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Enrique de Malaca: el esclavo silente que susurra una vuelta al mundo olvidada

El muchacho capturado en Malaca

Lo primero que salta a la vista es la incertidumbre: casi todo lo que se afirma sobre Enrique de Malaca bascula entre lo documentado y lo especulativo. Pero empecemos por lo que sí parece documentado más allá de la duda. Enrique, también conocido como Enrique el Negro, fue adquirido como esclavo por Fernando de Magallanes hacia 1511, durante la campaña portuguesa para conquistar la ciudad estratégica de Malaca (actual Malasia).

También se menciona que tenía aproximadamente quince años en aquel momento.

Ahora bien: ¿era originario de Malaca o de Sumatra? Magallanes, en su testamento, lo describe como “nativo de la ciudad de Malaca”, pero Pigafetta, el cronista del viaje, sugiere Sumatra. Ese ligero matiz abre la puerta a que Enrique no fuera un simple esclavo malayo, sino más bien un producto del cruce de rutas culturales del sudeste asiático. Algunos historiadores han ido más lejos y especulan con que podría haber sido un príncipe local desterrado o vendido en disputas de poder regionales — hipótesis romántica, sí, pero más llamativa que plausible.

Sea como fuere, fue bautizado como Enrique (un nombre impuesto, claro) y su identidad original —nombre local, linaje familiar, origen— se perdió entre olas y libros de bitácora.

La travesía con Magallanes: intérprete y sombra

Desde el momento en que Magallanes organizó la expedición en España (iniciada en 1519), Enrique acompañó al almirante en calidad de sirviente, pero pronto emergió como figura imprescindible: su dominio del malayo —o de lenguas del cinturón de comercio insular— le confería un valor más estratégico que el de un mero esclavo. En muchas crónicas aparece como intérprete, mediador cultural, puente entre españoles y poblaciones del sudeste asiático.

Hay un momento particularmente fascinante: al llegar a Filipinas, en las islas de Cebú o Mazzaua —las fuentes varían—, una embarcación indígena se acercó a las naos españolas. Relata Pigafetta que Enrique salió a hablarles en su propia lengua, y fue entendido. Ese instante ha sido tomado por algunos como una pista (ligera, tenue) de que aquel territorio podría haber sido cercano a su hogar original. Comparado con la situación de muchos otros intérpretes coloniales, Enrique no era un mero traductor de frases: tenía acceso a matices culturales.

Magallanes, previsor, incluyó en su testamento una cláusula: si moría antes de que concluyera la expedición, Enrique debía ser liberado y recibir unos 10 000 maravedíes.

La muerte de Magallanes, la traición de Barbosa y el banquete mortal

El 27 de abril de 1521, Magallanes fue asesinado en la batalla de Mactán, en Filipinas. Con su muerte, Duarte Barbosa asumió el mando de la flota. Barbosa, se negó a liberar a Enrique, alegando la necesidad de sus servicios lingüísticos. Desde ese momento, la relación entre Enrique y sus amos se volvió tensa.

Según algunos relatos (principalmente Pigafetta y crónicas posteriores), Enrique se enojó. Se le atribuye haber conspirado con el rey cebuano Humabón para convocar un banquete, al que invitaron a cerca de veintisiete españoles, y donde se produjo una matanza traicionera de los invitados. En ese suceso, varios europeos –Barbosa entre ellos– perdieron la vida.

¿Inició él la conspiración? Ninguna fuente lo confirma sin sombras. Algunos dicen que sí. Otros sostienen que el plan fue cosa de los nativos, y Enrique solo se aprovechó de las circunstancias. En todo caso, tras ese episodio, Enrique desaparece de las fuentes escritas. No se sabe con certeza qué le sucedió.

¿Primer circunnavegante? La hipótesis seductora (y problemática)

Aquí viene la parte más divertida: algunos sostienen que Enrique de Malaca fue el primer hombre en dar la vuelta al mundo.

¿Cómo se llega a esa afirmación? Recapitulemos: Enrique fue adquirido en Malaca, viajó con Magallanes hasta la Península Ibérica. Después viajó a través del Atlántico, cruzó el Pacífico, llegó a Filipinas, y luego —si se hubiera liberado y regresado a su tierra natal, o su lugar de origen— habría completado una circunferencia práctica. En esa hipótesis, él habría regresado a su hogar antes de que Elcano llegase a España en 1522.

Pero las piedras en los zapatos son muchas: no hay evidencia documental de que Enrique efectivamente regresara a Malaca o Sumatra después de los hechos en Filipinas. Tampoco hay certeza de que su punto de origen fuese una zona que cerrara exactamente esa circunferencia. Además, el concepto moderno de “circunnavegar el globo” exige vuelta documentada al punto de partida y Enrique, en las crónicas españolas, simplemente deja de aparecer. Se evapora.

En la Wikipedia se señala que la cadena más sólida de la hipótesis menciona que algunos historiadores consideran posible que Enrique, al llegar a Filipinas, ya estuviera en una zona cercana a su “hogar” lingüístico, pero no hay fuentes que confirmen que completara la travesía. En otra versión elaborada por diferentes medios, se sugiere que Enrique pudo anticiparse a Elcano en dar la vuelta al mundo “silenciosa”.

Un reenfoque: si Enrique efectivamente pertenecía a un ámbito lingüístico que abarcaba varias islas del sudeste asiático, su capacidad de comunicarse no implicaría necesariamente que nació donde logró hablar. El malayo era lengua franca de muchas islas del archipiélago. Por eso, deducir su origen a partir de su capacidad comunicativa es, cuanto menos, arriesgado.

Ejemplos y contrastes para ilustrar la paradoja

Pensemos por un momento en un intérprete moderno que acompaña una misión diplomática: conoce varios idiomas, decodifica matices culturales, pero rara vez aparece en los titulares. Enrique fue eso multiplicado por diez, pero viviendo en tiempos donde los mapas estaban naciendo y la humanidad conocía poco de sí misma.

Comparémoslo con Elcano: el de Guetaria sí dejó una prueba tangible de haber regresado a su tierra natal, de haber navegado desde Sanlúcar y vuelto. Enrique no dejó tal firma. Elcano tiene mérito documentado; Enrique tiene mito potencial.

Otras figuras históricas han sufrido un destino similar: se piensa que muchos intérpretes o colaboradores locales en exploraciones coloniales desempeñaron papeles fundamentales, pero las crónicas dominantes los invisibilizaron o los minimizaron, como si la pluma de la historia solo reconociera a los “grandes nombres”. Enrique, sin embargo, podría ser un caso exagerado de omisión.

¿Y después de Filipinas…?

Tras el festín mortal en Cebú, Enrique de Malaca desaparece de las crónicas europeas, sumiendo su destino en un misterio insondable. Algunos historiadores sugieren que pudo haber regresado a su tierra natal, mientras que otros especulan con que se ocultó entre islas vecinas.

Sin embargo, la falta de evidencia sólida deja su paradero final en la penumbra. Aunque nunca sabremos con certeza si fue el primer ser humano en dar la vuelta al mundo, su historia sigue siendo un enigma fascinante que invita a darnos un garbeo por los márgenes olvidados de la historia.


Fuentes consultadas:

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