Dos personas se baten en duelo.
Y ya les avisamos que no es un duelo normal.
De entrada, se trata de un duelo entre dos mujeres. Y no son dos mujeres cualquiera. No. A un lado tenemos a la princesa Paulina von Metternich y al otro a la condesa Anastasia von Kielmansegg.
La historia que les vamos a explicarr se presenta como un relato tan inesperado como fascinante, donde el decoro se inclinó ante la determinación de dos mujeres decididas a proteger su reputación, incluso si eso significaba retar las convenciones con un toque de ironía.
Paulina von Metternich: entre el glamour y la transgresión
Nacida en Viena en 1836, Paulina Sánndor de Szlavnicza emergió en un mundo donde la tradición y la innovación bailaban juntas con pasos a veces torpes, a veces impecables. A los 26 años, el destino la unió en matrimonio con su tío, el príncipe Richard von Metternich, diplomático brillante y conocido por sus escandalosos amoríos con actrices y cantantes de ópera. Y, sin embargo, pese a estas turbulencias, su unión perduró lo suficiente como para que Paulina se erigiera en un faro de modernidad en una sociedad acostumbrada a la rigidez y al decoro inquebrantable.
Viajes, cortes Reales e icono de la moda
Lejos de limitarse a los salones vieneses, Paulina acompañó a su esposo en extensos viajes por Europa, que la llevaron desde la corte real sajona en Dresde hasta la opulenta atmósfera de la corte imperial francesa en París. Durante la guerra franco-prusiana de la década de 1870, la pareja se refugió en Francia, donde la princesa absorbió nuevas ideas y modas que desafiaban las convenciones de su tiempo. Con una mezcla de audacia y refinamiento, introdujo en la alta sociedad actividades hasta entonces reservadas al mundo masculino, como el patinaje o el simple placer de fumar un cigarrillo. De esta forma, Paulina no solo rompió moldes, sino que también se convirtió en una ferviente mecenas de compositores como Richard Wagner y Franz Liszt, cimentando así su legado cultural.
La Exposición anual de teatro musical de Viena: escenario de una rivalidad
El verano de 1892 ofreció a la alta sociedad vienesa un acontecimiento de gran relevancia: la Exposición Anual de Teatro Musical. En este contexto, la princesa Paulina se encargó de supervisar los preparativos del evento, en compañía de la condesa Anastasia von Kielmansegg, una figura emergente cuya juventud y ambición le otorgaban cierto aire de desafío ante las costumbres establecidas. Los rumores de la época sugerían que la condesa pretendía acaparar el control total del evento, lo que fue interpretado por la experimentada Paulina como una amenaza directa a su autoridad en la corte.
Resulta, pues, que lo que en otros tiempos habría sido resuelto a través de representantes masculinos, se transformó en un enfrentamiento directo entre dos mujeres decididas a defender su honor.
El ritual del duelo: tradición, protocolo y honor
A pesar de que la etiqueta y el decoro prohibían el uso de la violencia física directa, la solución fue tan sorprendente como formal: un duelo. En el siglo XIX, los duelos seguían siendo el medio tradicional para saldar agravios, donde el honor se medía a filo de espada y el código de conducta era casi sagrado. Normalmente, ante una ofensa, la parte desafiada tenía la oportunidad de disculparse o resarcir el agravio para evitar el combate, pero en este caso, ambas aristócratas optaron por enfrentarse personalmente. Con cada una designando a su propia testigo y médico, el duelo se configuró como un “duelo emancipado”, en el que todas las partes –incluidas las médicas y las testigos– eran mujeres, subrayando una transformación en los roles tradicionales.
El terreno de honor y las reglas del combate
El lugar elegido para este singular enfrentamiento fueron las afueras de Vaduz, capital del principado de Liechtenstein. Esta elección no fue arbitraria: el estado, conocido por su autonomía y su condición de refugio de prácticas dudosas tras la disolución del Sacro Imperio Romano Germánico, ofrecía un escenario perfecto para un duelo que, de otra manera, podría haber topado con problemas legales en territorios más rígidos.
En un cuadrado de unos veinte pasos de ancho, cada duelista se ubicó en un extremo, sabiendo que abandonar ese espacio antes del término del combate equivaldría a la rendición, un acto considerado de la más absoluta cobardía.
Las armas y la precisión del corto encuentro
Para este enfrentamiento, las combatientes optaron por los estoques, armas especialmente diseñadas para asestar puñaladas rápidas y precisas. La elección de estos instrumentos no fue fortuita: se pretendía que las heridas fueran limpias y, sobre todo, no letales. Según relatan los informes periodísticos de la época, el duelo se extendió a lo largo de tres rondas.
En las dos primeras, ninguna de las mujeres sufrió daño alguno, un empate que evidenciaba tanto la habilidad como la cautela con la que se manejaban. No fue hasta la tercera ronda cuando la tensión se hizo palpable: Paulina recibió un pequeño corte en la nariz y Anastasia sufrió una herida en el brazo. Aunque el resultado final permanece envuelto en la misteriosa niebla del tiempo, lo cierto es que ambas salieron del enfrentamiento sin manchar su honor.
