En la Londres de finales del siglo XIV, cuando la ciudad aún olía a humo, humedad y plagas testarudas que insistían en reaparecer, un nombre saltó de pronto a los registros oficiales para romper la monotonía de multas y disputas mercantiles. Ese nombre era John Rykener, aunque la persona que lo llevaba prefería presentarse como Eleanor cuando las circunstancias, el trabajo o la identidad lo exigían.
Se sabe relativamente poco y, sin embargo, lo suficiente como para que siglos después siga despertando interés. Todo procede de un único documento: el interrogatorio realizado ante el alcalde de Londres en diciembre de 1394. Aquel interrogatorio, minucioso hasta lo sospechoso, revelaba una vida que navegaba entre géneros, oficios y cuerpos, convirtiendo a Rykener en una figura clave cuando se habla de sexualidad, poder y ambigüedad en plena Edad Media.
Según el acta, esta persona fue sorprendida en Cheapside manteniendo relaciones sexuales con un clérigo llamado John Britby, mientras llevaba vestiduras femeninas. El escribano, encantado con su propio latín, recogió la escena bajo la elegante fórmula de “vicio detestable, innombrable e ignominioso”, que equivalía, en lenguaje menos refinado, a una acusación implícita de sodomía. Lo del travestismo añadía más leña al fuego y daba al notario material de sobra para lucirse.
La descripción de Rykener resulta desconcertante incluso para el lector actual: bordador o bordadora, trabajadora sexual, hábil en desempeñar roles masculinos y femeninos según el contexto, y, sobre todo, un auténtico rompecabezas para unos jueces que sabían qué hacer con ladrones, pero no con alguien que cobraba por acostarse con hombres “como si fuera mujer” y, a la vez, se acostaba con mujeres “como hombre”. La coherencia jurídica medieval, ya de por sí endeble, tuvo aquí su propia prueba de resistencia.
A la hora de etiquetar a Rykener, los expertos contemporáneos llevan décadas intentando poner orden donde quizá nunca lo hubo: ¿travesti?, ¿prostituta?, ¿persona trans?, ¿una mezcla de identidades y estrategias dentro de una sociedad que restringía lo que hoy llamaríamos libertad de expresión de género? La discusión revela más del presente que del pasado, pero confirma que Eleanor, o John, vivió de un modo que desbordaba cualquier molde de su época.
Prostitución, pecado y orden público en la Londres del siglo XIV
Para entender el enredo es útil detenerse un momento en la moral urbana de la Inglaterra bajomedieval. La prostitución se toleraba como un mal necesario al que convenía no mirar demasiado, siempre que estuviera situada en lugares concretos y no alterara la paz del vecindario. Tomás de Aquino lo describía como una suerte de alcantarilla moral: si se taponaba, el edificio social entero se llenaría de corrupción.
La Ciudad de Londres seguía esa filosofía con fidelidad. Mientras los burdeles no entorpecieran el comercio y no molestaran a la gente con buen apellido, las autoridades miraban para otro lado. La persecución solía centrarse más en los proxenetas que en las trabajadoras sexuales, considerados ellos como el verdadero problema de orden público.

Distinto era el asunto de la sodomía, un concepto tan amplio que englobaba todo aquello que a la Iglesia le parecía sexualmente impropio. Era un pecado antes que un delito civil y lo juzgaban tribunales eclesiásticos, capaces de imponer penitencias o castigos duros según la interpretación teológica del momento. Por eso resulta tan extraño que un caso así acabara en manos del alcalde. Aquello no respondía a un procedimiento habitual. Olía, y mucho, a interés político o a oportunidad para sacar provecho del escándalo.
De la aguja al burdel: la bordadora y la misteriosa Anna
El propio Rykener explicó que sus primeros pasos hacia la identidad femenina comenzaron en casa de una bordadora londinense llamada Elizabeth Brouderer. El apellido no engañaba: era literalmente “la bordadora”. Allí, John fue vestido como mujer, rebautizado como Eleanor y enseñado tanto en el oficio del bordado como en la práctica del sexo remunerado. Una formación completa, poco convencional y perfectamente adaptada a un mercado laboral precario.
La casa de Brouderer funcionaba como taller textil y, probablemente, como espacio donde ciertos clientes encontraban más que hilo y agujas. La hija de la bordadora, Alice, también participaba en aquel pequeño universo de pasiones discretas, lo que dio pie a sospechas de que, además del negocio, había algún intento de chantaje dirigido a clérigos ingenuos.
Pero el punto esencial es que John no se limitó a colocarse un vestido para un engaño puntual. Adoptó un nombre femenino, desempeñó ocupaciones femeninas y asumió una presencia social femenina durante periodos prolongados. La identidad de Eleanor formaba parte de su vida cotidiana y no parecía un mero disfraz temporal.

