El 18 de junio de 1875, en pleno corazón de The Liberties —esas callejuelas dublinenses que olían a almacén, a industria y a vida apretada—, un incendio decidió montarse un espectáculo en el depósito de Laurence Malone. El fuego, que empezó con la discreción de quien enciende una vela sin permiso, acabó convertido en un desfile de barriles explotando y chorros de whisky deslizándose por el empedrado. Los testigos hablaban de un río ámbar de quince centímetros de profundidad y una multitud que, en vez de correr, optó por hacer lo que nunca recomiendan en las emergencias: acercarse con la copa puesta, metafóricamente hablando. Los registros y las crónicas certifican la fecha, el lugar y la responsabilidad logística de Malone, dueño de aquel almacén fiscal que por poco no se convirtió en destilería volcánica improvisada.
Cantidades, medidas y la eterna tentación del dato exagerado
Los periódicos de la época, siempre dispuestos a inflar un número si con ello conseguían vender más ejemplares, hablaban de unas 5.000 hogsheads guardadas en el edificio. Para entendernos: barriles enormes, capaces de alojar más de un millón de litros de whisky. Semejante océano etílico, derramado por las calles, generó un canal inflamable que arrastraba tablones, restos de madera, cerillas y la curiosidad del vecindario entero. El whisky bajaba sin rebajar, sin filtro, sin preguntar, y más de uno pensó que aquello era una señal divina: una barra libre caída del cielo. Lo que no imaginaron es que la concentración alcohólica no perdona, sobre todo cuando forma una riada callejera que invita al sorbo fácil.
Cómo trece personas murieron sin tocar una llama
Lo verdaderamente asombroso —y macabro, qué remedio— es que las víctimas mortales no murieron calcinadas ni asfixiadas. Fallecieron por intoxicación alcohólica. Trece personas que, viendo el whisky correr, improvisaron recipientes con lo que tenían a mano: sombreros, cazuelas, botas… y, claro, bebieron. Bebieron como si aquella fuera la última llamada a la felicidad. Lo que consumieron no era exactamente un destilado digno de pub tradicional, sino un brebaje contaminado con restos de incendio, hollín y quién sabe qué más. Los hospitales se llenaron de intoxicados, algunos con ceguera pasajera y otros con daños neurológicos irreparables, dejando un rastro clínico tan triste como previsible.
Estiércol, improvisación y una lucha poco épica contra el fuego
Los bomberos de Dublín, que todavía no presumían de la profesionalización que tendrían años después, se encontraron ante un desafío inflamable: agua y whisky no hacen buena pareja cuando uno intenta apagar al otro. Cada chorro de agua extendía aún más el licor ardiendo. Así que recurrieron al ingenio disponible: diques improvisados con arena, tierra, grava y montones de estiércol recogidos de cuadras cercanas. Puede sonar repugnante, pero funcionó. Aquella mezcla olorosa absorbió y frenó el avance del río ardiente, creando una especie de muralla orgánica digna de manual de supervivencia victoriano. Más de un testigo, décadas después, todavía recordaba el hedor como parte inseparable de la escena.
Consecuencias económicas y una reputación que ardió con los barriles
El incendio arrasó miles de barriles, destruyó edificios y dejó maltrechos los negocios de una zona ya castigada por la pobreza. La ciudad organizó colectas para los damnificados y, por supuesto, la prensa extranjera aprovechó la ocasión para alimentar estereotipos baratos sobre la supuesta pasión irlandesa por el alcohol. Aquello no ayudó a la imagen del whisky irlandés en un momento en que la competencia internacional ya era feroz. Algunos funcionarios incluso intentaron silenciar ciertos detalles, temerosos de que el asunto dañara aún más la reputación comercial del país.
Una rareza histórica que sigue flotando en la memoria
Con el paso del tiempo, el episodio quedó grabado como una de esas historias que se narran entre lo instructivo y lo cómico, según la copa que acompañe el relato. Ilustraciones, crónicas, reconstrucciones modernas y artículos especializados reviven cada tanto aquella noche en que Dublín tuvo un río de whisky improvisado. El suceso ha servido para estudiar normas de seguridad, gestión de emergencias y la evolución de los almacenes fiscales en zonas urbanas. Un recordatorio, casi poético en su brutalidad, de que las ciudades también guardan historias que, entre incendio y borrachera involuntaria, definen mejor a sus habitantes que cualquier monumento de piedra.
Vídeo:
Fuentes consultadas
- Wikipedia contributors. (s. f.). Dublin whiskey fire. Wikipedia. https://en.wikipedia.org/wiki/Dublin_whiskey_fire
- Ruxton, D. (2016, 3 de agosto). The night a river of whiskey ran through the streets of Dublin. The Irish Times. https://www.irishtimes.com/news/offbeat/the-night-a-river-of-whiskey-ran-through-the-streets-of-dublin-1.2743517
- Firecall.ie. (2020, 18 de junio). The Great Whiskey Fire – Dublin. Firecall. https://firecall.ie/the-great-whiskey-fire/
- Grabowski, L. (2022, 22 de junio). How a Fire Forever Changed Irish Whiskey. Wine Enthusiast. https://www.wineenthusiast.com/culture/spirits/great-whiskey-fire-irish-history/
Escritor, profesor, traductor, divulgador, conferenciante, corrector, periodista, editor.






