Una madrugada de héroes… de opereta
La madrugada del 20 al 21 de enero de 1977, cuatro hombres convencidos de estar a punto de firmar una página gloriosa de la historia canaria se plantaron frente a la iglesia de la Concepción, en Santa Cruz de Tenerife. No estaban allí para rezar. Su objetivo era mucho más ambicioso en su imaginación: hacerse con el Pendón de la Conquista, símbolo del dominio colonial, y enviárselo como trofeo a Antonio Cubillo, el líder del Mpaiac, que dirigía la causa independentista desde su exilio en Argel.
Habían bautizado el plan como “Operación Estrella”, un nombre que sonaba a epopeya tropical y acción clandestina de altura. Sobre el papel, el guion parecía casi sencillo: entrar por el coro, localizar la preciada enseña y desaparecer sin levantar sospechas. La realidad, siempre tan poco complaciente, empujó la escena hacia la comedia involuntaria más que hacia la gesta revolucionaria.
Erelca: entusiasmo desbordado y puntería deficiente
El comando operaba bajo el nombre de Erelca, un grupo con pulsión anarquista y simpatías independentistas que rozaba más el entusiasmo que la estructura. Lo integraban Juan Pedro Hernández Rodríguez, apodado “Juan el Barba” o “Juan Banderas”; Pedro Aniceto Medina Calero, un policía armado; Luis Alberto Martín Garbote y Miguel Hernández Herrero, conocido como “Babán”.
La escena se presta sola a la imaginación: el silencio del casco histórico, la oscuridad apagando contornos, y cuatro hombres avanzando entre sombras para trepar hasta el coro del templo. Una vitrina forzada, dos banderas alzadas como botín improvisado y la urgencia de salir cuanto antes creyendo haber triunfado. No dedicaron ni un segundo a comprobar su premio. La emoción, el sigilo y la torpeza formaron una mezcla explosiva.
La confusión de las banderas: historia en la mano, objetivo perdido
Ya a salvo, cuando desplegaron las piezas robadas, la sorpresa fue tan grande como el error cometido. No habían capturado el Pendón de la Conquista. En su lugar, sostenían dos reliquias de enorme valor histórico para la ciudad.
Una era la bandera arrebatada a las fuerzas del almirante Horatio Nelson en 1797, tomada a la fragata Emerald tras el fallido intento británico de conquistar Santa Cruz de Tenerife. La otra correspondía a las milicias tinerfeñas que defendieron la isla bajo las órdenes del general Gutiérrez, las mismas que habían logrado la victoria frente a Nelson.

En un giro de ironía casi literaria, quienes querían atacar un símbolo colonial terminaron robando dos emblemas de la resistencia local. Ni a propósito.
La llamada a Argel: miedo a la bronca… y ovación inesperada
Con las banderas sobre la mesa y el error a la vista, tocaba informar a Argel. Uno del grupo tomó el teléfono con resignación, preparado para escuchar la reprimenda del siglo. Al otro lado esperaba un Antonio Cubillo que imaginaba el Pendón en manos de sus seguidores y un golpe simbólico de primer orden.

Pero la reacción fue todo menos previsible. Lejos de enfadarse, Cubillo celebró la acción como si hubiese sido el plan original. Alegó que ambas enseñas tenían un gran peso para la sociedad de la isla y que, en cierto modo, el efecto simbólico se mantenía. Solo pidió dos cosas: absoluta discreción y el envío inmediato de las banderas a Argel.
La discreción duró lo que tarda un vaso en vaciarse. Y lo de enviarlas, aún menos.
Lenguas sueltas, alcohol y una redacción de periódico
Como en tantas historias de espionaje frustrado, fue la lengua suelta de uno de los implicados la que echó por tierra los restos del plan. Eufórico por la hazaña, animado por los tragos y convencido de su papel histórico, acabó contándole a un conocido lo que habían hecho. Primero lo insinuó, luego se arrepintió y, horas más tarde, volvió para contarlo todo con más detalle.
El destino, siempre aficionado a los giros dramáticos, quiso que el confesionario improvisado fuera, agárrense, la redacción del periódico El Día. No un bar oscuro ni un banco del parque, no: una sala llena de periodistas entrenados para oler historias jugosas a metros de distancia.
Los redactores, atónitos primero y con las antenas desplegadas después, escucharon aquella mezcla de confidencia etílica y heroicidad mal entendida.
Y, como era de esperar, trasladaron la información a quien correspondía: a la policía, que no tardó en unir los hilos de un relato que empezaba a tener más sentido del que al comando le habría gustado.
Mientras tanto, en la iglesia de la Concepción, tras una ceremonia por el centenario de su consagración, alguien notó que la vitrina donde descansaban la bandera de Nelson y la de las milicias estaba abierta. Las piezas habían desaparecido. El misterio comenzaba a tomar forma.
El aeropuerto de Los Rodeos: final de la Operación Estrella
Ocho días después del robo, el 29 de enero de 1977, el destino volvió a alzarse protagonista. Juan Hernández, dispuesto a volar hacia Suiza para continuar luego a Argel, se presentó en el aeropuerto de Los Rodeos. La policía ya tenía nombres, sospechas y un hilo que tirar. Y estaba esperándole.
Durante el registro de su equipaje apareció la evidencia que faltaba: las dos banderas cuidadosamente guardadas en una maleta negra. El periódico publicó el suceso con un titular que hoy suena a humor involuntario: “El nombre del detenido con las enseñas fue el facilitado a El Día y comunicado a la Policía”.

