Corea del Norte decidió en 1989 que, si el mundo iba a mirar hacia Pyongyang, mejor que viera exactamente lo que el régimen quería mostrar. Aquello no consistía en un simple lavado de cara urbano, sino en un empeño casi teatral por convertir la capital en un escaparate impecable. El régimen de Kim Il-sung puso toda su maquinaria a trabajar para recibir el 13.º Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes, un evento que reunió a miles de jóvenes de multitud de países y que exigía estadios brillantes, avenidas recién estrenadas y multitudes que parecieran moverse con la precisión de un reloj suizo, aunque sin admitir la más mínima imperfección humana.
El festival tenía un objetivo que iba mucho más allá del intercambio cultural. Se trataba de una réplica muy calculada a la exhibición de modernidad que Seúl había mostrado en los Juegos Olímpicos de 1988. Pyongyang quería demostrar que también podía lucir un rostro moderno, vigoroso y disciplinado. Para lograrlo, la ciudad debía parecer una maqueta de perfección socialista: edificios sin manchas, calles amplias y coches que parecían importados únicamente para la ocasión. Y en medio de todo ese decorado, una población cuidadosamente seleccionada, sin presencia de aquello que pudiera desentonar con el relato oficial.
En ese contexto es donde surgen testimonios que señalan una operación de limpieza humana tan inquietante como poco compatible con la imagen festiva que se pretendía ofrecer.
Una capital sin “defectos”: los discapacitados, fuera de plano
Varios desertores y organizaciones de derechos humanos coinciden en una idea incómoda: Pyongyang no admitía, ni admite, personas con discapacidad dentro de sus límites. Al menos, no a la vista. Diversos testimonios indican que, en los años ochenta, el régimen emprendió un proceso sistemático para vaciar la capital de cualquier rastro de discapacidad. Las personas afectadas eran enviadas a otras localidades o relegadas a las afueras, donde quedaban fuera del campo visual de visitantes y delegaciones extranjeras.
Según estas declaraciones, la purga se intensificó conforme se acercaba el festival. Las autoridades ordenaron reubicar a los pocos residentes con discapacidad que aún vivían en la capital, ya fuera en provincias remotas o confinados en sus propios hogares, con la consigna tácita de no estropear la composición del cuadro. La idea de que estas personas representaban una mancha estética o política encaja con otras denuncias posteriores de desertores, que hablan incluso de experimentos médicos o desapariciones tras supuestos traslados a centros especiales cuya existencia cuesta documentar, pero cuya lógica no desentona con lo que se sabe del hermetismo norcoreano.
En un escenario en el que todo debe verse perfecto, los cuerpos que no encajan acaban, sencillamente, fuera de foco.
El “medicamento milagroso” para hacer crecer a los bajos
El episodio más inquietante, y también el más difundido en forma de relato sombrío, procede del testimonio de Kim Hyun-sik, antiguo profesor en Pyongyang. Según su relato, seis meses antes del festival, las autoridades decidieron ocuparse también de las personas de baja estatura. La idea, aparentemente, era que la altura insuficiente tampoco armonizaba con el ideal de ciudadanía que el régimen quería exhibir.
Kim cuenta que un amigo suyo, médico en una institución científica del país, recibió órdenes directas para identificar a los residentes más bajos de la capital y de la provincia colindante. Paralelamente, se distribuyeron panfletos anunciando un supuesto medicamento revolucionario capaz de aumentar la estatura. Quien quisiera recibir tan prodigioso tratamiento solo tenía que apuntarse. Una promesa tentadora para quienes habían vivido toda su vida bajo bromas y comentarios sobre su altura.

Según este testimonio, miles de personas acudieron confiadas. Una vez reunidas, se les informó de que el medicamento solo podía administrarse en un entorno puro, lejos de la contaminación de Pyongyang. Acto seguido fueron embarcadas en dos barcos, uno para hombres y otro para mujeres, con destino a islas remotas o aldeas alejadas. Y, siempre según el defector, nadie regresó ni volvió a comunicarse con sus familias.
