El 20 de diciembre de 1951, en un edificio de ladrillo perdido entre la nieve y el polvo del desierto de Idaho, cuatro bombillas colgantes se iluminaron al mismo tiempo. No hubo fanfarria ni dramatismo, ni tampoco un técnico subido a una escalera sosteniendo cables sueltos. Aquella luz tenue marcó la primera ocasión en la que una instalación nuclear consiguió generar electricidad aprovechable mediante la fisión del uranio, gracias al entonces recién estrenado Experimental Breeder Reactor I, conocido como EBR-1.
Para quienes hoy revisan su factura de la luz rodeados de varios enchufes y pantallas, el logro puede sonar a broma. Pero en su momento, encender cuatro bombillas era como abrir una puerta hacia el futuro. Era demostrar que la energía atómica podía ser algo más que un repertorio de explosiones y amenazas y pasar a convertirse, por primera vez, en un servicio doméstico de lo más corriente.
De la bomba a la bombilla: el contexto nuclear de los años cuarenta
EBR-1 no surgió por arte de magia. Procedía directamente del legado técnico y científico del Proyecto Manhattan, que en plena guerra había llevado el conocimiento sobre la fisión a niveles insospechados. Una vez finalizado el conflicto, muchos físicos y militares empezaron a preguntarse qué podían hacer con ese nuevo poder, más allá de seguir diseñando armas cada vez más intimidantes.
Durante los últimos años de la contienda ya se habían hecho pruebas que apuntaban caminos posibles. El reactor X-10 de Oak Ridge, por ejemplo, logró en 1948 encender una bombilla gracias a una pequeña turbina. Aquello fue poco más que un gesto simbólico, una demostración de que la idea no era absurda, pero seguía lejos de un sistema que pudiera considerarse realmente eléctrico.
En los primeros compases de la Guerra Fría, Estados Unidos buscaba una imagen más amable de la energía nuclear. La famosa consigna de “átomos para la paz” necesitaba algo más convincente que discursos presidenciales. Necesitaba instalaciones que funcionasen, planos con medidas concretas, válvulas, tuberías y un nivel de credibilidad que solo podía ofrecer un entorno experimental amplio. De esa necesidad surgió el complejo de pruebas de Idaho, donde acabaría brillando, nunca mejor dicho, la EBR-1.
Un reactor en mitad del desierto: qué era la EBR-1
La construcción de la Experimental Breeder Reactor I comenzó en 1949 y concluyó en 1951 dentro del enorme perímetro reservado para ensayos en Idaho, una explanada aislada unos treinta kilómetros al sureste del pueblo de Arco. Fue el primer reactor que se levantó en aquella zona y uno de los pioneros mundiales en intentar algo verdaderamente novedoso: comprobar si era posible un “reactor reproductor”, capaz de generar más combustible del que consumía.
El proyecto estuvo dirigido por Walter Zinn y un equipo procedente del Argonne National Laboratory, trasladados a un rincón remoto donde podían experimentar sin la presión de un vecindario asomado a la ventana. La planta tenía un tamaño discreto: un edificio funcional, una sala de control que hoy parecería salida de una película de posguerra y un reactor que recordaba a una caldera industrial más que a un coloso energético.
Su potencia térmica máxima rondaba 1,4 megavatios, de los que salían unos 200 kilovatios eléctricos. Eso bastaba para alimentar el pequeño complejo experimental, aunque estaba muy lejos de las cifras que alcanzarían las centrales comerciales una o dos décadas más tarde. Al fin y al cabo, su misión no era iluminar ciudades, sino comprobar si las ideas que los físicos dibujaban con entusiasmo en sus pizarras podían sostenerse en la realidad.
El momento histórico: cuatro bombillas y un antes y un después
La jornada clave llegó el 20 de diciembre de 1951. A media tarde, el reactor empezó su rutina inicial. Los técnicos ajustaban lentamente la potencia mientras comprobaban parámetros, atentos a cualquier capricho que la máquina pudiera mostrar. El ambiente era tenso pero contenía esa mezcla de miedo y ilusión de los grandes estrenos.
A las dos menos diez, la turbina conectada al generador comenzó a girar con fuerza suficiente. El cableado conduzco la electricidad hacia una estructura simple donde colgaban cuatro bombillas comunes y corrientes. Cuando se accionó el interruptor, se encendieron todas a la vez. No deslumbraron, pero tampoco hacía falta: con aquellas cuatro bombillas, el reactor acababa de cruzar un umbral técnico e histórico.
