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Mothman, el hombre polilla que anunció la tragedia de Point Pleasant

Mucho antes de que Richard Gere se pasara media película empapado y mirando al horizonte con gesto atormentado, el llamado Mothman ya daba quebraderos de cabeza a un pequeño pueblo estadounidense: Point Pleasant, en Virginia Occidental. No era fruto de experimentos secretos ni un villano escapado de las viñetas, sino una sucesión de testimonios muy humanos que se acumularon entre noviembre de 1966 y diciembre de 1967, hasta formar una historia que parecía pedida por encargo a la televisión de madrugada.

Durante aquellos trece meses, varios vecinos aseguraron ver una figura humanoide y alada, de más de dos metros, con unos ojos rojos capaces de iluminar la noche y una tendencia a presentarse en carreteras solitarias para amargarles la velada a los conductores. Aquella colección de sustos, exageraciones y titulares acabaría, años más tarde, inspirando el libro de John Keel, “The Mothman Prophecies”, y más tarde, en 2002, la película del mismo nombre que consolidó al llamado “hombre polilla” como uno de los iconos modernos del misterio.

mothman hombre polilla

La historia que alimentó la ficción es, por sí sola, un cóctel incómodo: tragedias reales, histeria colectiva, ufólogos con entusiasmo de sobra, prensa ávida de sobresaltos y explicaciones zoológicas con menos glamour que un bocadillo de chorizo.

Point Pleasant, 1966: el día en que un pueblo descubrió que tenía criatura propia

El primer avistamiento “oficial” suele situarse el 15 de noviembre de 1966, cerca del conocido “Área TNT”, una antigua instalación de munición de la Segunda Guerra Mundial en las afueras de Point Pleasant. Dos parejas que viajaban en coche afirmaron ver una figura enorme, de forma humanoide, con unas alas considerables y unos llamativos ojos rojos que, según contaban, parecía seguirles por la carretera.

Al día siguiente, el periódico local recogió la noticia con un titular que hoy ya es parte del folclore del lugar. A partir de ahí, el relato empezó a crecer con la eficacia de una buena historia que se cuenta entre susurros: la criatura se volvió más grande, las alas más amplias y los ojos más perturbadores. Incluso se afirmó que uno de los perros de los testigos desapareció misteriosamente tras el encuentro, un detalle que añadía una pizca de tragedia doméstica.

Por aquel entonces, la criatura no tenía todavía un nombre pegadizo. Ese bautizo llegaría gracias a la prensa, que por lo visto no pudo resistirse al tirón de los superhéroes. En los años sesenta la serie televisiva de Batman lo impregnaba todo de colorines, y uno de los villanos era el llamado Hombre Polilla. Cuentan que algún periodista, con más humor que rigor, decidió bautizar a aquella cosa como “Mothman”. Y el nombre se quedó.

Testigos, rumores y una histeria inflada al ritmo de las imprentas

Tras la primera noticia, los avistamientos empezaron a multiplicarse con sorprendente alegría. En menos de un año se recogieron decenas de testimonios de personas que, de noche y en zonas poco iluminadas, aseguraban ver la figura alada merodeando por los alrededores.

Los relatos repetían, con pequeñas variaciones, el mismo patrón:

  • Un ser humanoide de grandes dimensiones.
  • Alas de tamaño descomunal, que algunos calculaban en unos tres metros.
  • Ojos rojos intensos.
  • Un vuelo silencioso, casi resbalando por el aire.
  • Una sensación de miedo que se clavaba en el estómago de los testigos.

A estos elementos se añadían fenómenos secundarios igual de fotogénicos: interferencias en la televisión, luces extrañas en el cielo, ruidos inexplicables, llamadas telefónicas inquietantes e incluso rumores sobre los famosos “Hombres de Negro”, esa presencia que, según el imaginario popular, aparece cuando alguien sabe demasiado.

