Tradicionalmente se considera a Zenódoto de Éfeso, gramático entre otras muchas cosas, el inventor del orden alfabético como método sistemático de clasificación, tras aplicar por primera vez este criterio para organizar por autor el vasto y caótico contenido de los cientos de miles de rollos de papiro que custodiaba la legendaria Biblioteca de Alejandría.
¿Qué tiene qué ver el bueno de Zenódoto, una banda de Rhythm and Blues del norte de Inglaterra y una primitiva canción con aires de folk y blues sin padre conocido?
Mucho, ya verán.
Un organista, un nombre que empieza por A y una canción
Hay decisiones que se toman por azar, por desidia o, sencillamente, porque alguien tenía prisa por irse al pub. Una de esas decisiones, aparentemente insignificante e incluso trivial, terminó teniendo consecuencias monumentales: cambió la vida de un hombre para siempre y, de paso, condenó a sus colegas a décadas de resentimiento soterrado, miradas torvas cargadas de reproche y cheques que jamás llegaron a sus manos, quedando atrapados en la nebulosa de lo que podría haber sido pero nunca lo fue.
La historia comienza con una canción que hoy suena en películas, anuncios y documentales: The House of the Rising Sun. Y con una banda que, para la posteridad del rock británico, resultó ser más famosa que la mayoría de sus contemporáneos: The Animals. Sin embargo, el verdadero protagonista de esta fábula de dinero, azar y nombres es un tipo llamado Alan Price, el organista con una mezcla de talento y fortuna tan extraordinaria que terminaría embolsándose un dineral durante décadas por un simple y pequeño detalle técnico en los créditos de la canción, un detalle que aún hoy provoca rechinar de dientes, suspiros de indignación y unas cuantas visitas a los tribunales.
Canción tradicional, músicos peludos, órgano abrasador
The House of the Rising Sun no fue escrita por The Animals, ni por Alan Price, ni por nadie con cuenta bancaria moderna. La canción es de origen incierto, una especie de balada folklórica y tristona que se cantaba en los burdeles de Nueva Orleans (si nos ceñimos a la leyenda más sabrosa), aunque su génesis se pierde entre el folk británico, las cárceles americanas y los cantares populares.
Como ocurre con muchas canciones tradicionales, su autoría es difusa y, por tanto, susceptible de ser registrada por cualquiera que la “arregle” mínimamente. Ahí entra la magia y la picardía de los sesenta.
En 1964, The Animals grabaron su ya mítica versión que no fue ni mucho menos la primera ni sería la última (Joan Baez y Bob Dylan, entre otros, ya la habían adaptado previamente en sus respectivos álbumes de debut).
Pero sí era diferente: la banda alumbró una joya de rock sombrío y envolvente, impulsada por el órgano de Price, la voz cavernosa de Burdon y un crescendo que aún hace estremecer al más curtido. Todo esto grabado en una sola toma tan magnífica que el productor tardó menos de un cuarto de hora en dar por terminado su trabajo; era perfecta.
Fue un éxito inmediato: número uno en Estados Unidos y Reino Unido. Pero no todo era miel sobre hojuelas…
El abecedario, ese juez implacable
Todas las versiones de los implicados coinciden en que cuando llegó el momento de registrar los créditos de The House of the Rising Sun, el vinilo presentó un obstáculo inesperadamente prosaico y técnico: no había espacio físico suficiente para incluir a todos los miembros de la banda como arreglistas. Sí, algo tan mundano y a la vez decisivo como el limitado tamaño del papel y la tipografía disponible. La discográfica decidió entonces reducir la lista a un solo nombre.
Y para elegirlo se aplicó un criterio que, aunque pueda sonar frío y académico, resultó extremadamente funcional: el orden alfabético.
Detalle burocrático, casi trivial, que marcaría para siempre quién vería caer los cheques y quién seguiría mirando desde la barrera.
Alan Price. A de Alan. Y de ahí a la B. B de banco.
Como resultado, durante décadas, Price fue el único miembro de The Animals en cobrar los derechos de autor por la versión que los cinco versionaron. Un goteo constante de royalties que, según estimaciones nada desdeñables, le habría proporcionado millones. Muchos.
Mientras, los demás… pues bien, gracias.
Eric Burdon lo ha contado con el estoicismo de quien ha visto pasar los cheques por delante de sus narices sin poder tocarlos:
“Éramos jóvenes, tontos y demasiado ocupados para leer los contratos”.

