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Origen de la galleta María: la historia completa

Hubo un tiempo en que una simple galleta redonda, seca y sin pretensiones logró lo que generaciones de diplomáticos no pudieron: conquistar medio mundo sin levantar una sola cuchara de postre. He aquí la historia, entre crujidos y leyendas harinosas, de la galleta María. Un producto tan cotidiano como omnipresente, que pasa desapercibido hasta que uno se plantea la desconcertante pregunta: ¿de dónde demonios salió esta redondez impasible que lleva más de un siglo acompañando desayunos, meriendas y excursiones a la nevera de madrugada?

El origen inglés: té, nobleza y estrategia de marca

Corría el año 1874, época victoriana por los cuatro costados, cuando la empresa británica Peek Freans decidió celebrar a su manera la boda entre el príncipe Alfredo de Sajonia-Coburgo-Gotha (segundo hijo de la reina Victoria) y la gran duquesa María Aleksándrovna, hija del zar Alejandro II de Rusia.

El resultado fue la Marie biscuit, concebida como una galleta modesta y almidonada, ideal para mojar en el té sin escándalos ni desmayos. Una galleta seca, sí, pero con aspiraciones reales. El concepto era simple: un producto humilde que homenajeaba a la alta aristocracia, fabricado con los ingredientes más básicos y moldeado en forma redonda, como la alianza que simbolizaba aquella unión diplomática que pretendía, al menos sobre el papel, reforzar los lazos entre el Imperio Británico y el zarismo.

Su desembarco en España: Palencia, Fontaneda y un golpe de horno

La historia patria de la galleta María tiene nombre y apellido: Fontaneda. En la Palencia de principios del siglo XX, una familia de reposteros avispados decidió importar la receta británica, adaptarla al gusto local y bautizarla, en español castizo, como “galleta María”. El encargado de esta operación fue Eugenio Fontaneda, quien, en 1920, vio en la galleta inglesa una oportunidad de negocio tan redonda como su forma.

No contentos con comercializarla, los Fontaneda decidieron abrazarla como símbolo de progreso y dulzura popular. Porque si algo tenía la María, además de su innegable sobriedad estética, era la capacidad de calmar estómagos sin perturbar bolsillos. Durante la posguerra, cuando el hambre apretaba más que las fajas de las abuelas, la María se convirtió en icono de supervivencia nacional.

Gracias al excedente de trigo, a la industrialización panadera y a una receta que apenas requería mantequilla ni sofisticaciones, las Marías florecieron como champiñones sobre una tierra castigada por la contienda. Más que un alimento, fueron un símbolo de la reconstrucción, un bálsamo harinoso en tiempos de escasez.

De España al mundo: una vuelta al globo sin despeinarse

Si la boda que inspiró su nacimiento fue una celebración de la alta nobleza europea, la vida de la galleta María ha sido, en cambio, un tour proletario por las despensas del planeta. En Venezuela, por ejemplo, es tan habitual que se la encuentra tanto en supermercados como en mochilas escolares. En Uruguay, la empresa “Famosa” las produce como si no hubiera un mañana. En India y Pakistán, donde el desayuno continental es una institución anglófila, la María ha colonizado el paladar con una persistencia digna de un imperio.

En Sudáfrica se sirve con té y nostalgia; en Australia, con leche fría y puntualidad británica. Incluso en países como Filipinas, donde el español dejó de ser lengua oficial hace décadas, la galleta María mantiene su nombre original, como un vestigio comestible del pasado colonial.

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Lo asombroso no es solo su expansión, sino la estabilidad de su receta. Salvo pequeños ajustes —más azúcar aquí, un toque de canela allá, un baño de chocolate por allá—, la María se ha mantenido fiel a su forma, textura y sabor. Un milagro de la constancia industrial, una pieza de arqueología comestible que ha sobrevivido a guerras, cambios de régimen y crisis de la bollería artesana.

El ocaso de Fontaneda: de gloria nacional a transnacional digestiva

A pesar de ser una de las marcas más queridas por los españoles del siglo XX, Fontaneda no pudo resistir el empuje globalizador de las grandes multinacionales. En los años 90, tras diversas crisis internas, la empresa fue absorbida por United Biscuits y, más tarde, por el grupo Mondelez International, que hoy fabrica galletas bajo más nombres que un espía de novela barata.

