El 20 de diciembre de 1860, un grupo de caballeros muy seguros de sí mismos se reunió en Carolina del Sur y comunicó a los Estados Unidos, sin temblarles el pulso, que hasta ahí había llegado su compromiso. No fue un arranque de ira, sino una ruptura meticulosamente escrita, aprobada por unanimidad y envuelta en un tono solemne que apenas conseguía ocultar un miedo evidente: perder la esclavitud, verdadero motor económico y columna vertebral del orden social sudista.
Ese mismo día se aprobó la Ordenanza de Secesión, un documento breve y jurídico que declaraba disuelta la unión entre Carolina del Sur y el resto de los estados. Apenas unas jornadas después, el 24 de diciembre, llegaría el texto más jugoso del episodio: la Declaración de las Causas Inmediatas que Inducen y Justifican la Secesión, una pieza retórica en la que se detallaban los motivos por los que daban por finalizado el matrimonio con la Unión.
La combinación de ambos textos proclamaba ante el país y ante cualquier potencia extranjera que Carolina del Sur se consideraba de nuevo un estado soberano, con plena potestad para hacer la guerra, firmar la paz y gobernar sus asuntos sin interferencias desde Washington. En la práctica, estaban encendiendo la mecha del conflicto que estallaría, ya en 1861, en la Guerra de Secesión.
Elecciones, esclavos y un ambiente cargado de electricidad
Para comprender por qué aquella declaración no fue un capricho local, basta con retroceder un mes. En noviembre de 1860, Abraham Lincoln ganó las elecciones presidenciales sin obtener un solo voto electoral en los estados del Sur. El Partido Republicano defendía que la esclavitud no debía expandirse hacia los nuevos territorios del Oeste, algo que los plantadores del Sur consideraban poco menos que una provocación.
En Carolina del Sur, donde la economía giraba obsesivamente en torno al trabajo esclavo en plantaciones de arroz y algodón, la victoria de Lincoln se vivió como el anuncio del desastre. No porque el nuevo presidente tuviese intención de abolir la esclavitud de un solo golpe, sino porque podía limitar su poder político y frenar su crecimiento, amenazando la continuidad de un sistema que, sin ese engranaje, perdía su razón de ser.
A todo ello se sumaba un clima de tensión prolongada. El Compromiso de 1850 y la Ley de Esclavos Fugitivos habían obligado a los estados del Norte a colaborar en la captura de personas esclavizadas que habían logrado escapar. La respuesta fue la promulgación de leyes norteñas que, de una forma u otra, obstaculizaban o neutralizaban esa obligación. Desde la óptica de Carolina del Sur, aquello no era una cuestión moral, sino un flagrante incumplimiento del pacto constitucional.
En la élite caroliniana, la lectura se fue asentando sin complejos: si el Norte no cumplía su parte, el Sur podía abandonar la Unión. Y no lo haría por un debate teórico sobre derechos estatales, sino para proteger la esclavitud como piedra angular de su economía y de su orden social.
La convención de secesión: unanimidad y un dramatismo estudiado
Tras la victoria electoral de Lincoln, la legislatura estatal convocó una convención para decidir los pasos a seguir. Los delegados fueron elegidos el 6 de diciembre de 1860 y se reunieron el día 17. Tres días después, el 20 de diciembre, la votación fue rotunda: 169 a 0 a favor de la secesión. Una unanimidad casi marcial, sin grietas aparentes.
El acto tuvo un aire de ritual nacionalista. La puesta en escena fue deliberadamente solemne, casi litúrgica, con el propósito evidente de mostrar que aquello no era un amago de enfado, sino un acontecimiento histórico comparable, según ellos, con la ruptura de las colonias con Gran Bretaña. No es casual que incluso citaran episodios de 1765 para reforzar esa imagen de continuidad patriótica.
Dentro del estado, nadie quedó realmente sorprendido. La oposición a la secesión era poca, dispersa y, desde luego, minoritaria. Uno de sus escasos representantes, el abogado James L. Petigru, dejó una frase inmortal que todavía arranca sonrisas: decía que Carolina del Sur era “demasiado pequeña para ser una nación y demasiado grande para ser un manicomio”. Aquello reflejaba la mezcla de orgullo y desconexión del mundo exterior que dominaba la convención.