La peculiar decisión: desnudez en el duelo
Un detalle que ha cautivado a historiadores y curiosos por igual es la decisión de enfrentarse sin ropa que cubriera la parte superior del cuerpo. Esta medida, lejos de ser un simple capricho estético, fue sugerida por la baronesa Lubinska, una noble polaca pionera en la defensa de la teoría de los gérmenes. Su razonamiento era tan práctico como sorprendente: al no tener prendas intermedias, se reducía el riesgo de que los estoques rasgaran telas sucias, lo que podría facilitar la entrada de infecciones en las heridas.

De esta forma, un corte limpio era mucho más fácil y rápido de tratar, garantizando así que el objetivo del duelo –restaurar el honor sin causar la muerte– se cumpliera de forma óptima. Este acto, que hoy podría parecer excéntrico, en aquel entonces se interpretó como una muestra de racionalidad y previsión en medio de un ritual cargado de simbolismo.
La prensa y el espectáculo mediático
Como era habitual en una época en la que cada hecho social era minuciosamente documentado, los periódicos se hicieron eco de este inusual duelo con una mezcla de asombro y mucho morbo. Las crónicas de la prensa de la época describían el episodio con una atención casi sensacionalista, resaltando la rareza de dos aristócratas resolviendo sus diferencias a puñaladas, sin intermediarios masculinos y, además, con la parte superior del cuerpo al descubierto.
La reacción no se limitó a las fronteras de Austria o de Liechtenstein; en Inglaterra, por ejemplo, se generó un escándalo notable en la sociedad victoriana, cuyos estrictos cánones de decoro se vieron violentamente perturbados por la imagen de dos mujeres en duelo.
Los protagonistas del protocolo: testigos y médicos
El rigor del duelo se evidenció en cada detalle del protocolo. La princesa Schwarzenberg hizo acto de presencia como testigo de Paulina, mientras que la condesa Kinsky cumplió el mismo papel para Anastasia. Por su parte, la baronesa Lubinska no sólo asesoró sobre cuestiones de higiene y vestuario, sino que se desempeñó como médica, garantizando que cualquier herida, por insignificante que fuera, recibiera la atención necesaria.

Esta organización meticulosa refleja cómo, en el mundo aristocrático del siglo XIX, el honor se defendía no solo en el campo de batalla, sino también en la observancia de un conjunto de normas y rituales que conferían al acto una solemnidad casi ritual.
Un duelo emancipado en pleno cambio social
Resulta innegable que el enfrentamiento entre Paulina y Anastasia trasciende la mera disputa personal. Tradicionalmente, cuando una mujer se veía agraviada, era un varón –un familiar o un amigo– quien acudía en su defensa, protegiendo su honor con la espada en mano.
Sin embargo, la creciente influencia de los movimientos protofeministas a finales del siglo XIX permitió que las mujeres se colocaran en el centro de la acción, reclamando el derecho a defenderse directamente y a ejercer su autoridad. Este duelo emancipado se erige, por tanto, como un reflejo de una época en la que las convenciones comenzaban a ceder ante el ímpetu de un cambio social que buscaba redefinir los roles de género en la alta sociedad.
El desenlace y la incertidumbre del honor
La duración del duelo, que se extendió a lo largo de tres rondas, es en sí misma motivo de análisis. Durante las dos primeras fases, el empate reinó absoluto, dejando en evidencia el dominio y la mesura de ambas combatientes. Fue únicamente en la tercera ronda cuando las agujas del destino se inclinaron y los estoques encontraron su marca: un pequeño corte en la nariz de Paulina y una herida en el brazo de Anastasia.
A pesar de que los relatos varían en cuanto a quién se impuso, lo cierto es que el enfrentamiento permitió a ambas mujeres salir con su honor intacto. Algunos testigos, cuyas voces se han perdido en el tiempo, relatan incluso que el duelo culminó en un emotivo abrazo y un beso, gestos que, más que sellar una victoria o una derrota, simbolizaron la reconciliación de dos espíritus tan fieramente orgullosos como la misma aristocracia europea.
El relato del duelo entre la princesa Paulina von Metternich y la condesa Anastasia von Kielmansegg ha quedado grabado en el imaginario colectivo como un ejemplo perfecto de la complejidad y la contradicción de una época en la que el honor se defendía mediante rituales tan minuciosos como inesperados.
A través de crónicas periodísticas, memorias y relatos que se han transmitido de generación en generación, este episodio se erige como un auténtico símbolo de una aristocracia dispuesta a desafiar las normas sociales, las expectativas públicas y hasta los límites de lo considerado aceptable.
Más allá de los cortes y las reglas del duelo, lo que permanece es la imagen de dos mujeres que, con determinación y audacia, marcaron un precedente memorable, recordándonos que, incluso en los salones más rígidos de Europa, el ingenio y la valentía podían trastocar cualquier guion previsto.
Fuentes:
- The History Blog. (2019, marzo 9). Princess vs. Countess: a topless duel over flowers. Recuperado de https://www.thehistoryblog.com/archives/54537
- Historical Fencer. (2018, agosto 15). That time when a countess duelled a princess. Recuperado de https://historicalfencer.com/that-time-when-a-countess-duelled-a-princess/
- Wikipedia contributors. (2023, febrero 22). Pauline von Metternich. Wikipedia, La Enciclopedia Libre. Recuperado de https://es.wikipedia.org/wiki/Pauline_von_Metternich
Escritor, profesor, traductor, divulgador, conferenciante, corrector, periodista, editor.






