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Partido Libertario de Estados Unidos: origen, fundación y primeras elecciones

En 1971, con Nixon bregando entre la guerra de Vietnam, controles de precios y salarios, y la ruptura definitiva del patrón oro, un puñado de estadounidenses concluyó que ya habían tenido suficiente Estado para toda una vida. En vez de limitarse a protestar entre amigos o redactar cartas inflamadas a la prensa local, decidieron dar un salto más audaz: fundar un partido político nuevo, el Partido Libertario de los Estados Unidos.

El alumbramiento no ocurrió en Washington ni bajo el brillo de los focos, sino en salones de viviendas particulares de Colorado, entre tazas de café, mucha irritación política y una sospecha compartida: si no tomaban la iniciativa, nadie lo haría. De aquel ambiente medio doméstico, medio conspirativo, salió el que hoy se reconoce como el primer partido abiertamente libertario del mundo, oficialmente fundado el 11 de diciembre de 1971 en Colorado Springs.

El clima político de comienzos de los setenta: Vietnam, Nixon y un Estado con sobrepeso

Para comprender por qué alguien pensó que era buena idea montar un nuevo partido en aquellos días, conviene asomarse al panorama político del país. La guerra de Vietnam continuaba drenando recursos, legitimidad internacional y, sobre todo, vidas. El reclutamiento obligatorio seguía enviando chavales al frente que ni siquiera habían tenido la opción de votar en contra de aquella guerra.

Al mismo tiempo, el presidente Nixon impuso controles de precios y salarios con la esperanza de frenar la inflación, un gesto que para muchos defensores del libre mercado era casi un sacrilegio económico. A esto se sumó la ruptura del vínculo del dólar con el oro, una decisión que abrió la puerta al dinero puramente fiduciario y que, para los amantes de la estabilidad monetaria, sonó a fiesta estatal sin límites.

Partido Libertario de Estados Unidos

En ese ambiente, demócratas y republicanos se percibían como dos ramas de un mismo árbol: uno más inclinado a políticas sociales, el otro más conservador, pero ambos cómodamente instalados en la idea de dirigir al ciudadano de la cuna a la tumba. De ese hartazgo brotó la idea de un partido que propusiera justo lo contrario: un Estado a dieta estricta y una defensa frontal de las libertades civiles, desde las drogas al control de armas, pasando por la sexualidad y la libertad de expresión.

David Nolan: del joven militante republicano al fundador molesto y persistente

La figura central de este episodio es David Fraser Nolan. No era un magnate excéntrico ni un líder de masas, sino un activista político formado en el MIT, que había participado en las juventudes republicanas y apoyado con entusiasmo la candidatura de Barry Goldwater en 1964.

Nolan procedía de un sector del conservadurismo estadounidense que apostaba por un gobierno pequeño, impuestos bajos y una política exterior prudente. A finales de los sesenta, muchos de esos conservadores se sintieron traicionados por Nixon, sobre todo por las medidas económicas intervencionistas y la continuidad de la guerra.

En vez de resignarse, Nolan decidió crear un espacio político distinto. Su propuesta no era una versión más pura de la derecha ni una refundición ingeniosa de la izquierda, sino una mezcla de liberalismo económico radical y defensa férrea de las libertades individuales, incluso en temas incómodos para ambos bandos políticos.

Con los años, Nolan sería conocido también por un gráfico que lleva su nombre, una representación de dos ejes —económico y social— que situaba al libertarianismo en la zona donde convergían las máximas cotas de libertad en ambos terrenos. Una forma elegante de decir que el Estado sobraba tanto en el bolsillo como en la vida privada.

El salón de Westminster y el arranque de una aventura política

La semilla del partido no germinó en un gran congreso, sino en reuniones improvisadas en la casa de Nolan, en Westminster, Colorado. Allí, desde el verano de 1971, empezaron a congregarse ciudadanos desencantados con el bipartidismo y alarmados por un Estado cada vez más expansivo.

