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Historia de La 2 de TVE: del UHF al canal para una inmensa minoría

El 15 de noviembre de 1966, un martes aparentemente anodino, los hogares españoles que contaban con televisor asistieron a un pequeño seísmo técnico y cultural. Televisión Española activaba oficialmente su segundo canal, conocido como UHF y germen de lo que hoy se identifica como La 2. No fue una aparición milagrosa, desde luego, sino la culminación de casi dos años de pruebas silenciosas, mucho cable suelto, bastante tornillo caprichoso y un entusiasmo institucional empeñado en vender modernidad envuelta en celofán propagandístico.

El relato simplificado de las efemérides suele quedarse en una frase escueta: “1965 se inaugura el segundo canal”. Pero la historia, como casi siempre, tuvo más matices. En enero de aquel año comenzaron las emisiones experimentales en Madrid, tímidas y nocturnas. La programación estable llegaría en noviembre de 1966, y todavía tardaría años en que media España lograse ver aquel enigmático “canalillo”, que sonaba a ciencia ficción y se presentaba en la pantalla con más nieve que imagen.

Del monocanal obediente al experimento en UHF

Durante una década, desde su nacimiento en 1956, la televisión española fue un universo de un solo astro: TVE, sin números ni apellidos, una cadena única en blanco y negro destinada a informar con solemnidad, entretener con prudencia y adoctrinar con suavidad calculada. Emitía en VHF y el público se había acostumbrado a ese paisaje televisivo tan uniforme como obligatorio.

Pero a mediados de los sesenta, en pleno impulso aperturista, el Ministerio de Información y Turismo, bajo la batuta de Manuel Fraga, decidió que el país debía presumir de modernidad. Europa ya jugaba con segundas cadenas, así que España no quería quedarse rezagada. La herramienta para dar ese salto tenía un nombre que sonaba a jerga técnica futurista: banda de ultra alta frecuencia, o UHF para los atrevidos.

historia de La 2 de TVE

Las primeras emisiones en pruebas arrancaron el 1 de enero de 1965. Eran cuatro horas nocturnas con refritos de la Primera Cadena, algún programa musical despistado, un Telediario duplicado y la palpable sensación de estar trasteando con un juguete aún por estrenar. Nada de ceremonias ampulosas, más bien un discreto “probemos, a ver qué pasa”.

15 de noviembre de 1966: inauguración del “Segundo Programa”

La fecha que los archivos marcan como el verdadero nacimiento del segundo canal es el 15 de noviembre de 1966. Ese día comenzó a hablarse de programación regular, de parrillas propias y de un propósito bien definido: quitar peso a la Primera Cadena, especialmente en contenidos minoritarios o experimentales, para no desorientar a un público acostumbrado a cine de sobremesa, fútbol y variedades de manual.

El primer director del nuevo canal fue Salvador Pons Muñoz, figura fundamental en la construcción de un espacio que pronto se convertiría en el laboratorio creativo de la televisión pública. Bajo su dirección se apostó por teatro televisado, documentales, cine de autor, música más contemporánea y una generación emergente de realizadores formados en la Escuela Oficial de Cine que veía en el UHF un terreno donde ensayar ideas y técnicas lejos de la rigidez habitual.

Eso sí, solo unos pocos privilegiados podían sintonizarlo. Las emisiones quedaban restringidas a las zonas con cobertura desde Madrid, Zaragoza y Barcelona, y siempre en horario nocturno. Aquello tenía aire de club exclusivo, aunque la exclusividad se debía más a cables rebeldes y antenas insuficientes que a cualquier elitismo cultural.

El drama doméstico del adaptador UHF

En esta historia también hay un antagonista memorable: el adaptador de UHF. La mayoría de los televisores del país no estaban preparados para recibir la señal, así que había que adquirir un aparato adicional, instalarlo en casa y rezar para que la antena se dejara convencer.

El resultado se convirtió en escena habitual en muchos salones españoles. Padres maldiciendo cables y conectores, vecinos subiendo a la azotea para girar la antena mientras alguien dentro gritaba “¡así peor, baja un poco!” y niños que miraban aquella lluvia blanca en la pantalla como si fuera parte del espectáculo. Todo ello colaboró a que la consolidación del segundo canal avanzara a un ritmo desesperadamente lento. No solo por la inversión necesaria, también porque muchos lo veían como un capricho técnico más que como una verdadera necesidad.

De hecho, La 2 —que durante años fue UHF, Segundo Programa, Segunda Cadena o TVE-2, según la época— no alcanzó una cobertura estatal razonable hasta 1982. Durante mucho tiempo resultó imposible sintonizarlo fuera de las grandes ciudades, lo que alimentó esa fama de rareza urbana y de cadena reservada a capitales y alrededores.

De “canalillo” a laboratorio creativo

Las limitaciones presupuestarias y técnicas no impidieron que el segundo canal se convirtiera en un auténtico refugio para la experimentación. Los estudios sobre la época coinciden en un apodo cariñoso y algo irónico: el UHF era “el canalillo”. Y ese diminutivo resultó su mejor aliada.

Mientras la Primera Cadena debía custodiar el mensaje oficial del régimen y mantener el entretenimiento de masas, el UHF contaba con un margen de maniobra inesperado. Menos audiencia significaba menos presión, y menos presión significaba más libertad. En ese contexto aparecieron directores como Pedro Olea, Claudio Guerín o Antonio Mercero, que encontraron en el canal un espacio donde trabajar con narrativas más libres, planos más cinematográficos y formatos que difícilmente habrían sobrevivido en la cadena principal.

