Un superhéroe que tropezaba antes incluso de presentarse
La llamada historia del Chapulín Colorado no surge entre focos deslumbrantes ni presupuestos generosos, sino en los pasillos algo deslucidos de la televisión mexicana de finales de los sesenta. Allí, entre decorados modestos y guiones escritos a una velocidad casi irresponsable, asomó Roberto Gómez Bolaños, un guionista tan solicitado que acabó apodado “Chespirito”, como un Shakespeare hecho bolsillo y barrio al mismo tiempo.
El superhéroe más torpemente entrañable del universo hispano no nació de una planificación grandiosa, sino de un experimento improvisado en programas previos como “Sábados de la fortuna”, donde apareció todavía sin forma definitiva y sin el entramado mítico que más tarde lo convertiría en leyenda. Eran apenas pinceladas de un personaje que todavía no tenía destino pero sí potencial.
La chispa real prende en 1970, cuando Televisa estrena el programa “Chespirito”, un espacio de humor que funcionaba como laboratorio semanal de personajes y situaciones. En aquel muestrario se coló un héroe vestido de rojo, provisto de antenitas y de una coordinación motora tan discutible que parecía competir con una mesa coja. De ese boceto surgiría el Chapulín Colorado.
La receta, presentada casi con la naturalidad de quien mezcla dos ingredientes sin pensarlo mucho, consistía en desmontar la solemnidad del superhéroe clásico y reemplazarla por miedo, torpeza y una voluntad férrea —y algo inconsciente— de ayudar. Ninguno de los atributos del arquetipo heroico estaba presente: ni músculos escultóricos ni dispositivos futuristas. Sólo un hombre delgado, asustadizo y propenso al error, que aun así era capaz de presentarse cuando alguien estaba en apuros.
De personaje secundario a estrella absoluta (1970–1979)
Al Chapulín Colorado no lo parió una serie, sino los sketches del propio “Chespirito”. Aparecía de vez en cuando, casi como un invitado que se cuela en una fiesta y acaba cayendo bien a todos. La respuesta del público fue tal que la cadena, viendo números más que prometedores, hizo lo inevitable: darle más tiempo en pantalla.
En febrero de 1973 se consuma el salto. El personaje obtiene su propio programa, “El Chapulín Colorado”, que se emitiría durante más de seis años, hasta septiembre de 1979. Tras ese cierre formal, seguiría asomándose en sketches del programa matriz, ya convertido en figura indispensable del universo humorístico de Chespirito.
Los episodios seguían una estructura reconocible para cualquier espectador fiel. Un personaje se veía en un aprieto: ladrones, espectros, científicos chiflados, piratas rencorosos o momias venidas del espacio. Ante la desesperación, alguien gritaba: “¡Oh, y ahora, ¿quién podrá defenderme?!”. Y, en medio de un despliegue de efectos austerísimos pero eficaces, aparecía él: “¡Yo! ¡El Chapulín Colorado!”.
La entrada, lejos de ser heroica, rozaba lo absurdo: caídas, tropiezos y golpes contra el propio decorado. Ese choque constante entre el ideal del héroe y la realidad de un hombre torpón sostenía el núcleo cómico de la serie. La épica se derrumbaba cada pocos segundos, pero lo hacía con tanta simpatía que el público abrazaba el error como virtud.
El desgaste físico del personaje —golpes, caídas y persecuciones continuas— terminó pasando factura a Gómez Bolaños. A esto se sumaron ajustes en el elenco y decisiones de la propia cadena, lo que desembocó en el final de la serie en 1979. Con todo, el personaje ya había ascendido al olimpo particular de la televisión hispana.
El traje rojo, el corazón amarillo y un chipote que dejó huella
El diseño del Chapulín Colorado parece sencillo, casi infantil, pero funciona como un emblema perfectamente calculado. Nada sobra y nada es casual, salvo los tropiezos constantes de su portador.
- Traje rojo, estrecho sin excesos heroicos.
- Corazón amarillo con las siglas “CH”.
- Antenitas de vinilo que vibraban al ritmo de la torpeza.
- El Chipote Chillón, un mazo de goma injustamente letal.
- Las Pastillas de Chiquitolina, capaces de reducirlo a tamaño ridículo.
En torno al emblemático corazón amarillo se tejió incluso una lectura sentimental: las siglas “CH” evocaban tanto el sobrenombre del propio Chespirito como el de su esposa, Chela Fernández. Una firma afectiva que reforzaba la idea de que el héroe actuaba siempre “con corazón”.
