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Carl Emil Pettersson: el marinero sueco que se convirtió en rey de Tabar

En un recodo remoto del Pacífico yace una historia que parece salida de una novela más que de la realidad: la de Carl Emil Pettersson, un marinero sueco que, por capricho del destino, terminó siendo llamado rey de una isla olvidada en Papúa Nueva Guinea.

De un sueño sueco al mar abierto

Carl nació el 23 de octubre de 1875, en Suecia, en una familia, digamos, complicada. A los 17 años, lejos de conformarse con una vida “normal”, sintió en su sangre esa llamada incansable del océano. Así, en lugar de arar campos y seguir aguantando a la familia, se lanzó al mundo de los barcos, las tormentas y los destinos lejanos.
Hacia 1898 dio un paso clave: se unió a la compañía comercial alemana Neuguinea-Compagnie, que operaba en el archipiélago Bismarck. Fue su puerta de entrada a tierras exóticas, culturas indómitas y paisajes que jamás había imaginado.

La Navidad que cambió todo

El 25 de diciembre de 1904 cambió su vida para siempre. Su barco, el Herzog Johan Albrecht, se hundió cerca de la isla Tabar. Pero lejos de ser un final trágico, aquel naufragio dio inicio a una aventura que rozaba lo legendario.
Arrastrado por las olas, Pettersson llegó a la orilla y en un abrir y cerrar de ojos se encontró rodeado por los habitantes locales. En un mundo donde los rituales y costumbres ancestrales eran sagrados, aquel extranjero despertó curiosidad: sus ojos azules y su presencia física tan llamativa por aquellos lares lo diferenciaban de cualquier otro. Lejos de verlo como una amenaza, lo llevaron ante su rey.

Vida en Tabar: romance, negocios y un nuevo papel

En la isla reinaba el rey Lamy, un gobernante respetado y firme. Pero lo que nadie esperaba era que su hija, la princesa Singdo, se sintiera irremediablemente atraída por aquel náufrago sueco. En 1907, sellaron su unión en un matrimonio que fusionaba dos mundos completamente distintos: la cultura europea de Carl y las tradiciones ancestrales de Tabar. De esta manera, Carl dejó de ser un simple forastero para convertirse en un miembro activo de la comunidad, aunque siempre conservando su impronta y modales europeos.

Carl Emil Pettersson

El copra, la pulpa de coco seca que se exportaba a todo el Pacífico, era el verdadero motor económico de la región. Carl comprendió rápidamente su importancia, fundó su propia plantación llamada Teripax, contrató a trabajadores locales y, lo más destacable, mostró un respeto genuino por las costumbres de la isla, algo poco habitual entre los colonizadores de la época. Gracias a su habilidad para gestionar la plantación y su carácter justo, se ganó el respeto de los nativos y el apodo de “Strong Charley”, en reconocimiento a su notable fuerza física y determinación.

Cuando el rey Lamy falleció, la comunidad, consciente de la capacidad de Carl y de su integración en la isla, le otorgó oficialmente el título de rey de Tabar, consolidando así un papel que nadie podría haber predicho para un náufrago europeo.

Entre éxitos y tragedias

Durante varios años, Carl gobernó con firmeza, pero también con sensatez y atención a su pueblo. Ampliando sus horizontes, estableció nuevas plantaciones en otras islas: en Simberi, bajo el nombre de “Maragon”, y en el archipiélago Lihir, llamada “Londolovit”, con la intención de diversificar su legado y asegurar la prosperidad de su reino.

Carl Emil Pettersson

Sin embargo, el destino rara vez permanece tranquilo. En 1921, la princesa Singdo falleció a causa de fiebres, dejando a Carl profundamente abatido. En 1922 regresó a Europa en busca de consuelo y estabilidad familiar, donde conoció a Jessie Louisa Simpson. Ambos volvieron a Tabar y se casaron en 1923, renovando así su vida juntos en la isla.

Durante su ausencia, las plantaciones habían sufrido un notable declive. Inversiones fallidas, precios del mercado a la baja y la constante amenaza de la malaria habían golpeado duramente su reino. Fue entonces cuando Carl hizo un descubrimiento que cambiaría por completo su situación: un yacimiento de oro en la isla Simberi, un secreto que mantuvo celosamente durante años.

Trágicamente, Jessie falleció en 1935, víctima de la malaria y del cáncer, marcando un nuevo golpe para Carl. Ese mismo año decidió abandonar Tabar, y dos años más tarde, el 12 de mayo de 1937, murió en Sídney, Australia, víctima de un infarto, lejos de la isla que lo había acogido y convertido en leyenda durante tantas décadas.

Huellas y leyendas

Aunque su vida estuvo marcada por tragedias, el eco de la existencia de Carl Emil Pettersson nunca se apagó. En Suecia, su tierra natal, su historia apareció una y otra vez en revistas, periódicos y relatos de curiosidades, captando la atención de lectores fascinados por sus aventuras imposibles.
Y en el mundo de la literatura, algunos sostienen que Pettersson fue la chispa que inspiró a Ephraim Longstocking, el excéntrico y aventurero padre de Pippi Calzaslargas en las célebres novelas de Astrid Lindgren, convirtiendo su vida real en una especie de puente entre historia y ficción.

Carl Emil Pettersson

Lecciones de una vida extraordinaria: de naufragio a reinado inesperado

Esta no es la historia de un colonialista triunfante ni de un héroe impecable. Es la crónica de un hombre capaz de reinventarse, adaptarse, amar y sufrir. Un sueco que, tras naufragar, fue acogido por una comunidad remota, se casó con una princesa y terminó siendo reconocido como rey por aquellos a quienes un día había parecido un extraño.

Aunque su vida estuvo salpicada de golpes y giros imprevisibles, nos enseña que un accidente puede convertirse en semilla de algo nuevo. Que el encuentro entre culturas, lejos de ser una utopía rígida, puede ser a la vez doloroso y hermoso. Y que incluso desde el naufragio más devastador puede surgir un reinado inesperado, recordándonos que la fortuna y la aventura siempre encuentran su camino.


Fuentes

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