En el teatro de la justicia estadounidense, donde las palabras pueden ser tan contundentes como las acciones, una respuesta irónica y tajante resonó como un cañonazo: “Kiss my ass” (Bésame el culo).
Esta frase no salió de la boca de un troll de Twitter ni de un macarra de ficción. Fue la respuesta literal, oficial y con membrete incluido, de Bill Baxley, Fiscal General de Alabama, ante las amenazas del Ku Klux Klan.
Pero vayamos al inicio de esta historia, porque es tan fascinante como escalofriante.
El 15 de septiembre de 1963, un acto atroz sacudió Birmingham, Alabama. Una explosión en la 16th Street Baptist Church, un importante centro de reunión para la comunidad afroamericana, acabó con la vida de cuatro niñas negras: Addie Mae Collins, Cynthia Wesley, Carole Robertson y Denise McNair, de entre 11 y 14 años.
Como un grotesco símbolo del odio racial, el atentado fue una macabra cortesía del Ku Klux Klan.
Denise McNair, 11; Carole Robertson, 14; Addie Mae Collins, 14; y Cynthia Wesley, 14 años
El sistema judicial de la época, tan tuerto como ciego cuando se trataba de justicia racial, procesó a Robert Chambliss, un conocido miembro del Klan y conocido por el alias de Dynamite Bob.
Para sorpresa de casi nadie, el veredicto fue indignante: no culpable de asesinato. Chambliss solo recibió una multa de 100 dólares y seis meses de prisión por poseer dinamita sin licencia. Más que un castigo, equivalía a una palmadita en la espalda para un individuo cuyo crimen había sacudido al país.
Robert Chambliss
Bill Baxley: un joven fiscal con agallas
Avanzamos hasta los años 70. Bill Baxley, un joven de apenas 29 años, asumió el cargo de Fiscal General de Alabama en 1970. Baxley tenía algo que muchos de sus contemporáneos carecían: un profundo sentido de justicia y, muy importante, un desinterés absoluto por complacer al establishment racista.
Bill Baxley
Poco después de asumir el cargo, reabrió el caso de la Iglesia Baptista de la calle 16. Esta simple acción, que para algunos era un acto de valentía, para otros fue una declaración de guerra. Las amenazas no tardaron en llegar.
Entre ellas destacó una carta enviada por Edward R. Fields, fundador del National States Rights Party, una organización abiertamente racista y antisemita, y Gran Dragón del Ku Klux Klan.
Fields amenazó a Baxley con represalias si continuaba su cruzada por la justicia.
“Kiss my ass”: La respuesta que marcó un precedente
La respuesta de Baxley fue tan breve y contundente como deliciosa en su simplicidad:
Querido Sr. Fields: Mi respuesta a su carta del 19 de febrero de 1976 es : Bésame el culo. Atentamente, Bill Baxley, Fiscal General
Ku Klux Klan Kiss my ass
Sí, sí, no es una leyenda urbana. Lo hizo. No sólo se lo escribió, sino que se lo envió en papel oficial.
Justicia tardía, pero justicia al fin
En noviembre de 1977, tras una investigación que desafió a los cimientos racistas del profundo sur, Robert Chambliss fue juzgado nuevamente por el atentado. Esta vez, la balanza de la justicia se inclinó hacia el lado correcto: fue declarado culpable y condenado a cadena perpetua.
Chambliss murió en una prisión de Alabama en 1985.
Pero la historia no terminó allí. En 2000, el FBI señaló a tres integrantes más del Ku Klux Klan como autores del crimen: Herman Cash, Thomas Blanton y Bobby Frank Cherry.
Aunque Cash había fallecido, Blanton y Cherry fueron arrestados, juzgados y también condenados.
El contexto histórico: valentía en tiempos de odio
Para entender la magnitud del acto de Baxley, hay que situarlo en el contexto de la Alabama de los años 70. Aunque el Movimiento por los Derechos Civiles había logrado avances significativos, el racismo sistémico seguía enraizado. Abrir viejas heridas no era algo que los políticos locales hicieran muy a menudo, sobre todo cuando esas heridas eran causadas por figuras poderosas y grupos violentos como el Ku Klux Klan.
El caso de la Iglesia Baptista de la calle 16 había quedado en el olvido oficial. Pero Baxley, un hombre blanco nacido y criado en Alabama, decidió desafiar ese código no escrito de silencio y complicidad. Su decisión no solo fue un acto de justicia, sino también un golpe tan real como simbólico contra el legado de segregación y terror racial.
Y, su famosa carta se ha convertido en un icono de resistencia que, incluso hoy, sigue siendo citada como ejemplo de resistencia y desafío.
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