A finales de los años cuarenta, en una de esas cenas hollywoodienses donde la egolatría fluía mejor que el vino, Walt Disney y Salvador Dalí acabaron compartiendo mantel en casa de Jack Warner, anfitrión de una de las veladas más legendarias del cine. Frente a un magnate que seguramente no captaba ni la mitad de lo que se decía, surgió entre ambos una charla improbable: Dalí hablaba en el idioma de los sueños derretidos y las metáforas imposibles, mientras Disney lo hacía en el dialecto pragmático de los estudios y los contratos. Y, sin embargo, entre pinceles y celuloide encontraron un terreno común: el espectáculo como forma de arte. De aquella conversación nació la idea de fusionar la animación con el surrealismo en un proyecto tan insólito como inevitable, el cortometraje Destino.
La canción que prefirió el tiempo
El origen del proyecto fue, curiosamente, una canción mexicana: “Destino”, compuesta por Armando Domínguez y cantada por Dora Luz, cuya voz sirvió de brújula sonora. Walt, fascinado por el universo onírico de Dalí, imaginó un cortometraje que diese forma visual a esa melodía: una joven en busca del amor absoluto, perdida en un laberinto de imágenes donde la lógica se rinde ante la metamorfosis. Dalí, fiel a su exceso, no se conformó con unos simples bocetos: dejó una suerte de diario visual casi intraducible, con 135 dibujos, una quincena de pinturas y, quizá lo más valioso, un breve fragmento animado de dieciocho segundos, la única huella tangible de aquel efímero encuentro de 1946.
Ocho meses, 18 segundos y un descanso forzoso
Entre finales de 1945 y 1946, John Hench, uno de los dibujantes de confianza de Disney, y Salvador Dalí trabajaron codo con codo, debatiendo sobre metamorfosis imposibles, relojes líquidos y mujeres que se disolvían en el paisaje. Durante ocho intensos meses dibujaron, pintaron y diseñaron secuencias que rozaban lo alucinatorio. El resultado fue breve pero deslumbrante: un fragmento animado de apenas diecisiete segundos y una montaña de material conceptual. La versión oficial —digna de un guion de cine noir— sostiene que la posguerra, con su economía famélica y los apuros financieros del estudio, condenó el proyecto al olvido. Hench dejó tras de sí una prueba de animación, unas notas esquemáticas y la esperanza de que algún día alguien se atreviera a terminar lo que empezó.
El rescate: Roy E. Disney y la resurrección de un sueño
Casi sesenta años más tarde, cuando los bocetos yacían olvidados en carpetas polvorientas, Roy E. Disney, sobrino de Walt, redescubrió aquel libreto visual mientras trabajaba en Fantasía 2000 y decidió que ese sueño inacabado merecía una segunda oportunidad. En 1999 comenzó la tarea de resucitarlo: un pequeño equipo de animadores, dirigido por Dominique Monféry y producido por Baker Bloodworth, se dedicó a descifrar las notas de Dalí y Hench, combinando animación tradicional con pinceladas digitales. El resultado fue un corto de unos siete minutos que conserva la esencia surrealista de Dalí, la cadencia latinoamericana de Domínguez y el inconfundible pulso narrativo de Disney, todo envuelto en esa pátina melancólica que sólo el paso del tiempo sabe dar a los sueños aplazados.
Cronos, relojes derretidos y la figura de la mujer
El guion visual que Dalí dejó como legado plantea un duelo entre el tiempo, encadenado a agujas que se doblan como cera, y la figura femenina, a la vez fetiche, paisaje y enigma. La protagonista, muda y errante, atraviesa escenarios en perpetua mutación: esculturas que despiertan como dioses antiguos, paisajes que engullen cuerpos y relojes que laten como carne viva. Es una odisea íntima y cósmica, donde el amor absoluto no se traduce en un hombre ni en un encuentro, sino en una coordenada fuera del tiempo. Fiel a su obsesión por el objeto-símbolo, Dalí concibió una serie de metamorfosis que parecían manuscritos pictóricos más que guías de animación. Décadas después, el equipo que resucitó Destino tuvo que realizar un delicado acto de traducción: convertir las metáforas del lienzo en movimiento, sin desdibujar la huella inconfundible del pintor.

