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Así nació el primer anuncio de televisión: 10 segundos que hicieron historia

Una epopeya publicitaria de 10 segundos

Si pensamos en grandes logros de la humanidad, solemos acordarnos de la imprenta, la luz eléctrica o Internet. Pero casi nadie repara en ese fugaz momento que, sin hacer ruido, cambió la manera en que compramos: el primer anuncio de televisión. Sí, sí, ese mismo que duraba apenas 10 segundos y donde lo más emocionante era un reloj sobre un mapa. Y aun así, marcó un antes y un después.

Bienvenidos al año 1941

Imagínate esto: 1941. Los televisores eran aparatos futuristas que casi nadie tenía. La programación, escasa y rudimentaria, y la Segunda Guerra Mundial en pleno apogeo hacían que pensar en publicidad televisiva fuera casi tan absurdo como vender helados en el Sahara.

Pero alguien vio algo que los demás pasaban por alto: esas pantallas diminutas podían ser oro puro. Ese alguien fue Bulova, la marca de relojes que decidió gastar… nueve dólares. Sí, nueve. Con eso, pusieron en marcha lo que hoy es la multimillonaria industria de la publicidad televisiva en un movimiento más astuto de lo que le pareció a todo el mundo en aquellos momentos.

El anuncio que lo cambió todo

Ahora cierra los ojos e imagina la escena: 1 de julio de 1941, verano, un aparato rarísimo en medio del salón al que llaman televisor, y tú esperando ver un partido de béisbol entre los Brooklyn Dodgers y los Philadelphia Phillies. De repente… ¡zas! Aparece el primer anuncio de televisión comercial de la historia. Y tú ahí, mirando un reloj encima de un mapa, como si fuera lo más alucinante del siglo.

El anuncio era sencillo: un mapa de Estados Unidos, un reloj Bulova encima y una voz que proclamaba con solemnidad:
«America runs on Bulova time» (América funciona con la hora de Bulova).

Nada de efectos especiales, nada de actores famosos, nada de color. Solo un mapa, un reloj y una idea simple. Y funcionó: incluso con apenas unos cuantos televisores encendidos en todo el país, la gente prestó atención.

Cómo se hizo la magia

No hubo grandes equipos, ni sets de cine, ni estrellas de Hollywood. Solo una imagen, una voz en off y un poco de patriotismo. En plena guerra, la unidad nacional era irresistible, y Bulova lo supo usar con elegancia minimalista.

Y por sólo nueve dólares….

El efecto inmediato y el legado

Nadie corrió a comprarse un Bulova sólo por ese anuncio, pero la chispa estaba encendida. Otras marcas empezaron a mirar la televisión de otra manera, preguntándose si podía ser algo más que un lujo para unos pocos.

Con el tiempo, los anuncios evolucionaron hasta convertirse en espectáculos por derecho propio: mensajes que apelaban a emociones, a la razón, e incluso al absurdo más absoluto.

Los años dorados

En los años 50 y 60, la Edad de Oro de la televisión trajo jingles que no se olvidan, estrellas de cine promocionando productos y anuncios que contaban historias más allá de vender. Coca-Cola vendía sueños de sociedad perfecta, Marlboro vendía vaqueros con estilo y la sociedad empezó a mirarse en aquellos comerciales que parecían marcar la pauta del sueño americano… y todo había empezado gracias a aquel pequeño e incluso humilde primer paso de Bulova en 1941.

Curiosidades que sorprenden

  • Alcance limitado: Apenas unas pocas miles de personas vieron el anuncio, pero su impacto fue enorme gracias al boca a boca y a la fascinación por lo nuevo.
  • Rivalidad temprana: Bulova no reinó en solitario mucho tiempo; pronto Procter & Gamble y General Electric se lanzaron con anuncios mucho más elaborados.
  • Costo actual: Ajustando la inflación, esos nueve dólares serían unos 180 hoy. Sin duda, una ganga comparada con los millones que cuesta un comercial en televisión a día de hoy sin necesidad de ser el famoso minuto de oro del intermedio de la Super Bowl.

De un reloj a la realidad virtual

Hoy la publicidad nos persigue en cada pantalla: el móvil, la tablet, incluso los mundos virtuales del metaverso. Pero todo comenzó con un anuncio de 10 segundos que demostró que la televisión podía conectar marcas y consumidores.

Bulova no solo vendió relojes; sembró la semilla de una era donde creatividad, marketing y tecnología se unieron para cambiar la forma en que consumimos. Todo por nueve dólares y una frase pegajosa.


Fuentes consultadas


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