Corre el año 1992. El mundo se sacude la resaca aún fresca del colapso soviético y George H. W. Bush —el Bush padre— sigue ejerciendo de comandante en jefe de los Estados Unidos. Era un tiempo en el que los líderes del planeta se reunían cara a cara para discutir sobre comercio, geopolítica y, en esta ocasión, vomitar sobre sus anfitriones.
Hago ¡chas! y vomito en tu lado
El 8 de enero de 1992, Bush padre se encontraba en Japón como parte de una gira asiática con vocación comercial. El objetivo era claro: reforzar las relaciones económicas entre EE.UU. y el gigante nipón, que en ese momento vivía en pleno esplendor financiero.
La cita era una elegante cena de gala organizada por el primer ministro japonés Kiichi Miyazawa en Tokio. Un escenario diplomático de altura: luces tenues, comida exquisita, conversaciones en tono bajo, trajes impolutos y toda esa tensión contenida que solo un banquete internacional puede generar.
Pero entonces, entre la tercera cucharada de sushi y el segundo brindis por la paz mundial, ocurrió lo impensable.
Bush, la leyenda del «sushi incident»
Sin previo aviso, y tras una fugaz mueca que los servicios de inteligencia no supieron interpretar como presagio, el presidente Bush se inclinó hacia adelante y vomitó directamente sobre el regazo del primer ministro japonés. No sobre el suelo. No discretamente en una servilleta. No. Sobre el regazo de Miyazawa. Con precisión quirúrgica. Un ataque sorpresa con puntería de dron militar. Como un misil diplomático de destrucción gástrica.
La escena fue tan surrealista que durante unos segundos nadie reaccionó. Todos callaron. Todos miraban pero nadie quería ver. Tuvo que ser Barbara Bush, estoica como una esfinge y primera dama profesional curtida en cientos de batallas (protocolarias), la que acudió rauda al rescate, ayudando a su marido a reclinarse mientras los asistentes intentaban disimular con toallas húmedas lo que ya era un tsunami informativo imparable.

¿La causa del estropicio? Un virus gastrointestinal, supuestamente contraído poco antes, probablemente una especie de souvenir biológico de los mares del Pacífico.
Japón, la dignidad impasible del ofendido
Lo auténticamente fascinante es la reacción el primer ministro Miyazawa que desplegó una serenidad casi sobrenatural, digna de un monje zen, reaccionando con la flema que solo un japonés con décadas de entrenamiento en estoicismo de grado superior podía tener. Ni una mueca de asco, ni un gesto de incomodidad. Ni siquiera se levantó con urgencia. Allí permaneció, hierático y sereno, empapado en los fluidos del líder del mundo libre, como si ese fuera el precio habitual de hacer negocios con los Estados Unidos.
Por supuesto, los medios japoneses lo cubrieron con una mezcla de vergüenza nacional y contención emocional. En la televisión local se evitaban primeros planos del incidente, mucho enfoque solo a los manteles mientras los comentaristas hacían malabares retóricos para explicar lo ocurrido sin recurrir a frases como “catarata diplomática” o cosas peores.

Al otro lado del Pacífico, en cambio, el espectáculo fue recibido con ese entusiasmo tan norteamericano por lo escatológico. Los tabloides se lanzaron como hienas sobre la noticia con titulares del calibre de “Puking President” (el presidente vomitón), mientras los programas nocturnos convertían la escena en comedia nacional. Desde monólogos con efectos sonoros hasta imitaciones con cubos incluidos, la prensa convirtió la indisposición de Bush en un vodevil presidencial que duró semanas.
Bushusuru, go home!
¿Y cómo se recibió el suceso por parte del pueblo japonés? En la cultura nipona, el honor y la compostura pública son cuestiones de vital importancia. Pero lejos de tomárselo como una afrenta, muchos ciudadanos lo vieron como una prueba de humanidad por parte de un líder extranjero. Lo que no impidió que, durante semanas, el término “Bushusuru” —una creativa conjugación del apellido Bush como verbo que significa “vomitar en público”— se convirtiera en una especie de meme oral en el archipiélago.
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Este libro ofrece un análisis médico de los presidentes estadounidenses hasta 1993 y dedica un capítulo a Bush padre, incluyendo una amplia descripción del incidente en Japón y su contexto médico.
Fuentes consultadas
El País – La Opinión – History.com – Bush vomita sobre Japón

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EL AUTOR
Fernando Muñiz
Escritor, profesor, traductor, divulgador, conferenciante, corrector, periodista, editor.

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