Un joven británico: Ashley Revell…
11 de abril de 2004, un domingo cualquiera…
Las Vegas, Nevada…
A sus 32 años, Revell, nuestro protagonista, no sólo decidió jugarse toda su fortuna en una sola tirada de ruleta; no, eso sería demasiado banal, simple y poco rocambolesco…
…el señor Revell vendió absolutamente todas sus pertenencias, incluyendo la ropa interior (literalmente), para reunir un fondo de 135.300 dólares.
¿La inversión? Un instante de adrenalina en el Plaza Hotel & Casino de Las Vegas.
¿El plan? Apostarlo todo al rojo.
¿El propósito? Dicen que montar un casino online. O alcanzar la iluminación kármica. O ambas cosas, quién sabe.
Lo cierto es que detrás de ese momento de locura contenida se esconde una historia con más capas que una cebolla de novela rusa del siglo XIX: desde los entresijos de la televisión británica hasta la psicología del jugador, pasando por la eterna pregunta de si la vida es más interesante cuando uno decide no tener plan B.
Esta es la crónica, mitad tragedia anunciada, mitad epopeya absurda, del hombre que redefinió el concepto de “arriesgarlo todo”.
Un inglés, una maleta vacía y una ruleta
Para entender a Revell hay que imaginarse el Reino Unido de principios de los 2000: la libra estaba fuerte, Tony Blair todavía gozaba de prestigio y no era objeto de memes, y la popularidad de los reality shows e internet comenzaba a democratizar el arte de hacer el ridículo en horario de máxima audiencia. En ese ecosistema floreció Ashley, un tipo con cara de no haber roto un plato, que decidió que su vida necesitaba una buena sacudida. Algo que diera sentido al existencialismo posmoderno de los lunes por la mañana. Y así, como quien no quiere la cosa, se deshizo de su coche, su casa, su seguro dental y hasta de sus pantalones.

Literalmente: vendió su ropa, organizando incluso una subasta benéfica en la que ofreció su armario entero a quien quisiera contribuir al fondo común del desastre anunciado. El hombre acabó en pelota picada y se hizo con un esmoquin alquilado para poder entrar al casino sin ser confundido con «figurante yonki 3« de Trainspotting.
Todo al rojo: 7 segundos de gloria
La escena fue digna de una película de Guy Ritchie: el Plaza Hotel de Las Vegas, una mesa de ruleta resplandeciente como un altar profano, y Revell, tembloroso pero decidido, soltando 135.300 dólares en fichas rojas sobre la mesa como quien deja su alma a plazos.
La cadena Sky One, sabedora del morbo que todo británico siente por las decisiones idiotas ajenas, lo convirtió en un docudrama titulado “Doble o Nada”, con realización propia de serie B y un suspense que ni Hitchcock tras haber merendado fuerte.

Revell apostó al rojo. El crupier lanzó la bola. Giró, giró, giró y, por alguna broma cósmica, cayó en el 7 rojo. La sala estalló. El inglés exiliado duplicaba su dinero en siete segundos. Se llevó 270.600 dólares, dejó 600 de propina (jugador algo mentecato, pero no desagradecido), y salió por la puerta tan elegantemente como había entrado: sin pertenencias, pero con un capital y una historia que contar.
Del todo o nada al “póker de Silicon Valley”
Después del subidón, la resaca. Pero una resaca con intereses. Ashley, que no era tan inconsciente como parecía, tenía un objetivo en mente: montar su propia empresa de apuestas online. Y así nació Poker UTD, una web de póker que, irónicamente, duró menos que su momento de fama.
El proyecto no sobrevivió mucho tiempo. Entre la feroz competencia de gigantes como PokerStars y las regulaciones que empezaban a complicar el negocio del juego online, Poker UTD se esfumó con la misma rapidez con la que llegó. Ashley Revell, sin embargo, no volvió al anonimato total. Se convirtió en una especie de leyenda urbana viva, un ejemplo de lo que puede pasar cuando se mezcla audacia con una pizca de inconsciencia y una cámara de televisión.
Y por cierto, se retiró del juego profesionalmente. Aseguró que no había vuelto a apostar desde aquel día. Porque una cosa es tentar al destino una vez, y otra es pasarse la vida desafiando al azar con la arrogancia de quien cree que el universo tiene una pizca de sentido del humor.
Alejen a los niños y a los tontos del casino
La historia de Revell no es solo una anécdota para narrar en comidas con vino abundante y sobremesas largas. Es también una paradoja vital: un tipo que se queda sin nada para apostarlo todo y, en vez de perderse por la pendiente del drama, gana. Y gana bien. Es una especie de inversión en esperanza, en fe ciega, en que el rojo no va a fallar. Aunque las estadísticas digan lo contrario.
La probabilidad de que la bola caiga en rojo en una ruleta americana (la del Plaza) es de aproximadamente el 47,37%, dado que hay 18 números rojos, 18 negros y dos verdes (el 0 y el 00). O sea, que Revell tenía menos de la mitad de opciones de no arruinarse. Y aun así, lo hizo. Y ganó.
Y además sonrió para la cámara como si acabara de ganar una cesta de embutidos en la tómbola del barrio.
¿Genio, loco o pionero del marketing viral?
Con el paso del tiempo, Ashley Revell ha sido descrito como temerario, romántico, suicida financiero y gurú del riesgo. Algunos lo ven como un ejemplo de que hay que apostar fuerte por los sueños (aunque el fin del sueño pueda significar acabar sin calzoncillos en Las Vegas). Otros lo citan como ejemplo de “esto no se hace ni harto de vino”.
Lo cierto es que consiguió lo que muchos buscan toda su vida: un momento inolvidable, fama internacional y una buena anécdota para la posteridad.
Y lo hizo sin trampas, sin cómplices, sin trileros ni criptomonedas de por medio, sin vender cursos online de “cómo forjar tu destino con una ruleta”.
Apostó al rojo, ganó, se largó. Fin de la partida.
La jugada resumida en tres minutos de alta tensión
Fuentes: PokerStars – Marca – Infobae
Escritor, profesor, traductor, divulgador, conferenciante, corrector, periodista, editor.