A veces, la historia se disfraza de papeleo: una denuncia anodina, unas declaraciones apresuradas, un sumario que promete tedio. Pero el caso de Toussaint-Augustin Gouffé, un huissier parisino que se esfumó en julio de 1889, rompió ese molde y acabó convertido en epopeya forense y sainete periodístico. Lo que empezó como una desaparición rutinaria terminó siendo una tragicomedia nacional, con un cadáver que apareció semanas más tarde, embutido en un bulto que hizo las veces de prueba y de titular sensacionalista. La investigación, digna de novela por entregas, reunió a la naciente ciencia forense y a un jefe de la Sûreté con fama de tener más instinto que protocolo y una innegable querencia por el foco mediático.
Cómo se convirtió una desaparición en lección de peritaje
La cronología del caso no deja margen para el romanticismo: Gouffé desaparece en pleno bullicio de la Exposición Universal, cuando París hierve de turistas, carteristas y curiosos. En semejante marea humana, es fácil desvanecerse sin dejar rastro. Semanas más tarde, un trabajador descubre junto a una carretera cercana a Lyon un saco pestilente que oculta el cuerpo del huissier, acompañado de una maleta que la prensa bautizó con entusiasmo macabro como “la maleta sangrienta”. La identificación no tuvo nada de intuición detectivesca: el profesor Alexandre Lacassagne, pionero de la medicina legal, y su equipo recurrieron a métodos tan novedosos como el análisis de cabellos, la comparación de heridas y el examen del estado de descomposición. Ciencia contra conjetura, bisturí contra rumor.
Las crónicas policiales y las memorias de la época elevan a los altares del crimen resuelto al comisario Marie-François Goron, jefe de la Sûreté, que demostró tener más temple que paciencia y una habilidad poco común para convertir un sumario en espectáculo. Gracias a su investigación —y a un manejo mediático digno de un jefe de prensa avant la lettre— las sospechas se transformaron en detenciones. Y la prensa, por supuesto, hizo el resto: convirtió aquella maleta en el nuevo fetiche de la ciudad, símbolo morboso de un París que se fascinaba, como siempre, con su propio miedo.
El asesinato y su teatro: Eyraud y Bompard, la pareja criminal
No fue precisamente un atraco de guante blanco ni un crimen con refinamiento literario. Según la versión de los hechos, Gabrielle Bompard hizo de cebo: joven, encantadora y peligrosa, atrajo a Toussaint-Augustin Gouffé hasta un apartamento bajo el pretexto de una cita íntima. Allí aguardaba Michel Eyraud, su amante y cómplice, que no tardó en “rematar la faena” —expresión tan elocuente como discreta—. Después vino la chapuza: compraron una maleta en Londres, metieron el cadáver dentro y lo enviaron por tren hasta Lyon, creyendo que la distancia y la etiqueta ferroviaria borrarían las huellas.
Pero la maleta, fiel a su contenido, habló por sí sola y se convirtió en la mejor testigo del caso: pista, prueba y metáfora de una torpeza que olía a crimen desde el andén. Aquella mezcla de romanticismo criminal y logística de circo dejó claro que los asesinos, más que geniales, eran torpes con ínfulas, incapaces de prever que el peso del remordimiento huele peor que la descomposición… y pesa casi lo mismo.
El «coup du père François»: el abrazo del ladrón educado
Si el asesinato de Gouffé pertenece al género del drama truculento, el llamado coup du père François se mueve más bien en el terreno de la picaresca urbana: el arte de robar con sonrisa, pregunta y pañuelo. La maniobra era tan sencilla como humillante para la víctima. Uno de los ladrones se acercaba con cualquier excusa —“¿Podría decirme la hora?”, “¿Voy bien para la estación?”, “¿Me da fuego?”— y mientras la víctima se detenía para responder, el cómplice, por detrás, hacía su jugada.

Le pasaba un cinturón o un pañuelo al cuello, se giraba en seco y se agachaba para subirle literalmente a la espalda, dejándole los pies colgando. El pobre diablo, suspendido y estrangulado lo justo para no gritar, quedaba indefenso mientras el primero vaciaba sus bolsillos con parsimonia profesional. Una vez limpio, bastaba con soltarlo y desaparecer entre la multitud, como si nada hubiera pasado. Una técnica tan vieja como las ferias y tan eficaz como el propio desconcierto humano: el arte de convertir la educación en trampa y el saludo amable en prólogo del despojo.
