En diciembre de 1917, la recién nacida Rusia soviética vivía con tres certezas básicas: el país pasaba hambre, la guerra civil asomaba con descaro y la palabra “contrarrevolución” aparecía en cada discurso como una especie de conjuro.
Faltaba, sin embargo, algo bastante terrenal: una estructura que se encargara de cazar a esos enemigos del nuevo régimen. De manera rápida. Y, a poder ser, sin levantar demasiado ruido.
El 20 de diciembre de 1917 —7 de diciembre según el calendario juliano aún en uso— el Consejo de Comisarios del Pueblo decidió poner orden en el caos y creó la Comisión Extraordinaria Panrusa para Combatir la Contrarrevolución y el Sabotaje. Un título interminable que, por economía verbal y algo de sentido común, quedó reducido a Cheka.
Su misión oficial sonaba solemne: localizar a los saboteadores, frenar cualquier acto de contrarrevolución y llevar a los culpables ante los tribunales revolucionarios.
La misión real, como pronto se comprobaría, era algo menos épica: convertirse en la herramienta más contundente del poder bolchevique.
Conviene aclarar un detalle que suele pasarse por alto. Se repite a menudo que la Cheka nació en Moscú, pero lo cierto es que su primera sede estuvo en Petrogrado, en un edificio de la calle Gorokhovaya. Solo más tarde la institución se trasladó al edificio que acabaría siendo su símbolo, la Lubyanka, en Moscú.
La revolución movió la capital… y se llevó también a su recién estrenada policía secreta.
De la Okhrana a la Cheka: cambian las siglas, no la pulsión por vigilar
Para comprender a la Cheka conviene mirar atrás, hacia la Okhrana, la policía política del zarismo. Aquella organización se dedicaba a infiltrar movimientos revolucionarios, provocar disturbios controlados y llenar de exiliados los confines del Imperio.
Los bolcheviques denunciaron esas prácticas durante años. Sin embargo, pocas semanas después de conquistar el poder, acabaron replicando un mecanismo parecido, aunque pasado por barniz proletario.
No fue casualidad que la Cheka heredara métodos… e incluso a ciertos especialistas de la antigua Okhrana.

El cambio no estuvo tanto en las técnicas como en la justificación. Ahora se actuaba “en nombre del pueblo” y por el bien del porvenir socialista.
Pero para el detenido, la diferencia entre pasado y presente tendía a diluirse.
La Cheka nació como órgano “extraordinario”, un término que en la práctica significaba operar por encima de las normas corrientes, con amplios poderes y una supervisión escasa.
Un entorno perfecto para un gobierno que se sentía permanentemente amenazado.
Félix Dzerzhinski, el candidato perfecto para un trabajo sin sentimentalismos
Al frente de la nueva institución, Lenin no puso a un funcionario anodino, sino a un hombre con fama de incorruptible y con una biografía que rozaba el martirologio revolucionario: Félix Edmundovich Dzerzhinski, apodado “Felix de Hierro”.
De origen polaco, había pasado buena parte de su vida entre cárceles y destierros zaristas. Pocas personas conocían tan bien los engranajes de la represión política.
La ironía es notable: alguien que había sufrido la maquinaria del zarismo terminó diseñando una mucho más temida.
Lenin lo nombró jefe de la nueva comisión en diciembre de 1917.
Dzerzhinski no recibió un puesto decorativo. Tenía libertad para organizar detenciones, crear unidades armadas, centralizar información y asumir competencias a medida que la situación lo exigía.

Su imagen pública respondía a un ideal muy útil para el régimen: un revolucionario austero, de vida aséptica, férreo en sus principios y ajeno a cualquier tentación de comodidad.
Ese retrato encajaba de maravilla con la idea de una policía que debía inspirar miedo y respeto a partes iguales.
Nacimiento oficial: un decreto, una oficina y manos libres
La Cheka surgió de un decreto que definía tres funciones principales:
- Localizar y neutralizar todos los actos de contrarrevolución y sabotaje.
- Conducir a los culpables ante los tribunales revolucionarios.
- Elaborar y ejecutar planes para combatir a los enemigos del Estado.
No dependía de los soviets locales ni de ninguna otra institución, sino directamente del gobierno.
Eso la situó en el corazón del poder bolchevique desde el minuto uno.