El 17 de julio de 1971, ese grupo dio un paso decisivo: constituyó el Comité para Formar un Partido Libertario. El nombre era transparente: no buscaban crear un simple círculo ideológico, sino una estructura partidista completa, con programa, candidatos y estrategia para presentarse ante el electorado.

Partido Libertario de Estados Unidos

Durante meses debatieron cuestiones que hoy suenan sorprendentemente familiares en cualquier formación minoritaria:

  • Qué grado de radicalidad debía tener el discurso.
  • Si era preferible centrarse en la batalla cultural, la fiscal o ambas.
  • Si la identidad del partido debía ser impecablemente doctrinal o algo más pragmática para ganar espacio público.

La diferencia residía en que ellos partían de una premisa clara: el Estado se convierte en un problema mayor cuando promete resolver todos los demás.

Finalmente, el grupo decidió formalizar lo que ya era inevitable: dar el salto de las reuniones domésticas a la fundación oficial. Poco recorrido físico, pero un enorme cambio político.

11 de diciembre de 1971: Colorado Springs y el nacimiento del Partido Libertario

La fecha señalada llegó el 11 de diciembre de 1971. En una reunión celebrada en la casa de Luke Zell, en Colorado Springs, el comité se convirtió oficialmente en el Partido Libertario.

La escena, vista desde hoy, pudo parecer casi clandestina, pero para los presentes representaba una ruptura clara con el tablero político estadounidense. Allí se proclamó que, a diferencia de demócratas y republicanos, aquella formación no concedería al Estado autoridad para entrometerse en la vida del individuo ni para apropiarse de su trabajo sin límites precisos.

Tras esos principios solemnes latía una idea muy sencilla: primero el individuo, luego el Estado, y que este último ocupara el menor espacio posible.

En pocos meses, el grupo comenzó a construir los cimientos necesarios para operar como partido real: boletines, listas de simpatizantes, liderazgo estatal y el anuncio de una convención nacional.

Principios fundacionales: el Estado a raya, el individuo al mando

El ideario inicial del partido era tan duro como diáfano. A grandes rasgos, se articulaba en torno a varios principios que han perdurado con pocas modificaciones:

  • Defensa decidida de las libertades civiles, desde la expresión hasta el consumo de sustancias, siempre que no hubiera daño a terceros.
  • Reducción severa del tamaño y funciones del gobierno federal y los gobiernos estatales.
  • Defensa del libre mercado, con impuestos bajos, mínima regulación y preferencia por soluciones privadas.
  • Política exterior no intervencionista y rechazo nato a guerras innecesarias.
  • Protección férrea de la propiedad privada y del derecho a portar armas.

Muy pronto, la formación decidió fijar estos principios por escrito. De esa intención nació una Declaración de Principios redactada en 1972 por el filósofo John Hospers, un texto que, desde entonces, funciona como guía interna casi inamovible. Un detalle que distingue al partido es este: donde otros prometen construir o ampliar programas públicos, ellos suelen enumerar acciones que el gobierno debería abandonar.

La primera convención nacional: Denver, 1972

Tras darse a conocer en enero de 1972, la siguiente gran cita llegó en junio de ese mismo año, cuando celebraron su primera convención nacional en Denver. Acudieron 89 delegados procedentes de 23 estados. Un número modesto, sí, pero sorprendente para un partido recién nacido que carecía de financiación robusta o de una maquinaria heredada.

En esa convención se decidió el nombre definitivo del partido y se adoptaron símbolos que aún se asocian al movimiento, como el lema “No existe tal cosa como un almuerzo gratis”, una advertencia que recordaba que nada público es realmente gratuito. Llamó la atención que el lema procediera de una novela de ciencia ficción, un indicio del tipo de militancia —lectora, individualista, algo friki antes de que ese término se popularizara— que se acercaba al partido.

