con la tradición.
Frente a ellos, sectores eclesiales y buena parte de la ciudadanía defienden que el belén no obliga a nadie a practicar una fe, sino que se limita a mostrar una escena arraigada en la memoria cultural del país.
En realidad, nadie cuestiona los belenes domésticos. Lo que se discute es si las instituciones deben adoptar símbolos religiosos y, si lo hacen, bajo qué condiciones:
- ¿Debe garantizarse visibilidad a otras creencias?
- ¿Puede el belén considerarse un elemento cultural más allá de su origen religioso?
- ¿Dónde se trazan los límites entre tradición y privilegio simbólico?
Una estética en constante disputa: barro frente a abstracción
Una parte importante de los conflictos no está en la teología, sino en el diseño. Cuando un ayuntamiento opta por belenes artísticos o conceptuales, las reacciones suelen polarizarse. Hay quien lo celebra como un guiño a la creatividad y quien lo condena como un vaciamiento del símbolo.
En Barcelona, varios belenes municipales han generado discusiones tensas precisamente por su estética: figuras esquemáticas, estructuras metálicas y luces que sustituyen a los personajes tradicionales.
Para unos, es una manera de hacer el belén más inclusivo. Para otros, una forma calculada de diluir su sentido. El resultado final es que lo que debería transmitir serenidad navideña acaba motivando tertulias airadas y debates interminables sobre corcho, colores y presupuestos.
El belén como infraestructura urbana: turismo, récords y tráfico cortado
En ciertos lugares, el belén ha mutado en un fenómeno de impacto urbano. El ejemplo más llamativo es el Belén Gigante de Alicante, inscrito en un récord mundial. Su montaje modifica el tráfico, condiciona la peatonalización del entorno y define buena parte de la agenda navideña local.
Ese belén ya no es solo un símbolo religioso, sino:
- Un motor turístico.
- Una herramienta de marketing urbano.
- Un argumento para rediseñar temporalmente el espacio público.
Por supuesto, también surgen tensiones. Comerciantes, vecinos, urbanistas y defensores de la tradición discrepan sobre su tamaño, su coste y su efecto real sobre la ciudad. Son discusiones muy poco teológicas, pero profundamente municipales.
Cuando una colección de belenes frena un memorial: el caso de Vitoria
No todos los conflictos son ruidosos. En Vitoria, la transformación de una iglesia en memorial de las víctimas del 3 de marzo quedó bloqueada en parte por la presencia de una valiosa colección de belenes expuesta en el templo. La familia propietaria y el obispado se negaron a moverla sin garantías de un nuevo espacio adecuado.
El pulso no trataba sobre la Navidad, sino sobre qué relato merecía prevalecer en ese lugar concreto: la memoria religiosa asociada a la colección o la memoria histórica de un episodio trágico. En este caso, el belén actuó como un obstáculo simbólico y material para otro proyecto social.
Escuelas, juzgados y demandas: el belén como problema legal
Cuando el belén entra en un centro educativo, el conflicto adquiere otro nivel. En algunos institutos, su instalación ha provocado quejas, presiones y debates que han puesto a prueba a equipos directivos ya saturados por la burocracia habitual.
En determinados casos, los tribunales han concluido que la presencia del belén no vulnera derechos fundamentales siempre que no implique práctica religiosa obligatoria. Otros países, sin embargo, han ordenado retirarlos por considerar que comprometen la neutralidad del Estado.
Lo que parece un sencillo portal de figuritas puede acabar en informes jurídicos bastante serios sobre derechos, símbolos y libertades individuales.
Iconoclasia suave: mover, reducir, reinterpretar
La iconoclasia del pasado consistía en romper imágenes. La actual es más sutil:
- No se prohíbe el belén, se desplaza.
- No se eliminan las figuras, se sustituyen por luces abstractas.
- No se niega la tradición, se reinterpreta cuidadosamente.
Este enfoque evita conflictos directos, pero puede generar un descontento más profundo. Para unos, es una maniobra que esconde un intento de borrar símbolos incómodos. Para otros, una transición natural hacia una Navidad más plural.
¿Quién manda en el portal? Lo público, lo privado y lo compartido
El belén se ha convertido en un experimento involuntario sobre los límites de lo público y lo privado.
- En casa, nadie exige explicaciones.
- En las parroquias, forma parte de la vida comunitaria.
- En espacios institucionales, representa a todos, se compartan o no sus códigos simbólicos.
Ahí nace el conflicto. Lo que en casa desata ternura, en la fachada del ayuntamiento puede convertirse en motivo de disputa. Unos ven patrimonio común; otros, privilegio religioso.
Las preguntas de fondo siguen ahí:
- ¿Quién decide si el belén se instala?
- ¿Se consulta a la ciudadanía o se trata como un simple adorno?
- ¿Qué implica su presencia para quienes no se ven reflejados en él?
Epílogo: el musgo como medidor social
El belén, pese a su apariencia inocente, se ha convertido en un termómetro social. Sobrevive con fuerza en los hogares, pero se enreda en el espacio público, donde sirve para medir:
- El grado de pluralidad que aceptan las instituciones.
- La tensión entre tradición y laicidad.
- La capacidad de una sociedad para compartir símbolos sin fracturarse.
Lo curioso es que un portal de plástico o barro pueda frenar proyectos, alterar el tráfico, generar titulares y dividir tertulias. La escena es la misma de siempre: un niño, unos animales y un establo. Lo que ha cambiado es el lugar que ocupan y la cantidad de decisiones administrativas que se desencadenan a su alrededor.
Vídeo:
Fuentes consultadas
- Europa Laica. (2015, 30 noviembre). Europa Laica denuncia ante los alcaldes de Madrid y Valencia los «belenes municipales». Laicismo.org. https://laicismo.org/europa-laica-denuncia-ante-los-alcaldes-de-madrid-y-valencia-los-belenes-muncipales/
- Redacción. (2020, 28 noviembre). El inexistente belén de la plaza Sant Jaume también crea polémica. La Vanguardia. https://www.lavanguardia.com/participacion/debates/20201128/49739816553/polemica-ausencia-belen-pesebre-plaza-sant-jaume-barcelona-debate-tradicion.html
- Radio Alicante. (2025, 11 noviembre). La plaza del Ayuntamiento se cerrará al tráfico el día 23 tras el montaje del Belén Gigante. Cadena SER. https://cadenaser.com/comunitat-valenciana/2025/11/11/la-plaza-del-ayuntamiento-se-cerrara-al-trafico-el-dia-23-tras-el-montaje-del-belen-gigante-radio-alicante/
- SER Vitoria. (2025, 31 octubre). El Memorial del 3 de marzo sigue bloqueado: rechazada la última oferta para reubicar los belenes de la Iglesia de Zaramaga. Cadena SER. https://cadenaser.com/euskadi/2025/10/31/el-memorial-del-3-de-marzo-sigue-bloqueado-rechazada-la-ultima-oferta-para-reubicar-los-belenes-de-la-iglesia-de-zaramaga-ser-vitoria/
- Muñiz, F. (2025, 20 octubre). Skye Denno: la pastora anglicana que predica entre riffs, tatuajes y espíritu punk. El Café de la Historia. https://www.elcafedelahistoria.com/skye-denno/
- Europa Laica-Cádiz. (2021, 25 diciembre). Europa Laica-Cádiz denuncia el uso de símbolos religiosos en los colegios públicos durante las fiestas de Navidad. Puente Chico. https://www.puentechico.com/2021/12/europa-laica-cadiz-denuncia-el-uso-de.html
Escritor, profesor, traductor, divulgador, conferenciante, corrector, periodista, editor.






