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El juicio que no cabía en una butaca: cuando el cine español entró en los juzgados

Cuando el cine comenzaba a desperezarse en España, con más entusiasmo que recursos, no imaginaba que su primera gran polémica nacional iba a resolverse fuera de la pantalla, con papeles, procuradores y argumentos de mesa de despacho. La anécdota del pleito por De mala raza (la obra teatral) y Mala raza (la película) reúne, en cuatro actos no previstos por ninguna escuela de guion, a un dramaturgo venerado por algunos y vituperado por otros, a un pionero del cine que improvisaba cámaras en talleres, a una incipiente Sociedad de Autores que quería ejercer de gramática moral y jurídica, y a un tribunal que, con su fallo, dejó una puerta entreabierta para la adaptación cinematográfica en España. Esta es la crónica de ese emparejamiento forzado entre las tablas y la máquina de cine, un thriller legal con más suspense que muchas películas mudas de la época.

El primer juicio del cine español: drama, tribunales y taquilla

Imagina la escena: un Nobel en el palco, un cineasta manchándose de aceite de proyector y una Sociedad de Autores con toga y papeles por todas partes. Así podría empezar la primera gran película judicial del cine español, aunque nadie la rodara todavía. El argumento: derechos de autor, adaptaciones y egos del tamaño de un estudio de cine mudo. Los protagonistas: José de Echegaray y Fructuós Gelabert, un duelo más épico que cualquier riña de celos en Baralla en un cafè.

José de Echegaray: un hombre, mil vidas y un Nobel que cabreó a medio mundo

José de Echegaray no necesitaba que le adornaran la biografía; su propio currículo parece escrito por un escritor con exceso de cafeína: ingeniero, matemático, catedrático, político, dramaturgo, ministro y, como guinda, Nobel de Literatura en 1904. El primer español en recibirlo.

Pero, como suele pasar con los premios grandes, no todos estaban encantados. La intelectualidad española de la época –Unamuno, los Machado, Valle-Inclán– lo veía más como un símbolo de solemnidad absurda que como un genio literario. Y es que, según ellos, Echegaray representaba “esa España corroída por los prejuicios y la superchería”. Vamos, que el Nobel, lejos de aplaudirlo, provocó algún que otro suspiro de indignación entre los cafés literarios madrileños.

Como dramaturgo, cultivaba dramas morales, pasiones trágicas y fatalismos heredados. De mala raza (1886) es un ejemplo perfecto: honor mancillado, conflictos de clase, tragedia de salón. Teatro del XIX, con la solemnidad que caracterizaba la época y la intención edificante que haría suspirar a cualquier espectador de mantilla y abanico. Para los renovadores, eso sí, era un blanco perfecto para la ironía o la crítica despiadada.

Fructuós Gelabert: el artesano que convirtió en cine todo lo que tocaba

En la otra esquina, Fructuós Gelabert: un visionario que parecía fabricar películas antes de que existiera la palabra “industria”. Operador, director, inventor de cámaras caseras y montador de escenas, Gelabert entendía la imagen en movimiento como un juego serio y obsesivo. Su película Riña en un cafè (1897) es considerada la primera obra argumental española. Una escena sencilla, casi doméstica, que demostraba que el cine podía narrar historias y no solo registrar trenes, salidas de misa o animales en zoológicos.

Fructuós Gelabert
Fructuós Gelabert

Gelabert no era un simple técnico: conocía el espectáculo, el marketing y la taquilla antes de que existieran esos conceptos. Filmó documentales, crónicas y alguna ficción que, lamentablemente, se ha perdido con el tiempo. Pero su talento para ensamblar imágenes y público lo convierte en un auténtico pionero, casi un Spielberg con cámara de manivela.

De la obra al fotograma: Mala raza llega a la cartelera

Hacia 1912–1913, Gelabert decide adaptar De mala raza al cine. Y así nace Mala raza, la película que llevaría a Echegaray a los tribunales. La crítica de la época la definió como ruda y, en ocasiones, más cercana al buffo que al drama, pero el público acudía masivamente: ver un drama conocido convertido en cine era como asistir a un episodio extendido de tu novela favorita.

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Adaptar una obra teatral sin pedir permiso ni pagar derechos provocó la acción de la Sociedad de Autores Españoles, que demandó por presunto plagio. La batalla legal comenzó en junio de 1913 y transformó un simple enfrentamiento entre dramaturgo y cineasta en un choque generacional y estético: tradición frente a modernidad, letras frente a imágenes.