Eso sí, la receta permanece. Y aunque Fontaneda ya no es palentina ni familiar, el recuerdo de aquellas galletas en papel de estraza sigue latiendo en la memoria gustativa de varias generaciones. El envoltorio ha cambiado, pero el ritual sigue intacto: mojar la María en café con leche, dejarla flotar con dignidad hasta el último segundo y tragársela con esa mezcla de ternura y culpabilidad que da lo industrialmente sabroso.

No todo es dulzura: metales y alarmas

Como toda historia longeva, la de la galleta María no está exenta de sobresaltos. En 2024, una alerta alimentaria sacudió la reputación inmaculada de este dulce centenario: fragmentos metálicos fueron encontrados en algunos lotes distribuidos en supermercados españoles.

La noticia generó estupor, memes y no poca alarma social. ¿La galleta más inocente del supermercado convertida en trampa dental? Una ironía cruel para quienes crecieron pensando que la María era la definición misma de lo inofensivo.

Usos gastronómicos: más allá del remojo

Pese a su sencillez —harina, azúcar, grasa vegetal y huevo en cantidades justas—, la galleta María ha sido elevada a la categoría de ingrediente fetiche en la repostería casera. De hecho, rara es la abuela o repostero aficionado que no haya elaborado en su vida:

  • Natillas con galleta: si no lleva una María encima, no se considera natilla, sino potingue.
  • Pastel de galleta: clásico entre los clásicos, se elabora por capas como si fuera un tratado de paz entre civilizaciones dulces.
  • Galletas fritas: rellenas de crema o chocolate, rebozadas y pasadas por la sartén. Una joya de la hipertensión emocional.
  • Base de tartas: trituradas hasta el polvo, sirven como cimiento de tartas de queso, mousses y cualquier postre que se precie.

Curiosidades crujientes sobre la galleta María

  1. No hay una María real detrás. La galleta fue bautizada en honor a una gran duquesa rusa, no a ninguna abuela del fundador de Fontaneda, aunque ese bulo aún circula como la bandeja en una sobremesa.
  2. Tiene su propio emoji no oficial. En algunos foros de cocina, la galleta María se representa con un círculo marrón acompañado de leche. El lenguaje digital también tiene hambre.
  3. Es utilizada en test de laboratorio. Por su textura estable, la María ha sido empleada en pruebas de viscosidad de líquidos alimentarios. Una galleta científica.
  4. Puede sobrevivir décadas (en el fondo de la alacena). Bien cerrada, sin humedad y olvidada, una María puede estar ahí para ti durante años.
  5. Hay Marías sin gluten, sin azúcar y veganas, pero los puristas aún las miran con desconfianza, como si fueran impostoras de una secta de avena.
  6. Su forma es legalmente protegida en algunos países. La palabra «María» con la corona de florecillas está registrada, lo que convierte a esta humilde galleta en una diva del branding.
  7. Inspiró nombres de mascotas, cafeterías y hasta perfumes artesanos. Porque nada define el adjetivo “acogedor” como el olor a galleta recién abierta.
  8. En algunos internados británicos del siglo XIX, la Marie biscuit era la única “chuchería” permitida.
  9. En TikTok ha sido protagonista de retos virales, como “cuántas Marías puedes mojar sin romper ninguna”. Internet nunca decepciona.
  10. Es la galleta favorita de más de 30 millones de españoles, aunque nadie lo diga en voz alta. A veces, lo mejor de lo cotidiano es que no necesita presentación.


Productos recomendados


COMO MOJAR UNA GALLETA (Mondadori, español): Título en español que aborda con tono narrativo y ensayo la costumbre de mojar galletas y su presencia cultural. Edición en castellano, con capítulos que mezclan anécdota, historia y costumbres gastronómicas vinculadas a la galleta en la vida cotidiana.


Fontaneda La Buena María (pack 800 g): Galletas clásicas Fontaneda en formato familiar de 800 g, con textura crujiente y sabor tradicional. Presentadas en un envase pensado para uso doméstico, son adecuadas para desayunos y meriendas, y se consumen solas o acompañando leche, café o té.



Vídeo:


Fuentes consultadas

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