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Profecía maya 2012: mito, calendario y fin del mundo fallido

El 21 de diciembre de 2012 medio planeta andaba pendiente del reloj con una sonrisa torcida, cierta curiosidad infantil y ese instinto de supervivencia que lleva a uno a pensar “por si acaso”. La célebre “profecía maya” prometía para aquel día el fin del mundo, un reinicio cósmico o, al menos, una jornada digna de una película de catástrofes. Pero llegó la mañana, sonó el despertador, el metro siguió petado y lo único que se terminó de verdad fue la paciencia colectiva ante tantos augurios apocalípticos.

Todo aquel ruido mediático escondía, sin embargo, un dato auténtico: el fin del decimotercer baktún de la Cuenta Larga del calendario maya, un ciclo de 144 000 días cuya conclusión coincidía aproximadamente con esa fecha. Nada de trompetas celestiales, portales dimensionale ni luces divinas. En los textos originales solo había un cambio de ciclo, muy relevante para los mayas pero convertido por el público moderno en una catástrofe universal que jamás estuvo en el guion.

Qué es un baktún y por qué el decimotercero parecía tan dramático

Para entender de qué iba tanto revuelo conviene aclarar el concepto. El calendario de Cuenta Larga funciona con un sistema posicional de cinco cifras que sirven como contadores encadenados. Cada unidad representa un bloque de tiempo mayor:

  • 1 k’in equivale a un día.
  • 1 winal son 20 k’in, es decir, 20 días.
  • 1 tun son 18 winal, o lo que es lo mismo, 360 días.
  • 1 k’atun suma 20 tun, un total de 7 200 días.
  • 1 baktún reúne 20 k’atun, alcanzando los 144 000 días, unos 394 años solares.

Un baktún no es una excentricidad arqueológica, sino un señor periodo de tiempo. Y trece baktunes suman unos 5 125 años, cifra impresionante y lo bastante contundente como para que cualquier cultura, antigua o moderna, sienta tentación de envolverla en un aura de misterio, solemnidad o alarmismo.

El registro 13.0.0.0.0 de la Cuenta Larga marca el punto final de ese conjunto de trece baktunes. En la correlación más aceptada entre el calendario maya y el gregoriano, la conocida como GMT, ese momento se sitúa en el 21 de diciembre de 2012. No sorprende que un cambio de ciclo de más de cinco milenios se mire con respeto. Lo que sí resulta más difícil de justificar es que se confundiera un cambio de página con el cierre definitivo del libro del cosmos.

El calendario maya de Cuenta Larga: precisión, ciclos y mala prensa

El famoso calendario maya no era uno, sino varios funcionando en paralelo. El sistema incluía:

  • El Tzolk’in, un calendario ritual de 260 días.
  • El Haab’, un calendario solar de 365 días.
  • La Cuenta Larga, un registro continuo de días desde un origen mítico.

Ese origen mítico, representado también como 13.0.0.0.0, se sitúa en el 11 de agosto de 3114 a. C., según la correlación GMT. No era el inicio del universo ni nada por el estilo, sino el comienzo del “mundo actual” según la cosmovisión maya. En ella, el tiempo no es una línea recta que avanza sin sobresaltos, sino una sucesión de grandes eras que se encadenan. Cuando termina una, comienza otra. Sin fuegos artificiales, sin rayos del más allá y sin dioses furiosos lanzando ultimátums.

El Popol Vuh, obra clave para entender la mitología maya quiché, describe varios intentos de creación previos a la humanidad actual. Los dioses ensayan, se replantean, corrigen y prueban modelos; algo así como las actualizaciones continuas de un sistema operativo cuando aún no se ha decidido la versión definitiva. No hay dramatismo, sino ciclos.

Además, la epigrafía muestra que los mayas podían proyectar fechas más allá del 13º baktún. Existen inscripciones que mencionan periodos aún más grandes, como el piktún, formado por 20 baktunes. Eso revela que su horizonte temporal superaba tranquilamente el año 2012. Nadie tallaba con nerviosismo las últimas cuentas de un calendario condenado a morir.