Sus inicios fueron modestos: una cuarentena de personas, algunos destacamentos de soldados, guardias rojos y marineros, y una orden muy clara de “hacer lo que fuera necesario”.
Contaba con potestad para requisar bienes, retirar tarjetas de racionamiento, publicar listas de “enemigos del pueblo” y detener de forma preventiva.
La idea era sencilla y brutal: si la revolución estaba en peligro, las sutilezas jurídicas podían esperar.
Cómo funcionaba la Cheka: papeles, sótanos y pólvora
La organización se dividió en varias secciones: una dedicada a la información, otra a la administración interna y otra centrada en combatir la contrarrevolución.
Con el tiempo, aquella estructura inicial fue creciendo sin freno.
Durante el invierno de 1917 y 1918, la actividad se concentró en Petrogrado. Funcionarios sospechosos de pasividad, empresarios reacios a colaborar, partidos rivales o periodistas incómodos pasaron por su lupa.
Poco después, la Cheka dejó de ser una oficina burocrática para convertirse en una institución con escuadras armadas propias, equipos de espionaje y grupos operativos.
La frontera entre investigar y ejecutar se volvió difusa, por decirlo suavemente.
El procedimiento habitual seguía un patrón:
- Sospecha o denuncia de sabotaje, espionaje o propaganda hostil.
- Detención sin necesidad de orden formal.
- Interrogatorios que podían incluir presión física o psicológica.
- Decisión rápida: liberación, cárcel, campos de trabajo o fusilamiento.
Sobre el papel, la Cheka debía limitarse a la investigación preliminar y remitir los casos a los tribunales revolucionarios.
En la práctica, esos tribunales solían ser un trámite, cuando no un obstáculo prescindible.
Los agentes adoptaron el nombre de chekistas, un término que sobrevivió décadas y que incluso se utilizó de manera coloquial hasta los tiempos de la KGB.
Del experimento al Terror Rojo: la Cheka en modo exterminio
Cuando la revolución se vio envuelta en la guerra civil, la Cheka pasó de ser una policía política agresiva a un auténtico instrumento de terror.
En septiembre de 1918, tras un atentado fallido contra Lenin y el asesinato de Moiséi Uritski, el gobierno declaró el Terror Rojo.
El mensaje fue cristalino: había que “exterminar al enemigo de clase”. Eso incluía a burgueses, antiguos oficiales, sacerdotes combativos y prácticamente cualquiera que levantara alguna sospecha.
Las ejecuciones sumarias, ya frecuentes, se multiplicaron. Las detenciones se contaron por decenas de miles.
Las prisiones y los primeros campos de trabajo se llenaron de personas detenidas por su origen social más que por acciones concretas.
La propaganda oficial hablaba de una intervención necesaria, casi quirúrgica, para eliminar los restos del antiguo régimen.
La revolución, sostenían, no debía permitirse el lujo de la indulgencia.
¿Cuántas víctimas? Entre cifras dudosas y estremecimientos
Determinar cuántas personas murieron a manos de la Cheka es complicado.
Las cifras oficiales de la época minimizan el impacto, y los cálculos posteriores dependen mucho de la posición política de cada investigador.
Un dirigente de la propia Cheka mencionó algo más de 12.000 ejecuciones entre 1918 y 1920, una cifra sorprendentemente baja para un periodo marcado por el Terror Rojo.
Otros historiadores elevan esa estimación de forma significativa, alegando que gran parte de los fusilamientos no se registraron o se ocultaron deliberadamente.
Muchas investigaciones actuales sitúan el número de víctimas mortales entre 50.000 y 200.000, siendo tal vez unos 100.000 el punto medio más citado.
A ello habría que sumar los muertos en prisión, en traslados o en actuaciones represivas realizadas por fuerzas vinculadas a la Cheka.
Lo más inquietante es que la maquinaria justificativa del régimen insistía en la supuesta “humanidad” del terror.
Sostenían que permitir que sobreviviera un enemigo implacable era más peligroso que la muerte de inocentes.
Una lógica implacable y perfectamente coherente con la naturaleza del poder que trataba de consolidarse.
De oficina modesta a coloso con 200.000 hombres
Lo que empezó como una pequeña comisión pronto se convirtió en un gigante.
Al término de la guerra civil, la Cheka contaba con unas 200.000 personas entre agentes, funcionarios, tropas internas y personal auxiliar.