Hospers y Nathan: una candidatura mínima con un impacto inesperado

La convención de Denver también sirvió para elegir a los primeros candidatos presidenciales del partido: John Hospers a la presidencia y Tonie Nathan a la vicepresidencia. De cara al exterior, la campaña tenía un espíritu casi testimonial. La formación apenas tenía visibilidad mediática, recursos escasos y acceso a la papeleta en solo un par de estados.

Sin embargo, aquella candidatura acabaría dejando una marca histórica. Roger MacBride, un elector republicano de Virginia, decidió saltarse la disciplina del partido y emitió en el Colegio Electoral un voto para Hospers y Nathan. Un gesto aparentemente menor, pero con dos efectos llamativos: supuso el primer voto electoral de la historia para un candidato libertario y, al mismo tiempo, convirtió a Nathan en la primera mujer en recibir un voto del Colegio Electoral en Estados Unidos.

En el voto popular, los resultados fueron muy modestos, pero la anécdota del elector rebelde convirtió aquella candidatura en una curiosidad recurrente de la historia política.

De rareza casi casera a tercera fuerza perseverante

Desde su nacimiento en 1971 y aquella primera campaña en 1972, el Partido Libertario siguió creciendo lentamente, hasta convertirse en la tercera fuerza más persistente del país. Nunca ha puesto en peligro el dominio del bipartidismo, pero sí ha logrado situarse como la principal alternativa minoritaria, sumando numerosos cargos locales y estatales a lo largo de las décadas.

En los años setenta y ochenta comenzaron a obtener pequeños puestos municipales y escaños en parlamentos estatales, como el de Alaska. La estrategia era clara: construir de abajo arriba, compensando la escasa atención mediática con presencia territorial constante.

Su mejor resultado reciente en unas presidenciales llegó en 2016, cuando Gary Johnson, exgobernador de Nuevo México, consiguió un porcentaje inesperadamente alto para un partido que había empezado en un salón particular.

Símbolos, mascotas y ese gusto libertario por lo peculiar

Una de las características más llamativas del movimiento libertario es su afición por símbolos poco comunes. Además del conocido lema y del primer emblema con flecha ascendente, el partido utilizó durante años la figura de la Estatua de la Libertad antes de adoptar un diseño más estilizado en forma de antorcha coronada por un águila.

Incluso llegaron a difundirse mascotas oficiosas, como un pingüino o, de forma más extendida, el puercoespín: un animal pequeño, tranquilo, pero armado de púas si alguien lo molesta. Una metáfora muy en sintonía con la filosofía del partido: pacífico, pero difícil de manejar si otro intenta imponerle su autoridad.

Estos símbolos conectan bien con una cultura interna formada por lectores de ciencia ficción, emprendedores, admiradores de la escuela austríaca de economía y personas que desarrollan alergia a la burocracia casi como modo de vida.

Aquel gesto de 1971 y lo que revelaba realmente

La creación del Partido Libertario en 1971 fue la convergencia de varias corrientes que llevaban tiempo acumulando tensión: la desconfianza hacia el poder federal, el rechazo a la guerra de Vietnam, el cansancio ante el intervencionismo económico y la nostalgia por un liberalismo clásico que veía el rumbo político del país como una desviación permanente.

La reunión de diciembre en Colorado Springs fue, en realidad, la formalización de meses de conversaciones domésticas. Personas procedentes del conservadurismo, del liberalismo clásico, del activismo estudiantil y de la academia encontraron un lenguaje común para advertir que el Estado se había extralimitado.

Probablemente ninguno de ellos imaginó que, medio siglo después, su experimento seguiría en pie, con candidatos presidenciales, estructura nacional y un mensaje que, para bien o para mal, mantiene la misma esencia: el individuo, con todos sus defectos, resulta menos peligroso que un Estado convencido de saber qué es lo mejor para todos.

Vídeo: “History of the Libertarian Party (United States)”

Fuentes consultadas

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