Los demás miembros del comando cayeron poco después. El 3 de febrero los cuatro ingresaron en prisión, aunque saldrían en libertad en abril. La estructura de la rama armada, sin embargo, quedó deshecha.
Dosier, explosivos y una lista de planes que nunca vieron la luz
Durante la investigación, la Guardia Civil descubrió que la sustracción de las banderas formaba parte de un ambiente más amplio de intentos de acción armada. Desde finales de 1976 habían estallado artefactos caseros en tiendas, oficinas y compañías aéreas. Eran dispositivos rudimentarios que causaban escasos daños materiales, pero que alimentaban la idea de una organización con aspiraciones de mayor impacto.
En un registro apareció un dosier donde figuraba una lista de objetivos: establecer una base en Taganana, robar explosivos en la cantera de La Jurada, atacar los repetidores de Radio Nacional en el parque de Las Mesas, llenar muros de símbolos independentistas, secuestrar a un militar, eliminar un campamento de Guerrilleros de Cristo Rey y, por supuesto, hacerse con el Pendón de Castilla para enviarlo a Argel.
El papel soportaba bien la épica. La realidad operativa, no tanto.
El Mpaiac en la Transición: ruido, bombas caseras y escaso apoyo
Todo ocurría en un momento convulso del país. España vivía los primeros años de la Transición, con un sistema político aún en construcción y diversos movimientos buscando su lugar. El Mpaiac intentó proyectar la causa canaria como un caso de descolonización pendiente y apostó por una violencia de bajo nivel para llamar la atención internacional y conseguir su objetivo: proclamar la República Federal Guanche.

Sin embargo, sus apoyos eran muy limitados, sus medios escasos y sus acciones, aunque llamativas, carecían de eficacia real. Entre emisiones radiofónicas desde Argel y atentados rudimentarios, el robo de las banderas se convirtió en el símbolo más claro de las contradicciones internas del movimiento.
Banderas recuperadas, mito desmontado
Las dos enseñas regresaron a su vitrina. El Pendón de la Conquista nunca se movió. Lo que sí cambió fue el relato interno de aquellos aspirantes a revolucionarios, cuya «operación estrella» terminó siendo un ejemplo perfecto de cómo la épica soñada puede transformarse, con un solo resbalón, en una comedia de enredo.
Y, sin embargo, en esa torpeza quedó grabada una verdad difícil de admitir pero inevitable: las revoluciones no solo fracasan por falta de fuerza, sino por exceso de fe en la propia audacia. Allí donde ellos imaginaron gloria, la historia escribió un guiño con tintes cómicos.
Allí donde soñaron incendiar conciencias, apenas lograron encender una anécdota.
Fuentes consultadas
- Herrero, A., & Millet, D. (2009, 1 de noviembre). La bandera de Nelson y la operación Estrella. La Driza. https://driza.blogspot.com/2009/11/la-bandera-de-nelson-y-la-operacion.html
- ME QUEDO BOBA. (2009, 2 de noviembre). “El nombre del detenido con las enseñas fue el facilitado a El Día y comunicado a la Policía”. El blog de ME QUEDO BOBA. https://losrealejos.over-blog.es/article-el-nombre-del-detenido-con-las-ensenas-fue-el-facilitado-a-el-dia-y-comunicado-a-la-policia-38558104.html
- Pomares Rodríguez, F., & Pérez García, J. M. (2017). La guerra de las pulgas: propaganda armada, caudillismo y delación en el MPAIAC. La misión de Antonio Cubillo en la independencia de Canarias. Anuario de Estudios Atlánticos, 63, 063-003. http://anuariosatlanticos.casadecolon.com/index.php/aea/article/view/9910
- Muñiz, F. (2025, 8 de agosto). GRAPO, jamones y revolución: cuando el proletariado desayunó chorizo gratis. El Café de la Historia. https://www.elcafedelahistoria.com/grapo-jamones-revolucion/
- Wikipedia. (2024). Movimiento por la Autodeterminación e Independencia del Archipiélago Canario. Wikipedia, la enciclopedia libre. https://es.wikipedia.org/wiki/Movimiento_por_la_Autodeterminaci%C3%B3n_e_Independencia_del_Archipi%C3%A9lago_Canario
- Fundación Juan March. (1977). MPAIAC roba banderas [Ficha de prensa del Archivo Linz de la Transición española]. Fundación Juan March. https://www.march.es/es/coleccion/archivo-linz-transicion-espanola/ficha/mpaiac-roba-banderas–linz.R-15986
Escritor, profesor, traductor, divulgador, conferenciante, corrector, periodista, editor.