Aldeas, islas remotas y desapariciones silenciosas
Aquí empieza el terreno más oscuro. No existen documentos oficiales ni imágenes que confirmen el destino de esas personas expulsadas. Lo que se conoce procede de testimonios repetidos por desertores y algunos medios, que hablan de una operación con tintes de ingeniería social: apartar a quienes no contribuían al perfil físico ideal que el régimen deseaba mostrar al exterior.
Las personas con discapacidad habrían sido enviadas a zonas rurales o centros especiales, mientras que las de baja estatura habrían sido trasladadas a islas o enclaves completamente aislados. La lógica, aunque perversa, encaja con una visión casi eugenésica del cuerpo ideal. Pero la falta de pruebas directas mantiene el asunto en una nebulosa difícil de despejar.

La idea de que nadie volvió se mezcla con el historial del país: campos de prisioneros políticos en regiones montañosas, control férreo de la movilidad y un silencio administrativo que dificulta cualquier reconstrucción fiable. Las familias, según estos testimonios, jamás recibieron noticias, ni explicaciones, ni restos.
Lo que se sabe, lo que se sospecha y lo que no se puede probar
Hay hechos que sí están claramente documentados. Corea del Norte invirtió grandes recursos en convertir Pyongyang en un escaparate durante el festival. También se sabe que el régimen mantiene políticas discriminatorias hacia las personas con discapacidad, a menudo relegadas a zonas rurales o instituciones cerradas.
Existen además testimonios consistentes que describen la expulsión de estas personas de la capital en los años previos al festival, y el uso de un lenguaje de purificación que encaja con la obsesión estética del régimen. En cambio, la historia del supuesto medicamento milagroso y los barcos rumbo a islas deshabitadas depende casi por completo de un único testimonio, si bien ha sido repetido hasta hacerse parte del imaginario popular sobre Corea del Norte.
Lo que sí queda claro es la lógica de fondo: un Estado decidido a moldear la apariencia de su población hasta extremos difíciles de imaginar. Un país capaz de borrar de la vista cualquier cuerpo que no se ajuste al patrón oficial, y de hacerlo con una frialdad que convierte este episodio en un recordatorio inquietante de cómo la obsesión por la apariencia puede desembocar en la deshumanización más absoluta.
Vídeo: “The 13th World Festival of Youth and Students in Pyongyang (1989)”
Fuentes consultadas
- Daily NK. (2005, April 21). Disabled not allowed to live in Pyongyang. Daily NK.
https://www.dailynk.com/english/disabled-not-allowed-to-live-in-py/ - Park, S.-y. (2008, August 19). Short people shipped out of Pyongyang in 1989: Defector. Korea JoongAng Daily.
https://koreajoongangdaily.joins.com/2008/08/19/politics/Short-people-shipped-out-of-Pyongyang-in-1989-defector/2893883.html - Europa Press Internacional. (2006, 20 octubre). Corea.- La ONU informa de que Corea del Norte interna a los discapacitados en campos con «condiciones infrahumanas». Europa Press.
https://www.europapress.es/internacional/noticia-corea-onu-informa-corea-norte-interna-discapacitados-campos-condiciones-infrahumanas-20061020012150.html - Muñiz, F. (2025, 19 febrero). El sospechoso y excepcional periplo de Corea del Norte en el Mundial de fútbol de 1966. El Café de la Historia.
https://www.elcafedelahistoria.com/corea-del-norte-mundial-1966/ - Federación Internacional por los Derechos Humanos. (2025, 17 septiembre). Corea del Norte: Graves violaciones de los derechos de las personas con discapacidad. FIDH.
https://www.fidh.org/es/region/asia/corea-del-norte/corea-del-norte-graves-violaciones-de-los-derechos-de-las-personas - Parlamento Europeo. (2022, 7 abril). Situación de los derechos humanos en Corea del Norte, en particular la persecución de las minorías religiosas (P9_TA(2022)0123). Parlamento Europeo.
https://www.europarl.europa.eu/doceo/document/TA-9-2022-0123_ES.html
Escritor, profesor, traductor, divulgador, conferenciante, corrector, periodista, editor.






