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Romano Mussolini: jazz, sangre y swing en tiempos del Duce

Pocas biografías resultan tan desconcertantes como la de Romano Mussolini. Pianista de jazz, hijo del dictador fascista Benito Mussolini y cuñado, para más inri, de la mismísima Sophia Loren, Romano fue el improbable nexo entre dos mundos que, sobre el papel, deberían haberse repelido como el aceite y el agua: la libertad creativa del swing afroamericano y la estética autoritaria del saloncito con retratos de papá en uniforme.

Nacido en la guarida del lobo… y del león, y del jaguar

Romano llegó a este mundo en 1927, en el seno de una familia que no era precisamente modesta. En la residencia romana de los Mussolini no solo se servían banquetes imperiales y se paseaban uniformes con galones. No. También se convivía con un zoológico doméstico digno de una ópera exótica: un jaguar, dos leones, una pareja de gacelas, un mono, dos ponis y dos tortugas, que a falta de mejores destinos, iban dando ambiente al jardín.

Fue en ese contexto entre el circo romano y el sainete decimonónico donde el pequeño Romano, con apenas cuatro años, escuchó por primera vez los acordes de jazz que su hermano Vittorio traía en forma de discos de 78 rpm.

La melodía tras la caída

Corría abril de 1945 cuando el cuerpo sin vida del Duce fue colgado cabeza abajo en la Plaza de Loreto, Milán, junto al de su amante Clara Petacci. Romano tenía entonces 12 años y lo que presenció marcaría toda su vida: el derrumbe absoluto de un nombre que, para otros, era sinónimo de horror, y para él, de padre. Dicen que once días antes del linchamiento, en plena sobremesa doméstica, Benito se acercó a su hijo menor, que tocaba el piano, y le susurró: “por favor, sigue tocando”. Lo hizo. Y siguió haciéndolo hasta el último de sus días.

El swing como exilio sentimental

Poco después de la guerra, Romano descubrió que cargar con el apellido Mussolini era algo así como ir por la vida con una bomba de relojería en el bolsillo de la americana. Así que decidió maquillar su identidad con el seudónimo de Romano Full. El intento duró lo que tardó en darse cuenta de que su apellido, además de una lápida moral, podía ser también una buena campaña de marketing. “¿Quién no querría escuchar a un Mussolini tocando jazz?”, debió pensar con el pragmatismo de quien ha crecido entre rugidos de león y discursos incendiarios de balcón.

Romano Mussolini jazz

En 1956 se plantó en el Festival de Jazz de San Remo con su banda, The Romano Mussolini All Stars, y a partir de ahí empezó su particular travesía: Alemania, Australia, Kenia, Corea del Sur, México… lugares donde el apellido todavía picaba, pero no apestaba tanto. En los años 60, Romano ya era un habitual de los clubes italianos más modernos, y su piano resonaba en locales como el mítico Bussola de Viareggio, donde compartió escenario con figuras de la talla de Dizzy Gillespie, Lionel Hampton y, cómo no, Chet Baker.

Chet Baker y el Duce: una conversación incómoda

La primera vez que Chet Baker y Romano se vieron, la escena parecía sacada de un sketch de humor negro. Romano, elegante y reservado, temía que el carácter autodestructivo de Baker acabara en escándalo. Chet, siempre algo colgado, no sabía cómo lidiar con un tipo que llevaba semejante mochila familiar. “Lamento lo de tu padre”, soltó Chet, con una torpeza tan humana que casi enternece.

Fascismo, jazz y otras contradicciones que fuman en pipa

Uno de los capítulos más surrealistas de la historia cultural del fascismo italiano es su cruzada contra el jazz. Al igual que sus compadres nazis, los camisas negras veían en el jazzun “arte degenerado”, síntoma de la decadencia anglosajona, del mestizaje racial y de la insalubridad moral. Así que, para italianizar a los músicos, Louis Armstrong pasó a llamarse Luigi Fortebraccio, y Benny Goodman, Beniamino Buonuomo.

Mientras tanto, en su adolescencia, Romano escuchaba aquellos discos prohibidos a escondidas, como si fueran panfletos revolucionarios. El mismo jazz que el régimen aborrecía se convirtió en su idioma emocional, su exilio íntimo y su bandera. Un gesto, si se quiere, de rebeldía tan elegante como tibia.

Políticamente equidistante, musicalmente ortodoxo

Romano se definía como apolítico, esa palabra comodín con la que se cubren las espaldas quienes prefieren no mojarse más allá del piano. Condenó, sí, las leyes raciales del régimen de su padre, pero siguió viendo el fascismo como una “cuestión sentimental”, una suerte de herencia familiar maldita que había que asumir con la resignación de quien no elige sus apellidos.

Mi padre fue un gran hombre”, declaró sin rubor en una entrevista poco antes de morir. “Nosotros lo respetábamos por su carisma”.

Sofía Loren, Forza Italia y el último compás

Romano se casó con Anna Maria Scicolone, hermana menor de Sophia Loren. De aquel matrimonio nació Alessandra Mussolini, actual eurodiputada por partidos de extrema derecha, y defensora acérrima del legado fascista. El círculo, por desgracia, se cerraba.

Romano Mussolini jazz

Romano, mientras tanto, componía el himno de Forza Italia —sí, ese partido fundado por Berlusconi, otro amante de los escenarios y de las poses autoritarias— y continuaba tocando en festivales, componiendo bandas sonoras como la de Satanik, y sacando discos con títulos tan elocuentes como Latin Taste o Minor Blues in Saint Louis.

Su funeral, en febrero de 2006, fue el epílogo perfecto para una vida de disonancias: un cortejo con músicos tocando jazz al estilo de Nueva Orleans, entre saludos fascistas y cánticos nostálgicos.

Jazz y brazos en alto. El alma y la sombra del Duce, bailando el último compás.



Fuentes:

Wikipedia contributors. (2025, 8 de febrero). Romano Mussolini. Wikipedia. https://es.wikipedia.org/wiki/Romano_Mussolini

Yanow, S. (2019, 19 de junio). Romano Mussolini Musician. All About Jazz. https://www.allaboutjazz.com/musicians/romano-mussolini/

The Guardian. (2006, 8 de febrero). Romano Mussolini. https://www.theguardian.com/news/2006/feb/08/guardianobituaries.artsobituaries

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