Contexto histórico: una monarquía exhausta y una “dictablanda” sin pulso
A finales de los años veinte, la monarquía de Alfonso XIII avanzaba con más parches que prestigio. El rey había sobrevivido a la dictadura de Primo de Rivera, pero no a la erosión que esta había dejado en su figura. Cuando el general renunció en enero de 1930, el monarca sacó de la chistera una solución vieja conocida: otro militar fiel. Y así aterrizó en el Gobierno el general Dámaso Berenguer, quien pronto recibió de la prensa un apodo que era, al mismo tiempo, diagnóstico y epitafio: la famosa “dictablanda”.
Sobre el papel, la misión de Berenguer parecía casi de manual: desmontar la vieja dictadura, reconectar con lo que quedaba del espíritu constitucional y guiar al país hacia unas elecciones. Pero en la vida real, España vivía un enfado transversal y bastante ruidoso. Cada cual reclamaba algo:
- Los republicanos exigían acabar de una vez con la monarquía.
- Los partidos dinásticos querían volver al Parlamento y al turno de antaño.
- Obreros y campesinos pedían reformas profundas y urgentes.
- Y dentro del ejército, las divisiones y los resentimientos se acumulaban como pólvora húmeda.
El régimen de la Restauración ya no engañaba a nadie. Aún mantenía sus ritos, sí, pero sonaba tan hueco como una gramola vieja. El rey, además, seguía arrastrando el lastre de su cercanía al régimen anterior. Era difícil aparecer como árbitro cuando media España recordaba que durante años había sido, más bien, jugador.
Mientras tanto, la oposición republicana hacía lo contrario que el Gobierno: organizarse con disciplina. En agosto de 1930, el llamado Pacto de San Sebastián reunió a republicanos y socialistas bajo un propósito claro: derribar la monarquía y preparar una alternativa. De ese acuerdo surgió un Comité Revolucionario que comenzó a planear una insurrección coordinada.
Fue en este ambiente cuando Jaca, una ciudad pirenaica tranquila en apariencia, quedó situada en el centro de un complot que pretendía cambiar la historia con un golpe de audacia.
Los protagonistas: militares desengañados y civiles con prisa por cambiar el país
Jaca albergaba una guarnición militar y un ambiente cada vez más decantado hacia el republicanismo. Allí servía el capitán Fermín Galán, del Regimiento Galicia n.º 19, recién salido de su paso por Montjuïc por haber participado en la conspiración de la Sanjuanada en 1926. El capitán no era un militar de salón: había tratado con medios anarquistas, simpatizaba con posiciones progresistas y veía en la república una oportunidad regeneradora.
Galán pronto encontró aliados entre otros oficiales que compartían el mismo desencanto:
- Ángel García Hernández, responsable de la compañía de ametralladoras.
- Salvador Sediles y Miguel Gallo, capitanes del Batallón de Cazadores de Montaña La Palma.
- Luis Salinas, capitán de Artillería apartado forzosamente del servicio.
A ellos se sumaron civiles de diverso pelaje: abogados, periodistas, un ingeniero, activistas republicanos locales. Una mezcla peculiar de uniforme, bigote engominado y corbata discreta que conspiraba cada vez con menos sigilo.
El plan: un pronunciamiento republicano con fecha fija y un guion ambicioso
El Comité Revolucionario había diseñado una insurrección de alcance nacional. A los militares se sumaría una huelga general y acciones coordinadas en distintas ciudades. La fecha elegida era el lunes 15 de diciembre de 1930.
Jaca tenía una misión clave: sublevar su guarnición, proclamar la República y avanzar hacia Huesca, donde confiaban en que otras fuerzas se unirían. Desde allí, la revuelta debía cuajar en el resto del país.
El plan parecía razonable en teoría: Jaca contaba con tropas disciplinadas, estaba bien comunicada por carretera, y el ejemplo podía prender en otras guarniciones. Pero la realidad logística era mucho menos idílica: comunicaciones deficientes, trenes lentos y vehículos requisados que acumulaban más achaques que kilómetros útiles.
Todo se torció cuando Galán recibió noticias confusas que le hicieron temer que el levantamiento había sido descubierto o adelantado. Convencido de que la oportunidad podía perderse, decidió actuar por su cuenta y adelantar la sublevación al sábado 12 de diciembre.
