La mesa de Nulles no tenía nada de especial a primera vista. Era una mesita de nogal sencilla, de las que abundan en las casas de pueblo, utilizada durante años como soporte de una radio pesada y algo anticuada. Sin adornos, sin filigranas, sin historia aparente. Un mueble discreto, casi invisible, hasta que un día empezó a moverse solo, a subir escaleras, a responder preguntas y a poner en aprietos a la lógica más elemental.
Todo ocurrió en Nulles, un pequeño municipio del Alt Camp, en la provincia de Tarragona, que en la década de los setenta apenas superaba los quinientos habitantes. Un pueblo tranquilo, de ritmo lento y vida previsible, que a mediados de febrero de 1975 se vio desbordado por una avalancha inesperada de curiosos, periodistas y aficionados al misterio. De pronto, aquel rincón apacible se convirtió en destino de peregrinación.
España vivía entonces un momento muy concreto. Era el final del franquismo, con el NODO todavía marcando la actualidad, la misa dominical como costumbre inamovible y los misterios domésticos ocupando sobremesas y tertulias. En ese contexto, la mesa de Nulles se sumó al catálogo de prodigios populares: una mesa que parecía tener vida propia y que, además, cobraba entrada. Cincuenta pesetas por persona. Un fenómeno paranormal, sí, pero con espíritu de verbena rural.
Nulles en 1975: un pueblo tranquilo y una mesa inquieta
Para entender el impacto del episodio hay que imaginar cómo era Nulles antes de que todo empezara. Un pueblo pequeño, silencioso, sin demasiadas novedades. Hasta que la mesa “despertó”. A partir de entonces comenzaron a llegar coches desde Tarragona, Reus, Valls y otras localidades cercanas. Algunos fines de semana incluso aparecieron autocares llenos de visitantes que, en ocasiones, tuvieron que marcharse sin ver nada porque la cola era gigantesca.

El fenómeno encajaba perfectamente en los años setenta, una época especialmente fértil en apariciones, psicofonías, vírgenes llorosas y casas con comportamientos extraños. Eran los años de las oleadas OVNI, las caras de Bélmez y el auge de los grupos espiritistas.
Los hermanos Saumells y el día que una mesa empezó a andar
En el centro de esta historia están tres niños: María del Carmen, Rosa María y Juan Saumells, de trece, diez y siete años. Poco antes de que todo empezara, habían asistido a una sesión de espiritismo en Porrera, donde otra mesa respondía preguntas mediante golpes. Impresionados por lo que vieron, decidieron repetir la experiencia en casa con la mesita de nogal que sostenía la radio familiar.
El procedimiento no tenía ningún secreto. Colocaban las manos sobre el tablero y esperaban. Según relataron testigos y recogieron crónicas posteriores, al poco tiempo la mesa empezaba a moverse. Primero recorría la habitación, luego el pasillo, después la casa entera y, finalmente, las calles del pueblo. Se deslizaba por el suelo, giraba, cambiaba de dirección y parecía moverse con una autonomía que muchos consideraron imposible de explicar solo por el empuje inconsciente de unos niños.

Con el paso de los días, la mesa fue ganando protagonismo. Pasó de simples desplazamientos a subir y bajar escaleras sin que nadie la levantara, y terminó por transportar personas. En uno de los episodios más citados, un hombre de unos setenta kilos se sentó sobre ella y el mueble levantó dos patas del suelo mientras obedecía las indicaciones de los niños.
No se trataba únicamente de relatos exagerados. Un periodista de La Vanguardia asistió a una sesión organizada en el Ayuntamiento de Nulles y dejó constancia de haber visto cómo la mesa se desplazaba por la sala consistorial y subía varios escalones de la escalera del edificio.
Cómo funcionaba la mesa de Nulles: manos, golpes y un código peculiar
El funcionamiento del fenómeno seguía casi siempre el mismo patrón. Para que la mesa se activara, varias personas —normalmente cinco o seis— debían apoyar suavemente las manos sobre el tablero. No había que apretar ni empujar. Bastaba con colocar las yemas de los dedos y esperar.
Con el tiempo, se observó un detalle curioso: cuando los participantes se tocaban entre sí, formando una especie de circuito con los dedos, la mesa parecía moverse con más energía. Cuando cada uno apoyaba las manos por separado, el movimiento era más débil, como si la mesa necesitara cooperación.
Más adelante, el mueble empezó a comunicarse mediante golpes, siguiendo el sistema clásico de las mesas parlantes del espiritismo del siglo XIX. Un golpe significaba “sí”, dos golpes “no”, y combinaciones más largas servían para indicar números o letras.

