En la década de 1960 y principios de los 70, Mario Vargas Llosa y Gabriel García Márquez compartían algo más que la fama: un pasillo común dentro del llamado «boom» latinoamericano, redes de editores y la admiración recíproca que, en la imaginación pública, había sellado una fraternidad literaria casi cinematográfica. Ambos se cruzaron, se tradujeron, se aconsejaron y aparecieron juntos en tertulias y actos internacionales; eran, en cierto modo, los dos polos de un mismo imán cultural.
Además, fueron casi vecinos durante la estancia de ambos en la ciudad de Barcelona.
El día en que la amistad terminó en un puñetazo
El episodio se sitúa en la noche del 12 de febrero de 1976, en Ciudad de México, cuando se estrenaba un documental sobre los supervivientes del accidente de los Andes en el Palacio de Bellas Artes.
Allí, según diferentes testigos del hecho, un encuentro que parecía una vieja costumbre —saludarse con cierta efusión, sonrisas y simpatía mutua— se convirtió en la escena de un acto físico y definitivo: Vargas Llosa propinó a García Márquez un golpe directo al rostro.
No fue una pelea larga ni una riña pública de taberna; fue un golpe súbito y seco, con consecuencias simbólicas mucho mayores que las físicas.
Testigos, versiones y la famosa frase
Los relatos de la noche difieren en matices —quién estuvo presente, cómo fue el abrazo que no llegó a darse— pero coinciden en el desenlace. La periodista Elena Poniatowska, que presenció el episodio, contó años después cómo García Márquez se acercó sonriente y fue recibido con el puñetazo; su recuerdo, citado por agencias y medios, aporta la inmediata sensación de sorpresa que envolvió a los asistentes.
Otros testigos reproducen una frase que se convirtió en leyenda (y que, como toda leyenda, tiene sabores de rumor): la exclamación de Vargas Llosa acusando a García Márquez por algo relacionado con “Patricia” —la esposa de Vargas Llosa—; la frase exacta varía según quién la relate, pero la idea quedó: había una afrenta íntima, no sólo literaria.
Lo cierto y lo especulativo
Aquí conviene detenerse y explicar qué es sólido y qué es conjetura.
La máquina del tiempo está en marcha. Cuando el contador llegue a cero, un nuevo artículo verá la luz. O el caos se desatará, quién sabe. Cada segundo que pasa, un artículo se ríe de ti. Suscríbete.
No mires el contador, que parece que va más lento.
Lo sólido: la fecha, el lugar y el episodio físico —un puñetazo— aparecen en múltiples crónicas y testimonios; existe documentación y referencias periodísticas que lo atestiguan. Lo especulativo: el motivo preciso nunca fue explicado públicamente por los protagonistas de forma concluyente. Con el paso de los años se han urdido varias versiones: celos por un rumor sentimental, chismes sobre confidencias, peleas por pasiones políticas o incluso malentendidos amplificados por el alcohol y la fama.
Cada hipótesis tiene defensores y detractores entre los que estuvieron presentes esa noche, pero ninguno aporta una confesión cerrada que cierre el misterio del desencadenante del incidente de manera definitiva.
Una fotografía que alimentó la leyenda
La foto de García Márquez con un ojo morado circuló años después y sirvió para alimentar la narrativa pública del encontronazo. El fotógrafo Rodrigo Moya, entre otros, es citado como quien registró el rostro del escritor tras el incidente, y esas imágenes —más testimoniales que sensacionalistas— han sido usadas por historiadores y cronistas para ilustrar la ruptura. La existencia de la imagen no prueba el porqué, pero sí confirma que algo físico y visible ocurrió.

Consecuencias: no sólo un ojo morado
La amistad se rompió de manera tan radical que, de repente, todo contacto entre ellos desapareció: ni llamadas, ni cartas, ni miradas cómplices; lo que habían compartido quedó suspendido en un limbo de recuerdos. El puñetazo, seco y fugaz, no se limitó a un instante físico: se transformó en símbolo de una ruptura que muchos reconstruyeron como si fuera un guion de novela. Desde entonces, el episodio se coló en cada anécdota sobre el Boom latinoamericano, creció con los años y se volvió casi un personaje más dentro de la historia de esos escritores gigantes que, a pesar de admirarse mutuamente, no pudieron mantener la cercanía que una vez los unió.
Más allá del golpe en sí, y aunque ni Vargas Llosa ni García Márquez se dignaron a comentar públicamente lo ocurrido hasta el final de sus días, aquel momento empezó a interpretarse como la metáfora perfecta de una fractura mucho más amplia: dos autores que habían compartido proyectos, cafés, cenas y charlas interminables, empezaron a mostrar diferencias que ya no se podían disimular: políticas, personales, ideológicas… una especie de divorcio simbólico que la prensa y los lectores devoraron con fascinación. Cada gesto, cada silencio, cada foto publicada después parecía recordar que aquello no fue solo un golpe, sino el principio de un distanciamiento definitivo, un acto que teatralizó sus diferencias para todo el mundo sin que ellos tuvieran que decir una palabra más.
El misterio que quedó tras el puñetazo
Y, claro, todo lo que podemos hacer ahora es especular. Porque las dos únicas personas que sabían la verdad absoluta no están aquí para contarlo. Nos queda el misterio, la anécdota que se volvió leyenda, la imagen del momento congelada en la memoria colectiva: un golpe que no solo marcó un rostro, sino que dejó una cicatriz invisible en la historia literaria latinoamericana, recordándonos que incluso los genios son humanos, que se enfadan, que pelean, y que a veces la admiración y la rivalidad viajan en la misma dirección, hasta estrellarse con un puñetazo que pasará a la historia como un instante irrepetible, delicioso y absurdo al mismo tiempo.
Productos recomendados para ampliar información
- Garcia Marquez, Gabriel(Autor)
- García Márquez, Gabriel(Autor)
- Vargas Llosa, Mario(Autor)
- Vargas Llosa, Mario(Autor)
Fuentes: The Paris Review – Centro Gabo – France24
Escritor, profesor, traductor, divulgador, conferenciante, corrector, periodista, editor.
Enlaces de afiliados / Imágenes de la API para Afiliados/Los precios y la disponibilidad pueden ser distintos a los publicados. En calidad de afiliado a Amazon, obtenemos ingresos por las compras adscritas que cumplen con los requisitos aplicables.
La máquina del tiempo está en marcha. Cuando el contador llegue a cero, un nuevo artículo verá la luz. O el caos se desatará, quién sabe. Cada segundo que pasa, un artículo se ríe de ti. Suscríbete.
No mires el contador, que parece que va más lento.