Arrojo, sí. Prudencia, ninguna.
12 de diciembre de 1930: Jaca amanece republicana
A las 4:45 de la madrugada, un grupo sale del Hotel Mur. En él van Galán, García Hernández, Sediles, Gallo, Salinas, el ingeniero Eustaquio Mendoza, el abogado Guillermo Marín, el periodista Fernando Cárdenas y el chófer Antonio Beltrán, más conocido como “el Esquinazau”. Cinco capitanes, dos tenientes y varios civiles dispuestos a jugárselo todo.
El plan inmediato tenía tres pasos claros:
- Controlar la guarnición.
- Proclamar la República desde el Ayuntamiento.
- Avanzar hacia Huesca en columnas organizadas.
El gesto simbólico se cuidó al detalle. Desde los balcones del Ayuntamiento se anunció la proclamación de la República y se formó una corporación municipal provisional. El mensaje era nítido: no era un simple alzamiento militar, sino un movimiento que quería implicar al conjunto de la población.
Pronto se organizaron dos columnas militares: una dirigida por Galán y otra por Sediles. Con banderas tricolores ondeando, iniciaron la marcha. Sobre el papel, aquello parecía el arranque de una epopeya. En la práctica, el camino iba a recordar más a una tragicomedia mecánica.
La marcha hacia Huesca: heroísmo a pie y vehículos que pedían la extremaunción
Las tropas avanzaron entre una mezcla poco fiable de hombres caminando y vehículos requisados que, más que trasladar revolucionarios, pedían a gritos un mecánico. Camiones, turismos y autobuses se averiaban a un ritmo desesperante, obligando a continuas paradas.
El frío pirenaico mordía la piel y el ánimo. El hambre no daba tregua. Y buena parte de la tropa no tenía muy claro qué pintaba allí, más allá de obedecer a su capitán. La marcha, lenta y desordenada, avanzaba mucho menos de lo que el entusiasmo inicial prometía.
Mientras tanto, el Gobierno se movía con rapidez. Las comunicaciones funcionaron esta vez, y las autoridades de Huesca organizaron un dispositivo de defensa. Tropas leales salieron al encuentro de los sublevados.
El choque se produjo cerca de la capital provincial. Hubo fuego cruzado, víctimas y una resistencia imposible de superar. La columna de Jaca, agotada y desorganizada, no pudo mantener el avance. La rebelión se desmoronó en cuestión de horas.
Galán, consciente del desastre y sin señales de un levantamiento nacional, optó por evitar más derramamiento de sangre y negoció su rendición. Creía, quizá, que un juicio público daría al fracaso militar la dimensión moral que él buscaba.
El consejo de guerra y la ejecución de los capitanes
Trasladados a Huesca, los oficiales fueron sometidos a un consejo de guerra sumarísimo que apenas duró cuarenta minutos. El general Arturo Lezcano presidió un proceso rápido y sin margen para la clemencia.
Galán asumió toda la responsabilidad y pidió que se eximiera al resto, pero la sentencia fue tajante: él y García Hernández serían ejecutados; los demás, condenados a largas penas de prisión.

El 14 de diciembre, al amanecer, los dos capitanes fueron fusilados en las afueras de la ciudad. Galán rechazó la presencia del sacerdote; García Hernández la aceptó. En el instante final, Galán pronunció la orden de fuego y murió gritando “¡Viva la República!”.
El Gobierno había querido escarmentar. Acababa de fabricar dos mártires.
Fracaso militar, victoria política
Militarmente, lo ocurrido fue un desastre: improvisación, mala coordinación y una respuesta gubernamental efectiva. Sin embargo, el impacto político fue de enorme alcance.
Las ejecuciones sacudieron al país y colocaron a los capitanes en el imaginario republicano como símbolos del sacrificio por la libertad. Para la monarquía, en cambio, la imagen fue devastadora: se la vio como un régimen dispuesto a fusilar a dos oficiales un domingo para frenar una rebelión que, además, había fracasado.
Durante la Segunda República, sus retratos colgaron en ayuntamientos, sedes de partidos y escuelas. Calles y plazas llevaron su nombre. En Jaca, el parque de la Constitución pasó a llamarse Paseo Fermín Galán.