El llamado “último día del decimotercer baktún”, visto desde esta perspectiva, sería un acontecimiento solemne, una fecha cargada de significado ceremonial. Algo así como un gran aniversario histórico multiplicado por cien, no un anuncio del apocalipsis.

De unas cuantas inscripciones a una profecía global

Lo más llamativo es que toda la historia del fin del mundo de 2012 se sostiene sobre dos inscripciones. Solo dos. El Monumento 6 de Tortuguero, en México, y un bloque de la Escalinata Jeroglífica de La Corona, en Guatemala.

En Tortuguero, una inscripción menciona la fecha 13.0.0.0.0 y su relación con la aparición del dios Bolon Yokte’, asociado a cambios y eventos importantes. Pero el texto está incompleto y no habla de explosiones cósmicas ni de aniquilación universal. De hecho, describe un acontecimiento ritual. De esos que, para la élite maya, servían para marcar hitos y reforzar la continuidad del orden.

En La Corona, la mención del decimotercer baktún sirve como recurso político para un gobernante deseoso de enlazar su poder con un marco temporal mayor. Algo así como quien presume de formar parte de una tradición antiquísima. Ahí no aparece ningún fin del mundo, sino propaganda con buen gusto por la retórica.

Y sin embargo, esas pocas líneas bastaron para prender la mecha moderna. La arqueología hablaba de continuidad histórica y de ciclos. La cultura popular transformó aquello en un tráiler catastrofista en el que la Tierra temblaba, el cielo ardía y las civilizaciones se borraban de un plumazo. El desfase entre lo tallado y lo imaginado fue monumental.

Apocalipsis pop: Hollywood, Nibiru y el negocio del miedo

A finales de los noventa y comienzos de los dos mil, la llamada “profecía maya” comenzó a hacer carrera en libros de autoayuda esotérica, documentales sensacionalistas y páginas dedicadas a buscar catástrofes incluso en la lista de la compra.

El repertorio de temores incluía de todo:

  • Supuestas alineaciones planetarias capaces de alterar la gravedad.
  • Llamaradas solares que convertirían la atmósfera en papel de fumar.
  • Inversiones repentinas del campo magnético terrestre.
  • Y el célebre planeta Nibiru, un cuerpo celeste oculto que venía directo hacia la Tierra mientras, según la leyenda moderna, todos los astrónomos estaban misteriosamente despistados.

La película “2012”, estrenada en 2009, remató el fenómeno. Mostró terremotos imposibles, continentes doblándose como cartón mojado y un desfile de efectos especiales que hicieron más por la fama del apocalipsis que cualquier inscripción maya. El cine buscaba espectáculo, no rigurosidad, y lo encontró a manos llenas.

Mientras tanto, proliferaron retiros espirituales, “cursos de preparación energética”, talleres de iluminación urgente y toda clase de productos diseñados para sobrevivir al caos inminente. El calendario maya, convertido en reclamo exótico, circulaba empaquetado entre velas aromáticas, teorías conspirativas y visiones delirantes. Las comunidades mayas actuales, ajenas a todo ese negocio, observaban con sorpresa cómo su tradición se reducía a un decorado para ansiedades occidentales.

Y, en una ironía deliciosa, los únicos que hicieron buena caja fueron las editoriales, productoras y comerciantes que supieron convertir el miedo en mercancía. El fin del mundo no llegó, pero la facturación, desde luego, sí.

Lo que decían realmente los mayas (y lo que dicen los especialistas)

Los especialistas nunca se dejaron arrastrar por la marea apocalíptica. Arqueólogos y epigrafistas repetían que no había evidencia alguna de que los mayas esperaran el fin del mundo en 2012. El decimotercer baktún marcaba un cambio de era, no una sentencia final.

