Pocas unidades del ejército británico pueden presumir de tener como emblema oficial a un animal que parece escapado de una leyenda celta. El regimiento irlandés de la Guardia, los Irish Guards, lo hace desde 1902 con un perro que impone más que muchos oficiales: el Irish Wolfhound, ese gigantesco lebrel irlandés que parece un lobo amable disfrazado de gigante. Y, dentro de toda esa historia de galones, desfiles impecables y uniformes que crujen de lo bien planchados que están, aparece un protagonista que no llevaba estrellas en la hombrera pero sí cicatrices que hablaban por él: Bally Shannon.
El nacimiento del regimiento y su lobo de desfile
El Irish Guards fue creado en abril de 1900 por orden de la reina Victoria, como homenaje expreso a la valentía de los soldados irlandeses que lucharon en la Guerra de los Bóers. No se trataba únicamente de añadir otro nombre a la interminable lista de unidades del ejército, sino de reconocer con un símbolo visible a una comunidad que durante siglos había nutrido con hombres, esfuerzo y también con cierta controversia política la maquinaria militar británica.
Dos años después, en 1902, el recién nacido regimiento recibió un añadido inesperado y bastante más simpático que la habitual documentación castrense: su propio Irish Wolfhound como mascota oficial. El perro había sido cedido por el club dedicado a la raza, que veía en el regimiento un escaparate ideal para darla a conocer. A ese primer animal se le dio un nombre cargado de resonancias heroicas: Brian Boru, como el rey irlandés que plantó cara a los vikingos en el siglo XI.
A partir de entonces, en los desfiles del regimiento siempre se ve la misma imagen: soldados perfectos, oficiales en su sitio, y delante de todos un perro monumental con mantilla verde que se convierte sin esfuerzo en la estrella de la marcha. Es el único can que tiene derecho a abrir la formación en las grandes ceremonias, incluidas las más solemnes en Londres. Y, para ser sinceros, la escena es tan fotogénica que si estornuda en mal momento puede robar el protagonismo incluso a la familia real.
El Irish Wolfhound: noble, cazador y diplomático
Para entender por qué esta raza acabó representando al regimiento, conviene echar un vistazo a las raíces irlandesas. El Irish Wolfhound, conocido en las fuentes antiguas como Cú Faoil, aparece constantemente en literatura y mitos como perro de guerra, cazador de lobos y compañero inseparable de las élites. En la Edad Media no cualquiera podía tener uno en su casa. Eran animales asociados a la nobleza, y su número incluso marcaba la posición social del propietario.
A lo largo del tiempo, estos perros se convirtieron también en herramientas diplomáticas. Reyes y nobles irlandeses los enviaban como regalo a otras cortes de Europa, una especie de obsequio de prestigio comparable a regalar un caballo de pura sangre. El problema de tanta exclusividad era evidente: entre la cría limitada y el uso continuo en la caza, la población de la raza descendió peligrosamente. En el siglo XVII la situación era tan delicada que Oliver Cromwell tuvo que prohibir su exportación para asegurar que hubiera suficientes ejemplares en la isla para mantener a raya a los lobos.
Lo que hoy conocemos como el “gigante amable” estuvo a punto de desaparecer. La raza moderna es, en realidad, una reconstrucción del siglo XIX basada en los últimos ejemplares supervivientes, combinados con otras razas grandes para recuperar el aspecto y el carácter descritos en las fuentes más antiguas. Por eso, cuando el Irish Guards adopta como mascota a uno de estos perros, no solo consigue un símbolo impresionante: también brinda a la raza una visibilidad pública que contribuye a su supervivencia.
De símbolo a soldado
Los Irish Guards entendieron muy pronto que su mascota podía ser algo más que un animal bonito acompañando desfiles. Con la llegada de la Primera Guerra Mundial, la imagen ceremonial quedó atrás. El barro del frente occidental, las trincheras, las alambradas y los cráteres redefinieron la utilidad de muchos animales. Ya no había tarjetas postales, sino patrullas, mensajes urgentes, búsqueda de heridos y camillas arrastradas a pulso.

Uno de los perros enviados al frente fue un Irish Wolfhound llamado Bally Shannon. Había sido entrenado inicialmente para trabajar con la policía de Dublín, pero la guerra cambió su destino. Un oficial decidió llevarlo consigo a Francia, no como simple acompañante, sino como un soldado más, con tareas reales asignadas dentro del regimiento.
En las líneas que ocupaban los Irish Guards, Bally dejó de ser el elegante perro de desfile y se convirtió en guardián, mensajero, porteador y, sobre todo, auxiliar sanitario. Su tamaño, que en Londres impresionaba, en el frente resultaba una ventaja esencial: podía transportar botiquines y arrastrar a soldados heridos con una fuerza que pocos hombres igualaban.
El infierno de la tierra de nadie
El trabajo más peligroso de Bally tenía lugar en la llamada “tierra de nadie”, ese espacio entre las trincheras enemigas plagado de barro, cráteres, metralla y restos de alambradas. Allí hacía lo que muchos soldados no se atrevían a intentar: localizar heridos y llevarlos a la seguridad de la trinchera amiga. Algunas versiones le atribuyen una decena de rescates, una cifra que encaja con lo que hacían los perros sanitarios en aquella guerra brutal.
El peligro era continuo. Bally fue herido al menos dos veces. En una ocasión, en 1917, un obús explotó muy cerca de él y del sanitario que lo acompañaba, hiriendo a ambos. El episodio llamó la atención de una revista francesa, que publicó una fotografía de los dos recuperándose bajo los cuidados de la misma enfermera, en una imagen que mezclaba humanidad y ternura en pleno caos bélico.