Al día siguiente repitieron la prueba, y esta vez el reactor produjo la energía suficiente para abastecer por completo su propio edificio: luces, equipos, ventiladores y el inevitable murmullo de satisfacción entre los ingenieros. Durante los días posteriores, EBR-1 demostró que podía mantener una producción estable de 200 kilovatios eléctricos, consolidando así el hito.
La escena, según las fotografías, tiene un aire teatral singular: un paisaje nevado, un edificio humilde perdido en la nada, hombres de bata blanca junto a paneles repletos de indicadores y, en un rincón, las cuatro bombillas que inauguraron un capítulo nuevo en la historia energética. No hubo confeti, pero sí el eco de una frontera superada.
Cómo funcionaba la EBR-1: alquimia nuclear con tuberías
EBR-1 era un laboratorio más que una central al uso. Su objetivo principal consistía en verificar si se podía crear un reactor reproductor capaz de producir más material fisible del que consumía. Una idea que, contada sin adornos, parecía un desafío contra las leyes de la física, pero que en realidad se basaba en un entramado de reacciones bien estudiadas.
En el núcleo del reactor se usaba uranio altamente enriquecido, con un porcentaje muy elevado de uranio-235. Ese núcleo estaba rodeado por un manto de uranio natural rico en uranio-238. Los neutrones que escapaban de la fisión eran absorbidos por el manto, transformándose a través de procesos sucesivos en plutonio-239, otro material fisible capaz de alimentar nuevas reacciones. La clave era medir si el reactor producía más plutonio del uranio enriquecido que iba consumiendo. Hacia mediados de los años cincuenta, los análisis demostraron que el objetivo estaba casi conseguido.
El circuito de refrigeración era igual de singular. En vez de agua sometida a alta presión, como utilizarían las centrales posteriores, aquí se empleaba una aleación líquida de sodio y potasio. Este metal líquido circulaba por el núcleo, se calentaba, llegaba a un intercambiador y transmitía su energía a otro circuito que generaba vapor para la turbina. Era un sistema eficaz, aunque exigente: ese refrigerante reaccionaba con alegría tanto con el agua como con el aire, por lo que la instalación requería una vigilancia constante.
Aun así, aquella ingeniería permitía trabajar con neutrones rápidos, indispensables para estudiar el comportamiento reproductor del reactor. Su diseño ofrecía ventajas que, pese a los sustos que pudiera dar, resultaron fundamentales para avanzar en la investigación.
Más allá de la anécdota: del desierto de Idaho al uso global de la energía nuclear
Las cuatro bombillas de Idaho no inauguraron de inmediato una era nueva, pero sí establecieron un precedente claro. A partir de entonces, varios países empezaron a conectar reactores a la red eléctrica. En 1954, la central soviética de Obninsk generó varios megavatios para uso civil. Dos años más tarde, en el Reino Unido, Calder Hall inauguró la primera instalación que se publicitó como central comercial.

El desierto de Idaho tampoco descansó. En 1955, otro experimento, el BORAX-III, consiguió alimentar con energía nuclear a la pequeña ciudad de Arco, que aprovechó el tirón para presumir de título: “Primera ciudad del mundo iluminada con energía atómica”.
La idea parecía prometedora. Solo una tonelada de uranio natural podía traducirse en una cantidad de electricidad equivalente a miles de toneladas de carbón o decenas de miles de barriles de petróleo. No era extraño que gobiernos e ingenieros de medio planeta empezaran a mirar a la energía nuclear como la gran apuesta del futuro.
España, por su parte, se incorporó a esta carrera tecnológica algo más tarde. La central José Cabrera, conocida como Zorita, no vertió sus primeros kilovatios a la red hasta 1968. Después llegaron Garoña y Vandellós I, en un contexto en el que la energía nuclear se asociaba a la modernidad tanto como los frigoríficos recién estrenados y los televisores que presidían los salones.
Sustos controlados: el pequeño incidente de 1955
El recorrido de EBR-1 no estuvo exento de problemas. El 29 de noviembre de 1955, durante una prueba destinada a estudiar los cambios en el flujo del refrigerante, una parte del núcleo se sobrecalentó y sufrió una fusión parcial. No hubo víctimas ni consecuencias externas, pero el susto fue considerable.