Un órgano, un nombre y una jugada maestra
No se sabe a ciencia cierta si Price lo planeó o si simplemente tuvo un golpe de suerte. Lo cierto es que poco después dejó la banda. Algunos dicen que por tensiones internas. Otros apuntan a que sabía que ya no necesitaba seguir girando en autobuses llenos de humo para ganarse la vida. Tenía un ingreso perpetuo, pasivo, y perfectamente legal.
Ni los abogados posteriores, ni los lamentos en entrevistas, ni las biografías lloronas han logrado revertir aquel detalle burocrático. The Animals han pasado a la historia de la música popular, pero sólo uno de sus miembros ha podido hacerlo con la tranquilidad de una economía perpetuamente saneada.
Y mientras tanto, la canción sigue sonando…
Tras abandonar The Animals en 1965, Alan Price emprendió una carrera en solitario que combinó éxitos pop con incursiones en el cine y la televisión británica. Su talento como teclista y compositor le permitió grabar discos aclamados, colaborar con orquestas y bandas de jazz, y crear bandas sonoras para películas, consolidándose como una figura respetada y polifacética en la música británica, lejos del bullicio y los conflictos de su etapa en la banda.
Pero cada vez que suena en una película, en un anuncio de whisky añejo o en un documental sobre la década prodigiosa, el dinero sigue cayendo religiosamente en la cuenta de Alan Price, como si el universo hubiera decidido recompensar a quien, por mera casualidad alfabética, se convirtió en el beneficiario perpetuo de un clásico inmortal.
El resto del grupo permanece, por supuesto, en la memoria colectiva: Eric Burdon y compañía cuentan con un robusto reconocimiento y prestigio más allá de toda duda gracias a su sólida carrera.
Sin embargo, el cheque sigue llegando a un solo buzón, mientras los demás miran, resignados, cómo la fortuna pasa de largo.
Así se cierra la historia de cómo una canción huérfana de autor acabó coronando a un único heredero, y de cómo un gesto administrativo, tan aséptico y escolar como el orden alfabético, se transformó en la ruleta rusa más fina y despiadada del rock británico.
Una lección incómoda que recuerda que, en la trastienda de la música popular, no siempre ganan el talento, la épica ni los aplausos del público, sino la fría alquimia del papel, la economía del espacio y, en este caso, el nombre que tuvo la suerte de colocarse el primero en la fila.
- 1: Memphis Tennessee
- 1: Boom Boom
- 2: Don’t Let Me Be Misunderstood
- Marca: ESOTERIC RECO.
- Entre hoy y ayer (edición remasterizada y ampliada)
Alan Price: House of the Rising Sun
Fuentes consultadas
- Manrique, D. A. (2018, 1 de octubre). The Animals: una casa de mala fama. El País. https://elpais.com/cultura/2018/09/30/actualidad/1538321446_294694.html
- Ruta 66. (2020, 19 de mayo). The Animals: Eric Burdon, el rotundo vozarrón. Ruta 66. https://www.ruta66.es/2020/05/articulos/the-animals-eric-burdon-el-rotundo-vozarron-enrutaencasa/
- La Nación. (2018, 13 de agosto). The House of the Rising Sun: un clásico anónimo que nació hace siglos. La Nación. https://www.lanacion.com.ar/espectaculos/musica/the-house-of-the-rising-sun-un-clasico-anonimo-que-nacio-hace-siglos-y-que-palito-ortega-canta-en-el-angel-nid2159538/
- El Café de la Historia. (s. f.). Paul McCartney en Villajoyosa. El Café de la Historia. https://www.elcafedelahistoria.com/paul-mccartney-en-villajoyosa/
- AllMusic. (s. f.). House of the Rising Sun — The Animals. AllMusic. https://www.allmusic.com/song/house-of-the-rising-sun-mt0008143779
- Uncut. (2013, 25 de marzo). The making of The Animals’ The House Of The Rising Sun. Uncut. https://www.uncut.co.uk/features/the-making-of-the-animals-the-house-of-the-rising-sun-24476/
Escritor, profesor, traductor, divulgador, conferenciante, corrector, periodista, editor.
Enlaces de afiliados / Imágenes de la API para Afiliados/Los precios y la disponibilidad pueden ser distintos a los publicados. En calidad de afiliado a Amazon, obtenemos ingresos por las compras adscritas que cumplen con los requisitos aplicables.