Su arma principal no era un martillo digno de epopeya, sino un mazo de goma que sonaba a feria ambulante. Y, aun así, servía para dejar fuera de combate a villanos, monstruos y, en ocasiones, a algún desgraciado que pasaba por allí en mal momento.
La ciencia ficticia tampoco mejoraba el panorama. Las Pastillas de Chiquitolina lograban reducir su tamaño para infiltrarse en lugares inaccesibles, pero el proceso venía acompañado de problemas logísticos: desde ser pisado hasta perderse entre objetos cotidianos.
El propio héroe justificaba su apellido con un árbol genealógico imposible: aseguraba ser hijo de don Pantaleón Colorado y Roto, primo de Juan Colorado y también de Chucho el Roto. Una explicación tan delirante que se convirtió en chiste recurrente.
A todo ello se sumaba un repertorio de frases inolvidables:
- “¡No contaban con mi astucia!”
- “Síganme los buenos.”
- “¡Que no cunda el pánico!” —o, en su peculiar versión— “¡Que no panda el cúnico!”
Con estos latiguillos, el Chapulín consolidó un lenguaje propio que hoy sigue circulando en redes, conversaciones informales y memes.
Un ecosistema de secundarios y villanos de saldo
La serie del Chapulín Colorado funcionaba gracias a un conjunto de secundarios que no eran simples comparsas. Eran piezas esenciales de un engranaje humorístico calculado para generar caos, sorpresa y ritmo narrativo.
Entre los personajes habituales destacaban:
- La abuelita indefensa, interpretada por actrices como María Antonieta de las Nieves o Florinda Meza.
- El hombre cobarde, que por momentos parecía tener más coraje que el propio héroe.
- Villanos caricaturescos que cambiaban cada semana: ladrones, piratas, científicos desequilibrados o fantasmas muy poco amenazadores.
Los escenarios se mantenían austeros: apartamentos, cuevas de cartón piedra, castillos medievales de pega o naves espaciales recicladas. Esa estética teatral, casi artesanal, terminó convirtiéndose en parte de su encanto. El espectador no acudía por la escenografía, sino por el mecanismo del chiste.
La serie mezclaba géneros con una libertad sorprendente:
- Parodia de superhéroes.
- Humor blanco y de enredo.
- Terror paródico con momias, vampiros o espectros.
- Aventura histórica reinterpretada de forma delirante.
El lenguaje del Chapulín era puro barrio: coloquial, lleno de juegos de palabras, malentendidos y expresiones que rompían la distancia entre héroe y público. Era un superhéroe que hablaba como un vecino, no como un semidiós.
De la tele mexicana al panorama internacional
“El Chapulín Colorado” no se quedó confinado a México. Con el paso de los años se convirtió en uno de los programas en español más exportados. Llegó a más de veinte países: desde buena parte de América Latina hasta Estados Unidos, España, Portugal e incluso Italia.

En Latinoamérica, cadenas de gran audiencia emitieron la serie durante años, repitiendo episodios hasta convertir al Chapulín en miembro honorario del hogar. En España, su paso por La 2 y por distintas cadenas autonómicas lo convirtió en referencia para toda una generación, que descubrió en él una puerta al humor mexicano.
La razón de su expansión era sencilla: costes reducidos, humor universal y un personaje tan humano que funcionaba igual en Lima, Santiago, Buenos Aires o Madrid. La precariedad del decorado acabó siendo virtud, pues otorgaba a la serie una familiaridad que cruzaba fronteras.
El salto a la cultura popular: cómics, videojuegos y homenajes inesperados
El Chapulín Colorado no se quedó en la televisión. El personaje se coló en otras formas culturales, a menudo como homenaje deliberado.
En una de sus apariciones más conocidas, inspiró al personaje del Hombre Abejorro en una famosa serie de animación estadounidense. Un actor mexicano vestido con un traje de insecto que el creador de la serie vio en la tele de un motel fue suficiente para crear aquel guiño.
En el cómic norteamericano, una editorial presentó a Red Locust, una superheroína claramente inspirada en el espíritu del Chapulín: cercana, imperfecta y con estética homenaje.
El héroe rojizo también ha llegado a los videojuegos:
- Jugable en “El Chavo Kart”.
- Presente en juegos en línea con su famoso Chipote Chillón.
- Integrado en títulos de plataformas masivas, acompañado de sus frases.
- Homenajeado incluso en producciones cinematográficas contemporáneas.
Todo ello demuestra su sorprendente capacidad para adaptarse a nuevas generaciones que, aunque no hayan visto un episodio completo, reconocen de inmediato su silueta roja y sus antenitas.
