Había quien, en 1932, decidió ponerse meta: encontrar curro. Otros, con menos imaginación, recurrieron al tren o al sindicato. Oskar Speck, electricista alemán en paro, eligió una salida menos corriente: empezó a remar. Lo hizo con un kayak plegable (un Faltboot llamado Sunnschien), partió río abajo desde la zona del Danubio y, siete años después, terminó embarrancando no en un retiro espiritual, sino en la costa norte de Australia, justo cuando Europa implosionaba en guerra. La peripecia ha sido narrada como la mayor travesía en kayak del siglo XX, y las cifras se acercan a los asombrosos 50.000 km de periplo.
Entre la ruina y la palada: por qué uno se monta en un kayak
La Alemania de entreguerras dejó a mucha gente en la calle; a Speck le cerró su negocio de electricidad y, en vez de repartir currículums, se compró una embarcación ligera y se echó al agua. La historia oficial cuenta que su objetivo inicial fue llegar a Chipre para buscar trabajo en minas de cobre; la realidad, igual de práctica, fue que pronto el simple placer de remar se convirtió en proyecto de vida. No sabía nadar y sin embargo eligió el agua como solución a la precariedad: una decisión que mezcla ingenuidad, cálculo económico y un punto de terquedad casi poética.
El kayak: una tienda de campaña con remos
El vehículo de la locura fue un kayak plegable de madera y lona —esa especie de «mueble de Ikea náutico» que se desmonta para guardar— bautizado Sunnschien (sol, por aquello del humor alemán). Era ligero, transportable y popular entonces en clubes fluviales; no obstante, no estaba pensado para océanos ni para tormentas tropicales. Speck lo reforzó, le agregó una vela improvisada y lo convirtió en depósito de latas, cámaras y mapas: un mini-campamento que flotaba. Hoy el museo marítimo australiano conserva piezas del viaje y fotos que muestran la fragilidad del artilugio frente al mundo.
Ruta, peligros y anécdotas que suenan a novela
Comenzó por el Danubio en mayo de 1932 —Ulm fue la rampa de salida— y, casi sin plan más que la intención de alejarse de la crisis, bajó el río hasta que el paisaje fluvial le empujó al mar. Desde la desembocadura se internó en el Egeo: añadió una vela improvisada y unos fuelles o “splashguards” para evitar que el agua llenara la bodega, y afrontó etapas a mar abierto de varias decenas de horas sobre aguas abiertas, incluida una travesía de 48 horas que lo dejó exhausto al llegar a la costa siria.
Intentó seguir por el canal de Suez, pero las autoridades le negaron el paso por considerar su Faltboot «no apto para la navegación»; plegó la embarcación, la cargó en un autobús y atravesó por carretera el desierto hasta alcanzar el curso del Éufrates, desde donde continuó su periplo hacia el Golfo Pérsico. Esta serie de saltos —río, mar, bus y río otra vez— revela ya la secuencia que repetiría: improvisación técnica, adaptación y, cuando hacía falta, transporte terrestre para salvar barreras administrativas o geográficas.
Llegada a Asia
En la orilla oriental del Mediterráneo la aventura se volvió, a menudo, peligrosa. Ya en Siria y a lo largo del Éufrates sufrió ataques en la noche mientras avanzaba, según sus propias notas; comprobó la escasez de agua y la dureza del calor, y llegó a quedar varado durante días en islotes, incluso en uno donde, según relato directo y reconstrucciones periodísticas, apareció un cadáver tras un temporal. En el extremo occidental del Golfo Pérsico se dice quela malaria hizo acto de presencia: la contrajo hacia 1934 y la batalla con los parásitos le acompañaría intermitentemente durante el resto de la odisea.
Esos episodios de fiebre y convalecencia obligaron a Speck a detenerse meses en puertos antes de reemprender la ruta hacia la costa del subcontinente indio.
Sobornos y violencia
Las anécdotas que parecen sacadas de un folletín no faltan: en algún punto un grupo de asaltantes despojaron a Speck del kayak; la recuperación no fue heroica al estilo cinematográfico, sino pragmática: pagó “sobornos” y tasas a autoridades locales para que se lo devolvieran; un gesto que muestra las reglas reales de la supervivencia en zonas donde la ley formal y la práctica cotidiana no coincidían. Más al este, en las islas del archipiélago indonesio, sufrió una agresión brutal: lo capturaron, lo ataron con tiras de piel de búfalo, lo arrastraron, le rompieron el tímpano y lo dejaron malherido en la playa.