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La pregunta inevitable es cómo una observación vaga de un ave grande pudo derivar en semejante histeria. En un pueblo pequeño, el eco de un buen susto se amplifica con facilidad. Cualquier sombra, cualquier crujido, cualquier par de luces a lo lejos pueden reinterpretarse a través del filtro del miedo. Y la prensa local, que tampoco suele desdeñar una buena historia, empuja el relato un poco más con cada titular.

El Silver Bridge: tragedia real que se mezcla con la profecía

El golpe final para convertir la leyenda del Mothman en algo más que cuentos nocturnos llegó el 15 de diciembre de 1967. El Silver Bridge, un puente colgante sobre el río Ohio, se vino abajo en plena hora punta de compras navideñas. Murieron 46 personas, un acontecimiento devastador que dejó al pueblo sumido en el duelo durante años.

Los ingenieros atribuyeron el colapso a la rotura por fatiga de un componente esencial del puente, un fallo estructural que llevó a la caída en cadena. Una explicación fría y técnica, pero totalmente documentada.

Sin embargo, algunas personas afirmaron que Mothman se había dejado ver cerca del puente en los días previos al accidente, incluso sobre la estructura. Relatos contados después del desastre, teñidos por el shock y la necesidad humana de dotar de sentido a lo inexplicable. De ahí nació la idea de que la criatura no solo asustaba: anunciaba desgracias.

Ese vínculo emocional —entidad misteriosa más tragedia real— sería un filón para la futura película, que explotaría esa relación entre lo sobrenatural y lo trágico con notable eficacia.

John Keel: del investigador curioso al creador involuntario de un mito moderno

En medio de aquel torbellino de rumores apareció John A. Keel, periodista e investigador inclinado a los fenómenos insólitos. Llegó a Point Pleasant a finales de 1966 intrigado por la cantidad de sucesos raros que se estaban reportando en la zona.

Keel entrevistó a testigos, recopiló historias y trató de encajar los avistamientos del Mothman dentro de un marco más amplio de “alta extrañeza”: luces en el cielo, llamadas anónimas, figuras desconocidas y mensajes crípticos que parecían anunciar desastres.

Su libro “The Mothman Prophecies”, publicado en 1975, presentó todos estos elementos como signos de una inteligencia desconocida que jugaba con la percepción humana. Para él, Mothman no era un simple monstruo, sino parte de un fenómeno más complejo y desconcertante.

La película bebería directamente de esa atmósfera: miedo difuso, sensación de amenaza, mensajes enigmáticos y la idea de que quizá existe un orden invisible que a veces deja señales imposibles de descifrar a tiempo.

Del papel a la gran pantalla: qué toma y qué reinventa “The Mothman Prophecies”

La adaptación cinematográfica de 2002 utilizó el libro como base, pero remodeló la historia sin pudor. El protagonista del filme, John Klein, está inspirado en Keel, aunque se le dota de un trasfondo dramático para intensificar el componente emocional. El escenario se reinventa, pero conserva la esencia: un pueblo perdido, desconcierto generalizado y sucesos que parecen apuntar hacia una tragedia inevitable.

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El Mothman del cine es más etéreo, menos criatura física y más presencia inquietante que se manifiesta a través de mensajes misteriosos. La figura de “Indrid Cold”, una voz que comunica con el protagonista, refuerza esa sensación de amenaza intangible.

La película también se permite manipular los datos reales: reduce el número de víctimas del puente y deja caer que nunca se halló explicación técnica al colapso. Es un recurso dramático eficaz, aunque alejado de la realidad. Pero contribuye a fijar la idea de que la historia tiene raíces reales envueltas en bruma.

Mothman como criatura sobrenatural: ¿mensajero trágico o burócrata del apocalipsis?

Con el paso del tiempo, Mothman ha acabado ocupando un lugar casi institucional en el imaginario paranormal: el mensajero de las desgracias. Para algunos es un heraldo que aparece antes de tragedias inevitables. Para otros, una especie de ángel condenado a avisar de lo que está por venir sin capacidad de impedirlo.

En las visiones más extremas, Mothman sería una manifestación de entidades que han acompañado a la humanidad desde siempre, mutando su apariencia según las creencias de cada época. Keel, en su libro, propone incluso que estas inteligencias adoptan la forma que más impacto genera en cada cultura, como si quisieran jugar con el miedo humano.

