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San Serriffe: el archipiélago inventado que engañó a medio mundo

El día que The Guardian troleó al mundo tipográfico

El 1 de abril de 1977, los británicos se levantaron como cada mañana: con una taza de té, tostadas con mermelada y la firme convicción de que el periodismo de calidad aún existía. The Guardian, uno de los periódicos más respetados del Reino Unido, amaneció con un suplemento especial de siete páginas dedicado a un país exótico: San Serriffe. Un paraíso insular situado —supuestamente— en algún rincón encantadoramente ignoto del Océano Índico.

Nada hacía sospechar al lector medio que aquello no era más que una broma cuidadosamente maquinada por unos redactores con demasiado conocimiento de diseño gráfico y una alarmante falta de supervisión editorial. Porque, sí: San Serriffe no existía. Nunca existió. Era un guiño cargado de humor tipográfico disfrazado de especial informativo.

Era un primero de abril, el equivalente anglosajón a nuestro día de los inocentes.

Y coló. Vaya si coló.

San Serriffe

Una república tipográfica con sabor tropical

San Serriffe, según el suplemento, era una joven república que acababa de celebrar el décimo aniversario de su independencia de una potencia europea no especificada —guiño guiño, codazo codazo—. Su geografía estaba compuesta por dos islas principales: Upper Caisse y Lower Caisse, lugares que suenan más a ajustes de párrafo que a destinos turísticos.

La capital, Bodoni, era un homenaje descarado al famosísimo tipo de letra neoclásico. No faltaban otras localidades como Garamondo, Helvetica, Gill Sands (sí, con «Sands», no «Sans», por si algún rezagado no había pillado todavía la broma), y accidentes geográficos como Cap Helvetica o Times New Bay.

La forma del archipiélago —y esto ya era para nota— imitaba un punto y coma flotando en el mar. Por si algún diseñador despistado aún no había conectado los puntos… y las comas.

San Serriffe

El general Pica y la democracia kerning

El gobernante de tan exótico territorio era el General Pica, un líder carismático que, según el reportaje, dirigía con mano firme los destinos de su nación. Como no podía ser de otra manera, el nombre «Pica» no remite a ningún general real, sino a una antigua unidad de medida tipográfica que equivale, para más inri, a 1/6 de pulgada. La precisión militar, al milímetro.

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El sistema político era descrito con detalles inventados pero verosímiles: elecciones celebradas en Sans-Serif Times, discursos desde el Palacio de Serif, tensiones entre minorías tipo-marginales… Todo presentado con tal solemnidad que uno dudaba si estaba leyendo un suplemento de viajes o el prospecto de una convención de Adobe.

San Serriffe

Turismo ficticio y publicidad aún más falsa

Como todo país con aspiraciones de atraer divisas, San Serriffe presumía de playas de arena blanca, vegetación tropical exuberante y una gastronomía tan afinada como una paleta Pantone bien calibrada. Todo muy equilibrado, eso sí, como si lo hubiera maquetado un suizo con TOC.

Para añadir verosimilitud —y descolocar definitivamente a los incrédulos—, el suplemento incluía anuncios publicitarios falsos, con empresas interesadas en invertir en la floreciente economía sans-serrifiana. Destacaba especialmente un anuncio de multipropiedad en las playas de Gill Sands, que provocó más de una llamada real preguntando por precios y disponibilidad.

Algunos anuncios incluían frases tan sutiles como: “Ahora también en cursiva, para los más atrevidos”, o “El paraíso tiene interlineado doble”. Sutilezas que, aparentemente, pasaron por alto a buena parte de los lectores.

San Serriffe

Lectores crédulos, editores encantados

The Guardian recibió ese día miles de llamadas. Algunas de lectores deseando más información, otras de agencias interesadas en promover viajes a la región y no faltaron los intelectuales que fingieron haber oído hablar antes de San Serriffe para no parecer incultos. Los más atrevidos enviaron cartas al director con sugerencias de mejoras urbanísticas o —y esto no es broma— críticas al gobierno despótico del General Pica.

Pasado el efecto inicial, lejos de indignarse por la tomadura de pelo, el público reaccionó con entusiasmo. La broma fue percibida como un derroche de creatividad e inteligencia. Durante años, San Serriffe tuvo nuevas entregas, reapareció en columnas, anuncios e incluso se convirtió en un caso de estudio en universidades. El país que nunca fue, pero que durante un glorioso 1 de abril existió en la imaginación colectiva.

La geografía de los lugares imposibles

San Serriffe no está solo en el mapa de los territorios que únicamente existen en papel. Comparte vecindario imaginario con Utopía, Macondo, Narnia, Ruritania, y tantos otros enclaves que han salido del teclado de escritores, artistas o, en este caso, periodistas con vena burlona.

La fascinación que ejercen estos lugares imaginarios no es nueva, pero sí lo fue la manera en que San Serriffe se coló en un periódico serio y pasó desapercibido por varias horas. No era un relato de ficción ni una novela gráfica: era puro periodismo tipográfico satírico, un arte menor que debería tener más presencia en los medios actuales, que a veces se toman demasiado en serio incluso cuando publican cosas que parecen igual de ficticias.

San Serriffe

Curiosidades para cerrar con estilo

  • El nombre “San Serriffe” no solo juega con la tipografía sans-serif, sino que añade una pátina de respeto eclesiástico, como si el santo patrón de los diseñadores hubiera decidido tomarse unas vacaciones en un resort del Índico.
  • El «Movimiento de Liberación de San Serriffe», surgido en cartas posteriores al director, reclamaba el fin de la dictadura del General Pica y pedía elecciones libres entre las fuentes display y las monoespaciadas.
  • Se vendieron mapas y souvenirs de San Serriffe años después. Hubo quien los enmarcó, y otros que los usaron para explicar a sus hijos cómo funciona la sátira. O cómo no funciona el sentido común colectivo.

Fuentes:

Wikipedia (San Serriffe) . The Guardian via MediumGrapheine

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