Hay micronaciones y luego está Akhzivland, ese espejismo geopolítico bañado por el Mediterráneo, encajado entre la sonrisa del mar y la mueca de Israel. Porque sí, aunque parezca una broma elaborada por un guionista de Monty Python en pleno arrebato existencialista, Akhzivland existe. Y no, no es un chiringuito reconvertido en república bananera —aunque a ratos se le parezca peligrosamente—. Es, ni más ni menos, el Estado independiente más informalmente tolerado de Oriente Medio. Así, con todas las letras.
Un país de medio kilómetro cuadrado y toneladas de desparpajo
Situado a escasos 15 kilómetros de la ciudad israelí de Nahariya, entre la carretera costera número 4 y el azul descarado del Mediterráneo, Akhzivland ocupa aproximadamente 5.000 metros cuadrados. Es decir, lo que ocupa una urbanización de jubilados en Torrevieja, pero con más banderas propias y menos paellas los domingos.
Su «capital» —que no es otra cosa que un edificio de piedra reciclado de una antigua estación de tren británica abandonada— alberga todo el aparato estatal: una oficina de correos (inactiva), un museo de conchas, una celda para turistas revoltosos y, por supuesto, la residencia presidencial. ¿Y quién ocupa ese majestuoso cargo? Pues ni más ni menos que Eli Avivi, su carismático y testarudo fundador, presidente vitalicio y, durante décadas, único habitante empadronado.
Eli Avivi: del aventurero al autoproclamado presidente
Nacido en Irán en 1930 y emigrado a Palestina antes de la creación del Estado de Israel, Avivi no era precisamente un amante de las normas. Excombatiente del Palmaj, viajero empedernido y navegante de los siete mares, se topó con las ruinas del antiguo pueblo árabe de Az-Zeeb, abandonado tras la Guerra de Independencia de Israel en 1948. Era 1952, y donde otros veían escombros y pasado problemático, él vio la oportunidad de montarse su propio paraíso libertario, con sol, mar y ausencia total de inspectores de Hacienda.
Así que se instaló allí, construyó su casa, organizó fiestas, recibió a hippies, artistas, curiosos y periodistas y convirtió la zona en un epicentro de libertinaje contracultural… hasta que las autoridades israelíes, como era de esperar, intentaron desalojarle.
El día que Israel lo metió en la cárcel… por no tener delito alguno
En 1971, en pleno auge de la psicodelia y con Tel Aviv cada vez más mosqueada, Eli Avivi fue arrestado. El problema: no sabían de qué acusarle. Literalmente. No existía ley que penalizara autoproclamarse presidente de un territorio que nadie usaba. Así que se inventaron una: «ocupación ilegal de tierras públicas».
Avivi, fiel a su carácter de marinero sin bandera, contraatacó con algo que haría palidecer a un constitucionalista: declaró la independencia de Akhzivland, diseñó un escudo de armas, una bandera y hasta sellos postales. El resultado fue digno de tragicomedia balcanizante: el tribunal reconoció que Avivi no podía ser desalojado… porque las autoridades lo habían ignorado durante décadas. Ganó el juicio, se quedó con su república y desde entonces, Akhzivland ha funcionado como un país no reconocido pero tampoco disuelto. Una especie de molesta excentricidad a la que Israel optó por dejar en paz.
Un pasaporte sellado y una frontera decorativa
Quienes han tenido el privilegio de visitar Akhzivland pueden presumir de tener su pasaporte sellado con el emblema nacional: una palmera estilizada sobre fondo azul. ¿Reconocido internacionalmente? Por supuesto que no. Pero ¿quién necesita reconocimiento cuando puedes tener tu propio souvenir diplomático por menos de 5 euros?
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Akhzivland no exige visado, pero sí ganas de reírse un poco del absurdo. La frontera —si es que puede llamarse así— es una verja oxidada con un cartel que reza: “Bienvenido al Estado de Akhzivland”. Más simbólica que efectiva, más decorativa que administrativa. Ideal para selfies revolucionarios de Instagram.
Turismo, bodas y playas sin ley
Aunque minúsculo y sin soberanía real, Akhzivland ha sabido capitalizar su aura de nación pirata. Durante décadas, sus playas atrajeron a mochileros, nudistas, artistas y fugitivos del sistema que encontraban en este micropaís un remanso de anarquía solar.

Incluso se llegaron a celebrar bodas en su territorio, bendecidas por el propio Avivi, que actuaba de juez de paz, camarógrafo y DJ ocasional. Obviamente, esos enlaces carecían de validez legal en cualquier parte del mundo, pero ¿quién necesita papeles cuando hay arena, libertad y sospechas de alcohol de contrabando?
También se organizaban festivales de música, encuentros místicos, talleres de cerámica con influencias lisérgicas y debates geopolíticos espontáneos alrededor de fogatas.
Un Estado sin ejército, sin impuestos y sin gobierno… y aún así más estable que muchos
Akhzivland nunca tuvo ejército, ni parlamento, ni sistema fiscal, ni bancos, ni sistema de salud, ni inflación. Tampoco tuvo problemas políticos, disturbios internos o golpes de Estado. Quizás porque había más cabras que ciudadanos, o porque Eli Avivi no daba lugar a disidencias: era presidente por consenso unipersonal.
Durante décadas, el Estado funcionó con una estabilidad envidiable. Nadie protestaba por la subida del pan porque no había panadería. Nadie se quejaba del transporte público porque no había tal cosa. En Akhzivland, cada uno venía, nadaba, fumaba (cosas legales o no), sonreía, y se iba.
La muerte de Avivi y el incierto futuro del país más punk de Oriente Medio
En 2018, el fundador y alma de Akhzivland falleció a los 88 años. Su viuda, Rina Avivi, tomó las riendas simbólicas del «gobierno», pero el carisma del viejo Eli no era fácil de replicar. Sin embargo, la micronación sigue viva en espíritu, y el edificio principal se mantiene como museo y atracción turística para los que aún creen que el mundo necesita más locuras con bandera.
Hoy en día, el Estado de Israel parece haber incorporado tácitamente la existencia de Akhzivland como parte de su folclore nacional. No se mete, no molesta, no paga impuestos… y aparece en todas las listas de «micronaciones más extravagantes» junto a Sealand, Liberland y la República de Molossia.
Una rareza diplomática, un símbolo contracultural, una bofetada leve pero persistente al orden establecido. O simplemente, el último rincón donde la burocracia aún no ha clavado el colmillo.
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Fuentes consultadas
- Wikipedia. (s. f.). Akhzivland. Wikipedia, la enciclopedia libre. https://es.wikipedia.org/wiki/Akhzivland
- Ynet Español. (2019, 19 de julio). ¿Conocés la micronación Akhzivland? https://www.ynetespanol.com/lifestyle/viajes/article/Skbbuu9kS
- Berg, R. (2015, 10 de marzo). One-man rule in Israel’s hippy micro-state. BBC News. https://www.bbc.com/news/magazine-31800580
- Arad, R. (2018, 16 de mayo). President of Fancied Hippie Micro-state Achzivland in Northern Israel Dies at 88. Haaretz. https://www.haaretz.com/israel-news/.premium/eli-avivi-president-of-fancied-state-of-achzivland-dies-at-88-1.6079276
- Atlas Obscura. (2016, 15 de septiembre). Akhzivland. https://www.atlasobscura.com/places/akhzivland
- Ryan, J. (2006). Micronations: The Lonely Planet guide to home-made nations. Lonely Planet.
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