En la mañana del 26 de diciembre de 1980, Lima amaneció con la típica resaca de las fiestas y un sobresalto que heló la sangre de quienes salieron temprano a la calle. De varios postes de luz colgaban siete perros muertos. No eran personas, pero el impacto político resultaba evidente: animales callejeros ahorcados, golpeados y exhibidos en varios cruces concurridos del centro, acompañados por carteles que insultaban a Deng Xiaoping, el dirigente chino que en aquellos años comenzaba a mover a su país hacia la economía de mercado. Aquel gesto brutal quedaría grabado con un nombre tan extraño como inquietante: los perros de Deng Xiaoping, una de las primeras muestras del terror que Sendero Luminoso expandiría en la capital.
La escena reunía elementos que difícilmente podían conjuntarse sin producir un espanto colectivo: la ortodoxia maoísta llevada al extremo, un grupo armado del que en Lima se hablaba apenas en voz baja y una crueldad abierta hacia los animales convertidos en soporte de propaganda. A todo ello se sumaba una puesta en escena ideológica, casi teatral, que nadie había solicitado presenciar pero que todos vieron, quisieran o no.
Sendero Luminoso en 1980: cuando Lima prefería no mirar
Ese año, Perú estrenaba democracia después de casi veinte años de gobierno militar. En la capital se celebraba la vuelta a las urnas con entusiasmo y cierto candor, mientras en Ayacucho un pequeño núcleo marxista-leninista-maoísta liderado por Abimael Guzmán inauguraba el nuevo periodo quemando las urnas del pueblo de Chuschi el 17 de mayo. Ese acto simbólico es recordado como el inicio del conflicto armado que marcaría los años siguientes.

La Lima urbana, sin embargo, lo percibió en un primer momento como un incidente pintoresco, un problema local. En paralelo, Sendero comenzaba a multiplicar acciones violentas en zonas rurales de Ayacucho, Junín, Huancavelica y otras regiones andinas, siguiendo al pie de la letra la estrategia maoísta: primero el campo, luego la ciudad.
Hacia finales de 1980 se contabilizaban ya más de doscientos atentados en todo el país. Aun así, buena parte de la élite limeña insistía en que aquello no pasaba de ser una sacudida periférica, manejable, casi propia de un folclore político que no les afectaría. El mensaje de los perros colgados, a pocos días de acabar el año, derribó esa idea infantil. No iba solo dirigido a China. Era un aviso directo: Sendero estaba en Lima y no pensaba marcharse.
Mao, Deng Xiaoping y la batalla doctrinal… con perros por medio
Para entender por qué un grupo armado peruano decide colgar perros para insultar a un dirigente chino, conviene asomarse a las tensiones internas del comunismo internacional, donde términos como “revisionista” o “traidor” adquirían un peso casi religioso.
Abimael Guzmán se consideraba heredero directo del pensamiento de Mao Zedong. Visitó China al menos dos veces en los años sesenta, en pleno tumulto de la Revolución Cultural. Allí se empapó del culto a la figura de Mao, del rechazo feroz al “camino capitalista” y de una visión del mundo en la que la purga ideológica era una herramienta legítima.

Tras la muerte de Mao en 1976, Deng Xiaoping impulsó reformas económicas orientadas a sacar a China de la rigidez doctrinal y del empobrecimiento que habían provocado políticas anteriores. Ese pragmatismo, que introducía tímidas aperturas al mercado, fue recibido por los maoístas más estrictos como una herejía. Para Guzmán, ver a Deng hablar de prosperidad sin complejos resultaba poco menos que una provocación.
Durante la Revolución Cultural, la propaganda ya había retratado a Deng como un dirigente que abría la puerta al capitalismo, e incluso como un “perro”. La metáfora tenía tradición: Mao hablaba de los “perros del imperialismo” para referirse a sus enemigos. Sendero recuperó ese lenguaje, lo trasladó a la geografía limeña y lo transformó en una acción directa. Si Deng era un “perro traidor”, no bastaba con decirlo: había que colgar perros. Y si además la puesta en escena coincidía con el cumpleaños de Mao, mejor. Hasta el calendario se convirtió en herramienta propagandística.
