Saltar al contenido
INICIO » Los viajes de Juan de Mandeville: entre la maravilla medieval y la desvergüenza literaria

Los viajes de Juan de Mandeville: entre la maravilla medieval y la desvergüenza literaria

Un caballero tan real como un unicornio que bebe té con sirenas

El supuesto autor, Sir John Mandeville, afirmaba ser un caballero inglés de St. Albans que en 1322 se lanzó a recorrer medio planeta con la misma soltura y actitud con la que hoy uno se apunta a un Erasmus. La realidad es menos romántica: no hay ni rastro documental de que tal caballero existiera, ni en crónicas locales, ni en registros de órdenes militares, ni siquiera en las listas de caballeros que tanto gustaban de inflar genealogías.

En su lugar, emergen sospechosos habituales de la pluma medieval: el francés Jehan à la Barbe y el flamenco Jan de Langhe, ambos con inclinaciones literarias y sobradas dosis de anonimato creativo. A ellos se suman hipótesis que apuntan a un médico de Lieja que habría firmado bajo pseudónimo, quizá para dotar de mayor credibilidad a un relato que olía más a escritorio que a camino polvoriento.

Lo cierto es que Mandeville, fuera quien fuera, se construyó a sí mismo como personaje: un caballero piadoso, viajero incansable y observador del exotismo oriental, justo el perfil que necesitaba el público europeo para soñar con mundos lejanos sin levantarse de la silla. Y al lector de la época, más acostumbrado a santos incorruptos y reliquias dudosas que a la crítica documental, le traía sin cuidado la identidad del autor. Lo que importaba era la historia, no la ficha de autor.

El éxito editorial antes del Amazon medieval

Pese a su endeble credibilidad, Los viajes de Juan de Mandeville arrasó entre 1357 y 1371 como un verdadero fenómeno editorial. Copiado en pergaminos, traducido al francés, al inglés y al latín, se convirtió en un best seller de monasterio. Incluso Cristóbal Colón tenía un ejemplar en su biblioteca, y no sería descabellado imaginarlo hojeando sus páginas entre preparativos, convencido de que se toparía con islas repletas de hombres con cabeza de perro.

 Juan de Mandeville

Crónicas de viajes desde la butaca

El relato presume de haber recorrido Asia Menor, la India, China y Jerusalén, trazando un itinerario tan vasto como inverosímil. A lo largo de sus páginas, Mandeville asegura haber atravesado Egipto, visitado el monte Sinaí, adentrado en Armenia, Persia y hasta en el fabuloso reino del Preste Juan, que colocaba según su antojo en las lindes de Etiopía o en las profundidades de Asia. También se aventura a describir Tártaro, Catay y hasta los confines de Mongolia, todo ello con la seguridad de un guía turístico que jamás salió de su villorrio.

Pero en realidad se trata de un collage literario hecho con tijera, pegamento y mucho descaro. Parte del material procede del fraile franciscano Odorico de Pordenone, a quien Mandeville “tomó prestadas” descripciones, adornándolas con dragones, hombres con cabeza de perro y extravagancias varias. Otro tanto vino de la Historiae Orientis de Haitón de Córico y, para redondear el cóctel, de la enciclopedia de maravillas de Plinio el Viejo, donde los monstruos convivían con notas de geografía más o menos fiables.

 Juan de Mandeville
Los viajes de Juan de Mandeville

El autor medieval incluso tuvo la osadía de insinuar que viajó con Odorico, un detalle que habría arrancado una sonrisa a cualquier lector perspicaz del siglo XIV.

Criaturas, ríos mágicos y otras delicatessen

El encanto del libro reside en su catálogo de prodigios. Ahí aparecen más dragones que en Juego de Tronos, hombres con cabeza de perro dignos de una feria de freaks y un río llamado Sambation que seis días a la semana disparaba rocas con el entusiasmo de un cantero descontento, deteniéndose religiosamente un día a la semana para honrar el sábado. También desfilan gigantes con apetitos imposibles, hormigas del tamaño de zorros que guardaban montañas de oro y grifos con las alas más sólidas que las murallas de Bizancio.

NO TE PIERDAS NADA

¿Quién dijo que la historia era aburrida?
Si has llegado hasta aquí, mereces más.

Apúntate al boletín y te seguiremos mandando joyas históricas como esta.
Gratis, sin spam, sin compromisos ni torturas medievales.

Cada página parece pensada para dejar al lector medieval entre fascinado y aterrado, sin saber si debía hacer las maletas o prepararse para el apocalipsis.

Mención aparte merece el famoso Preste Juan, aquel rey cristiano mítico que Mandeville describe con tanta seriedad y tanto aplomo como si hablara de un primo lejano, dueño de ejércitos interminables y tesoros sin fin, convenientemente situado en un lugar del mapa que nadie podía señalar con exactitud. Y, por supuesto, los célebres granos del paraíso, supuestamente germinados para dar la madera de la cruz de Cristo, prueba de que el autor tenía tanto de teólogo como de fabulador, y que sabía condimentar el relato con la dosis justa de piedad y maravilla para mantener cautivo a su público.

 Juan de Mandeville
El Preste Juan

Entre la desinformación y la influencia

Aunque plagado de imposibles, el libro marcó la imaginación europea. Fue tan influyente que Odorico, cuya obra había servido de cantera al misterioso autor, acabó acusado de plagiar a Mandeville, cuando en realidad el fraude era al revés. La paradoja es deliciosa: el copiado convertía en sospechoso al original.

Y mientras tanto, Colón y otros navegantes europeos alimentaban sus mapas mentales con historias de monstruos y maravillas tan sólidas como la existencia de sirenas en el Atlántico.

El “fake news” medieval en estado puro

La obra de Mandeville se convirtió en la Wikipedia del siglo XIV, pero sin fuentes fiables, sin notas al pie y con una desfachatez literaria digna de aplauso. Eso sí, entretenía y fascinaba como pocas.

Al fin y al cabo, en una época en la que las fronteras del mundo eran pura niebla y los mapas se llenaban de monstruos en los márgenes, ¿qué más daba que un dragón se aposentara en algún rincón de Asia o que un río obedeciera estrictamente el calendario judío?

Europa necesitaba relatos que alimentaran la imaginación y justificaran las ansias de exploración, y Mandeville, con la naturalidad de quien inventa y no se inmuta, sirvió un menú degustación de exotismo, religión y fantasía.

Un banquete literario en el que lo imposible se convirtió en plato principal y que, siglos después, aún nos recuerda que el hambre de maravillas siempre ha sido tan poderosa como la sed de certezas.


Producto recomendado para ampliar información

El libro de las maravillas del mundo
  • de Mandeville, Juan(Autor)


Fuentes: Catedranaval La Brújula VerdeWikipedia

Para estar al tanto de las últimas novedades

Enlaces de afiliados / Imágenes de la API para Afiliados/Los precios y la disponibilidad pueden ser distintos a los publicados. En calidad de afiliado a Amazon, obtenemos ingresos por las compras adscritas que cumplen con los requisitos aplicables.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

NO TE PIERDAS NADA

¿Quién dijo que la historia era aburrida?
Si has llegado hasta aquí, mereces más.

Apúntate al boletín y te seguiremos mandando joyas históricas como esta.
Gratis, sin spam, sin compromisos ni torturas medievales.

error: Contenido protegido, esta página está bajo una licencia Creative Commons Atribución 4.0 Internacional