Una riña de taberna con consecuencias épicas
La noche del 10 de febrero de 1355, fecha dedicada a Santa Escolástica, se produjo en Oxford lo que hoy se cuenta en tono de fábula urbana: una discusión sobre la calidad del vino desembocó en una refriega que, en lugar de quedarse en insultos y vasos rotos, se extendió por las calles y las salas universitarias. La chispa fue la queja de dos estudiantes—Walter de Spryngeheuse y Roger de Chesterfield—por el vino que les sirvieron en la Swindlestock Tavern, en el cruce de St Aldate’s y Queen Street; la discusión subió de tono, alguien arrojó bebida, el tabernero John de Croydon respondió con palabras subidas de tono y la cosa escaló. Mucho.
Que una jarra de vino terminara en una tragedia colectiva puede sonar a anécdota pintoresca, pero conviene recordar que en la Edad Media las tensiones entre “town” y “gown” (pueblo y universidad) no eran una rareza: los estudiantes gozaban de privilegios legales y eclesiásticos que provocaban recelos entre los vecinos, y los agravios —precios más altos, delitos no castigados— venían fermentando mucho antes de aquella noche.
Sólo se necesitó una excusa para llegar a las manos de la manera más explosiva, y el rencor acumulado corrió por las calles de la ciudad de manera frenética y fuera de control.
Tres días de violencia: de la jarra al linchamiento
La riña no se limitó a la taberna. En cuestión de horas aparecieron grupos armados: alumnos que defendían a sus compañeros y labriegos y habitantes de los alrededores que acudieron en auxilio de la ciudad, ondeando banderas y gritando arengas bélicas. Las refriegas se prolongaron tres días; las salas universitarias fueron asaltadas y, según las crónicas medievales y trabajos de investigación posteriores, la cifra de víctimas fue elevada.
Los estudios arrojan números concretos: más de sesenta estudiantes y varias decenas de habitantes de la ciudad muertos; las cifras varían según la fuente, pero el peso simbólico es idéntico.
Para quien imagine escenas de como las manifestaciones estudiantiles actuales, que se despida, esto era otra cosa: arcos, palos, hachas y mucho rencor y venganza. Hay testimonios coetáneos y poemas que nos hablan de incendios, saqueos y actos de crueldad que hoy parecen reliquias de una época en que la violencia era moneda corriente.
La respuesta real y la penitencia pública
El rey Eduardo III no dejó el asunto en manos de las autoridades locales. Tras mandar comisiones judiciales, la Corona resolvió a favor de la Universidad: multas, pérdida temporal de provilegios y un castigo simbólico que combinaba humillación pública y economía ritual. Se impuso a la ciudad la obligación anual de enviar al alcalde y concejales, descalzos, a misa en la Universidad el 10 de febrero y pagar una pequeña contribución —un penique por cada estudiante fallecido— en recuerdo de las víctimas.
Esos gestos de penitencia y sometimiento institucionalizado se convirtieron en tradición durante siglos.
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La sanción real no solo fue ritual: Edward III emitió leyes que reforzaban los privilegios universitarios sobre la jurisdicción municipal, y la relación entre la ciudad y la Universidad quedó marcada por un desequilibrio legal que tardaría generaciones en matizarse.
Ritos, recusas y reconciliaciones a largo plazo
Esa ceremonia anual —una mezcla de penitencia y recordatorio del poder académico— se mantuvo hasta el siglo XIX. En 1825, el alcalde William Slatter (o Slater, según algunas fuentes) se negó a cumplir la procesión de humillación y la práctica fue cayendo en el olvido.
En 1955 tuvo lugar un gesto simbólico de reconciliación: con motivo del seiscientos aniversario, se celebró un acto de concordia: la ciudad y la Universidad intercambiaron honores—el entonces alcalde recibió un título honorífico y el rector las llaves de la ciudad—y el Parlamento derogó la antigua y vetusta ley de Eduardo III.
La ubicación y la memoria urbana
La Swindlestock Tavern —epicentro de todo este asunto— sobrevivió varios siglos más (se documenta su existencia hasta el siglo XVIII), y el lugar donde se alzaba pasó por transformaciones urbanas hasta convertirse en un importante punto comercial del centro de Oxford.

Hoy, la intersección de St Aldate’s y Queen Street es una esquina intensamente transitada por peatones y fotografiada por turistas; el pasado sangriento sólo se asoma en forma de placas conmemorativas y relatos locales.
Y quizá ahí resida la ironía final: donde una jarra de vino dio inicio a un baño de sangre, hoy se abre paso la rutina apresurada de las compras y los autobuses urbanos. Nada queda ya del clamor de “¡Havock!” ni de las espadas desenvainadas, salvo la memoria escrita y la sonrisa cómplice de quien conoce la historia.
Fuentes
The St Scholastica Day Riot — University Church of St Mary the Virgin
History — University of Oxford
Student Violence at Oxford in the Thirteenth and Fourteenth Centuries — Oxford Academic (Oxford University Press)
Escritor, profesor, traductor, divulgador, conferenciante, corrector, periodista, editor.
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