Hay que ver lo que le gusta al ser humano jugar al Risk con la geografía. Especialmente si el tablero es de verdad, con agua salada, uniformes con galones y un montón de islas estratégicas donde plantar banderas como si fueran espárragos. Si además dicha isla aparece de la nada, entre vapores volcánicos y con nombre aún por decidir, mejor que mejor. Y si desaparece antes de que dé tiempo a construir una tasca con terraza y toldo a rayas, pues todavía más épico. Así fue el caso de la isla Ferdinandea, también conocida como Tierra de Graham o Isla Julia.
Año del Señor de 1831. Europa pasa el rato entre imperios que fingen llevarse bien, colonias que se coleccionan como cromos raros y monarcas que gastan más peluca que sensatez. En medio de ese vodevil político, el suroeste de Sicilia empieza a menearse con una serie de terremotos un tanto entusiastas. Durante semanas, el suelo ruge, el mar burbujea y, el 17 de julio, el Mediterráneo decide añadir una nueva pieza a su puzzle geográfico: una isla volcánica recién horneada, aún echando humo y sin nombre bautismal.

La recién llegada medía unos modestos 25 metros al asomar, pero, como todo volcán joven y con ínfulas, siguió creciendo hasta alcanzar la respetable cifra de 100 metros de altura y unos 7 kilómetros de contorno. No era precisamente el paraíso tropical, pero su ubicación tenía miga: justo en la ruta marítima que une África y Europa, perfecta para vigilar barcos, presumir de bandera y, con un poco de suerte, cobrar peaje a base de anclas.
La guerra de las banderas
Los primeros en mover ficha fueron los británicos, que por aquel entonces vivían su época dorada de coleccionar territorios como quien junta sellos de su Graciosa Majestad. Desde Malta zarparon en el HMS St Vincent, un barco con más vocación de conquistador que de explorador. Al mando iba Sir James Graham, que desembarcó, clavó la bandera con gesto teatral y, sin pensárselo mucho, bautizó el islote como Tierra de Graham. Diplomacia británica en estado puro: menos papeleo, más postureo. Rápido y efectivo.
Los sicilianos, naturalmente, no iban a quedarse mirando desde la costa. Enviaron el barco Etna (nombre tranquilizador donde los haya) y reclamaron lo que consideraban suyo, con el argumento irrefutable de que la isla les había brotado literalmente al lado de casa. La bautizaron Ferdinandea, en honor a su rey Fernando II. Y el monarca, encantado con la idea de dejar su huella en la geografía.
Pero claro, a Francia no le gusta quedarse fuera cuando hay algo que conquistar, aunque sea simbólicamente. Así que enviaron al geólogo Constant Prévost, con el noble propósito de estudiar el fenómeno y el menos noble de proclamar que, por supuesto, aquello era suelo francés. Rebautizaron la isla —¡otra vez!— como Isla Julia, en honor al mes de julio, porque si no nos viene la inspiración, siempre nos queda el calendario.
Y España, cómo no, también quiso apuntarse al reparto. Eso sí, lo hizo con esa mezcla tan nuestra de ambición imperial y desgana funcionarial. Anunció su interés… pero sin desembarcar. O sea, el equivalente diplomático de decir “eso es mío” sin levantarse del sillón. Campeones indiscutibles del pasivo-agresivismo internacional.
Las letras y la lava
Mientras las potencias se tiraban de los bigotes por una isla con más ceniza que suelo firme, la prensa europea vio el filón y se lanzó de cabeza. En cuestión de días, la isla se convirtió en una celebrity geológica. Cada país la llamaba a su manera, en un festival de nombres y patrias. Tres banderas, ni una casa, y toneladas de entusiasmo.
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Los curiosos empezaron a desfilar como si regalaran entradas. Científicos, periodistas y escritores desembarcaban con prismáticos, cuadernos o simples ganas de contarlo. Se dice que el mismísimo Walter Scott puso un pie en la isla, tal vez buscando material para un poema o, quién sabe, para poder presumir después de un “yo estuve allí”. Alejandro Dumas y Julio Verne también cayeron rendidos ante el fenómeno.
Mientras tanto, el rey Fernando II ya hacía planes a lo grande: hoteles termales, casinos con vistas al cráter y quizá una línea de perfumes con aroma a azufre. Ambición no le faltaba; sentido de la realidad, quizá un poco menos.
El final más italiano posible: se hundió antes de inaugurar
Cuando el rifirrafe internacional empezaba a oler a bronca diplomática, con mapas golpeados y protestas redactadas con plumas indignadas, la naturaleza decidió cerrar el capítulo a su manera. En diciembre, un barco siciliano se acercó al lugar y encontró un mar tan sereno como una sobremesa de agosto. Ferdinandea había desaparecido, tragada sin ceremonia por el mismo Mediterráneo que la había visto nacer.
La explicación es tan simple como cruel: la isla estaba formada por tefra volcánica, una piedra frágil donde las haya El oleaje, persistente y paciente, fue limando sus bordes día tras día hasta desmoronarla del todo. La otrora flamante Ferdinandea acabó deslizándose hacia el fondo, como una estrella de moda olvidada. Hoy duerme a unos seis metros bajo el nivel del mar, un iceberg sin épica ni película.
