En la vasta e inabarcable enciclopedia de las meteduras de pata históricas, hay episodios que figuran en los libros y otros que se columpian en los márgenes del folclore urbano. Y luego está el caso de la Dave Matthews Band y su grandioso, colosal e inigualable Monumento a la Metedura de Pata, perpetrado a plena luz del día en pleno corazón de Chicago, allá por 2004.
Y aunque nuestros protagonistas son la prestigiosa banda estadounidense Dave Matthews Band, vaya por delante que este no es un relato relacionado con una gira musical o una grabación legendaria: es una ópera tragicómica que mezcla música, turismo y unos 350 kilos de desechos humanos deslizándose con gracia coreografiada sobre la cabeza de ochenta turistas.
Ochenta turistas desprevenidos, muchos de ellos ancianos, niños e incluso discapacitados.
Preparen sus paraguas y que se alce el telón.
Dave Matthews Band
Muy, muy breve y necesario apunte sobre la Dave Matthews Band antes de continuar.

Formada en 1991 en Charlottesville, Virginia, es conocida por su fusión de rock, jazz, folk y funk, con una marcada inclinación por las improvisaciones en directo. Liderada por el sudafricano Dave Matthews, la banda alcanzó gran popularidad en los años 90 con álbumes como Under the Table and Dreaming y Crash, que les valieron un lugar destacado en la escena musical alternativa. Reconocidos por su virtuosismo instrumental y sus extensas giras, han acumulado una legión de fans devotos y numerosos reconocimientos de la industria.
Pero su legado quedó involuntariamente salpicado —literalmente— para siempre por el incidente que les explicamos a continuación.
El incidente fecal sobre el río Chicago
Corría el mes de agosto de 2004, más concretamente el día 8, y el verano en Chicago brillaba con esa luz traicionera que promete postales idílicas pero acaba entregando lluvias caóticas. Mientras tanto, el autobús de la Dave Matthews Band cruzaba el puente de la avenida Kinzie. Hasta ese momento, todo parecía en orden: la banda rodando hacia su próximo destino y un puente aparentemente normal.
Lo que nadie se imaginaba, es que el conductor del vehículo, con olímpica despreocupación, decidió vaciar el tanque séptico del autobús justo en ese momento. El contenido, un denso maridaje de orines, heces y papel higiénico parcialmente descompuesto, no se fue discretamente a algún oscuro sumidero municipal. No. Se precipitó al vacío como un tsunami marrón, cayendo directamente sobre una embarcación turística que navegaba apaciblemente bajo el puente.

La embarcación en cuestión era parte de los célebres Architectural Boat Tours que surcan el río Chicago con guías de voces sosegadas relatando a los turistas los encantos del Art Deco y el modernismo brutalista, justo antes de que una tormenta de excrementos les hiciera replantearse su amor por el turismo fluvial y el diseño urbano.
Arriba estaba la Dave Matthews Band, pero ¿quién estaba debajo?
Unos ochenta turistas, en su mayoría ancianos, niños y personas con movilidad reducida, recibieron el baño de su vida. Entre gritos, confusión y el sonido de vómitos a coro, el crucero mutó, en cuestión de segundos, en una especie de espectáculo escatológico no solicitado, tan grotescamente teatral que bien podría haber sido una función en vivo de Leo Bassi… si no fuera porque aquí nadie había comprado entrada.
No se salvó ni el capitán, que declaró posteriormente que…
“…era como si el cielo hubiera vomitado a Satán”.
Los afectados no sólo quedaron cubiertos de materia fecal, sino que también necesitaron atención médica por exposición a residuos biológicos. El Ayuntamiento, por su parte, se vio forzado a cerrar el río temporalmente, como quien clausura una piscina por presencia de “material orgánico no identificado”.
El dedo apuntador de la ley y la negación artística
En un primer momento, la banda negó cualquier implicación. Lo típico: “nosotros somos artistas, hacemos música, no vaciamos letrinas desde un autobús”. Sin embargo, la Policía de Chicago, que no es ajena al análisis forense de excrementos cuando la ocasión lo exige, identificó al conductor, Stefan Wohl, y lo conectó con el vertido gracias a cámaras de seguridad, horarios de GPS y —oh, gloriosa ciencia moderna— una muestra del contenido fecal coincidente con lo encontrado bajo el puente.

Al final, la Dave Matthews Band se vio obligada a aceptar su responsabilidad. Emitieron un comunicado pidiendo disculpas y donaron 100.000 dólares a organizaciones de conservación del río Chicago. Un precioso gesto pero que, desde luego, no sirvió para que se olvidara el «incidente».
¿Qué dice la ley sobre vaciar tu retrete móvil desde un puente?
Curiosamente, la ley de Illinois es bastante clara en lo que respecta a verter residuos al medio ambiente. El vertido deliberado de residuos humanos en cursos de agua está penado como delito menor o mayor, dependiendo del volumen, la intencionalidad y el daño causado. Stefan Wohl fue multado con 10.000 dólares y 18 meses de libertad condicional. Una condena relativamente leve si se tiene en cuenta que bañó a ochenta personas con materia fecal sin previo aviso.

Por su parte, la ciudad aprovechó la ocasión para revisar las normativas sobre autobuses turísticos, transporte privado y la supervisión del vaciado de tanques sépticos. Porque, como es bien sabido, nada engrasa la maquinaria legislativa como un buen desastre mediático a nivel nacional con bouquet a letrina.
Curiosidades de un incidente in-ol-vi-da-ble
- El conductor no era nuevo: Wohl tenía experiencia previa en giras y transporte de artistas. ¿Le falló el sentido común o simplemente se equivocó de botón?
- No era el único autobús: la banda viajaba con varios vehículos, pero sólo este se convirtió en fuente de tragedia sanitaria.
- Se estudió el incidente en universidades: algunos cursos de gestión de crisis y relaciones públicas han analizado este caso como un ejemplo de manual sobre cómo (no) manejar un desastre reputacional.

El legado: entre el mito urbano y la memoria colectiva
Hoy, más de dos décadas después, el incidente todavía se recuerda en Chicago con una mezcla de asco, incredulidad y humor negro. Algunos lo relatan en los tours con una sonrisa incómoda. Otros se preguntan si no fue una elaborada metáfora de la relación entre el turismo de masas y la ciudad contemporánea en forma de reivindicativa y hedionda performance. Pero todos coinciden en algo: es muy difícil mirar al puente de la avenida Kinzie sin imaginar una cascada de excrementos cayendo con teatralidad operística sobre la cubierta de un barco de turistas despreocupados.

Y la historia sigue flotando en la memoria colectiva de la ciudad y en la reputación de la Dave Matthews Band que, desde este infortunado día, 8 de agosto de 2004, por culpa de una pésima decisión de su conductor, ve indisolublemente ligado su nombre a la tormenta de mierda más grande ocurrida jamás en Chicago.
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Fuentes:
Chicago Tribune – NBC Chicago – The Guardian
Escritor, profesor, traductor, divulgador, conferenciante, corrector, periodista, editor.
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