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Stubbs, el gato que fue alcalde en Alaska

En un mundo donde la política se llena de discursos vacíos y promesas que duran menos que una croqueta en Nochebuena, Talkeetna, un pequeño pueblo de Alaska, decidió dar un puñetazo en la mesa y elegir a un líder que, si bien no iba a ofrecer vibrantes mítines, al menos no les iba a mentir descaradamente. Y así, en 1997, esta pequeña localidad de menos de 900 habitantes, proclamó como alcalde a Stubbs, un gato anaranjado de orejas puntiagudas y alma de estadista.

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Origen de la leyenda: un gato sin ambiciones políticas

Stubbs no nació en el seno de una familia poderosa ni en la cuna del poder, sino en el almacén de una tienda del pueblo. Era un coqueto gatito anaranjado, peludo y con una mirada que manifestaba la mezcla perfecta entre indiferencia y autoridad, cualidades esenciales para un líder de nuestros tiempos.

Stubbs el gato alcalde
Stubbs, el gato alcalde

La historia cuenta que, ante la falta de candidatos humanos dignos de confianza, los ciudadanos de Talkeetna decidieron elegir a Stubbs como una opción de protesta. Y así, sin necesidad de cansinas campañas electorales, promesas incumplibles ni sobornos encubiertos, el felino se convirtió en el regidor oficial de los destinos del pueblo.

La gestión de Stubbs: menos burocracia y más siestas

La política tradicional suele ser un cúmulo de plúmbea burocracia, enfrentamientos ideológicos y ruedas de prensa soporíferas. Stubbs, en cambio, lideró un gobierno basado en la eficiencia: dormía la mayor parte del tiempo, bebía agua aderezada con hierba gatera en su vaso especial y paseaba por la tienda Nagley’s, su despacho improvisado.

Nagley’s
Nagley’s, el despacho del alcalde Stubbs

Desde un punto de vista administrativo, su gestión fue impecable: no subió impuestos, no firmó leyes controvertidas, no participó en debates acalorados y, lo más importante, siempre mantuvo su popularidad intacta. Talkeetna prosperó como destino turístico gracias a su peculiar alcalde, atrayendo turistas de todas partes del mundo que venían a conocer a ese felino que derrotó a la política tradicional con un simple bostezo.

Una carrera política sin escándalos (o casi)

A diferencia de muchos líderes de carne, hueso y cuenta bancaria en Suiza, Stubbs jamás apareció en portadas por escándalos financieros, ni se dejó arrastrar por corruptelas, ni publicó tuits desafortunados a las tres de la mañana. Su expediente estaba más limpio que el cuenco donde le servían el atún. Pero eso no significa que su vida fuera un lecho de rosas.

En 2013, protagonizó uno de los momentos más oscuros de su mandato: un perro, quién sabe si descontento con la política del alcalde, lo atacó sin previo aviso. El suceso desató una tormenta en la pequeña comunidad de Talkeetna, donde el cariño por Stubbs rozaba lo religioso. Hubo indignación, llantos, velas encendidas y hasta una recogida de firmas para declarar al perro persona non grata (aunque ni era persona, ni grata).

Stubbs, sin embargo, respondió como solo lo haría un verdadero estadista: se recuperó con dignidad, atravesó su convalecencia con la paciencia de un Buda peludo y regresó a su puesto con la misma expresión de “todo esto me importa un bigote” que lo había convertido en leyenda. Porque ni las heridas, ni el sensacionalismo, ni el caos pudieron alterar su imperturbable estilo de gobierno: dormir, ronronear y dejar que el mundo siguiera girando.

Stubbs el gato alcalde
Stubbs el gato alcalde

A lo largo de los años, su salud fue debilitándose, pero su popularidad nunca flaqueó. Finalmente, en julio de 2017, tras veinte años de servicio público ejemplar (y siestas interminables), Stubbs falleció, dejando un legado imborrable en la historia de Talkeetna y en la política mundial.

Legado de un líder inusual

Stubbs demostró que un buen líder no necesita discursos grandilocuentes ni promesas vacías. Su simple presencia fue suficiente para unir a una comunidad y atraer la atención del mundo entero. Mientras muchos políticos luchan por el poder con artimañas y estrategias maquiavélicas, este gato logró algo que muchos en la esfera política solo pueden soñar: un mandato sin corrupción, con un 100 % de aprobación y con un impacto positivo en la economía local.

Hoy en día, Talkeetna sigue recordando a su emblemático alcalde con cariño. Su historia, además de ser una anécdota deliciosa, es una metáfora perfecta de lo que muchos ciudadanos buscan en sus gobernantes: alguien que no haga mucho, pero al menos no estropee nada. Y si ese alguien puede ronronear y dormirse en mitad de una crisis, miel sobre hojuelas.


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Fuentes:

National Geographic“Alaska’s cat mayor”

Reuters“Alaska town’s purr‑fect unofficial cat mayor dies at 20”

Wikipedia en español“Stubbs (gato)”

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