Ese tipo de historia consolidó al Irish Wolfhound como algo más que el gran perro de los desfiles. Para muchos soldados, era un compañero de servicio con una entrega y un valor que no se medían en galones, sino en heridas y en vidas salvadas.
El naufragio que marcó su destino
Tras la segunda herida grave, Bally y su acompañante debían regresar a Irlanda para recuperarse. Embarcaron en un buque que los llevaría de vuelta, pero una noche, ya cerca de la costa, un submarino alemán atacó la nave con un torpedo. El barco se hundió con rapidez y solo tres supervivientes consiguieron agarrarse a los restos: el soldado irlandés que viajaba con Bally y dos marineros.
Creían estar solos. Hasta que entre las olas apareció una figura enorme, nadando con determinación: Bally Shannon había logrado salir del barco y buscaba un punto donde apoyarse. El soldado intentó subirlo a la improvisada balsa, pero el peso del perro —más de cincuenta kilos y casi un metro de altura— amenazaba con hacerla volcar. Con dolor, tuvieron que devolverlo al agua.
Aun así, Bally no los abandonó. Pasó la noche nadando junto a ellos, acercándose de cuando en cuando para descansar unos segundos apoyando las patas y la cabeza. Cuando llegó el amanecer, los rescatadores encontraron a los hombres agotados y, junto a ellos, al perro aún luchando por mantenerse a flote. En un giro irónico propio de aquella guerra absurda, el soldado compañero de Bally falleció por las heridas sufridas en el ataque, mientras que el perro sobrevivió.
Nueva York: del frente a las ovejas de Central Park
Entre los supervivientes humanos del naufragio estaba Maloney, un soldado irlandés que quedó impresionado por la resistencia y la fidelidad del animal. Cuando Bally se recuperó, Maloney lo adoptó y decidió llevarlo a Nueva York para ofrecerle una vida tranquila, sin balas ni explosiones.
Allí surgió una escena que hoy parecería inventada, pero que pertenece a la historia real de la ciudad: durante décadas, unas doscientas ovejas pastaban a diario en una amplia pradera de Central Park, guiadas por un pastor irlandés llamado Tom Hoey. Él vivía con su familia en un edificio victoriano junto al parque, con las ovejas en la planta baja y la vivienda en la superior. Dos veces al día debía interrumpir el tráfico para trasladar el rebaño.
Cuando Maloney llevó a Bally ante Hoey, este comprendió enseguida que tenía ante él a un animal excepcional. Aceptó incorporarlo al rebaño, mientras Maloney asumía el coste de su cuidado y prometía visitarlo con frecuencia. El perro, acostumbrado a arrastrar heridos entre el barro, se adaptó con rapidez al pastoreo neoyorquino y hasta encontró compañera en una terrier llamada Lady Dale.
La estampa del antiguo perro de guerra convertido en pastor entre ovejas, con los rascacielos al fondo, tenía una fuerza casi simbólica. Ese cuerpo enorme y musculoso, que un día cruzó la tierra de nadie, pasaba ahora revista a un rebaño en plena ciudad.
El héroe inquieto
Tom Hoey, que conocía bien a los animales, dejó una frase que resume a la perfección la esencia de Bally: era tan enérgico, tan inquieto, que a veces daba la impresión de que deseaba volver a la acción. No porque echara de menos el peligro, sino porque algunos sabuesos forjados en la exigencia extrema quedan marcados por ese ritmo de vida para siempre.
Mientras tanto, los Irish Guards continuaron incorporando Irish Wolfhounds como mascotas de regimiento, manteniendo una tradición que ha llegado hasta la actualidad. Esos perros siguen encabezando desfiles y apareciendo junto a reyes, reinas y miembros de la familia real en ceremonias solemnes.
Hoy, cuando uno de estos gigantes desfila ante la mirada del público, pocos se imaginan que detrás de esa elegancia hay historias como la de Bally Shannon: un perro capaz de atravesar trincheras bajo el fuego enemigo, sobrevivir a un torpedo y acabar pastoreando ovejas en Central Park. Un héroe de cuatro patas que refleja, de forma casi involuntaria, el viaje contradictorio y fascinante del siglo XX: del barro del frente europeo a los prados urbanos de Nueva York, pasando por el frío del Atlántico y por una guerra que alcanzó incluso a los animales.
Vídeo: “Who is the Irish Guards’ Dog in Trooping the Colour?”
Fuentes consultadas
- Sanz, J. (2019, 17 febrero). Bally Shannon, un héroe irlandés de la Gran Guerra que sufrió su particular Titanic. Historias de la Historia. https://historiasdelahistoria.com/2019/02/17/bally-shannon-un-heroe-irlandes-de-la-gran-guerra-que-sufrio-su-particular-titanic
- Wikipedia. (s. f.). Lobero irlandés. En Wikipedia, la enciclopedia libre. https://es.wikipedia.org/wiki/Lobero_irland%C3%A9s
- Hume, R. (2014, 13 mayo). The dog of war that won the world’s hearts. Irish Examiner. https://www.irishexaminer.com/lifestyle/arid-20268328.html
- Irish Wolfhounds. (s. f.). The Story of Bally Shannon, Dog of War. Irishwolfhounds.org. https://www.irishwolfhounds.org/ballyshannon.htm
- Muñiz, F. (2025, 24 noviembre). La increíble historia de Cher Ami, la paloma que voló hacia la leyenda. El Café de la Historia. https://www.elcafedelahistoria.com/cher-ami-paloma-mensajera/
- Ministry of Defence. (2013, 3 enero). Playful pup newest recruit to Irish Guards. GOV.UK. https://www.gov.uk/government/news/playful-pup-newest-recruit-to-irish-guards
Escritor, profesor, traductor, divulgador, conferenciante, corrector, periodista, editor.