Programas pioneros: de “Conozca usted España” a “Último grito”

La oferta inicial del canal mezclaba entusiasmo cultural, cierta intención propagandística y una voluntad genuina de innovar. Un buen ejemplo fue “Conozca usted España”, serie documental que entre 1966 y 1969 recorrió el país mostrando paisajes, costumbres y ciudades guiadas por rostros conocidos del cine. Era a la vez promoción turística, catálogo folclórico y campo de pruebas audiovisual.

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En el terreno musical, el UHF se permitió un desparpajo impensable en la Primera Cadena. “Último grito”, emitido entre 1968 y 1970 bajo la producción de Iván Zulueta, incorporó estética pop, colores vivos en plena era del blanco y negro y un espíritu juvenil que impulsó la carrera televisiva de José María Íñigo y Judy Stephen. Para muchos espectadores, aquel programa resultó un torbellino refrescante frente al tono sobrio y paternalista habitual.

El canal también destacó en teatro televisado con “Teatro de siempre”, que rescató clásicos como “La Celestina” y “El rey Lear”, así como en cine, con ciclos como “Cine Club” o “Sombras recobradas”, que ofrecían películas con una breve introducción crítica cuando esa práctica todavía parecía extravagante.

El UHF en los setenta: minoritario pero necesario

A lo largo de los setenta, el segundo canal mantuvo una programación esencialmente nocturna, ampliada algunos fines de semana. Poco a poco fue extendiéndose a más ciudades, pero aún distaba de ser accesible para todos. Pese a ello, empezó a consolidar un perfil propio como repositorio de documentales, espacio para el teatro televisado, plataforma de deportes minoritarios y escaparate de programas educativos.

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Con la llegada de la Transición, la Segunda Cadena ganó cierto peso simbólico. Los cambios políticos permitieron tratar temas con más matices, y el canal se convirtió en el lugar idóneo para debates complejos, cine poco convencional y enfoques culturales que no habrían sobrevivido en la cadena principal. El apodo de “canalillo” comenzó entonces a adquirir un toque de orgullo: quien lo veía presumía de tener gustos alternativos, incluso aunque no lo dijera en voz alta.

Los ochenta: TVE-2, colores nuevos y programas de culto

En la década de los ochenta llegaron nuevas ambiciones y una necesaria renovación estética. En 1983, el segundo canal adoptó oficialmente el nombre de TVE-2 y estrenó una imagen gráfica moderna. Las horas de emisión aumentaron, primero a mediodía y más tarde también por la mañana. Dejó de ser un canal estrictamente nocturno para convertirse en una señal más presente en el día a día.

Fue entonces cuando aparecieron varios programas que hoy se consideran de culto. “La edad de oro”, presentado por Paloma Chamorro, trasladó la movida cultural al plató con entrevistas sorprendentes y actuaciones inolvidables. “Con las manos en la masa” introdujo la cocina en la televisión desde una perspectiva desenfadada y creativa. “Metrópolis” ofreció un recorrido por las artes visuales contemporáneas en un formato arriesgado para su tiempo. “Documentos TV” consolidó la tradición de documentales rigurosos y comprometidos con la actualidad social.

El segundo canal, aún sin llamarse oficialmente La 2, comenzaba a convertirse en una casa para quienes buscaban algo distinto, para espectadores cansados de concursos familiares, comedias ligeras y entretenimiento de consumo rápido.

De TVE-2 a La 2: “una inmensa minoría” orgullosa

Con la llegada de las televisiones privadas a principios de los noventa, TVE reorganizó su identidad visual. La Primera Cadena pasó a llamarse La 1 y TVE-2 adoptó definitivamente el nombre de La 2. Junto a esta transformación llegó un eslogan destinado a quedarse para siempre: “para una inmensa minoría”.

La frase capturaba con precisión la esencia del canal. La 2 se dirigía a un público reducido, pero extremadamente fiel, interesado en la cultura, el documental, el pensamiento crítico, el cine de autor y los deportes que jamás coparían portadas. Aquella minoría dejaba de ser un freno y empezaba a convertirse en una seña de identidad.

En estas décadas aparecieron o se consolidaron espacios como “La 2 Noticias”, con un estilo informativo propio, “La noche temática”, centrada en documentales agrupados por temas, y diversos programas científicos, filosóficos y literarios que han ido marcando generaciones de espectadores exigentes.

La 2 hoy: la heredera del viejo UHF en plena era digital

En pleno siglo XXI, rodeada de plataformas, televisores inteligentes y programación a la carta, La 2 sigue ocupando un rincón peculiar en el panorama mediático español. Es, en cierto modo, la última heredera visible de aquella apuesta de los años sesenta por un segundo canal público que complementara a la Primera Cadena.

Su parrilla actual gira en torno a documentales, cine de autor, espacios culturales, emisiones en lenguas cooficiales y programas que difícilmente tendrían cabida en canales comerciales. Su audiencia continúa siendo modesta pero leal, una comunidad tenaz que confirma que esa “inmensa minoría” sigue existiendo.

Además, la cadena se ha adaptado con naturalidad a la era digital: emisión en alta definición, contenidos bajo demanda y proyectos de archivo audiovisual. Una evolución impensable en aquellos tiempos en los que media España peleaba con la antena en la azotea para que la imagen dejara de parecer tormenta eléctrica.

El trayecto que empezó con un canal experimental visible para unos pocos ha desembocado en una cadena con personalidad propia, capaz de preservar la memoria cultural de varias generaciones y mantener un lugar imprescindible en la televisión pública.

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Vídeo: “Explicación nacimiento TVE-UHF (TVE 2)”

Fuentes consultadas

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