De la Ordenanza a la Declaración: dos textos y una misma ruptura
Es útil distinguir entre los dos documentos clave aprobados con apenas unos días de diferencia.
La Ordenanza de Secesión del 20 de diciembre era un texto breve y práctico que declaraba disuelta la unión con Estados Unidos y anulaba la ratificación de la Constitución de 1788. Era, en esencia, el acto jurídico que formalizaba la ruptura.
La Declaración de las Causas Inmediatas, aprobada el 24, cumplía otra función. Era un texto extenso y combativo que justificaba ante el país y ante las naciones del mundo por qué consideraban legítimo abandonar la Unión. Es ahí donde se mencionan, sin ninguna timidez, la esclavitud, las supuestas violaciones del pacto por parte del Norte y el temor a la llegada de Lincoln a la presidencia.
En el plano jurídico, la convención caroliniana apeló a la llamada teoría del pacto, según la cual la Constitución sería un acuerdo entre estados soberanos, no un documento emanado de un pueblo nacional único. Si una de las partes violaba el acuerdo, la otra quedaba formalmente liberada. Carolina del Sur sostenía que los estados del Norte habían incumplido sus obligaciones al no devolver esclavos escapados y al tolerar o fomentar movimientos antiesclavistas.
El razonamiento sonaba solemne, casi docto, pero actuaba como un velo que disimulaba la realidad: la defensa de la propiedad esclava era la línea roja que el estado no estaba dispuesto a cruzar. El lenguaje jurídico solo maquillaba esa base.
La esclavitud, el eje del conflicto bajo un disfraz elegante
Durante mucho tiempo hubo intentos de presentar la secesión como una defensa abstracta de los derechos de los estados frente a un poder federal intrusivo. Sin embargo, basta leer la declaración caroliniana para comprobar que la esclavitud está en el centro del discurso.
El texto denuncia la “hostilidad creciente” del Norte hacia la institución esclavista y critica su negativa a aplicar las leyes que obligaban a devolver esclavos fugitivos. Señala también la elección de un presidente que consideraban abiertamente contrario a esa institución y utiliza ese hecho como prueba de que el Sur había perdido el control político suficiente como para garantizar su propio modelo económico.
La declaración se lamenta de que los estados libres ofrezcan refugio a personas esclavizadas que huían, negándose a devolverlas. Para Carolina del Sur, eso equivalía a una apropiación ilegítima de su propiedad y a una violación directa de la Constitución.
Sin adornos: el estado se separaba porque veía amenazada la continuidad legal de la esclavitud. Todo lo demás era escenografía retórica.
Prensa, propaganda y titulares que buscaban incendiar el ambiente
Mientras los delegados firmaban la ruptura, la prensa local afinaba su maquinaria. El periódico Charleston Mercury dedicó una portada histórica a un titular de enorme contundencia: “La Unión está disuelta”. Esa breve sentencia condensó el clima emocional del momento mejor que cualquier discurso oficial.
La secesión funcionó también como un ejercicio de propaganda cuidadosamente calculado. El mensaje debía circular con rapidez hacia el resto del Sur, animándoles a seguir el ejemplo, y hacia el Norte y el extranjero, donde la posibilidad de un nuevo estado esclavista generaba tanto inquietud como curiosidad diplomática.

En respuesta, revistas del Norte como Harper’s Weekly difundieron imágenes que captaban la retirada solemne de los congresistas carolinianos. Aquellas representaciones transformaron un gesto político en un símbolo cultural, reforzando la idea de una fractura no solo institucional, sino también emocional.
La declaración de secesión, con su tono épico y sus alusiones a 1776, proporcionó la narrativa perfecta: un pueblo que, supuestamente oprimido, se levantaba contra la tiranía. Que ese pueblo fuese una élite esclavista era un detalle que se procuró disimular cuando convenía.
Un efecto dominó que desembocó en la Confederación
La decisión de Carolina del Sur no cayó en saco roto. Fue la primera ficha de un dominó que, entre diciembre de 1860 y febrero de 1861, llevó a otros seis estados del Sur profundo —Misisipi, Florida, Alabama, Georgia, Luisiana y Texas— a aprobar sus propias ordenanzas de secesión. Muchos de ellos publicaron, además, textos justificativos muy similares, donde la defensa de la esclavitud era una constante.
