Indagar en la vida de Otto Witte es entrar en un fascinante cruce de caminos entre la historia y el folklore, entre lo absurdo y lo perspicaz. Este personaje, un artista de circo nacido en Düsseldorf en 1872, consiguió pasar de hacer trucos de ilusionismo a proclamarse, ni más ni menos, rey de Albania. Su «reinado» duró cinco días y es una de las historias más inverosímiles que nos legó el siglo XX europeo.
De ilusionista a embaucador profesional
Otto Witte no era un hombre común. Ya desde niño demostró su talento para el espectáculo, destacándose en el mundo del circo con sus trucos de ilusionismo. Uno de sus actos más famosos consistía en que le «cortaran» la cabeza, algo que, por fortuna para él, no era tan literal como podría sonar. Pero la vida de Otto no se limitó al espectáculo. Antes del circo también probó suerte como pintor, albañil, carnicero, buzo en la India y hasta legionario en el ejército turco.

La conexión barcelonesa
Durante una de sus aventuras más turbulentas, en una prisión de Barcelona, conoció a Max Schlepsig, un compañero de aventuras que sería clave en su «carrera monárquica».
Witte había acabado entre rejas por su implicación en un turbio asunto de falsificación de documentos —al parecer, había intentado vender unos títulos nobiliarios inventados a un rico empresario catalán convencido de sus encantos aristocráticos—.
Su verborrea inagotable, combinada con su don para los disfraces y su pasaporte dudoso, despertaron las sospechas de las autoridades españolas. Durante su estancia en la prisión, Otto no dejó de interpretar su papel de caballero caído en desgracia, ganándose la simpatía tanto de los presos como de algunos carceleros. Fue allí donde trabó amistad con Schlepsig, un acróbata y prestidigitador venido a menos que había sido detenido por montar un espectáculo sin licencia en el puerto de Barcelona.
Tras ser liberados, ambos se unieron a un circo itinerante y recorrieron Europa, dejando un rastro de anécdotas que desdibujan la línea entre la realidad y la ficción. Su paso por España dejó también otros capítulos pintorescos: se sabe que actuaron en plazas de toros reconvertidas en escenarios de variedades, y que incluso llegaron a ofrecer una función privada a una condesa andaluza a la que Otto intentó cortejar bajo la identidad de un príncipe persa.
Albania: el trono que estaba «allí para quien lo quisiera»
Y aquí es donde esta historia alcanza su cúmulo de absurdos en 1913, poco después de que Albania declarara su independencia del Imperio Otomano.
Ante la ausencia de un líder claro, el gobierno provisional barajó el nombre de Halim Eddine, sobrino del mismísimo sultán, como posible rey.
Otto Witte, al enterarse de este peculiar escenario político, ideó un plan maestro: hacerse pasar por Halim Eddine y reclamar el trono.
Un plan sin fisuras.

Acompañado por su inseparable Schlepsig y disfrazado con un bigote falso, el pelo teñido y un atuendo digno de la realeza, Otto llegó a Durazzo (actual Durrës) el 8 de agosto de 1913.
Contra todo pronóstico, logró convencer a los oficiales albaneses de que él era el príncipe esperado, siendo recibido con toda la fanfarria y todos los honores.
Cinco días de gloria: el breve reinado de Otto I
El 13 de agosto de 1913, Otto Witte fue coronado como «Rey de Albania».
Durante los siguientes cinco días, vivió literalmente «a cuerpo de rey». Según sus propias palabras, disfrutó de un harén, organizó fiestas y gastó parte del tesoro real con una desfachatez que sólo alguien con su temple podría sostener.
En un movimiento que podría catalogarse como un exceso de motivación, Otto declaró la guerra a Montenegro. Esta decisión no tardó en levantar sospechas, y pronto el general Essad Pasha, figura clave del gobierno albanés, recibió un telegrama del verdadero Halim Eddine. La impostura quedó al descubierto, y Otto, con su fiel Schlepsig, se vio obligado a huir. Pero no lo hizo con las manos vacías: aprovechó la confusión para llevarse consigo parte del botín del tesoro real.
De vuelta a la realidad
De regreso en Alemania, Otto Witte no abandonó del todo su faceta real. Durante años se paseó por Berlín vestido con su uniforme de lujo, el mismo que había usado en su breve reinado. En su documento oficial de identidad, aparecían dos ocupaciones: «artista de circo» y «antiguo rey de Albania».

Por si fuera poco, también aseguraba haber fundado un partido político y haberse presentado como candidato a la presidencia de Alemania en 1925. Según él, ganó en la primera ronda pero renunció al cargo a favor de Paul von Hindenburg.
Desmontando el mito: ¿realidad o ficción?
La historia de Otto Witte está plagada de inconsistencias. Para empezar, el supuesto Halim Eddine parece ser una figura ficticia. El trono de Albania fue ofrecido al sultán Abdul Hamid II en 1914, pero nunca llegó a aceptarlo. Además, según algunas investigaciones, Otto no podría haber escapado en febrero de 1913 porque Albania seguía bajo ocupación serbia.
¿Otro detalle importante?
La trama de su historia recuerda mucho a la novela El prisionero de Zenda de Anthony Hope, cuya adaptación cinematográfica fue estrenada… ¡en 1913!
El recuerdo de un impostor entrañable
Sea verdadera o no, la historia de Otto Witte ha perdurado hasta nuestros días como una leyenda.
Su carisma y su habilidad para transformar el absurdo en una narrativa cautivadora lo convirtieron en una figura inolvidable.
Qué parte de verdad y qué parte de invención hay en su biografía es algo que, incluso a día de hoy, divide a los historiadores.
Acabamos este homenaje a Otto White respetuosamente ante su tumba.
Una tumba en cuya lápida lleva inscrita la frase «Antiguo rey de Albania», un guiño final a su propia mitología.

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- Izquierdo, Andreas(Autor)
Fuentes consultadas
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EL AUTOR
Fernando Muñiz
Escritor, profesor, traductor, divulgador, conferenciante, corrector, periodista, editor.

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