En esa transición apareció también otra figura: Anna, definida como prostituta y vinculada a un antiguo sirviente de Sir Thomas Blount. Ella enseñó a Rykener a tratar con hombres “a la manera de una mujer”, expresión intencionadamente vaga que ha provocado interminables debates. Sea como fuere, se aprecia que la adopción del rol femenino fue sostenida y que, tras marcharse de casa de la bordadora, Rykener continuó presentándose como mujer en lugares distintos y cambiantes.
Oxford, tabernas y frailes: el recorrido profesional de Rykener
La siguiente aparición documentada de Eleanor tiene lugar en Oxford, ciudad universitaria y, por entonces, viva, caótica y llena de estudiantes con más dinero que prudencia. Allí intentó ganarse la vida como bordadora sin abandonar el trabajo sexual. En el interrogatorio se enumeran varios eruditos con los que tuvo relaciones, recogidos por los escribanos con una meticulosidad casi literaria.
Después viajó a Burford, donde encontró empleo en una taberna como tapadera perfecta para sus servicios. En aquel entorno, entre jarras, viajeros y rumores, volvió a encontrarse con frailes, clérigos y visitantes de diversa procedencia, cobrando tarifas que hoy resultarían irrisorias pero que entonces podían marcar la diferencia entre sobrevivir o caer en la miseria.
Dos elementos destacan especialmente. El primero es la abundancia de religiosos entre los clientes de Eleanor, algo que el documento recoge con total naturalidad, como si el clero formara parte inseparable del mercado del deseo. El segundo es que solo cobraba a los hombres. Con las mujeres, ya fueran monjas o esposas, mantenía relaciones “como hombre” y sin cobrar. Aquello complicaba cualquier tentativa de enmarcar jurídicamente la situación: ¿qué hacía exactamente la justicia con alguien que se movía con soltura entre ambos roles?
El domingo en Cheapside: un “vicio innombrable” a hora de tienda
La escena clave ocurre una noche de domingo, entre las ocho y las nueve, cerca de Cheapside, una zona llena de comercios y actividad. Eleanor, vestida de mujer, llamó la atención del clérigo John Britby. Tras acordar un precio, buscaron un rincón alejado, pero unos agentes municipales irrumpieron antes de que los implicados terminaran la transacción. Ambos fueron detenidos y llevados ante el alcalde.
El acta acusaba a los dos de participar en un “vicio detestable e innombrable” junto a un puesto de venta en Soper’s Lane, un lugar suficientemente público como para provocar un escándalo capaz de sacudir la vida política. Durante el interrogatorio, Britby alegó que había pensado que Eleanor era una mujer y que, de haber sabido la verdad, jamás se hubiese mostrado interesado. La coartada, aunque previsible, encaja con la estrategia de defensa del clérigo.
El comportamiento de Rykener, en cambio, mostró una serenidad casi administrativa: relató tarifas, lugares y clientes sin aparente preocupación por cómo iba a ser interpretado. El documento termina abruptamente y no se conoce sentencia alguna. Es probable que las autoridades ignoraran cómo proceder ante un caso que lesionaba demasiados equilibrios políticos, religiosos y sociales.
Hay mención en años posteriores de un tal John Rykener que habría escapado de una cárcel episcopal y ejercido como secretario de un obispo. Algunos han querido identificarlo con la misma persona, pero la prueba es frágil y permanece en el terreno de la conjetura.
¿Juicio real o sátira política contra Ricardo II?
El caso, además de su dimensión moral, tiene un trasfondo político que varios estudiosos han analizado con interés. En aquel momento, Ricardo II estaba enfrentado con la Ciudad de Londres por asuntos de autonomía, dinero y autoridad. Había suspendido privilegios urbanos e impuesto gobernadores reales, lo que había generado tensiones con los dirigentes londinenses.
Algunos historiadores creen que el interrogatorio de Rykener, redactado en un latín lleno de dobles sentidos, pudo haber sido una sátira dirigida contra el rey. Mostrar a un individuo vestido de mujer, pasivo, manipulado, frecuentado por clérigos y nobles, podía entenderse como una crítica velada a un monarca acusado por ciertos sectores de afeminamiento simbólico y excesivo apego a favoritos masculinos.
Según esta interpretación, el itinerario vital de Eleanor funcionaría como un mapa deformado de la corte, donde Oxford, Burford y otros lugares mencionados hacían referencia indirecta a personajes influyentes. La sátira se camuflaba bajo un interrogatorio real, lo que la hacía más efectiva y menos arriesgada.