Speck cuenta (y la crónica así lo recoge) que, entre la desesperación y la necesidad, mordió sus ligaduras, se liberó y volvió a su kayak; tardó meses en recuperarse del ataque. Este episodio —salvaje, cercano a lo trágico— es uno de los que mejor ilustran la mezcla de hostilidad y hospitalidad que encontró en las escalas: a ratos lo trataban como atracción, a ratos como sospechoso o presa.
Y ahora monzones
El Sudeste Asiático añadió monzones, corrientes traicioneras y agotamiento físico: llegó a remar durante 30 o 40 horas seguidas tras ser desviado por tormentas fuera de la ruta prevista, y tuvo que reponer kayaks —compró o recibió embarcaciones nuevas en puertos como Madrás y Singapur— porque el desgaste y los naufragios parciales no le permitían seguir indefinidamente con la misma unidad.

Para financiar el viaje vendió fotografías, proyectó sus diapositivas y dio charlas. Entre golpes, mareos por la malaria y noches en que el mar casi lo devora, siguió remando hacia el este hasta atravesar el archipiélago y alcanzar la costa de Nueva Guinea, desde donde, empujado por la geografía y la meteorología, arribó por fin a las islas del Estrecho de Torres y a la costa australiana en 1939.
La broma final: llegar y ser arrestado
En septiembre de 1939, cuando Speck avistó Australia, el timing fue tan perfecto como desafortunado: la Segunda Guerra Mundial acababa de estallar y un alemán sin pasaporte convincente fue inmediatamente considerado «enemy alien». Tras un breve paso por Thursday Island lo internaron en campos como Tatura y Loveday, donde pasó buena parte del conflicto. Remó más que muchos marinos y, sin embargo, terminó pasando más tiempo tras alambradas que en la balsa de lona que le había hecho famoso.
Después del remo: opales, museos y fechas peleadas
Liberado en 1946, se quedó en Australia: aprendió a cortar ópalos, trabajó en Lightning Ridge y montó un negocio que le dio cierto bienestar. Su legado material —diarios, fotos y el propio kayak— acabó en manos del Australian National Maritime Museum, que reconstruyó su relato a partir de esos restos. Curiosamente, la fecha de su fallecimiento no figura con unanimidad en la prensa: algunas fuentes señalan marzo de 1993, otras apuntan a 1995.
Unas medidas para el asombro
Para hacerse una idea: 50.000 km significan más que dar la vuelta a la Tierra por el ecuador (≈40.075 km). Otros autores contabilizan ~30.000 millas, lo que encaja con la versión anglófona de la cifra. Sea como fuere, Speck dejó una historia que cabe en un museo y en un buen anecdotario.
La odisea de Speck en vídeo
Fuentes consultadas
ABC.es. (2011, 28 abril). El alemán que llegó hasta Australia remando. ABC. https://www.abc.es/tecnologia/abci-remo-australia-201104280000_noticia.html
Australian National Maritime Museum. (s. f.). Oskar Speck. Collections. https://collections.sea.museum/en/people/6904/oskar-speck
Prochnau, W., & Parker, L. (2018, 10 enero). From Nazi Germany to Australia: The incredible true story of history’s longest kayak journey. Vanity Fair. https://www.vanityfair.com/style/2018/01/from-nazi-germany-to-australia-the-incredible-true-story-of-historys-longest-kayak-journey
Australian National University / Research Data. (s. f.). Oskar Speck collection. https://researchdata.edu.au/oskar-speck-collection/936995
ABC News (Australia). (2025, 5 agosto). The forgotten adventurer who kayaked 50,000 km — and was then interned in Australia. ABC News. https://www.abc.net.au/news/2025-08-06/oskar-speck-world-wars-kayak-germany-australia-loveday/105558846
Adventure Journal. (2023, 15 junio). Oskar Speck set off from the Danube in a kayak—he ended in Australia. Adventure Journal. https://www.adventure-journal.com/2023/06/oskar-speck-set-off-from-the-danube-in-a-kayak-he-ended-in-australia/
Escritor, profesor, traductor, divulgador, conferenciante, corrector, periodista, editor.