Arpin, “le terrible Savoyard”
El origen del nombre tiene su propio sainete. Algunos lo atribuyen a un luchador saboyano apodado Arpin, “le terrible Savoyard”, cuya musculatura y mala leche se habrían ganado el mote de père François, el “padre” que enseñaba a los demás ladronzuelos su método infalible. Otros aseguran que no existió tal personaje y que el nombre no es más que un apodo genérico, una invención callejera para designar a quien estrangula lo justo para robar con eficacia. En cualquier caso, el apelativo tiene un encanto teatral: le père François suena a patriarca del hampa, a figura paternal de los ladrones, a una especie de santo patrón del empujón discreto. Como tantas expresiones de la jerga criminal francesa, su autoría se perdió en el humo de las tabernas, pero su leyenda sobrevivió, mitad fábula y mitad advertencia: cuidado con los modales, que no siempre anuncian educación.
Una anécdota para creer que la discreción no existe
Las crónicas policiales de la época relatan que, mientras se investigaba el caso Gouffé, la policía no daba abasto con las llamadas de ciudadanos convencidos de haber visto algo o alguien sospechoso durante los días febriles de la Exposición Universal. Había testimonios para todos los gustos: desde quien recordaba una charla anodina en una terraza hasta el que juraba haber presenciado una escena de estrangulamiento que confundió con una demostración de lucha libre. París, en 1889, era un teatro sin silencios: el bullicio, la multitud y la fascinación por lo nuevo hacían que el crimen, paradójicamente, se diluyera entre el gentío. Resulta casi poético —y un poco deprimente— que en una ciudad tan atenta a la curiosidad ajena nadie viera realmente nada. El delito, entre tanto ruido y tanta mirada, acabó volviéndose invisible por exceso de espectadores.
¿Qué dejó el caso para la criminología y la prensa?
Como epílogo, conviene dejar las moralejas claras —aunque sean incómodas—. Primero, el caso Gouffé marcó un antes y un después: la ciencia forense dejó de ser un adorno académico para convertirse en juez auxiliar. Cabellos, tejidos y signos de descomposición sustituyeron las corazonadas por pruebas tangibles, y la anatomía del crimen empezó a escribirse con bisturí en lugar de con intuición. Segundo, la prensa descubrió que el horror vende mejor que cualquier folletín: las “maletas sangrientas” abrieron la era dorada del crimen narrado, con lectores que se pasaban el periódico en el café como si hojeasen un capítulo de Zola, solo que con más vísceras. Y tercero, el célebre coup du père François pasó de ser una artimaña callejera a ocupar su pequeño trono en la historia del delito, ejemplo perfecto de cómo la picaresca y la violencia pueden darse la mano —literalmente— en nombre del ingenio.
Todo aquello sucedió en un París que bailaba entre la modernidad eléctrica y la mugre del callejón. Mientras la Torre Eiffel miraba altiva desde el cielo, abajo la vida seguía entre carteristas, científicos, periodistas y cadáveres que aún tenían algo que decir. El caso Gouffé, con su mezcla de torpeza humana y rigor científico, inauguró una nueva era: la del crimen como espejo de la sociedad y espectáculo de masas. Desde entonces, cada maleta abandonada, cada desaparición inexplicable y cada crimen con título propio parecen guiñar un ojo a aquel verano de 1889, cuando París aprendió que la modernidad también podía oler a cadáver.
Fuentes consultadas:
- Gang de Paris. (2017, 1 de noviembre). Le Coup du Père François. https://gangdeparis.com/blogs/articles/le-coup-du-pere-francois
- Expressio. (s.f.). Faire le coup du père François. https://www.expressio.fr/expressions/faire-le-coup-du-pere-francois
- Criminal Wisdom. (2010, 14 de enero). The Trick Of Father Francois. https://criminalwisdom.com/post/334910453/the-trick-of-father-francois-the-coup-de-pere
- Pourquoi.com. (s.f.). Pourquoi dit-on »faire le coup du père François» ?. https://www.pourquois.com/expressions_langage/pourquoi-dit-on-faire-coup-pere-francois-.html
- Wikipedia. (s.f.). Strangulation. https://fr.wikipedia.org/wiki/Strangulation
- ToutDard. (s.f.). Le coup du père François. https://toutdard.fr/book/coup-du-pere-francois/
- Wikipedia. (s.f.). Pierre François Lacenaire. https://fr.wikipedia.org/wiki/Pierre_Fran%C3%A7ois_Lacenaire
- Linternaute. (s.f.). Faire le coup du Père François. https://www.linternaute.fr/expression/langue-francaise/6412/faire-le-coup-du-pere-francois/
- Gang de Paris. (2017, 1 de noviembre). Le Coup du Père François. https://gangdeparis.com/blogs/articles/le-coup-du-pere-francois
- Pourquoi.com. (s.f.). Pourquoi dit-on »faire le coup du père François» ?. https://www.pourquois.com/expressions_langage/pourquoi-dit-on-faire-coup-pere-francois-.html
Escritor, profesor, traductor, divulgador, conferenciante, corrector, periodista, editor.