De hecho, algunas inscripciones mencionan fechas posteriores por miles de años, lo que desmonta la idea de que la Cuenta Larga tuviera un límite dramático. Para la cosmología tradicional, completar trece baktunes equivalía a cerrar una era mitológica importante, comparable a otros ciclos conocidos en Mesoamérica, pero no había una cuenta atrás hacia la aniquilación.

profecía maya 2012

Incluso la NASA trató de calmar el ambiente explicando que no existía ningún planeta escondido a punto de estrellarse, ni llamaradas solares fuera de lo normal, ni fenómenos astronómicos capaces de destruir la Tierra en esa fecha concreta. Fue una de las pocas veces en que un organismo científico tuvo que desmentir abiertamente un apocalipsis anunciado.

En las regiones mayas de México y Centroamérica, la llegada del 13º baktún se vivió de forma muy distinta. Allí se celebró como un momento de renovación espiritual, una oportunidad para reforzar costumbres y recordar que el calendario sigue vivo en la vida cotidiana de muchos pueblos. Por eso resultaba tan desconcertante que, lejos de esas tierras, se hablara de destrucción en vez de continuidad cultural.

21 de diciembre de 2012: el día que no pasó nada… salvo muchas cosas

Cuando por fin llegó el esperado 21 de diciembre, el mundo no se detuvo para comprobar el estado del apocalipsis. La rutina continuó sin ceremonias especiales: oficinas abiertas, matrículas escolares, compras navideñas y los últimos turrones entrando en cajas registradoras.

profecía maya 2012

El Sol se comportó con normalidad, los sismógrafos no mostraron movimientos fuera de lo habitual y ningún cuerpo celeste apareció para hacer añicos la Tierra. La fecha pasó, la Cuenta Larga avanzó a 13.0.0.0.1 y el calendario siguió su marcha, como siempre.

La experiencia del día varió según el lugar:

  • En ciudades occidentales abundaron los chistes, las fiestas temáticas y algún susto pasajero.
  • En zonas turísticas de México y Guatemala se organizaron celebraciones de aire místico diseñadas para visitantes ansiosos de vivir “algo trascendental”.
  • En comunidades mayas auténticas se llevaron a cabo ceremonias tradicionales, sin alarmas ni fuegos finales, pero con fuerte sentido espiritual.

2012 terminó siendo un recordatorio de lo sencillo que es traducir una idea histórica compleja en un eslogan sensacionalista. El cierre del decimotercer baktún marcó el fin de una era según un sistema ancestral, mientras el resto de la humanidad seguía inmersa en problemas contemporáneos mucho más terrenales.

Herencia cultural de la profecía maya de 2012

Aunque el mundo no desapareció, la supuesta profecía dejó un legado curioso. Fue un ejemplo de cómo un hallazgo académico puede convertirse en fenómeno internacional, retorcido y amplificado por los medios.

Un efecto positivo fue que el público general conoció términos como baktún, k’atun o Cuenta Larga, y descubrió la extraordinaria exactitud del calendario maya. Aunque muchos se acercaron por pura fascinación conspirativa, no pocos terminaron apreciando la auténtica riqueza cultural tras el mito.

El episodio también demostró lo fácil que es usar culturas originarias como lienzo para miedos modernos. Los mayas históricos quedaron a menudo reducidos a una caricatura que nada tenía que ver con la realidad, ni antigua ni contemporánea.

Además, el 21 de diciembre de 2012 confirmó una tendencia recurrente: la necesidad humana de fijar fechas en las que proyectar temores. El “efecto 2000”, el “cambio de era” de 2012 y tantos otros ejemplos muestran que las profecías apocalípticas funcionan como válvula emocional más que como predicciones.

Desde el punto de vista del calendario maya, 2012 no fue más que un giro de ciclo. El siguiente gran hito, el piktún, llegará dentro de miles de años. Y si alguien desea montar otro fin del mundo inspirado en los mayas, tendrá que armarse de paciencia y planificarlo con mucha más calma.

Mientras tanto, la fecha perdura como un recordatorio amable de aquel fin del mundo que nunca llegó. Un ejemplo más de que los calendarios marcan días, pero las historias —serias, delirantes o cómicas— las sigue escribiendo la humanidad.

Vídeo: “Remember December 21st 2012? | Mayan Calendar Explained”

Fuentes consultadas

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