En un mundo donde solemnidad eclesiástica y beats electrónicos parecen habitar galaxias distintas, existe una figura que desafía todas las convenciones litúrgicas y sonoras: el Padre Guilherme Peixoto, un sacerdote portugués que, entre sermones y sacramentos, se permite el lujo —y el arte— de hacer vibrar a multitudes con sesiones de música electrónica.
De la cuna al altar: destinos y milagros
Nacido en Guimarães, cuna del Portugal histórico y ciudad de piedra, niebla y fado, Guilherme Peixoto vino al mundo con un cartel poco esperanzador: “no pasa de esta noche”, dictaminaron los médicos. Su estado era tan delicado que parecía que su debut en la vida iba a ser muy breve. Pero la criatura, terca desde la cuna, desafió el pronóstico y sobrevivió.
La familia, profundamente creyente, interpretó la supervivencia como un milagro en toda regla. Y su madre, ni corta ni perezosa, decidió que ese hijo tenía un destino marcado por lo alto: lo consagró a Dios. Nada de futbolista, ingeniero o cantante de fado… no. Sacerdote.
Y, efectivamente, Guilherme empezó a sentir la llamada del sacerdocio. A los trece años ingresó en el seminario, y allí fue modelando su vocación entre libros, rezos y algún que otro bostezo adolescente. Once años después, con apenas veinticuatro, fue ordenado sacerdote, cumpliendo así con una promesa materna y con un guion divino que, por entonces, parecía de lo más tradicional. O eso creían todos.
Sacerdote con rango militar
Más allá del púlpito y la sotana, el Padre Guilherme lleva galones. Literalmente. Porque además de sacerdote, también es Teniente Coronel en el Ejército Portugués. Con esa doble vocación —la espiritual y la militar— ha ejercido como capellán castrense en los destinos más «calientes» del planeta.
En 2010 fue enviado a Afganistán, en plena vorágine del conflicto, y en 2012 repitió experiencia en Kosovo.
Estas misiones no fueron simples escapadas pastorales: marcaron profundamente su manera de entender el sacerdocio. Donde otros ven distancia entre lo divino y lo humano, él encontró una conexión directa, cruda y sin artificios. Porque no debe haber liturgia más urgente que consolar a quien acaba de perder a un compañero, ni homilía más sincera que la que se pronuncia bajo el estruendo de un helicóptero.
Esas vivencias dotaron al Padre Guilherme de una perspectiva pastoral poco convencional, pero absolutamente real. Un sacerdote que ha rezado en trincheras y ha escuchado confesiones bajo tensión no vuelve igual al confesionario de su parroquia. Y eso, quizás, explica muchas cosas. Incluso sus sesiones de DJ.
Del karaoke parroquial a los platos profesionales
La entrada de Guilherme en el mundo de la música electrónica no fue fruto de una epifanía mística encaramado en una columna en medio del desierto, sino de una necesidad tan terrenal como parroquial: recaudar fondos. Corría el año 2006 y su parroquia atravesaba un bache económico. Así que, tirando de ingenio y con más ganas que presupuesto, organizó humildes noches de karaoke.
Al principio, el experimento funcionó: los feligreses cantaban, se reían, dejaban unas monedas y volvían a casa con el alma y los oídos renovados. Pero pronto la rutina empezó a hacer mella, y el ambiente se fue desinflando. Fue entonces cuando Guilherme, en un arrebato creativo, decidió subir la apuesta con algo más potente: rock clásico. AC/DC, Guns N’ Roses y otros himnos guitarreros comenzaron a sonar en recinto sagrado. Y funcionó. Por un tiempo.
Pero lo que de verdad le enganchó, lo que le hizo sentir algo parecido a una segunda vocación, fue la música electrónica. Sus estructuras rítmicas, su capacidad hipnótica y, por qué no decirlo, su poder de convocatoria. El cura no tardó en pasar del karaoke amateur a la mesa de mezclas profesional, invirtiendo en equipos, aprendiendo técnicas y navegando entre softwares de DJ con la misma devoción con la que estudió teología.

Lo que comenzó como una anécdota parroquial terminó por convertirse en una faceta insoslayable de su identidad. Guilherme no solo pinchaba música: predicaba a través de ella.
Evangelización a ritmo techno
Convencido de que la música es un vehículo poderoso para transmitir mensajes de paz y tolerancia, el Padre Guilherme comenzó a fusionar su fe con cadencias electrónicas. Su objetivo: conectar con los jóvenes en su propio lenguaje musical y demostrar que la espiritualidad no está reñida con el ritmo ni con la modernidad.