26 de diciembre de 1980: Lima despierta con un espanto inesperado
Aquel viernes a las seis de la mañana, la ciudad todavía olía a pavo recalentado y conversaciones familiares interrumpidas por el sueño. En el cruce de las avenidas Tacna y Nicolás de Piérola, una de las zonas más transitadas, los primeros peatones se toparon con el cuerpo de un perro negro colgando de un poste, atado con una manguera verde y acompañado de un cartel que advertía de una bomba.

La Guardia Civil llegó con rapidez. Acordonó la zona, apartó a la gente y examinó el supuesto explosivo. No era real: solo dinamita falsa colocada para intensificar el efecto. El jefe del Escuadrón de Emergencia describiría después que el animal presentaba golpes, signos de estrangulamiento y un tubo de plástico insertado en el hocico. El ensañamiento dejaba claro que aquello no era un simple acto vandálico.
Con el paso de las horas, el espanto se multiplicó. Más llamadas, más hallazgos. Otros perros aparecieron colgados en puntos clave del centro: Tacna frente al Santuario de Las Nazarenas, el cruce del jirón Moquegua, la intersección de Emancipación con Camaná, los jirones Lampa y Cuzco, y la esquina de Abancay con Nicolás de Piérola, próxima a edificios estatales. En total, siete animales distribuidos como si alguien hubiera dibujado un inquietante recorrido por el corazón de Lima.
Los carteles que llevaban eran igual de agresivos. Algunos rezaban “Teng Siao Ping hijo de perra”; otros repetían insultos similares, escritos con la transliteración del chino que se usaba entonces. La intención era que nadie confundiera el blanco del mensaje ni sus motivaciones.
Ese mismo día, la revista Caretas publicó una fotografía que terminaría incrustándose en la memoria colectiva: un policía descolgando a uno de los animales mientras varias personas observaban con una mezcla de horror, asombro y una curiosidad tímida. La ciudad que solía vivir inmersa en su ruido y su actividad cotidiana se transformó durante unas horas en un escenario de guerra ideológica importada del otro lado del mundo. Aquellas imágenes terminarían analizadas en estudios sobre la memoria, el trauma y los lenguajes de la violencia.
¿Quién estaba detrás y qué pretendía?
En un comienzo, las autoridades buscaron explicaciones externas. Se habló de grupos simpatizantes del comunismo chino más radical o de seguidores de figuras caídas en desgracia tras la Revolución Cultural. Era más fácil atribuir la acción a tensiones foráneas que reconocer que el problema germinaba en el interior.

Con el tiempo, sin embargo, se asumió lo que la investigación histórica sostendría sin fisuras: la acción fue obra de Sendero Luminoso y respondía a órdenes directas de Guzmán. Testimonios de figuras vinculadas a instituciones dedicadas a la memoria y a la verdad en Perú confirmaron que el objetivo era enviar un mensaje contundente: existía en el país una organización maoísta que rechazaba de raíz la línea reformista de Deng y estaba dispuesta a sostener su postura con actos extremos.
El gesto perseguía varios fines. Por un lado, diferenciar al grupo de la China que empezaba a abrirse al mercado y reivindicar un maoísmo “auténtico”. Por otro, demostrar que la organización podía actuar en pleno centro de la capital, en zonas vigiladas, no solo en aldeas remotas. Y además, probar una estrategia propagandística basada en el impacto visual, una teatralidad cruel que pronto se traduciría en acciones mucho más sangrientas.
La fecha no era inocente. El 26 de diciembre coincidía con el nacimiento de Mao, una señal interna para quienes conocían el simbolismo del movimiento y una forma de recordar que, en esa guerra de dogmas, nada se decidía al azar.
Los animales en medio de la violencia
Aunque el episodio suele recordarse por su carga simbólica, también ilustra la violencia que Sendero ejerció sobre los animales en los años siguientes. Investigaciones y reportajes han señalado que el grupo llegó a matar más de dos millones de animales en regiones andinas: vacas, ovejas, alpacas, cabras y perros. Se convertían en objetivos militares bajo argumentos delirantes, como que el ganado de raza extranjera representaba la influencia del capitalismo o que las comunidades que lo poseían colaboraban con el Estado.
Destruir el ganado afectaba directamente a las comunidades campesinas, que dependían de estos animales para alimentarse, comerciar o desplazarse. Era un castigo económico, ideológico y social. En ese sentido, los perros colgados en Lima fueron una excepción solo en su ubicación: la violencia contra los animales ya se desplegaba de forma silenciosa en el interior del país.