Su presencia abarcaba prácticamente todo el territorio controlado por los bolcheviques.
Existían secciones regionales, comisiones locales, unidades operativas especializadas y departamentos destinados a áreas tan diversas como el ejército, los ferrocarriles o la industria.
Sus competencias se expandieron más allá de la lucha política. También perseguía:
- El mercado negro y el comercio no autorizado.
- La corrupción, concepto interpretado con mucha flexibilidad.
- El sabotaje industrial, real o supuesto.
- Actividades religiosas consideradas hostiles.
En 1918 incluso se amplió oficialmente su nombre para incluir la “Especulación y la Corrupción”, dejando claro que la institución no pensaba limitarse a vigilar enemigos políticos.
La Cheka se convirtió en un poder dentro del poder, temido, respetado y en ocasiones detestado.
De la Cheka a la KGB: misma tradición, nuevas siglas
La Cheka fue disuelta formalmente el 6 de febrero de 1922, aunque más que desaparecer, mudó de piel.
Se transformó en la GPU, integrada en el aparato de seguridad del Estado.
Un año después pasó a ser la OGPU, ya dentro de la recién formada URSS.
Con el tiempo surgirían el NKVD, responsable entre otras cosas de los campos de trabajo; el MGB y, finalmente, la KGB.
La sucesión de siglas es extensa, pero comparten un mismo linaje.
Buena parte de los métodos, cuadros y tradiciones se mantuvieron a través de estas transformaciones.
El término chekista se siguió utilizando como marca de identidad, una especie de denominación de origen para los agentes de seguridad soviéticos.
Más que una institución concreta, la Cheka fue el origen de una cultura política basada en la centralización, la opacidad y la fuerza como herramienta básica de gobierno.
La Cheka en la memoria rusa: homenajes incómodos y sombras largas
El eco de la Cheka no desapareció con el fin de la URSS.
Rusia mantiene el 20 de diciembre como día oficial de los órganos de seguridad del Estado, un homenaje que enlaza directamente con su fundación en 1917.
Durante años, una estatua monumental de Dzerzhinski presidió la plaza de Lubyanka, frente al edificio más emblemático de la policía política soviética.
Solo fue retirada en 1991, en pleno colapso del sistema.
Aun así, el término chekista sigue apareciendo ocasionalmente para referirse a antiguos oficiales de la KGB o a figuras del actual aparato de seguridad ruso.
Las continuidades simbólicas, pese a todo lo ocurrido en el siglo XX, siguen siendo visibles.
Para algunos sectores, la Cheka representa el escudo que protegió a la revolución en sus días más críticos.
Para otros, simboliza el origen de una larga tradición de represión, miedo y violencia estatal.
Lo que parece innegable es que todo empezó con un decreto apresurado, escrito en tiempos convulsos, que dio vida a una institución destinada a moldear —y oscurecer— buena parte del siglo XX ruso.
- Charles River Editors(Autor)
Vídeo: “The Cheka – Lenin’s Soviet Secret Police”
Fuentes consultadas
- Wikipedia. (s. f.). Checa. Wikipedia, la enciclopedia libre. https://es.wikipedia.org/wiki/Checa
- National Geographic. (2020, 8 septiembre). Cómo el Terror Rojo trazó el macabro camino de la Unión Soviética. National Geographic en Español. https://www.nationalgeographicla.com/historia/2020/09/como-el-terror-rojo-trazo-el-macabro-camino-de-la-union-sovietica
- Comisión de Derechos Humanos del Estado de México. (s. f.). Revolución rusa (1917). CODHEM. https://www.codhem.org.mx/revolucion-rusa-1917/
- Muñiz, F. (2020, 18 septiembre). El juicio a Dios: cuando la URSS sentó en el banquillo al creador. El Café de la Historia. https://www.elcafedelahistoria.com/juicio-dios/
- Baynac, J. (2017). El terror bajo Lenin [Edición digital]. ePubLibre. https://archive.org/details/baynac-j.-el-terror-bajo-lenin-epl-fs-1975-2017
- Jiménez Herrera, F. (2019). ¿Hubo checas en el Madrid de la Guerra Civil? Estudio comparado de la policía política soviética y los comités revolucionarios españoles (verano-otoño 1936). Hispania Nova, 17, 49–84. https://e-revistas.uc3m.es/index.php/HISPNOV/article/view/4516/3024
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