Las historias sobre sus aciertos no tardaron en circular. Se decía que la mesa adivinaba cuántas llaves llevaba alguien en el bolsillo, cuántas cerillas quedaban en una caja o detalles personales que el interlocutor creía privados. Incluso se animó a pronosticar resultados de partidos de fútbol, algunos de los cuales, según se contaba, se cumplieron con exactitud.
Quienes acudían con escepticismo solían marcharse con una sensación incómoda. No había una explicación clara, pero la mesa se movía y respondía siguiendo un patrón que parecía coherente.
50 pesetas por milagro: turismo paranormal y monetizando que es gerundio
Como ocurre con muchos misterios populares, el fenómeno pronto adquirió una dimensión económica. La afluencia masiva de visitantes obligó a trasladar la mesa de la casa familiar al Ayuntamiento y, más tarde, al bar del pueblo, donde era más sencillo organizar las sesiones.

Se estableció una entrada de 50 pesetas por persona. No era un negocio privado al uso. La recaudación se destinaba a un fondo común con la intención de financiar un polideportivo para el pueblo. La escena tenía algo de romería laica: visitantes de todas partes hacían cola, participaban en la sesión y luego se marchaban a comentar la experiencia entre tapas y vermut.
La modesta mesita de nogal acabó haciendo más por la economía local que muchos planes institucionales.
Periodistas, cámaras y expertos en lo inexplicable
La repercusión mediática no tardó en llegar. La prensa nacional se hizo eco del fenómeno en febrero de 1975, describiendo con detalle las sesiones y las reacciones del público. Incluso se rodó un reportaje para el noticiario oficial, que quedó archivado y no se emitió en su momento.

A lo largo de los años, la mesa de Nulles reapareció de forma intermitente en revistas especializadas, programas de misterio y espacios radiofónicos. Investigadores y divulgadores analizaron el caso, intentando desmontar o al menos matizar su supuesto carácter sobrenatural. Incluso programas de humor incorporaron la mesa como una anécdota recurrente, mitad inquietante, mitad entrañable.
Rosa María y las explicaciones posibles
Dentro de toda esta historia, hay un nombre que se repite con frecuencia: Rosa María, la hermana mediana. Muchas crónicas coinciden en que la mesa se mostraba especialmente activa cuando ella colocaba las manos sobre el tablero. Cuando se retiraba, el movimiento disminuía o cesaba.
Algunos investigadores sugirieron que Rosa María actuaba como una especie de catalizadora, quizá por una sensibilidad especial propia de la pubertad. Los escépticos, en cambio, defendieron que el fenómeno podía explicarse mediante micro-movimientos inconscientes, amplificados por la sugestión colectiva. Es lo que se conoce como efecto ideomotor.
El principal escollo de esta explicación era justificar los aciertos tan precisos atribuidos a la mesa. Para unos, se trataba de memoria selectiva. Para otros, había algo más difícil de encajar.
La mesa de Nulles hoy: memoria y leyenda
Hoy, según se cuenta, la mesa sigue en Nulles, guardada en una buhardilla. No se exhibe en ningún museo ni forma parte de una colección oficial. Sin embargo, su historia sigue viva en la memoria del pueblo y en el imaginario colectivo.

Casi medio siglo después, la niña que parecía activar la mesa ha confesado que no quiere volver a tocarla. El fenómeno quedó atrás, pero dejó una huella emocional difícil de borrar.
Quien visite hoy Nulles no verá mesas subiendo escaleras, pero sí encontrará el eco de una historia irrepetible: la de una mesita de nogal que puso a un pequeño pueblo en el mapa, llenó bares, ayudó a financiar un polideportivo y regaló a varias generaciones un relato que aún hoy se cuenta en voz baja, entre la incredulidad y una sonrisa cómplice.
Vídeo: “La mesa de Nulles GC”
Fuentes consultadas
- Experiències Rurals. (s. f.). El misteri de la taula de Nulles. Experiències Rurals. https://experienciesrurals.com/el-misteri-de-la-taula-de-nulles/
- Iberia Oculta. (2015, 10 julio). La misteriosa mesa de Nulles. Iberia Oculta. https://iberiaoculta.blogspot.com/2015/07/la-misteriosa-mesa-de-nulles.html
- Busquets Obré, M. (2023, 29 enero). La taula «ouija» de Nulles. ReusDigital. https://reusdigital.cat/noticies/el-camp/la-taula-ouija-de-nulles
- Muñiz, F. (2025, 14 noviembre). «Moro», el perro que anticipaba la muerte en Fernán Núñez. El Café de la Historia. https://www.elcafedelahistoria.com/moro-perro-de-los-entierros-fernan-nunez/
- Boada, E. (2022, 7 febrero). L’època dels petits miracles. Diari de Tarragona. https://www.diaridetarragona.com/tarragona/historias-casa-boada/80281/l-epoca-dels-petits-miracles-aj10805731.html
- RAC1. (2021, 17 septiembre). L’autèntica taula de diàleg és a Tarragona: es belluga sola i respon preguntes. Versió RAC1. https://www.rac1.cat/programes/versio/20210917/4101751740702/versio-rac1-taula-misteri-nulles-tarragona-darbo.html
Escritor, profesor, traductor, divulgador, conferenciante, corrector, periodista, editor.