Aquellos estados formaron el núcleo inicial de los Estados Confederados de América, proclamados en febrero de 1861. Sin la iniciativa de Carolina del Sur, la ruptura habría sido probablemente más lenta y vacilante. Pero alguien abrió la senda y demostró que cruzarla no implicaba un castigo divino inmediato.
No es casual que el primer disparo de la Guerra de Secesión se produjera en territorio caroliniano. El 12 de abril de 1861, las baterías confederadas atacaron Fort Sumter, una fortaleza federal situada en el puerto de Charleston. El portazo político del 20 de diciembre se traducía por fin en fuego real.
Honor, miedo y una sociedad construida sobre la tensión
Para quienes dirigían Carolina del Sur, la secesión no era solo un cálculo político, sino un asunto de honor. En una sociedad donde la esclavitud lo impregnaba todo, el temor a una posible rebelión acompañaba a la élite como una sombra persistente. Cualquier signo de que el Norte pudiera limitar su control sobre la población esclavizada alimentaba ese miedo.

El texto de la declaración mezcla argumentos legales con insinuaciones sobre esa amenaza. Presenta al Norte como un actor que alienta a quienes desafían la autoridad de los propietarios, ya sea ayudándoles a escapar o cuestionando el propio sistema. Para los firmantes, aquello no era simple discrepancia ideológica, sino una amenaza directa a la estabilidad social del estado.
Ese contraste es, quizá, lo más revelador: un discurso plagado de principios elevados que, sin embargo, defiende un sistema que convertía a personas en propiedad.
Memorias, mitos y lecturas críticas
Con el paso del tiempo, la declaración de secesión se ha convertido en un texto incómodo para quienes sostienen que la Guerra de Secesión no tuvo relación directa con la esclavitud. Al leer sus párrafos, resulta evidente que esa institución se encontraba en el corazón del conflicto.
Historiadores y divulgadores han recurrido a ella para contrastar versiones edulcoradas del pasado confederado. Cuando se comparan los argumentos de 1860 con ciertos relatos actuales, la distancia es notable. Los firmantes del documento no mostraban vergüenza alguna en hacer de la esclavitud su causa esencial y prioritaria.
Así, Carolina del Sur, el estado al que Petigru definió con tanta ironía, dejó escrito para la posteridad un testimonio claro. En su intento de justificar la ruptura, proporcionó también una prueba duradera de hasta qué punto la esclavitud era el eje de su proyecto político.
Vídeo: “South Carolina declares of the immediate causes …”
Fuentes consultadas
- Wikipedia. (s.f.). Guerra de Secesión. En Wikipedia, la enciclopedia libre. https://es.wikipedia.org/wiki/Guerra_de_Secesi%C3%B3n
- Leiva, A. (2024, 9 abril). ¿Qué fue la guerra de Secesión estadounidense? El Orden Mundial. https://elordenmundial.com/que-fue-guerra-secesion-estadounidense/
- McPherson, J. (2021, 27 mayo). Una breve descripción general de la Guerra Civil estadounidense. American Battlefield Trust. https://www.battlefields.org/learn/articles/una-breve-descripcion-general-de-la-guerra-civil-estadounidense
- Muñiz, F. (2025, 8 noviembre). El intento de robo del cadáver de Abraham Lincoln: una historia de falsificadores y tumbas. El Café de la Historia. https://www.elcafedelahistoria.com/robo-del-cadaver-de-abraham-lincoln/
- State of South Carolina. (1860). South Carolina Declaration of Secession (1860). National Constitution Center. https://constitutioncenter.org/the-constitution/historic-document-library/detail/south-carolina-declaration-of-secession-1860
- Pastor, M. (2023, 1 marzo). La guerra de Secesión estadounidense: contexto. Mavi Pastor. https://www.mavipastor.com/guerra-de-secesion-estadounidense/
Escritor, profesor, traductor, divulgador, conferenciante, corrector, periodista, editor.






