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Un mapa de 1513 que no debería existir… pero existe

El llamado mapa de Piri Reis no es un mapamundi completo, sino el fragmento occidental de una obra mayor elaborada en 1513 sobre piel de gacela. Se trata de una pieza de unos ochenta y tantos centímetros de alto por algo más de sesenta de ancho, según las mediciones que se han conservado.

En ese fragmento aparece el Atlántico, con las costas de Europa, África y Sudamérica, acompañado del Caribe y de parte de lo que entonces era el flamante escenario de las coronas ibéricas. La carta está trazada al estilo portulano, repleta de rosas de los vientos y líneas de rumbo, herencia directa de la tradición mediterránea medieval. Pero también es una esponja de información recién llegada de portugueses y castellanos, que en 1513 estaban reescribiendo el mapa del mundo casi cada temporada.

Lo sorprendente es que su autor, el marino otomano Piri Reis, jamás pisó América. Y, sin embargo, construyó un mapa que mezcla noticias recientes, cartas náuticas capturadas, rumores recogidos en puertos y un mapa atribuido a Cristóbal Colón hoy desaparecido. Aquella piel de gacela acabó convertida en una especie de “copia otomana” del mundo que Colón creía haber encontrado.

Con el tiempo, la pieza se transformó en materia prima para polémicas, mitos, historias de civilizaciones perdidas y hasta la célebre teoría de que el mapa mostraba la Antártida tres siglos antes de que fuese oficialmente localizada.

Piri Reis: de sobrino de corsario a almirante meticuloso

El creador del mapa no era un sabio encerrado entre pergaminos, sino un hombre de mar. Piri Reis nació en Galípoli hacia finales del siglo XV, en una ciudad que funcionaba como uno de los grandes centros navales del Imperio otomano.

Su tío, Kemal Reis, era un corsario famoso, de esos que servían al sultán entre batalla y batalla. El joven Piri creció embarcado, participando en campañas contra Venecia y en operaciones en el Mediterráneo. Su formación no era académica, sino práctica: aprendió la geografía a base de tormentas, costas hostiles y cartas dobladas en la cubierta.

Aun así, tenía una cualidad peligrosa para cualquiera que se dedicase a la cartografía: era obsesivamente ordenado. Anotaba, recopilaba, comparaba. Esa manía desembocó años más tarde en el Kitab-i Bahriye, un voluminoso compendio de puertos, rutas y descripciones detalladas del Mediterráneo que incluía incluso un relato del viaje de Colón muy cercano al que acompaña al mapa de 1513.

El título de “Reis” equivalía a capitán o jefe de escuadra. Con el tiempo llegaría a convertirse en almirante de la flota del Índico y de Egipto, un puesto clave en la lucha otomana por contener el avance portugués en aguas orientales. En resumen, no era un genio aislado, sino un profesional del mar que transformó su experiencia militar en material cartográfico.

Cómo se cocina un mapa en 1513: fuentes, capturas y piel de gacela

La historia del mapa arranca en 1501, cuando Kemal Reis captura siete naves frente a las costas de la península ibérica. En una de ellas viajaba un marinero que había acompañado a Colón y que llevaba consigo un mapa atribuido al propio genovés. Aquel documento, junto al prisionero, terminó en manos de Piri.

Entre 1511 y 1513, Piri se retiró a Galípoli para ensamblar un gran mapa que incorporase “todos los descubrimientos de los infieles” en el Atlántico. Según él mismo explicó, empleó veinte fuentes, de las cuales se conocen catorce:

– Cuatro cartas portuguesas recientes.
– Ocho mapas de tradición ptolemaica.
– Una carta árabe del océano Índico y China.
– El citado mapa de origen colombino procedente de la captura.

El trabajo técnico fue arduo. Piri reconocía que pasó años poniendo todas esas fuentes a la misma escala, algo complicado cuando las cartas procedentes de potencias rivales estaban llenas de errores, trampas e, incluso, distorsiones deliberadas para ocultar información sensible.

