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El intento de robo del cadáver de Abraham Lincoln: una historia de falsificadores y tumbas

En noviembre de 1876, mientras Estados Unidos se debatía entre la incertidumbre electoral de un reñido recuento presidencial, un grupo de falsificadores de Chicago tramaba un plan tan rocambolesco como macabro: robar el cadáver de Abraham Lincoln. ¿Motivo? Liberar a su compañero Ben Boyd, encarcelado por sus actividades ilícitas. Una mezcla de desesperación, codicia y desatino daba forma a una trama que, pese a su gravedad, de entrada parecía sacada de una comedia negra.

James «Big Jim» Kinealy: cerebro de la operación

El artífice de esta locura era James «Big Jim» Kinealy, falsificador de Illinois. Con su socio Boyd tras las rejas, Kinealy concibió la idea de secuestrar el cadáver de Lincoln y exigir un rescate de 200.000 dólares para su liberación. La audacia del plan parecía desafiar cualquier lógica, aunque no faltaba cierto ingenio criminal en la propuesta.

Reclutando a los cómplices

Para ejecutar la empresa, Kinealy reunió a individuos con habilidades diversas: Louis Swegles, supuesto experto en robos de tumbas, y Terence Mullen junto a Jack Hughes, encargados de la logística. Una banda más salida de un folletín que de la realidad, pero con la determinación suficiente para intentarlo.

El plan maestro

El esquema era sencillo: extraer el ataúd de Lincoln de su tumba en Springfield, Illinois, y trasladarlo a las dunas de arena de Indiana, hoy Parque Natural cerca del lago Michigan, hasta que el gobierno accediera al intercambio. La teatralidad del plan, combinada con la crudeza del crimen, confería a la operación un aire de absurdo que la hacía, a la vez, fascinante.

La traición en la taberna

Como toda comedia de enredos, el desastre llegó por donde menos lo esperaban. Uno de los miembros, embriagado y deseoso de impresionar a una mujer en una taberna, confesó todos los detalles del plan. La policía, naturalmente, recibió la información casi como un regalo en bandeja. La ingenuidad tragicómica de aquel momento anticipó el fracaso de la operación.

La ejecución fallida

Ignorando la traición, la banda decidió seguir con el pan. Comenzaron a extraer el ataúd sin sospechar que el Servicio Secreto aguardaba, silencioso, como depredador en una obra macabra. El capitán Patrick D. Tyrrell describe un caos digno de comedia negra: un disparo accidental provocó pánico, mientras cerillas chisporroteaban y herramientas caían al suelo. La banda huyó despavorida, dejando tras de sí confusión y un cadáver convertido en protagonista involuntario de un crimen de guion imposible.

El resguardo del cadáver

El intento fallido obligó a las autoridades a reforzar la seguridad del sepulcro. La Asociación Nacional del Monumento a Lincoln trasladó los restos de Abraham y Mary Todd Lincoln a una bóveda de acero y hormigón, a tres metros de profundidad, inaugurada en 1901. Lo que antes era una tumba accesible se transformó en un refugio prácticamente inexpugnable, reflejando la obsesión por proteger la memoria de un símbolo nacional.

Los casos de Charles Chaplin y Juan Domingo Perón

El cadáver de Charles Chaplin también fue secuestrado por otra banda con el fin de pedir un suculento rescate a la familia.

Pueden leer la historia completa clicando aquí.

Y si quieren saber lo ocurrido con el robo de las manos de Perón, uno de los mayores misterios de la historia argentina reciente, les recomendamos clicar aquí


Vídeo: “The Bizarre Plot to Steal Abraham Lincoln’s Body”


Fuentes consultadas

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