Cada 4 de julio, mientras Estados Unidos enciende barbacoas y agita banderas, la historia guarda un detalle que suele quedar eclipsado por el estruendo de los fuegos artificiales. En tres ocasiones distintas, ese mismo día de celebración nacional se convirtió también en fecha de luto presidencial. Thomas Jefferson, John Adams y James Monroe, tres figuras esenciales de la primera república, se despidieron del mundo justo cuando el país celebraba su nacimiento, como si hubieran decidido que no había jornada más adecuada para dejar el telón caer.
En 1826, año del gran jubileo por el cincuentenario de la independencia, murieron con apenas unas horas de diferencia Jefferson, arquitecto literario de la Declaración, y Adams, su meticuloso revisor y rival intelectual. Cinco años después, en 1831, James Monroe, quinto presidente de la nación, se convirtió en el tercer miembro de este singular club, alimentando la sensación de que el destino tenía una inclinación casi burlesca por las coincidencias históricas.
Jefferson y Adams: amistad, broncas y cartas con pólvora intelectual
Jefferson y Adams comenzaron como compañeros de trinchera ideológica. Ambos formaron parte del comité encargado de redactar la Declaración de Independencia: Jefferson, con su estilo casi musical; Adams, con su empuje argumental y su capacidad para convencer a congresistas indecisos. Aquella colaboración, sin embargo, derivó muy pronto en una rivalidad dura y francamente teatral.
Tras la Revolución, la brecha entre ambos se hizo evidente. Adams representaba un federalismo más rígido y desconfiado de los excesos democráticos; Jefferson, defensor de los estados y de una república agraria, impulsaba una visión más descentralizada. Las campañas electorales de 1796 y 1800, plagadas de acusaciones de monarquismo o de irreligiosidad, fueron tan feroces que harían palidecer a más de un estratega político moderno.
Durante años convivieron en un frío silencio. La reconciliación llegó en 1812 gracias a Benjamin Rush, un amigo común que actuó como mediador. A partir de ese momento, ambos ancianos se escribieron con pasión casi juvenil, intercambiando reflexiones sobre filosofía, religión, política y las contradicciones del joven país que ellos mismos habían ayudado a fundar. Aquella correspondencia, abundante y sin filtros, sigue hoy siendo una fuente inagotable para quien quiera asomarse a la intimidad intelectual de dos mentes que marcaron para siempre el rumbo de una nación.
El 4 de julio de 1826: jubileo con doble funeral
Cuando llegó 1826, Jefferson tenía 83 años y Adams 90. Ambos estaban enfermos y sabían que el tiempo ya no jugaba a su favor. Sin embargo, el cincuentenario de la independencia generaba una expectación enorme, y muchos esperaban de ellos discursos o mensajes solemnes, como si la república necesitara escuchar de sus labios una última bendición.
Jefferson, postrado en Monticello, no pudo desplazarse, aunque redactó unas líneas para que se leyeran en los actos oficiales. Murió el 4 de julio, poco después del mediodía, sin estridencias y rodeado por su círculo más íntimo.
En Quincy, Massachusetts, Adams aguantó unas horas más. Su último suspiro llegó hacia las seis de la tarde, mientras el país seguía celebrando desfiles y salvas. Sus supuestas últimas palabras —“Thomas Jefferson todavía sobrevive”— se han convertido en una de esas anécdotas que la historia acaricia con gusto, porque el propio Jefferson había muerto ya varias horas antes. En una época sin telégrafos ni instantaneidad, la noticia tardó en recorrer la distancia entre Virginia y Massachusetts.
Cuando la doble muerte se difundió, la nación la recibió con una mezcla de desconcierto y solemnidad. Predicadores, políticos y periodistas coincidieron en que aquella coincidencia no podía ser fruto del simple azar. El propio John Quincy Adams habló de “señales visibles del favor divino”, fórmula que dejaba entrever la idea de que el relato nacional parecía escrito por alguien con debilidad por los finales dramáticos.