El soporte elegido, cuero de gacela, era resistente y elegante, pero limitado en tamaño. Ese límite quizá explique por qué la costa de Sudamérica parece doblarse de manera abrupta hacia el este, como si la tierra se plegara para caber en el espacio disponible.

El resultado final es un portulano ricamente decorado, con textos explicativos, pequeñas escenas y un denso tejido de líneas de navegación que cruzan el Atlántico.

Qué muestra realmente el mapa de Piri Reis

Lo que ha llegado hasta hoy es el tercio occidental del mapamundi original. En él pueden verse:

– La costa occidental de África, representada con notable precisión.
– El suroeste de Europa.
– Gran parte de la costa brasileña.
– El Caribe, acompañado de un bloque continental que mezcla elementos de Cuba y Centroamérica.

La zona más exacta es la costa brasileña, cuya forma y proporción respecto a África sorprende para la época. Esa fidelidad apunta a un uso intensivo de cartas portuguesas recién elaboradas y de descripciones procedentes de los viajes de Américo Vespucio y otros pilotos.

El Caribe, sin embargo, aparece más confuso. La Española figura como una gran isla coronada por una colonia representada mediante tres torres. Más al sur se identifica Puerto Rico y, al noreste, un grupo de islas llamado “Las Once Vírgenes”, cuyo nombre italiano delata el origen europeo de la fuente.

El supuesto bloque continental frente a La Española se suele interpretar como Cuba, dibujada de norte a sur siguiendo la antigua convicción de Colón de que formaba parte del continente asiático. Los textos marginales de Piri confirman que esa confusión colombina seguía viva en sus fuentes.

En la parte superior del mapa se aprecia un barco anclado junto a un pez gigantesco sobre cuya espalda aparecen dos figuras humanas, una escena que recuerda a la leyenda de San Brandán, el santo que celebró misa creyendo que la ballena era una isla. Un detalle que encaja bien con la mezcla de erudición, mito y tradición que caracteriza a los mapas de la época.

El hallazgo de 1929: un mapa olvidado en un palacio imperial

El mapa no circuló por Europa durante el siglo XVI. Fue entregado en 1517 al sultán Selim I, guardado en los archivos otomanos y, poco a poco, cayó en el olvido.

En 1929, mientras el palacio de Topkapi, en Estambul, se preparaba para su apertura como museo, un grupo de expertos revisaba los fondos documentales. En una estancia apareció el fragmento del mapa, dormido durante siglos.

El especialista alemán Paul Kahle lo presentó en 1931, despertando curiosidad, incredulidad y un entusiasmo considerable. El presidente turco Mustafá Kemal Atatürk, siempre atento al valor simbólico del pasado, ordenó publicar un facsímil en 1933. Desde entonces, el mapa ha sido tratado en Turquía casi como un tesoro nacional.

En 2017 fue inscrito en el Registro Memoria del Mundo como reconocimiento a su relevancia histórica, aunque rara vez se expone y permanece custodiado en Topkapi.

El mito de la Antártida: cuando la imaginación se desliza hacia el sur

Si el mapa fuese solo una recopilación brillante de cartas ibéricas, no habría generado tanta literatura. Pero su extremo sur presenta una masa de tierra que, según algunos, se parece a la Antártida. A partir de esa semejanza nació un torrente de teorías.

En el siglo XX, autores como Charles Hapgood defendieron que aquella costa representaba un litoral antártico sin hielo, copiado de mapas antiquísimos de una civilización avanzada desaparecida. La idea tenía todos los ingredientes para triunfar: misterio, antigüedad profunda y una dosis de rebeldía frente a la historia oficial.

Otros autores, como Gavin Menzies, llevaron la especulación más lejos, atribuyendo ese supuesto conocimiento a exploraciones chinas anteriores a los europeos. Según él, flotas orientales habrían cartografiado medio planeta décadas antes de la llegada de Colón al Caribe.

mapa de Piri Reis

La comunidad académica no ha sido especialmente complaciente con estas teorías. La falta de pruebas, las interpretaciones forzadas y los errores metodológicos han dejado estas hipótesis en el terreno de la literatura imaginativa más que en el de la investigación histórica.