El cortometraje terminado y su recepción
Estrenado en 2003, con premieres en festivales como Annecy y recorrido por diversos certámenes internacionales, Destino no pasó precisamente inadvertido: la fusión de dos universos tan distintos como el de Disney y Dalí resultó tan fascinante como desconcertante. El corto cosechó nominaciones y premios en el circuito de animación y dio origen a un documental que relata su peculiar resurrección: Dalí & Disney: A Date with Destino. Con el paso del tiempo, la obra ha quedado como un artefacto híbrido, mitad reliquia ideológica de la posguerra, mitad experimento estético plenamente contemporáneo; una pieza que demuestra que, incluso en el sueño más improbable, a veces el tiempo decide despertar.
Anécdota aclaratoria: los dieciocho segundos que no fueron diminutos
Algunos sostienen que los “dieciocho segundos” originales son poco más que una curiosidad, y que la película final apenas añadió contenido. Pero la realidad es mucho más interesante: aquel breve fragmento era un experimento perfecto, una joya mínima que demostraba que la idea podía respirar en movimiento y no sólo sobre el papel.
Convertir los 135 bocetos y pinturas de Dalí en una narrativa animada fue, entre 1999 y 2003, un verdadero ejercicio de arqueología creativa: traducir sueños ajenos con las herramientas de la animación moderna.
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El resultado no pretende imitar a Dalí ni resucitar la mano de Walt al milímetro, sino algo más sutil: una conversación entre épocas, donde Dalí susurra, Disney interpreta y los animadores, con delicadeza, tratan de no perder el eco de ninguno de los dos.
Legado fragmentario
Destino es, en definitiva, una rareza luminosa: testimonio de una amistad artística improbable, archivo rescatado del polvo de los años y lección sobre cómo la animación puede convertirse en la traducción más fiel —y más libre— de la pintura.
Su culminación no cerró un capítulo, sino que abrió una conversación sobre la autoría, la memoria y ese personaje caprichoso llamado tiempo, que todo lo desordena para volver a ordenarlo a su antojo.
Dalí, que solía pintar palomas locas persiguiendo relojes blandos, quizá habría sonreído al ver cómo, sesenta años después, su sueño se animaba de nuevo: no como reliquia, sino como un guiño entre genios separados por el calendario, pero unidos por la misma obsesión de hacer visible lo imposible.
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Vídeo
Fuentes consultadas:
- Wikipedia. (2025). Destino (cortometraje). https://es.wikipedia.org/wiki/Destino_%28cortometraje%29
- Fundació Gala – Museu Salvador Dalí. (2010). Dalí + Disney = D https://www.salvador-dali.org/es/fundacion-dali/noticia/dali-disney-destino/
- D23. (2003). Destino premieres at Annecy International Film Festival. https://d23.com/this-day/destino-premieres-at-annecy-international-film-festival/
- IMDb. (2010). Dalí & Disney: A Date with Destino. https://www.imdb.com/title/tt2258327/
- IndieHoy. (2020). La historia detrás del corto que Salvador Dalí realizó para Walt Disney. https://indiehoy.com/cine/la-historia-detras-del-corto-que-salvador-dali-realizo-para-walt-disney/
- Walt Disney Family Museum. (2025). Disney and Dalí: Architects of the Imagination. https://www.waltdisney.org/exhibitions/disney-and-dali-architects-imagination
- AD Magazine. (2021). ‘Destino’, el cortometraje que Disney realizó con Salvador Dalí. https://www.admagazine.com/cultura/destino-cortometraje-salvador-dali-walt-disey-20200511-6813-articulos
- Open Culture. (2024). Destino: The Salvador Dalí – Walt Disney Animation That Took 57 Years to Make. https://www.openculture.com/2024/10/destino-the-salvador-dali-disney-collaboration-57-years-in-the-making.html
- Cultura Inquieta. (2022). Así cambia ‘Destino’, el corto que unió a Dalí y Walt Disney con la música de Pink Floyd. https://culturainquieta.com/cine/asi-cambia-destino-el-corto-que-unio-a-dali-y-walt-disney-con-la-musica-de-pink-floyd/
- Disney Wiki. (2025). Destino. https://disney.fandom.com/wiki/Destino
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