Corría el año 1976, ese periodo dorado del siglo XX en el que las patillas masculinas tenían código postal propio y en el que una imagen se coló en millones de habitaciones adolescentes, talleres mecánicos, residencias universitarias y algún que otro tugurio: Tennis Girl, o como se conoce por estos lares, La Tenista.
Sí, hablamos del póster más vendido del Reino Unido, con más de dos millones de copias distribuidas, y no gracias a una técnica revolucionaria de saque o una volea cruzada imposible. No. La culpa la tiene una ráfaga de brisa, la falta de ropa interior y una moza británica que, sin saberlo, iba a quedar colgada –de manera literal– en las paredes de media humanidad. Durante décadas.
Una fotografía que se coló por la escuadra de la cultura pop
La escena es sencilla, casi banal: una joven de espaldas camina hacia la red de una pista de tenis. Lleva una raqueta en la mano derecha, y con la izquierda, con una naturalidad estudiadamente traviesa, levanta su corto vestido blanco para dejar ver que… en fin, que ahí no hay nada salvo la refrescante brisa de Birmingham.
No hay erotismo explícito. No hay lencería de encaje ni poses de catálogo de ropa interior. Y ahí reside precisamente su fuerza: en el no enseñar mostrando, en el sugerir con descaro, en el travieso coqueteo entre la inocencia y el “ya tú sabes…”.

La foto fue tomada por Martin Elliott, un joven fotógrafo entonces en el umbral de la profesionalización. ¿La modelo? Fiona Butler, su novia de 18 años, estudiante de arte dramático y, según ella misma relató años después, con muy poca conciencia de lo que aquella imagen iba a suponer. La escena se preparó en una pista de tenis de la Universidad de Birmingham, utilizando una raqueta prestada, un vestido casero confeccionado por la madre de Fiona y unas deportivas Dunlop que hoy se cotizan más por nostalgia que por diseño.
Una braga ausente que generó una industria presente
Lo que empezó como una imagen simpática para ilustrar el calendario de una cadena de tiendas deportivas llamada Athena, acabó convirtiéndose en un fenómeno sociológico y comercial. La distribución del póster se disparó, rebasando la barrera de los dos millones de ejemplares vendidos. Para ponerlo en perspectiva: La Tenista vendió más que muchos álbumes musicales de la época y, a día de hoy, sigue siendo un icono reconocible incluso entre quienes jamás han cogido una raqueta.
¿El motivo de su éxito? Posiblemente una combinación mágica de transgresión y candor, esa mezcla que hace que algo se vuelva viral incluso antes de que se inventase Internet. La Tenista se convirtió en una especie de Mona Lisa con calcetines deportivos, con la diferencia de que la sonrisa era sustituida por un gesto risueño de espalda y la ambigüedad se centraba más bien en la ausencia textil.
Fiona Butler: la modelo que no cobró ni un penique
A diferencia de muchas modelos que hoy viven de los derechos de imagen de sus cejas, Fiona Butler no vio ni un solo chelín por los millones que generó su retratillo tenístico. Ella misma lo ha confirmado en varias entrevistas, sin rencor pero con la resignación propia de quien posa por amor y termina decorando paredes ajenas durante décadas.
Tras aquella foto, Fiona no se dedicó ni a la moda, ni al tenis, ni al cine. Se casó con otro hombre, tuvo hijos y, según contaba en 2011, sus hijos la veían más como una madre normal que como la musa de media Europa setentera. Curiosamente, ella misma no tenía una copia del póster colgada en casa.
Probablemente por motivos de pudor, o simplemente por no tener que explicar constantemente quién era aquella señora sin bragas.
Martin Elliott: el autor de la instantánea inmortal
Elliott, por su parte, sí capitalizó mejor el éxito de la imagen. Vendió los derechos, vivió de la fama derivada del fenómeno y siguió desarrollando su carrera como fotógrafo. La icónica imagen le abrió las puertas de publicaciones, galerías y hasta reediciones limitadas. En 2007, más de 30 años después de aquel clic de obturador, una edición especial del póster salió a la venta por 300 libras.

La nostalgia, ya se sabe, tiene precio, y no siempre es razonable.
Martin Elliott falleció en 2010, pero antes de marcharse dejó bien claro que aquella fotografía era más que una anécdota. Para él, era el símbolo de una época en la que todo parecía más sencillo: las ideas, los contratos, las bragas. Y creemos que no le faltaba razón.
Una obra maestra del softcore accidental
Hay quien ha querido ver en La Tenista una pieza de reivindicación feminista, otros la tachan de sexismo de mercadillo con fondo deportivo, y los hay que la consideran una broma inocente, un accidente glorioso, una imagen sin pretensiones que acabó marcando época. Sea como sea, lo cierto es que no se puede hablar de cultura visual de los años 70 sin invocar a esa pista de tenis británica y a la chica que caminaba sin ropa interior hacia la red.
No se trataba de una supermodelo, ni de una actriz famosa, ni de una activista provocadora. Era, simplemente, una chica de Birmingham haciendo una travesura fotográfica para su novio. Y ahí reside parte del hechizo: en su falta de pretensión, en el amateurismo encantador, en el aire de naturalidad impostada que, paradójicamente, la hace imperecedera.
El revival eterno de los muslos nostálgicos
Por si alguien pensaba que esto había quedado en el cajón de los recuerdos junto a los disquetes y las gafas de aviador con cristales amarillos, conviene recordar que La Tenista ha tenido múltiples revivals. Desde camisetas hasta parodias en redes sociales, desde homenajes publicitarios hasta subastas benéficas. Incluso hubo imitaciones con hombres, perros, peluches y políticos, Aunque esto último lo dejamos correr que entra ya en el cenagoso terreno de lo perturbador.
Además, la imagen ha sido objeto de ensayos académicos sobre erotismo visual, feminismo pop y mercadotecnia cultural. Porque cuando una imagen logra ser tan reproducida, reinterpretada y debatida durante más de cuatro décadas, algo debe tener más allá del muslamen al viento.
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- Tamaño del lienzo: 60 x 80 cm
- El lienzo viene ya listo para colgar
- Hecho en Reino Unido
Fuentes: BBC
Escritor, profesor, traductor, divulgador, conferenciante, corrector, periodista, editor.
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