El fracaso de Berenguer, evidente tras la sublevación, aceleró el desgaste del Gobierno. Su caída dio paso a un Ejecutivo breve, el del almirante Aznar, que acabaría siendo recordado por una frase célebre tras las elecciones municipales del 12 de abril de 1931: “España se ha acostado monárquica y se ha levantado republicana”.
Dos días después, el rey marchaba al exilio. La República era un hecho.
Cuatro meses antes, Jaca había sido solo un levantamiento fallido. Con la perspectiva de abril de 1931, se convirtió en prólogo imprescindible de lo que estaba por venir.
Curiosidades y detalles menos conocidos
Más allá del relato heroico, la sublevación dejó anécdotas y matices que completan el cuadro.
El movimiento tuvo un marcado carácter cívico-militar. La implicación de civiles, la proclamación en el Ayuntamiento y la formación de una corporación municipal provisional lo alejaban del típico golpe de cuartel.
El adelanto unilateral de la fecha por parte de Galán generó un efecto paradójico: pretendía evitar un fracaso y terminó provocando un aislamiento fatal.

La rapidez del consejo de guerra y la decisión de ejecutar en domingo alimentaron la indignación pública. Y años después, ya en plena República, el Tribunal Supremo revisó responsabilidades políticas y militares, prueba de la huella que el caso dejó en la memoria jurídica del país.
La cultura popular también recogió aquel episodio. La historia de Galán llegó pronto al cine, y la marcha desde Jaca hacia Huesca ha sido recreada en obras históricas y literarias que oscilan entre la épica y la tragedia.
La memoria contemporánea: monumentos, rutas y debates encendidos
Casi un siglo después, Jaca sigue recordando aquel diciembre. La ciudad conserva monumentos, placas y rutas que permiten seguir los pasos de los protagonistas: el Hotel Mur, el Ayuntamiento, los antiguos cuarteles, los caminos por los que avanzaron las columnas.
Cada año, asociaciones locales organizan homenajes a Galán, García Hernández y otros participantes de la sublevación. En Huesca, el memorial dedicado a ambos capitanes es un punto de recuerdo… y también, por desgracia, un recurrente objetivo de actos vandálicos. La polémica se mezcla con los debates actuales sobre la memoria histórica y la pertinencia de mantener o retirar determinados símbolos.
La persistencia de estas tensiones muestra que la Sublevación de Jaca no es un episodio menor, sino un hito cargado de significados incómodos: el papel del ejército, el final de la monarquía alfonsina, la legitimidad de la Segunda República y la manera en que se recuerda el pasado según soplen los vientos políticos.
De aquel amanecer helado de 1930 quedan calles, monumentos y libros. Pero, sobre todo, permanece la idea de que un levantamiento torpe pero decidido puede mover los cimientos de un régimen que ya estaba, de hecho, agotado.
Vídeo: “La Sublevación de Jaca, 1930”
Fuentes consultadas
- Monleón, J. (1978, 1 de octubre). La sublevación republicana de Jaca, en 1930: Fermín Galán. Tiempo de Historia, 4(47), 4-15. https://gredos.usal.es/handle/10366/29154
- Gascón Ricao, A. (2019, 2 de diciembre). 1930. La intrahistoria de la sublevación republicana de Jaca. Ser Histórico. https://serhistorico.net/2019/12/02/1930-la-intrahistoria-de-la-sublevacion-republicana-de-jaca-antonio-gascon-ricao/
- Roldán Pascual, J. E. (s.f.). 12 de diciembre de 1930. La sublevación de Jaca. Academia de las Ciencias y las Artes Militares (ACAMI). https://www.acami.es/efemerides/12-de-diciembre-de-1930la-sublevacion-de-jaca/
- El Café de la Historia. (2020, 12 de febrero). Alfonso XIII, «el Sicalíptico», el rey que impulsó la industria pornográfica. El Café de la Historia. https://www.elcafedelahistoria.com/alfonso-xiii-cine-sicaliptico/
- Sampelayo Carrasco, C. (1981, enero). Jaca: Medio siglo. Tiempo de Historia, 7(74), 16-25. https://gredos.usal.es/handle/10366/24592
- Wikipedia contributors. (s.f.). Sublevación de Jaca. En Wikipedia, la enciclopedia libre. https://es.wikipedia.org/wiki/Sublevaci%C3%B3n_de_Jaca
Escritor, profesor, traductor, divulgador, conferenciante, corrector, periodista, editor.