James Monroe, el tercer hombre del 4 de julio
James Monroe, aunque menos brillante que Jefferson o menos combativo que Adams, jugó un papel decisivo en la consolidación del país. Veterano de la guerra de Independencia, discípulo de Jefferson y político incansable, ocupó prácticamente todos los cargos posibles antes de llegar a la presidencia en 1817. Su nombre perdura gracias a la Doctrina Monroe, un mensaje firme dirigido a las potencias europeas para que dejaran de entrometerse en el continente americano.

Al concluir su mandato, su vida se tornó más gris. Las deudas lo apretaban, su esposa falleció en 1830 y su salud se deterioraba. Con tos persistente, debilidad y un ánimo quebrado, se trasladó a Nueva York para vivir con su hija Maria Hester y su yerno, en una casa modesta de la calle Prince.
El 4 de julio de 1831, Monroe falleció a los 73 años. Su funeral, descrito por la prensa como multitudinario, recorrió Broadway entre campanas y salvas. Primero descansó en un cementerio neoyorquino, aunque años después sus restos fueron trasladados a Richmond, donde hoy reposan en un mausoleo convertido en patrimonio histórico.
Con él, tres de los cinco primeros presidentes murieron el día de la independencia. Los cronistas de la época hablaron de una coincidencia “sin equivalente”, y no faltaron quienes insinuaban que el 4 de julio parecía empeñado en reclamar figuras presidenciales para completar su simbolismo.
¿Casualidad matemática o ironía histórica?
A partir de estas muertes, la imaginación colectiva hizo su trabajo. Para algunos, era señal de un destino que se tomaba demasiadas libertades poéticas. Para otros, fruto del simple azar, unido a la longevidad excepcional de estos hombres y a la exigencia física que suponía viajar o participar en celebraciones en pleno verano.
La historia añadió un matiz irónico más cuando, en 1872, nació otro presidente, Calvin Coolidge, también un 4 de julio. La fecha que había despedido a tres mandatarios recibía ahora a uno nuevo, como si quisiera equilibrar cuentas o alimentar la eterna pulsión humana por ver patrones incluso donde solo hay una estadística traviesa y un calendario con inclinación teatral.
Vídeo: “Deaths of John Adams, Thomas Jefferson and James Monroe on July 4th”
Fuentes consultadas
- Jorge, M. (2017, 4 julio). Han muerto más presidentes estadounidenses el 4 de julio que en ninguna otra fecha. Gizmodo en Español. https://es.gizmodo.com/han-muerto-mas-presidentes-estadounidenses-el-4-de-juli-1796618263
- Wikipedia. (s. f.). Día de la Independencia de los Estados Unidos. En Wikipedia, la enciclopedia libre. https://es.wikipedia.org/wiki/D%C3%ADa_de_la_Independencia_de_los_Estados_Unidos
- Prieto, M. J. (2021, 22 julio). Dos firmantes de la Declaración de Independencia murieron un 4 de julio. Curistoria. https://www.curistoria.com/2021/07/dos-firmantes-de-la-declaracion-de-independencia-murieron-un-4-de-julio.html
- Muñiz, F. (2025, 17 marzo). Jumbo, el pene de Lyndon B. Johnson. El Café de la Historia. https://www.elcafedelahistoria.com/jumbo-pene-lyndon-b-johnson/
- Wikipedia. (s. f.). James Monroe. En Wikipedia, la enciclopedia libre. https://es.wikipedia.org/wiki/James_Monroe
- Redacción Gestión Mix. (2023, 2 julio). 4 de julio: los 3 presidentes de Estados Unidos que murieron en el Día de la Independencia. Gestión. https://gestion.pe/mix/respuestas/4-de-julio-los-3-presidentes-de-estados-unidos-que-murieron-en-el-dia-de-la-independencia-john-adams-thomas-jefferson-james-monroe-nnda-nnlt-noticia/
Escritor, profesor, traductor, divulgador, conferenciante, corrector, periodista, editor.