Eso sí, por si al volcán le da por repetir la jugada, Italia decidió curarse en salud y colocó una placa en el lecho marino proclamando su propiedad.

Una reliquia geoestratégica fantasma
Hoy Ferdinandea yace bajo las aguas como una leyenda marinera en pausa, un souvenir sumergido de la vanidad humana y sus delirios de grandeza. No tiene bandera, ni casas, ni siquiera un mísero código postal, pero conserva uno de los historiales diplomáticos más disparatados del siglo XIX. Fue escenario de una guerra sin balas, de una comedia imperial a varias manos y de la inspiración ardiente de más de un escritor romántico.
Quizá algún día vuelva a asomar, sacudiéndose las algas y despeinando la superficie del mar como quien regresa a una fiesta que terminó hace dos siglos. Y entonces, sin duda, los de siempre correrán a clavar sus banderas, a imprimir folletos turísticos y a anunciar con entusiasmo la nueva temporada de Ferdinandea: Edición Resurrección. Porque si algo nos enseña esta historia es que los imperios se hunden… pero la vanidad siempre flota.
Productos recomendados para profundizar y ampliar información sobre el artículo
Dell’isola Ferdinandea e di altre cose (Sellerio Editore Palermo): Un ensayo en italiano que recopila relatos y estudios sobre la aparición y desaparición de la isla Ferdinandea y otros episodios sicilianos. Incluye contexto histórico, notas sobre la actividad volcánica y reflexiones culturales; formato de bolsillo, útil para lectores interesados en la microhistoria mediterránea y la literatura italiana contemporánea.
Ferdinandea (Salvatore Pristerà): ASIN 132612305X. Novela en italiano que toma como punto de partida el episodio de la isla Ferdinandea para construir una narración ambientada en Sicilia; mezcla de historia local y ficción, con descripciones del paisaje, personajes vinculados al mar y la memoria colectiva. Edición de tapa blanda, 73 páginas, formato compacto para lectores de novela histórica breve.
Sicilia: Una breve historia desde los griegos hasta la Cosa Nostra (Miguel Reyero Cortina): Monografía en español sobre la historia de Sicilia que abarca desde la antigüedad hasta la época moderna; incluye capítulos sobre volcanismo, geografía y episodios singulares como la aparición de islotes volcánicos. Edición en castellano, pensada para lectores hispanohablantes que buscan contexto histórico regional
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Fuentes consultadas
- La increíble historia de Ferdinandea, la isla fantasma del Mediterráneo. Yahoo Noticias. https://es-us.noticias.yahoo.com/increible-historia-ferdinandea-isla-fantasma-mediterraneo-sicilia-111933492.html
- Ferninandea, la isla fantasma del Mediterráneo. Muy Interesante. https://www.muyinteresante.com/ciencia/63161.html
- Ferdinandea, la pequeña isla ‘perdida’ en el estrecho de Sicilia. INGV. https://www.ingv.it/es/Bolet%C3%ADn-informativo-del-INGV-n.%C2%BA-6-de-junio-de-2021–a%C3%B1o-XV/Ferdinandea–la-peque%C3%B1a-isla-perdida-en-el-estrecho-de-Sicilia
- La isla italiana que emergió de la nada en 1831 y que ahora nadie sabe dónde está. Cadena SER. https://cadenaser.com/nacional/hype/2025/06/05/la-isla-italiana-que-emergio-de-la-nada-en-1831-y-que-ahora-nadie-sabe-donde-esta-cadena-ser/
- ¿Podría resurgir del mar la fascinante historia de la isla Ferdinandea?. Meteored. https://www.meteored.com.ar/noticias/ciencia/fascinante-historia-isla-ferdinandea-volcan-sicilia-italia.html
- La increíble historia de la isla fantasma que esperan que reaparezca. Clarín. https://www.clarin.com/viste/increible-historia-isla-fantasma-esperan-reaparezca-2020_0_-BzCJ566e.html
- Wikipedia contributors. (2025, June 5). La isla italiana que emergió de la nada en 1831 y que ahora nadie sabe dónde está. Cadena SER. https://cadenaser.com/nacional/hype/2025/06/05/la-isla-italiana-que-emergio-de-la-nada-en-1831-y-que-ahora-nadie-sabe-donde-esta-cadena-ser/
- Ferdinandea, la pequeña isla ‘perdida’ en el estrecho de Sicilia. INGV. https://www.ingv.it/es/Bolet%C3%ADn-informativo-del-INGV-n.%C2%BA-6-de-junio-de-2021–a%C3%B1o-XV/Ferdinandea–la-peque%C3%B1a-isla-perdida-en-el-estrecho-de-Sicilia
- ISLA FERDINANDEA Sicilia – Julia ▷ Misteriosa | Blog eS. enSicilia.info. https://ensicilia.info/isla-ferdinandea-canal-sicilia-emerge-sumerge-bajo-profundidades/
Escritor, profesor, traductor, divulgador, conferenciante, corrector, periodista, editor.
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