El enfrentamiento legal: cine versus teatro

La defensa de Gelabert tenía un argumento elegante: el cine es un lenguaje propio. Convertir un texto teatral en película no reproduce palabra por palabra, sino que lo traduce a un código distinto. La Sociedad de Autores, en cambio, defendía lo clásico: si trama, personajes y estructura son reconocibles, se vulneran los derechos, soporte aparte.

El debate no era solo legal, sino filosófico: ¿dónde empieza la inspiración y dónde termina la apropiación? El teatro exigía respeto a siglos de normas; el cine reclamaba libertad creativa. Era un duelo más épico que la propia trama de De mala raza.

La sentencia: Nubes negras en la taquilla

El Tribunal falló a favor de Gelabert. La película pudo seguir su exhibición y, además, se relanzó en 1914 bajo el nombre de Nubes negras. Un pequeño cambio de título que, en términos modernos, sería como renombrar una app para esquivar problemas legales. El público no se quejó; la polémica se resolvió con astucia y marketing primitivo.

Historiadores coinciden: el caso sentó precedente. Permitió que el cine español entendiera que adaptar textos teatrales era legítimo, siempre que se aportara creatividad y un lenguaje propio. La relación entre teatro y cine, a partir de entonces, sería tensa, curiosa y fructífera.

Ironías de la historia: un Nobel, un taller y una toga

La historia está llena de giros irónicos. Echegaray, respetado pero criticado, defendía su obra ante un medio emergente que contaba historias de otra manera y más barato. Gelabert, en cambio, transformó la controversia en espectáculo: el cine, como buen comerciante, siempre sabe sacar partido de un escándalo.

El cambio de título de Mala raza a Nubes negras funciona como recordatorio de que en los albores del cine los límites legales eran porosos. La solución más frecuente: reiniciar, proyectar y sonreír ante la polémica.

Ganadores y legado: lecciones de un pleito histórico

Si hablamos de quién ganó, la respuesta es poética:

  • Ganó el cine, porque la práctica adaptativa sobrevivió y se consolidó.
  • Ganó la Sociedad de Autores, al demostrar que los derechos pueden defenderse.
  • Ganó la idea de que el arte moderno necesita reglas, pero que estas se forjan en la controversia.

El pleito enseñó varias lecciones: transformar obras exige diálogo; la ley tarda en adaptarse a nuevos lenguajes; los pioneros pagan el precio de la improvisación; los grandes nombres literarios aportan espectacularidad; y, sobre todo, el cine aprendió a ver las adaptaciones como vía de crecimiento, no como delito.

Un historiador añadiría matices: que hubo otros pleitos parecidos en distintos países, que la jurisprudencia cultural se forjó a golpes de escándalo y carteles de hojalata. Pero para quien disfruta de la ironía histórica, el episodio es una comedia judicial con acotaciones trágicas: un Nobel en el palco, un artesano en el taller, una sociedad con toga y una película que cambió de nombre para seguir su camino hacia la taquilla.


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De mala raza — José de Echegaray (edición rústica, 2018): Esta edición contemporánea presenta la famosa obra teatral De mala raza de José de Echegaray en formato de bolsillo; incluye el texto íntegro de la pieza y permite al lector disfrutar del drama decimonónico que protagonizó la polémica adaptación cinematográfica. Útil para quien quiera leer la fuente original desde una edición en español.

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Fructuós Gelabert — Joan Francesc Lasa: Monografía en español dedicada a la figura de Fructuós Gelabert; reconstruye su vida como pionero técnico y artístico del cine catalán y español, documentando sus inventos, filmografías y contribuciones al cine primitivo. Lectura imprescindible para quienes investigan la génesis del cine en España y el papel de Gelabert en Riña en un café.

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Memorias de dos pioneros: Francisco Elías y Fructuós Gelabert — José María Caparrós Lera (ed.): Compilación histórica que recoge biografías y recuerdos de dos pioneros del cine español; incluye filmografía, notas documentales y contexto histórico. Texto en español que aporta testimonios y una bibliografía esencial para estudiar las primeras décadas del cinematógrafo en España.

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Vídeo de Riña en un café

Fuentes consultadas:

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