La ciudad como testigo involuntario
Lima, con sus casi cinco millones de habitantes en aquel momento, se convirtió de repente en espectadora forzosa de un mensaje político que no entendía del todo. La escena se coló en la rutina: trabajadores que caminaban hacia el autobús, vendedores que abrían sus puestos, transeúntes que solo querían cruzar la calle. De pronto, todos compartieron un mismo sobresalto.
La fotografía publicada por Caretas se convirtió en un icono que condensó todo aquello: el brazo del agente estatal manejando el cuerpo sin vida de un animal, los curiosos que observaban desde la acera y la propia ciudad convertida en telón de fondo de un discurso violento que llegaba desde los márgenes.
Con el paso del tiempo, algunos escritores peruanos recordarían esa imagen como un primer contacto con la violencia que después sacudiría al país. La mezcla de insultos escritos con transliteración china, el uso de perros callejeros y la teatralidad del montaje dotaban a la escena de un humor negro involuntario que solo aumentaba su perturbación. Lo grotesco y lo trágico se entrelazaban de una forma difícil de digerir.
Lo que anunciaba aquel macabro mensaje
Con la distancia que ofrecen las décadas, los perros de Deng Xiaoping aparecen como un anuncio de la tormenta que llegaría después. En 1980, el Estado peruano aún no comprendía la magnitud de la amenaza y seguía subestimando a Sendero Luminoso. El grupo, sin embargo, ya experimentaba con una gramática de la violencia donde símbolos, cuerpos y fechas estratégicas funcionaban como herramientas calculadas para aterrorizar y ganar notoriedad.
Los siete perros colgados cumplieron así varias funciones. Demostraron la determinación de un grupo que se veía a sí mismo como la punta de lanza del maoísmo mundial. Mostraron su capacidad de actuar en pleno corazón político del país. Y evidenciaron que para sus militantes no existía límite ético alguno cuando la causa estaba en juego.
Lo que para Lima fue una mañana espantosa, para Sendero se convirtió en un éxito propagandístico. El “perro Deng” había sido castigado el día del nacimiento de Mao y la capital peruana ya sabía que, detrás de aquella escena grotesca, se escondía un movimiento dispuesto a cruzar cualquier frontera para hacerse notar.
Vídeo: “Los Perros de Deng Xiaoping: Un Día de Terror en Perú”
Fuentes consultadas
- Comisión de la Verdad y Reconciliación. (2003). La denominada “guerra popular” del PCP-SL (1980-1982). En Informe final, Tomo II, Capítulo 1: Los actores armados del conflicto. Comisión de la Verdad y Reconciliación. https://www.cverdad.org.pe/ifinal/pdf/TOMO%20II/CAPITULO%201%20-%20Los%20actores%20armados%20del%20conflicto/1.1.%20PCP-SL/Cap%20II%20SL%2080-82%20lA%20GUERRA%20POPULAR.pdf
- Wikipedia. (s. f.). Los perros de Deng Xiaoping. En Wikipedia, la enciclopedia libre. https://es.wikipedia.org/wiki/Los_perros_de_Deng_Xiaoping
- Culp, F. (2021, 21 de junio). The Dogs of War: The Animals of the Internal Armed Conflict in Peru (1980–2000). Age of Revolutions. https://ageofrevolutions.com/2021/06/21/the-dogs-of-war-the-animals-of-the-internal-armed-conflict-in-peru-1980-2000/
- Muñiz, F. (2025, 28 de octubre). El culto al mango: cuando una fruta tropical se convirtió en reliquia sagrada del maoísmo. El Café de la Historia. https://www.elcafedelahistoria.com/culto-al-mango-mao-1968/
- Roncagliolo, S. (2011, 27 de octubre). Deng’s Dogs. Granta, (117). https://granta.com/dengs-dogs/
- Comas, J. (1989, 31 de octubre). El credo de Sendero Luminoso. El País. https://elpais.com/diario/1989/10/31/internacional/625791605_850215.html
- Abogabo129. (s. f.). Los Perros de Deng Xiaoping: Un día de terror en Perú [Vídeo]. YouTube. https://www.youtube.com/watch?v=RLXiwpu3Hh8
Escritor, profesor, traductor, divulgador, conferenciante, corrector, periodista, editor.