No todos aceptan esta lectura. Algunos defienden que el interrogatorio es, lisa y llanamente, un documento judicial extraordinario, aderezado por la pluma algo creativa del escribano. Otros combinan ambas visiones y sostienen que los hechos fueron reales, pero el informe se enriqueció con intenciones políticas que los contemporáneos habrían captado sin dificultad.
¿Travesti, prostituta o mujer trans medieval?
La gran pregunta es cómo nombrar hoy a Rykener. Los documentos la presentan como hombre cuando conviene al registro, pero ella aparece continuamente actuando como mujer, en oficios atribuidos a mujeres y con una identidad femenina sostenida en el tiempo. Para algunos historiadores, eso encaja en la categoría de travestismo; para otros, se parece más a una experiencia temprana de identidad trans, entendida en contexto medieval.
El problema es que el documento no refleja emociones ni reflexiones internas. No existe una frase que diga “me siento mujer”, pero sí una conducta continuada que implica reconocerse y hacerse reconocer como tal en ámbitos públicos y privados. Ante esta falta de definiciones explícitas, muchos especialistas optan por fórmulas prudentes como “trabajadora sexual de género no conforme”, mientras que otros sostienen que usar la etiqueta “mujer trans” puede ayudar a entender el fenómeno contemporáneamente, siempre aclarando que la categoría es moderna.
Lo que sí muestra el interrogatorio es que Rykener se movía con soltura entre los roles, cobrando a hombres cuando actuaba como Eleanor y relacionándose con mujeres como John sin exigir pago. Una vida que desbordaba todos los límites normativos de la época.
Lo que el caso de John Rykener revela sobre la Edad Media
Más allá del interés morboso, este expediente ofrece una ventana privilegiada a la vida urbana medieval. Revela una ciudad donde estudiantes, clérigos, artesanos y prostitutas convivían en una red de contactos cotidianos, y donde la moral oficial chocaba constantemente con las prácticas reales. También pone de manifiesto el afán de los escribanos por registrar lo jugoso y disimular lo escabroso bajo expresiones latinas con más elegancia que claridad.
El caso muestra además que el género no era un asunto sencillo ni entonces ni ahora. La Edad Media intentaba fijar límites estrictos entre hombres y mujeres, roles públicos y privados, pero la vida real desbordaba esas fronteras con facilidad. Y es en esa grieta por donde se cuela la figura de Rykener: alguien que cosía casullas por la mañana, ofrecía servicios sexuales al caer la tarde y dejaba perplejos a los guardianes del orden cuando intentaban catalogar una existencia que no cabía en ningún cajón.
Aquel escribano quizás no comprendió del todo lo que estaba dejando por escrito, pero su trabajo, lleno de matices y silencios, terminó convirtiéndose en una de las piezas más fascinantes para entender cómo se vivía, se amaba y se negociaba la identidad en el turbulento final del siglo XIV.
Vídeo: “Sometimes They’re John, Sometimes They’re Eleanor: A Genderqueer Sex Worker In Medieval London”
Fuentes consultadas
- Wikipedia. (s. f.). John/Eleanor Rykener. En Wikipedia, la enciclopedia libre. https://es.wikipedia.org/wiki/John/Eleanor_Rykener
- Halsall, P. (1998). The Questioning of Eleanor Rykener (also known as John), a Cross-Dressing Prostitute, 1395. Internet Medieval Sourcebook, Fordham University. https://sourcebooks.web.fordham.edu/source/1395rykener.asp
- Boyd, D. L., & Karras, R. M. (1995). The interrogation of a male transvestite prostitute in fourteenth-century London. GLQ: A Journal of Lesbian and Gay Studies, 1(4), 459–465. https://read.dukeupress.edu/glq/article/1/4/459/69104/The-Interrogation-of-a-Male-Transvestite-Prostitute-in
- Muñiz, F. (2025). Mierda y cencerros: el surrealismo penal del Fuero General de Navarra. El café de la Historia. https://www.elcafedelahistoria.com/fuero-general-de-navarra/
- Solórzano Telechea, J. A. (2024). Las voces de las mujeres lesbianas y las personas transgénero e intersexuales en la Europa medieval. En Géneros, violencias y resistencias (cap. 7). https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=10259347
- Jones, H. R. (s. f.). LHMP #300 Boyd & Karras 1995: The Interrogation of a Male Transvestite Prostitute in Fourteenth-Century London. Lesbian Historic Motif Project, Alpennia. https://alpennia.com/lhmp/lhmp-300-boyd-karras-1995-interrogation-male-transvestite-prostitute-fourteenth-century-london
- Vídeo: “La historia de Eleanor Rykener”
- Enlace: https://www.youtube.com/shorts/PPy3lZObGlI
Escritor, profesor, traductor, divulgador, conferenciante, corrector, periodista, editor.