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Lo que dicen hoy los historiadores: Patagonia, Terra Australis y sentido común

Los estudios más sólidos consideran que la masa de tierra meridional del mapa no representa la Antártida, sino una mezcla de dos tradiciones cartográficas. Por un lado, la costa patagónica oriental, deformada y girada debido a errores en las cartas portuguesas de la época y a los límites físicos del soporte.

Por otro lado, aflora la vieja idea de la Terra Australis Incognita, esa enorme masa de tierra meridional que los cartógrafos renacentistas añadían casi por inercia para equilibrar el peso del hemisferio norte. Muchos mapas de la época muestran continentes australes dibujados con más fantasía que conocimiento real.

Análisis detallados han identificado posibles referencias al Estrecho de Magallanes, el litoral argentino, el Río de la Plata e incluso unas islas Malvinas descritas como “isla de Sare”. Todo ello aparece retorcido, desplazado y recompuesto para encajar en la piel de gacela.

En suma, no hace falta recurrir a civilizaciones atlantes ni flotas secretas. Bastan los errores habituales de la cartografía temprana, la tradición simbólica y un cartógrafo otomano intentando meter medio mundo en un único pergamino.

Un espejo del mundo según Colón y los descubrimientos ibéricos

El valor más fascinante del mapa es que actúa como una ventana a la geografía mental de Colón y sus contemporáneos. Antes de este hallazgo, solo existían dos referencias indirectas al aspecto del mapamundi del genovés: un boceto veneciano y el mapa de Juan de la Cosa de 1500, ambos incompletos o problemáticos.

El mapa de Piri Reis encaja muchas piezas. Coinciden nombres, formas y confusiones propias de las exploraciones colombinas, como la interpretación de Cuba como parte de Asia. La fidelidad con la que se reflejan ciertos detalles sugiere que Piri tuvo acceso a información muy cercana a la de los navegantes castellanos y portugueses.

mapa de Piri Reis

La costa brasileña, saturada de nombres italianos y castellanos, ilustra cómo las noticias saltaban de puerto en puerto con rapidez. Para los ojos actuales el mapa puede parecer pintoresco, pero en 1513 era prácticamente un informe estratégico sobre lo que se sabía del Atlántico.

Un mapa otomano en plena época de descubrimientos europeos

A menudo se olvida que este mapa nace en un imperio que miraba la expansión europea con mezcla de interés, cautela y desconfianza. Mientras algunos líderes la ignoraban, otros, como Piri, intentaban incorporar esos descubrimientos dentro de un marco tradicional. En sus notas menciona mapas “dibujados en tiempos de Alejandro” o referencias a antiguos reyes del mar, estrategias que suavizan la irrupción de lo desconocido.

El resultado es un objeto híbrido, entre herramienta náutica y obra erudita, que mezcla precisión, tradición y un toque de mitología.

Del archivo a la cultura popular: el mapa como enigma rentable

Desde su regreso a la luz pública, el mapa ha pasado por todas las etapas de la fama. Primero fue estudiado por especialistas. Más tarde se convirtió en icono de libros sobre enigmas históricos, civilizaciones desaparecidas y misterios geográficos.

Hoy sigue siendo una pieza disputada entre dos mundos. Por un lado, investigadores que lo analizan con paciencia microscópica. Por otro, la cultura popular, que lo convierte en escenario perfecto para teorías extravagantes, documentales de aventuras y novelas donde cualquier detalle puede ser una pista hacia un secreto oculto.

El mapa de Piri Reis, en definitiva, continúa vivo. Respira entre archivos, iluminaciones de colores, líneas de rumbo y la imaginación de quienes buscan, en un trozo de piel de gacela, algo más que un simple mapa.

Vídeo: “¿EL MAPA DE PIRI REIS ESCONDE UN MISTERIO REAL?”

Fuentes consultadas

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