La película acierta al no mostrar nunca al Mothman de forma clara. Su poder no reside en su aspecto, sino en su ambigüedad. Lo que inquieta no es tanto verle, sino la idea de que, tal vez, sabe algo que el resto desconoce.

Las explicaciones escépticas: aves despistadas y la prodigiosa imaginación humana

Los escépticos, por su parte, ofrecen interpretaciones mucho más terrenales. La más conocida es la de la grulla canadiense, un ave de tamaño imponente con una zona rojiza alrededor de los ojos que podría confundirse fácilmente en condiciones de mala iluminación.

También se mencionan búhos grandes, cuyos ojos pueden reflejar rojo bajo la luz artificial y cuyo vuelo es prácticamente silencioso. Ambos encajarían bastante bien con lo que describieron muchos testigos.

A todo ello se suma la tendencia humana a exagerar cuando cuenta historias que le han provocado miedo. La percepción nocturna es traicionera, y detalles como tamaño o distancia pueden distorsionarse con facilidad. Lo que comienza como “un pájaro enorme” puede transformarse, tras varios relatos, en un ser de dos metros con alas imposibles.

Y, por supuesto, está el afán humano por buscar sentido a las tragedias. Vincular la caída del Silver Bridge con los avistamientos del Mothman ofrece un relato más reconfortante que aceptar un simple fallo estructural.

Del susto a la tienda de recuerdos: museo, estatua y festival

Lejos de desaparecer, el Mothman ha pasado de ser un susto nocturno a convertirse en una auténtica industria turística para Point Pleasant. El pueblo acoge un museo dedicado a la criatura donde se exponen recortes de periódicos, testimonios y objetos relacionados con los avistamientos y la película. Incluso presume de una estatua de acero inoxidable inaugurada en 2003 que representa al Mothman con la musculatura de un héroe de cómic.

Cada mes de septiembre se celebra el festival dedicado al monstruo, que reúne a miles de visitantes y mezcla charlas, puestos, actividades, recorridos por los lugares emblemáticos y un ambiente festivo donde se dan la mano curiosos, aficionados al misterio y vecinos que han aprendido a sacarle partido económico al asunto.

La película contribuyó a convertir lo que era una historia local en un fenómeno global. Hoy Mothman aparece en listas de criaturas legendarias, comparte espacio con figuras como Bigfoot o el Chupacabras y ha sido reciclado en videojuegos, novelas y todo tipo de productos culturales.

Al final, donde antes había miedo ahora hay negocio, y con él una forma de mantener viva la memoria de lo ocurrido, aunque sea envuelta en el vistoso papel de un monstruo alado.

Por qué Mothman sigue funcionando tan bien en las pantallas y en la imaginación colectiva

La película no inventó la fascinación por el Mothman, simplemente supo pulirla. Aprovechó elementos que ya estaban en los testimonios y los presentó con una atmósfera densa, llena de presagios y sombras. La criatura nunca se muestra nítida, lo que coincide con la ausencia de pruebas reales. Y el guion explota esa idea recurrente en la historia: el miedo no al monstruo, sino al mensaje que parece traer.

La historia de Point Pleasant, con su mezcla de relatos exagerados, tragedia auténtica y un investigador atrapado en un laberinto de preguntas, es el material ideal para sembrar esa inquietud. El cine añadió dramatización, pero el fondo sigue siendo el mismo: la sospecha de que quizá el mundo envía señales que nadie interpreta a tiempo.

En esa franja entre la crónica local, el mito contemporáneo y el terror psicológico es donde el Mothman sigue encontrando su hueco. No necesita pruebas, basta con testigos fascinados, un puente que cayó y una humanidad dispuesta a rellenar el resto con sus propios temores.

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  • Richard Gere, Laura Linney, Will Patton (Actores)
  • Mark Pellington(Director)

Vídeo: “El Rincón del Disidente | El Rincón Extraño – Mothman, el hombre polilla”

Fuentes consultadas

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