Su andadura como DJ sacro comenzó en pequeños encuentros parroquiales, donde sus feligreses pasaron de los cánticos tradicionales a corear mantras espirituales sobre bases de deep house. Con el tiempo, sus mezclas ganaron notoriedad en círculos alternativos y cristianos por igual, atrayendo tanto a devotos como a curiosos que querían presenciar la insólita unión entre lo divino y lo electrónico.
Esta inusual combinación lo llevó a presentarse en diversos eventos religiosos y festivales juveniles, pero fue su actuación en la Jornada Mundial de la Juventud en Lisboa 2023 la que lo catapultó a la fama. Ante una multitud de miles de asistentes y con el propio Papa Francisco en la ciudad, el Padre Guilherme ofreció una sesión matutina de techno celestial que dejó a todos boquiabiertos.
Breve setlist de Lisboa
Vestido con una sotana especialmente diseñada para la ocasión—ligera, corta, transpirable y con detalles reflectantes que brillaban al ritmo de la música—, el sacerdote se plantó en el escenario y comenzó su set con una remezcla del Kyrie Eleison en clave de trance progresivo. Los asistentes, aún adormilados por la jornada previa, pasaron del recogimiento a la euforia cuando sonó su ya icónica versión del Padre Nuestro en estilo minimal techno.
Entre loops de Amén y samples de discursos papales con efecto reverb, el set avanzó hasta alcanzar su punto álgido con una pista titulada Gloria Electrónica, en la que el sonido de campanas eclesiásticas se entrelazaba con un bajo potente y sintetizadores atmosféricos. Los fieles bailaban, algunos en éxtasis místico, otros simplemente dejándose llevar por la energía vibrante del momento.
El evento generó reacciones de todo tipo. Mientras unos aplaudían la iniciativa por acercar la fe a las nuevas generaciones, otros sectores más conservadores lo consideraron una frivolización de la liturgia. Sin embargo, el propio Francisco, famoso por su actitud abierta y su afán por modernizar la Iglesia, se limitó a sonreír y comentar: «Si esto ayuda a que los jóvenes recen, que siga el beat».
Desde entonces, el Padre Guilherme se ha convertido en un referente del techno cristiano, con giras que combinan oración, música y reflexión, demostrando que la fe, al igual que la música electrónica, no conoce fronteras.

En el nombre del beat, del drop y del espíritu rave
Lejos de limitarse a festivales benéficos o eventos parroquiales con máquina de humo prestada, el Padre Guilherme sueña —sin ocultarlo ni un poquito— con alcanzar las cumbres del techno. Su objetivo es claro: pinchar en las míticas discotecas de Ibiza, ese santuario global donde los dioses de la música electrónica se codean con influencers en chanclas. No quiere evangelizar a base de sermones, sino transmitir un mensaje de igualdad, humanidad y espiritualidad a golpe de drop, fades y crescendos.
Y no va mal encaminado. Su creciente popularidad —alimentada por su inusual mezcla de sotana, sintetizadores y simpatía— ya lo ha llevado a compartir cartel con nombres consagrados de la música electrónica. Cada sesión que ofrece es un acto de fe laica, una liturgia del ritmo donde no importa el credo, el atuendo ni la hora del último pecado. De momento, ya se le ha podido ver en la exclusiva Hï Ibiza, en la Sala Pandora de Sevilla, en el Festival Authentica de Braga y su agenda está repleta de contrataciones en prestigiosos festivales del ramo en el futuro inmediato. Estén atentos, próximamente puede recalar en su ciudad. Avisados quedan.
Porque alrededor de la cabina de Guilherme Peixoto no se expía: se baila. Y aunque no convierta el agua en vino, sí alguien tiene el don de transformar una misa en una rave mística, ese es, sin duda, el Dj Guilherme.
El Padre Guilherme en acción
Y como hablar de techno sin invocar al dios del groove sería casi un sacrilegio, he aquí una sesión del mismísimo Padre Guilherme a los mandos. Porque, si el verbo se hizo carne, ahora el ritmo se ha hecho sotana.
Dale al play y que el Espíritu Santo te pille bailando.
Fuentes: Sábado – Reuters – Clubbing TV
Escritor, profesor, traductor, divulgador, conferenciante, corrector, periodista, editor.