El análisis detallado demostró que las barras de combustible y las placas de soporte reaccionaban de forma más compleja de lo previsto cuando la temperatura variaba. En otras palabras, el comportamiento del reactor no siempre seguía el guion marcado en los diagramas.
Paradójicamente, estas complicaciones fueron esenciales. Gracias a ellas se pudieron corregir defectos y perfeccionar diseños para reactores mucho mayores, instalados más cerca de poblaciones y sometidos a exigencias de seguridad infinitamente superiores. Tras más de una década de servicio y numerosos experimentos, la EBR-1 fue retirada a mediados de los años sesenta.
De instalación secreta a museo de carretera
Lejos de enterrarla en el olvido, el edificio de la EBR-1 fue declarado lugar histórico nacional en 1965. Al año siguiente, el presidente Lyndon B. Johnson acudió personalmente a la ceremonia que reconocía su valor simbólico. Con el tiempo, la instalación se transformó en un museo accesible al público durante los meses de verano, entre carreteras solitarias y matorrales que parece que nadie ha podado desde entonces.

El interior conserva el espíritu de la ciencia de posguerra: paneles llenos de agujas, grandes botones de colores y una atmósfera tan auténtica que casi dan ganas de ponerse una bata blanca. Las visitas muestran el punto exacto donde colgaban las célebres bombillas y detallan cómo se vivió aquel momento que transformó la historia energética.
Mientras tanto, el resto del complejo de Idaho se ha modernizado sin descanso. Hoy es un entramado de laboratorios y bancos de pruebas dedicado a nuevos reactores, protocolos de seguridad y soluciones para la gestión de residuos. En medio de todo ese entramado de tecnología avanzada, la EBR-1 permanece como un fósil del siglo XX: no un recuerdo enterrado, sino una pieza tangible de un pasado que sigue influyendo en el presente.
- Fressoz, Jean-Baptiste(Autor)
Cuatro bombillas y un nuevo mapa de la energía
Desde el punto de vista actual, saturado de debates sobre renovables, redes eléctricas y consumo masivo, el encendido de cuatro bombillas podría parecer irrelevante. Pero en aquel diciembre de 1951 significó el primer paso real hacia la producción eléctrica mediante fisión. Una prueba, luminosa y silenciosa, de que el átomo podía usarse también para la vida cotidiana.
A partir de esa escena modesta —cuatro bombillas en un edificio perdido— se desarrolló un sector entero. Desde Zorita hasta Vandellós, pasando por innumerables reactores repartidos por el mundo, todos pueden rastrear sus orígenes simbólicos hasta aquel experimento. La potencia ha aumentado, la seguridad se ha multiplicado y las complicaciones técnicas han llenado bibliotecas enteras, pero la esencia sigue siendo la misma: convertir la inestabilidad nuclear en algo tan simple como un clic de interruptor.
Y todo empezó con aquella pequeña estampa en Idaho, donde unas bombillas aparentemente insignificantes demostraron que el futuro podía encenderse.
Vídeo: “EBR-1 – World’s First Nuclear Power Plant (Experimental Breeder Reactor I)”
Fuentes consultadas
Wikipedia. (2025, 26 mayo). Experimental Breeder Reactor I EBR-I. Wikipedia, la enciclopedia libre. https://es.wikipedia.org/wiki/Experimental_Breeder_Reactor_I_EBR-I
Wikipedia. (s.f.). Reactor reproductor. Wikipedia, la enciclopedia libre. https://es.wikipedia.org/wiki/Reactor_reproductor
Naturgy. (2021, 29 septiembre). Historia de la energía nuclear. Naturgy. https://www.naturgy.es/empresas/blog/historia_energia_nuclear
Muñiz, F. (2021, 25 octubre). Fotografías curiosas y su contexto histórico # 1. El café de la Historia. https://www.elcafedelahistoria.com/clinton-y-kennedy/
Wearbeard. (2014, 26 junio). La primera central nuclear enciende el debate energético. Agencia SINC. https://www.agenciasinc.es/Visual/Ilustraciones/La-primera-central-nuclear-enciende-el-debate-energetico
Foro Nuclear. (s.f.). Central nuclear de José Cabrera. Foro Nuclear. https://www.foronuclear.org/descubre-la-energia-nuclear/energia-nuclear-en-espana/central-nuclear-de-jose-cabrera/
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