Del apagón de 2020 al retorno en la era del contenido a demanda
Uno de los episodios recientes más significativos fue el apagón de 2020. Un conflicto legal entre Televisa y Grupo Chespirito provocó la retirada de todas las series del universo Chespirito de la programación internacional. Por primera vez en más de cuatro décadas, el Chapulín desapareció por completo de la televisión abierta.
El vacío fue evidente. Durante años, sus programas habían ocupado espacios fijos en la parrilla de decenas de países. De un día para otro, quedaron confinados a grabaciones antiguas, vídeos sueltos y colecciones personales.

Tras años de negociaciones, en 2024 llegó la noticia esperada: el regreso internacional del repertorio completo. Las plataformas de vídeo comenzaron a incorporarlo a sus catálogos, permitiendo que el héroe volviera a presentarse ante una audiencia multigeneracional.
La bioserie sobre Chespirito también reavivó el debate sobre el origen del Chapulín, contrastando versiones dramatizadas con los relatos que el propio Gómez Bolaños había dejado por escrito o en entrevistas. El resultado fue un renovado interés que situó al personaje, otra vez, en el centro del comentario cultural.
Por qué el Chapulín sigue funcionando después de medio siglo
Con tanto camino recorrido por el personaje, surge la pregunta inevitable: ¿cómo es posible que un héroe que se tropieza con todo siga despertando simpatía cincuenta años después?
Las razones parecen claras.
Primero, su humanidad. El Chapulín es un antihéroe, pero no un desengañado ni un cínico. Es miedoso, comete errores, se despista y aun así aparece. Su fragilidad lo acerca al espectador, que ve en él un reflejo amable de sus propias torpezas.
Segundo, su lenguaje. Sus frases se han convertido en expresiones cotidianas cargadas de ironía y cariño. Funcionan como cápsulas de cultura popular.
Tercero, su tono humorístico. La serie combina inocencia y crítica ligera, exageración y ternura, sin caer en moralinas ni discursos pesados. Es un espejo de la vida cotidiana, retratada con humor y un punto de absurdo.
Cuarto, su identidad cultural. El Chapulín representa un tipo de héroe reconocible en toda América Latina: humilde, bienintencionado y luchador, aunque torpe. Eso facilita su conexión global.
Y, finalmente, su capacidad camaleónica. Ha sabido adaptarse a reemisiones, memes, cameos, videojuegos y nuevas plataformas. Es un icono flexible que sobrevive porque no pertenece a una época, sino a una forma de mirar el mundo con humor.
La historia del Chapulín Colorado, en definitiva, es la de un personaje que nació como un simple chiste y terminó convirtiéndose en un símbolo pop universal, armado con un chipote de goma, dos antenitas temblorosas y una frase que mantiene intacta su promesa: no contaban —ni de lejos— con su astucia.
Vídeo:
Fuentes consultadas
- Wikipedia. (s. f.). El Chapulín Colorado. Wikipedia, la enciclopedia libre. https://es.wikipedia.org/wiki/El_Chapul%C3%ADn_Colorado
- Vicencio, M. (2025, 21 de junio). La historia real de El Chapulín Colorado: cómo se convirtió el superhéroe más improbable (y querido) de Latinoamérica. Vogue México. https://www.vogue.mx/articulo/el-chapulin-colorado-historia-real-chespirito-serie
- González, S. (2025, 4 de agosto). Graciela Fernández y su legado silencioso en la historia de Chespirito. El País México. https://elpais.com/mexico/gente/2025-08-04/graciela-fernandez-y-su-legado-silencioso-en-la-historia-de-chespirito.html
- El Café de la Historia. (2025, 20 de junio). Súper Bigote: el superhéroe creado por el chavismo. El Café de la Historia. https://www.elcafedelahistoria.com/superbigote/
- Última Hora. (2020, 2 de agosto). Cancelan las emisiones de El Chavo y Chapulín Colorado en todo el mundo. Última Hora. https://www.ultimahora.com/cancelan-las-emisiones-el-chavo-y-chapulin-colorado-todo-el-mundo-n2897980
- Cardozo, A. (2024, 7 de septiembre). Estados Unidos: El Chavo y El Chapulín Colorado regresan a la TV por UniMás. ANMTV. https://www.anmtvla.com/2024/09/estados-unidos-el-chavo-y-el-chapulin.html
Escritor, profesor, traductor, divulgador, conferenciante, corrector, periodista, editor.






