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Premio Ig Nobel de la Paz 2020: cuando la paz se gana a timbrazos

El Premio Ig Nobel de la Paz 2020: cuando la diplomacia adopta el noble arte de “tocar el timbre y salir corriendo”

Qué es realmente el Premio Ig Nobel y por qué tiene su gracia

El Premio Ig Nobel no es una gamberrada entre científicos con tiempo libre, aunque a simple vista lo pareciera. Se trata de un galardón satírico que se entrega desde 1991 y que reconoce hallazgos capaces de provocar primero una carcajada y luego una ceja levantada. Su propósito es recordar que la ciencia, además de seria, también puede ser profundamente absurda.

Las ceremonias, celebradas tradicionalmente en Harvard, se han convertido en un espectáculo singular: premios de cartón, discursos breves porque nadie deja terminar a nadie y una atmósfera a medio camino entre un congreso académico y un espectáculo de variedades. El resultado es tan pintoresco como revelador.

A lo largo de su historia han pasado por allí investigaciones sobre ranas levitando gracias a potentes imanes, cuchillos fabricados con excrementos humanos congelados o lombrices sometidas a intensas vibraciones para comprobar sus reacciones. Ciencia de laboratorio, sí, pero con un toque surrealista que haría palidecer a más de un documental de sobremesa.

En ese desfile de ideas tan ingeniosas como extravagantes se enmarca el Premio Ig Nobel de la Paz 2020, otorgado a dos viejos rivales del tablero internacional: India y Pakistán.

El Ig Nobel de la Paz 2020: diplomacia de portal y zapatilla

El veredicto del jurado no deja lugar a dudas: el premio se concedió a los gobiernos de India y Pakistán por instruir a sus diplomáticos para que tocaran a escondidas el timbre de la embajada del otro, en plena madrugada, para salir corriendo antes de que alguien abriera la puerta. La escena podría parecer un chascarrillo de sobremesa, pero está basada en hechos reales.

En 2018 ambos países se acusaron de hostigar a diplomáticos y familiares mediante métodos tan burdos como insistentes. Coches perseguidos, cortes de agua y luz sin explicación convincente y, como guinda, timbres que sonaban a horas intempestivas para desesperación de quienes intentaban dormir. La diplomacia, convertida de pronto en una versión adulta del juego infantil de “tocar el timbre y salir pitando”.

La simple imagen de un embajador en bata, maldiciendo a quien se entretiene a esas horas con travesuras adolescentes, explica a la perfección la filosofía de los Ig Nobel. La risa llega primero; después surge la incómoda constatación de que la política internacional puede caer en la más pura niñería.

India y Pakistán: de la rivalidad nuclear al “timbreo” a medianoche

La relación entre India y Pakistán nunca ha sido un ejemplo de armonía. Ambos países nacieron tras la traumática partición de 1947 y desde entonces han librado guerras, se han enzarzado en conflictos fronterizos y han desarrollado arsenales nucleares que no tranquilizan a nadie.

El episodio de los timbrazos nocturnos encajó en un ambiente ya cargado de sospechas de espionaje, intimidaciones y maniobras poco elegantes para minar la tranquilidad del adversario. La llamada “diplomacia del timbre” no fue un hecho aislado, sino la versión doméstica y algo ridícula de un conflicto que rara vez descansa.

La ironía se intensifica si se recuerda que en 1998 ambos países ya habían compartido un Ig Nobel de la Paz por sus pruebas nucleares, descritas en tono socarrón como “explosiones agresivamente pacíficas”. De detonar bombas a tocar timbres a las tres de la mañana: el nivel de destructividad baja, pero la voluntad de molestar al vecino parece inalterable.

Un premio aparentemente ridículo que señala verdades incómodas

El Ig Nobel de la Paz 2020 puede parecer una broma, pero encierra un mensaje punzante.

En primer lugar, subraya el componente teatral de muchos conflictos internacionales. Hay gestos que, pese a su apariencia menor, están cargados de intención. Un timbre a deshora, repetido con saña, puede convertirse en un símbolo más de la tensión sostenida entre dos estados.

En segundo término, recuerda que la paz no depende solo de tratados o reuniones solemnes. También se erosiona con actos cotidianos destinados a incomodar y generar desconfianza. No hace falta un misil para deteriorar la convivencia: basta un timbre insistente a las tres de la madrugada.

premios ig nobel 2020

Por último, el galardón actúa como un espejo para el resto del mundo. En la misma edición se reconocieron otros comportamientos que ponían de manifiesto cómo las decisiones políticas pueden tener consecuencias inmediatas en la vida de millones de personas. La sátira no entiende de fronteras; reparte sus dardos con ecuanimidad.

Una tradición de premios que incomodan… y hacen pensar

El Ig Nobel de la Paz 2020 continúa una larga estela de galardones que evidencian lo fina que puede ser la línea entre lo racional y lo absurdo. Entre los premiados de ediciones anteriores figuran presidentes que prohibieron los aplausos en público, asociaciones de personas que se declaraban “legalmente muertas” o gobiernos que etiquetaban pruebas nucleares como actos de pacificación.

En ese catálogo de situaciones rocambolescas, la comedia de timbres y carreras protagonizada por India y Pakistán ocupa un lugar especialmente memorable. La escena provoca carcajadas, pero su trasfondo es el de siempre: un conflicto enquistado, un orgullo nacional que nunca se relaja y una paz que se mantiene, más que por voluntad, por costumbre.

A veces, en la trastienda de la diplomacia, la distancia entre la guerra y la paz se reduce a un simple timbrazo y a la decisión de correr en lugar de dialogar.

Vídeo: “Shameless Pakistan Harasses Indian Diplomats In Islamabad”

Fuentes consultadas

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